Bíctor Dante Vázquez Isabel lo amaba perversamente, Martín lo - TopicsExpress



          

Bíctor Dante Vázquez Isabel lo amaba perversamente, Martín lo odiaba inocentemente; y Bíctor los adoraba temerosamente. Aunque compartían a Bíctor, Isabel y Martín se eran ajenos. Bíctor tenía 22 años y era adicto a la lectura; Isabel 25 y estaba por concluir su carrera en psicología; Martín 18 y le gustaba el skateboarding. Bíctor conoció a Isabel dentro de la biblioteca y a Martín afuera de ésta. Las personas son como pequeñas bibliotecas ambulantes: ni son de Dios ni del Diablo, nunca sabes qué es lo que conocerás dentro o fuera de ellas y siempre te ofrecerán posibilidades que, por mucho que temas, cambian radicalmente la manera en la que lees y te lees en el relato continuo de la existencia. Después de pasar la mañana entera leyendo atentamente el trigueño cuerpo desnudo de Isabel, Bíctor fue a buscar a Martín para que éste le siguiera enseñando a realizar íntimos flip tricks. Sin duda para Bíctor el día iba con el placer como el que experimentaba al encontrarse y desencontrarse en el cálido silencio momentáneo de las palabras: amor, odio y temor; tríada a la que se pertenece ciegamente por naturaleza, triángulo equilátero, figura geométrica en la que se estructura la identidad individual de deseo, lectura del mundo, mente emocional, deporte interpretativo al aire libre o bajo techo. El amor contiene al odio, el odio facilita el temor, el temor facilita el odio, el odio contiene al amor, y los tres pueden transformarse en abandono cuando perversa o inocentemente se les adora con ansia desmedida. —¡Rayos! Tengo que entregar el libro antes de que cierren la biblioteca. Nos vemos la próxima semana, Martín —exclamó Bíctor; y Martín, inconforme, lo acompañó hasta la puerta. Un poco más, un poco más. ¡Ash! Por eso a veces me molesta ver a Bíctor. Es tan odioso verlo solamente una vez a la semana. Aún es temprano, nada le cuesta estar conmigo hasta que lleguen mis papás, pensaba Martín al recorrer las calles en su patineta. En cuanto lo vea voy a… lo voy a… Bíctor entregó a tiempo la novela Slasher de Bernardo Monroy y sacó la antología de cuentos fantásticos Penumbria año I, junto con el poemario Solo por llevar la contra de Eric Uribares y Escribiroflexia de Paulina Monroy, para pasar la noche de viernes; y así poner el punto final, justo, a ese capítulo que suponía correctamente escrito para él, Isabel y Martín. —¡¿Qué hace aquí, Isabel?! Me dijo mi hermano que me has estado llamando toda la tarde. ¿Me estás acosando? ¿Te sucede algo? —No. Estoy bien, Bíc. Es quiero que me ayudes a estudiar, y como mis papás salieron de viaje... pues, podríamos pasar la noche amorosamente. ¿No se te antoja? —Me encantaría, ‘bel, pero he tenido una tarde extrema. Prometo compensártelo. ¡Anda!, te acompaño a tu casa y evita obsesionarte, ¿quieres? Al dar la vuelta Isabel y Bíctor se toparon frente a frente con Martín.
Posted on: Sun, 30 Jun 2013 23:32:11 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015