Buscando el Bien Común Autor: Jorge A. Blanco Audiovisuales - TopicsExpress



          

Buscando el Bien Común Autor: Jorge A. Blanco Audiovisuales Editorial SAN PABLO - [email protected] Es habitual que, como ciudadanos, exijamos a nuestras autoridades y nuestros gobernantes que su razón de ser resida por completo en la promoción y el desarrollo del Bien Común. No obstante, y en lo cotidiano, tengamos presente que no siempre recordamos que esta obligación, que solemos demandar con ahínco, también es construcción y tarea de todos. Especialmente, cuando se trata de reconocer y aceptar que debemos contribuir con ello y que nuestros intereses particulares —tanto personales como grupales— deben acomodarse también al bien y a las necesidades de los demás. Un cuento tomado del libro Cuentos para el crecimiento, de Mateo Bautista y Jorge Castagna, nos puede ayudar a introducir la reflexión y el debate sobre el tema: Para leer: El buen alcalde del pueblo no podía disimular su amplia satisfacción. Con no poco esfuerzo, se había conseguido para aquella diminuta localidad distante, árida y muy pobre, un gran tesoro: el agua corriente. No era para menos, pues la naturaleza allí era pró­diga en vides, de exquisito vino, pero tacaña en agua, tan necesaria para la vida. ¡Había que celebrarlo por lo alto y por lo ancho! Se vio óptimo que el gobernador provincial acu­diese a la bendición y la inauguración del primer chorro de agua corriente. El alcalde dejó todos los preparati­vos en manos de su honorable Concejo y fue a buscar personalmente al señor gobernador, aprovechando el viaje para presentarle otras necesidades que debían ser atendidas con cierta urgencia. El pueblo, al unísono, quiso agradecer tantos des­velos de su esforzado alcalde con una ingeniosa y bon­dadosa broma. Cuando el gobernador y el alcalde gi­rasen la canilla para que saliera el primer chorro de agua en la fuente de la plaza principal, lo que debía salir sería vino, tan abundante allí. Todos esperaban contemplar las caras de asombro del gobernador y del alcalde, y sus bocas abiertas... Para ello necesitaban que cada padre de familia aportara una garrafa de vino. Todos deberían entregarla voluntariamente en el depósito de agua. ¡Y todos, grandes y pequeños, a guardar el secreto! Llegó la fecha esperada. Los mandatarios hicieron acto de presencia a media mañana. Fueron recibidos con un largo y caluroso aplauso. Era un hermoso día primaveral. Todo el pueblo estaba presente y expectante. El júbilo era manifiesto. El gobernador acotó: ―Se ve, señor alcalde, que usted es muy apreciado aquí. Lo veo en la cara de su gente. El acto oficial comenzó. El sacerdote bendijo las instalaciones y pidió que allí se diese un nuevo Canaán, que la abundancia del vino del pueblo se transformara en agua tan necesaria. Sonó la música. Las campanas tocaron a fiesta. El alcalde y el gobernador giraron la canilla. ¡Oh sor­presa! Brotó un potente chorro de agua cristalina. Todos quedaron boquiabiertos y enmudecieron. La cara no era de asombro; era el asombro personalizado. ―¡Enhorabuena, señor alcalde! ¡Su esfuerzo los ha dejado sin habla! ―exclamó el gobernador. El alcalde, un poco desconcertado y como homenajeando al pueblo, comenzó a aplaudir. La plaza hizo una ovación. Pero todos se preguntaban qué ha­bía pasado. La respuesta llegó enseguida. Todos y cada uno que debían aportar el vino se dijeron: ―¡Para qué voy a derrochar mi vino. Un poquito de agua no se va a notar! Y entonces pasó lo que pasó. Moraleja: Con el bien común, hasta el agua se convierte en vino. Con el mal común, hasta se avinagra todo buen vino. “Cañería de vino”, tomado de Cuentos para el crecimiento, Mateo Bautista y Jorge Castagna, SAN PABLO, 2004. Para la reflexión personal y grupal: -Releer el cuento para ir analizándolo por partes. Señalemos, por ejemplo: ¿Cuál era el tesoro que se había conseguido para aquel pueblo? ¿Por qué se lo consideraba como tal? -¿Qué decidió hacer el pueblo? ¿Cómo se llevaría a cabo tal decisión? ¿Qué era lo que tenía que aportar cada padre de familia? -Finalmente, ¿qué fue lo que sucedió? ¿Por qué razón no se concretó lo establecido? ¿Hubo alguna razón por la cual no se cumplió con la consigna que todos los padres de familia tenían en común? -Los autores agregan al relato una moraleja: ¿Qué relación guarda con el mensaje del relato? ¿La compartimos? -Traslademos esta historia ficticia a nuestra vida cotidiana: ¿Ha sucedido algo similar o parecido, alguna vez? ¿Ocurre con frecuencia en nuestro barrio, provincia, país, etc.? ¿Cuándo? -Nosotros, ¿estamos acostumbrados a hacer prevalecer nuestro interés y nuestra