CAPÍTULO II: DIOS Vivimos en un universo cuya inmensidad - TopicsExpress



          

CAPÍTULO II: DIOS Vivimos en un universo cuya inmensidad presupone un poderoso Hacedor, y cuya belleza, designio y orden señala la presencia de un sabio Legislador. Empero, ¿quién hizo al Hacedor? Podemos remontarnos en el tiempo, pasando del efecto a la causa, pero no podemos continuar retrocediendo para siempre sin admitir un ser Eterno. Ese Ser Eterno es Dios, la Causa y Manantial de todo lo que existe I. LA EXISTENCIA DE DIOS 1. Su existencia afirmada En ninguna parte tratan las Sagradas Escrituras de demostrar la existencia de Dios mediante pruebas metódicas o convencionales. Se la asume como prueba evidente, como creencia natural para el hombre. En ninguna parte las Sagradas Escrituras enuncian una serie de pruebas de su existencia como condición preliminar para la fe. Declaran el hecho y piden al hombre que se embarque en una aventura de fe. Es menester que el que a Dios se allega, crea que le hay, Hebreos 11:6 constituye el punto inicial de la Biblia en lo que respecta a los tratos del hombre con Dios. La Biblia realmente habla de hombres que dicen en su corazón que no hay Dios, empero son necios, en otras palabras, prácticamente impíos, que desalojan a Dios de sus pensamientos porque le desechan de sus vidas. Pertenecen al eLv.ado número de ateos prácticos, es decir, aquellos que viven y hablan como si no hubiera Dios. Exceden en mucho al número de los ateos teóricos, es decir, aquellos que afirman aferrarse a la creencia intelectual que Dios no existe. Se ha señalado que la declaración de no hay Dios, no implica que Dios no existe, sino que no se inmiscuye o interviene en los asuntos del mundo. Al considerar a Dios ausente, el hombre se corrompe y procede con abominación. Salmo 14. Dice el doctor A. B. Davidson: No se trata de demostrar la existencia de Dios, porque en todas partes en la Biblia Dios se enuncia como conocido. Parece que no existe pasaje alguno en el Antiguo Testamento que indique que el hombre alcance el conocimiento de la existencia de Dios por medio de la naturaleza o de los acontecimientos de la providencia, aunque hay algunos pasajes que insinúan o implican que las falsas ideas de lo que es Dios pueden corregirse por la observación de la naturaleza y la vida... En las páginas del Antiguo Testamento se piensa tan poco de discutir o demostrar que Dios puede ser conocido, como de discutir que existe. ¿Cómo podían los hombres pensar de discutir que Dios podía ser conocido, cuando estaban persuadidos que le conocían, cuando su fuero interno y su mente estaban impregnados de pensamientos del Señor, y cuando sabían que el Espíritu de Dios los inspiraba, los iluminaba y les guiaba toda la historia? La idea de que el hombre llega a conocer a Dios, o alcanza comunión con él por medio de sus propios esfuerzos es completamente extraña al Antiguo Testamento. Dios habla, Aparece; el hombre escucha y contempla. Dios se acerca al hombre; acuerda un pacto o inicia relaciones especiales con el hombre; le da mandamientos. El hombre le recibe cuando él se acerca: acepta la voluntad de Dios y obedece a sus preceptos. Jamás se presenta a Moisés o a los profetas en actitud pensante, reflexionando sobre el Invisible y llegando a conclusiones con respecta a él, o ascendiendo a concepciones elevadas de la Divinidad. El Invisible se manifiesta a sí mismo ante ellos, y ellos lo saben. Cuando un hombre dice: Conozco al presidente, no quiere decir que sabe que el presidente existe, puesto que esto se da por sentado en la declaración. De igual manera los escritores bíblicos nos dicen que conocen a Dios, y esa declaración lleva implícita la existencia de Dios. 2. Su existencia demostrada Si las Escrituras no nos ofrecen una demostración razonada de la existencia de Dios, ¿por qué lo intentamos nosotros? Lo hacemos por las razones siguientes: Primera, para convencer a los que buscan sinceramente a Dios, es decir, a personas cuya fe ha sido oscurecida por alguna dificultad, y que dicen: Quiero creer en Dios; demuéstreme que es razonable creer. Empero ninguna cantidad de pruebas convencerá a esa persona que, deseando vivir en el pecado y de manera egoísta expresa: Lo desafío a que me demuestre que Dios existe. Después de todo, la fe es asunto moral antes que intelectual; si una persona no está dispuesta a pagar el precio, evadirá toda clase