conveniencia personal, grupal, institucional, etc. por sobre la del resto? ¿Solemos tomar nuestras decisiones según el bien común? -En estos últimos tiempos, se hace mención, con frecuencia, del bien común. ¿Qué entendemos por bien común? ¿Qué concepto tenemos de él? ¿Cómo lo definiríamos? ¿Coincide con el concepto que nos enseña el Magisterio de la Iglesia? -¿Creemos que garantizar el bien común es tarea solo de gobernantes, políticos y autoridades estatales? ¿O también, nosotros, desde el lugar que ocupamos, debemos contribuir a establecerlo? ¿En ese caso, cuales son los medios, herramientas, etc. que tenemos para lograrlo? -Concluyamos precisando de qué modo podemos trasladar el fruto de esta reflexión a alguna acción concreta en los ámbitos más próximos en que nos movemos. Para profundizar nuestra reflexión: 1906 Por bien común, es preciso entender “el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección” (GS 26, 1; cfr. GS 74, 1). El bien común afecta a la vida de todos. Exige la prudencia por parte de cada uno, y más aún por la de aquellos que ejercen la autoridad. Comporta tres elementos esenciales: 1907 Supone, en primer lugar, el respeto a la persona en cuanto tal. En nombre del bien común, las autoridades están obligadas a respetar los derechos fundamentales e inalienables de la persona humana. La sociedad debe permitir a cada uno de sus miembros realizar su vocación. En particular, el bien común reside en las condiciones de ejercicio de las libertades naturales que son indispensables para el desarrollo de la vocación humana: “derecho a actuar de acuerdo con la recta norma de su conciencia, a la protección de la vida privada y a la justa libertad, también en materia religiosa” (cfr. GS 26, 2). 1908 En segundo lugar, el bien común exige el bienestar social y el desarrollo del grupo mismo. El desarrollo es el resumen de todos los deberes sociales. Ciertamente, corresponde a la autoridad decidir, en nombre del bien común, entre los diversos intereses particulares; pero debe facilitar a cada uno lo que necesita para llevar una vida verdaderamente humana: alimento, vestido, salud, trabajo, educación y cultura, información adecuada, derecho de fundar una familia, etc. (cfr. GS 26, 2). 1909 El bien común implica, finalmente, la paz, es decir, la estabilidad y la seguridad de un orden justo. Supone, por tanto, que la autoridad asegura, por medios honestos, la seguridad de la sociedad y la de sus miembros. El bien común fundamenta el derecho a la legítima defensa individual y colectiva. 1913 La participación es el compromiso voluntario y generoso de la persona en los intercambios sociales. Es necesario que todos participen, cada uno según el lugar que ocupa y el papel que desempeña, en promover el bien común. Este deber es inherente a la dignidad de la persona humana. 1914 La participación se realiza ante todo con la dedicación a las tareas cuya responsabilidad personal se asume: por la atención prestada a la educación de su familia, por la responsabilidad en su trabajo, el hombre participa en el bien de los demás y de la sociedad (cfr. CA 43). 1915 Los ciudadanos deben cuanto sea posible tomar parte activa en la vida pública. Las modalidades de esta participación pueden variar de un país a otro o de una cultura a otra. “Es de alabar la conducta de las naciones en las que la mayor parte posible de los ciudadanos participa con verdadera libertad en la vida pública” (GS 31). 1916 La participación de todos en la promoción del bien común implica, como todo deber ético, una conversión, renovada sin cesar, de los miembros de la sociedad. El fraude y otros subterfugios mediante los cuales algunos escapan a la obligación de la ley y a las prescripciones del deber social deben ser firmemente condenados por incompatibles con las exigencias de la justicia. Es preciso ocuparse del desarrollo de instituciones que mejoran las condiciones de la vida humana (cf. GS 30). Fragmentos del Catecismo de la Iglesia Católica, texto completo en vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c2a2_sp.html Para rezar: Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Nos sentimos heridos y agobiados. Precisamos tu alivio y fortaleza. Queremos ser nación, una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común. Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz. Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda. Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Amén. Extracto de la Oración por la patria, de la Conferencia Episcopal Argentina
Posted on: Thu, 18 Jul 2013 04:26:30 +0000

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