de evidencia. Lucas 16:31. Segunda, para fortalecer la fe de aquellos que ya creen. Estudian las pruebas no para creer, sino porque creen. Esta fe es tan valiosa para ellos que reciben con regocijo cualquier cosa que la aumente o enriquece. Finalmente, con el objeto de enriquecer nuestro conocimiento de la naturaleza de Dios, ¿pues existe acaso objeto mayor de estudio y meditación que él? ¿En dónde encontramos evidencia de la existencia de Dios? En la creación, la naturaleza del hombre y la historia humana. De estas tres esferas deducimos las cinco evidencias o pruebas de la existencia de Dios. El universo debe tener una Causa primera o Creador. Se trata éste del argumento cosmológico, palabra que se deriva del vocablo cosmos, que significa mundo. El diseño evidente en el universo indica que debe existir una mente Suprema. Se trata éste del argumento teleológico, palabra derivada del vocablo teleos, cuyo significado es diseño o propósito. La naturaleza del hombre con sus impulsos y aspiraciones indica la existencia de un Gobernante personal. Se trata éste del argumento antropológico, de un vocablo griego, anthropos, que significa hombre. La historia humana nos proporciona evidencia de una Providencia que todo lo dirige. Se trata éste del argumento histórico. La creencia es universal. Argumento basado en el consenso unánime. a. Argumento basado en la creación. La razón nos dice que el universo debe de haber tenido un comienzo. Todo efecto debe de tener una causa adecuada. El universo es un efecto y por lo tanto debe tener una causa. Consideremos el tamaño del universo. Oigamos lo que nos dice el señor Jorge W. Grey: El universo según lo imaginamos o concebimos, es un sistema de miles de millones de nebulosas. Cada nebulosa o constelación está formada de miles de millones de estrellas. Hacia el borde de una de estas nebulosas - la Vía Láctea -hay un astro de tamaño mediano y temperatura moderada, que se está poniendo amarillo de vejez, nuestro sol. ¡Y pensar que el volumen del sol es más de un millón de veces mayor que el de nuestra pequeña tierra! El mismo escritor continúa diciendo: El sol avanza vertiginosamente hacia uno de los bordes de la Vía Láctea a un promedio de unos 20 kilómetros por segundo, seguido en su órbita por la tierra y todos los demás planetas, y al mismo tiempo todo el sistema solar se desplaza en un arco gigantesco a la velocidad de más de trescientos kilómetros por segundo, en circunstancias que la nebulosa misma gira cual si fuera un colosal molinete estelar... Mediante la fotografía de secciones del firmamento, es posible sacar un censo de las estrellas. En el observatorio de la Universidad de Harvard, en los Estados Unidos de América, el autor vio una fotografía que abarca la imagen. de más de 200 vías lácteas, todas ellas tomadas en una placa de unos 35 a 45 centímetros. Se calcula que el número de nebulosas que componen el universo alcanza a quinientos billones. Consideremos a nuestro pequeño planeta pletórico de seres vivientes, la existencia misma del cual Ap.ela una inteligencia superior y designio. Naturalmente surge la pregunta de ¿cómo se originó todo? La pregunta es normal, lógica, pues nuestra mente está formada de tal manera que a todo efecto atribuye una causa. Llegamos a la conclusión luego de que el universo debe de haber tenido una Causa primera o Creador. En el principio - Dios. Génesis 1:1. Este argumento es presentado en forma sencilla en el incidente siguiente: Un escéptico en Materia de religión le dijo cierto día a una señora: Antes creía en Dios, pero ahora desde que emprendí el estudio de la filosofía y las Matemáticas, estoy convencido de que Dios es un vocablo hueco. Bien, dijo la señora, es cierto que no he estudiado esas Materias, pero puesto que usted lo ha hecho, dígame: ¿De dónde proviene este huevo? De una Gallina, por supuesto, respondió el joven. Y de dónde vino la Gallina? De un huevo naturalmente. Luego la señora preguntó: ¿Me podría decir que existió primero, la Gallina o el huevo? La Gallina naturalmente, respondió el joven. Luego entonces debe de haber una Gallina sin que hubiera tenido que nacer de un huevo. Oh, no, debiera de haber dicho que el huevo existió primero.. Luego usted dice que existió un huevo sin que fuera puesto por una Gallina. El joven vaciló. Este... bueno... me parece que la Gallina nació primero. Bien, dijo la señora, ¿quién hizo la primera Gallina de la cual proceden todas las demás? Qué me quiere decir con todo esto? Declaró el joven. Simplemente que Aquél que creó el primer huevo o Gallina es el que creó el mundo. Sin Dios, no se puede explicar ni aún la existencia de un huevo o Gallina, no obstante lo cual usted quiere que yo crea que puede explicar la existencia de todo el mundo sin él. b. Argumento basado en el diseño. Tanto el diseño como la belleza son evidentes en el universo; mas el diseño y la belleza implican la presencia de un diseñador; por lo tanto el universo es la obra de un Diseñador de suficiente inteligencia y sabiduría como para dar cuenta y razón de ellos. El gran reloj de Estrasburgo tiene, además de las características de un reloj común, una combinación de lunas y planetas que se mueven a través de los días y los meses con la exactitud de los cuerpos celestes, con grupos de figuras que aparecen y desaparecen con igual regularidad a medida que el reloj da las horas. El decir que no había diseñador, que todo ocurre al azar es un insulto a la inteligencia y a la razón. Es tan necio asumir o creer que el universo nació de la casualidad, o en lenguaje científico, la fortuita confluencia de los átomos. Supongamos que la composición del libro el Progreso del Peregrino fuera descrita de la manera siguiente: el autor consiguió una carrada o carretada de tipos de imprenta y con una pala los aventó al aire. Estos tipos, al caer, formaron gradualmente la famosa historia de Bunyan. El incrédulo más acérrimo diría: ¡Ridículo! Y así respondemos a las suposiciones del ateísmo. El examen de un reloj revela que ostenta las características de un diseño, puesto que las distintas partes están montadas para un fin o propósito. Están combinadas de tal manera que producen movimiento, y este movimiento está regulado de tal manera que indica la hora del día. De este modo deducimos dos cosas: primero, que el reloj tiene un fabricante o hacedor, para seguir la alegoría, y segundo, que este fabricante entendió su construcción y lo diseñó para el fin de señalar la hora. De igual manera, observamos diseño y adaptación en el mundo, y naturalmente llegamos a la conclusión de que tuvo un Hacedor que lo diseñó sabiamente para el propósito que cumple. Estas conclusiones no serían afectadas por el hecho de que nunca vimos fabricar un reloj; nunca conocimos a un maestro relojero, no teníamos idea alguna con respecto a cómo se podía fabricar un reloj. De igual manera nuestra convicción de que el universo tuvo un Diseñador no es afectada por el hecho de que no observamos su construcción ni jamás vimos al Diseñador. Asimismo nuestras conclusiones no serían alteradas aunque alguien afirmara que un reloj es el resultado del funcionamiento de leyes mecánicas y se explica por las propiedades de la Materia. Debemos considerarlo todavía como la obra de un hábil maestro relojero que hizo uso de estas leyes y propiedades con el objeto de que el reloj marchara. De igual manera cuando se nos dice que el universo se debe simplemente a la operación de las leyes de la naturaleza, nos sentimos obligados a preguntar: ¿Quién diseñó, e impuso y usó estas leyes? pues donde hay leyes, debe de haber también legislador. Tomemos una ilustración de la vida de los insectos. Hay cierto insecto conocido por el nombre de ciervo volante o escarabajo cornudo. El macho tiene cuernos enormes, dos veces el tamaño de su cuerpo, mientras que la hembra no tiene ninguno. En estado de larva tienen que sepultarse en la tierra y esperar su transformación. Son simplemente pequeños gusanos sin diferencia aparente, y sin embargo uno de ellos cava para sí un hoyo de doble profundidad que el otro. ¿Por qué? Para dar lugar a que crezcan los cuernos sin Romperse. Ahora bien, ¿por qué estas larvas aparentemente similares proceden de manera tan distinta? ¿Quién le enseño al escarabajo macho cavar un hueco de profundidad doble que el de la hembra? ¿Lo razonó por sí mismo? No, pues Dios el Creador implantó dentro de la criatura esa percepción instintiva para hacer aquello que era para su mayor bien. ¿De dónde recibió sabiduría la pequeña larva? Se puede sugerir que heredó la sabiduría de sus padres. Mas ¿puede un perro adiestrado, por ejemplo, pasar sus habilidades a sus cachorros? Aun si admitimos que el instinto era heredado, quedaría todavía en pie el que alguien debe de haber impartido instrucción al primer escarabajo cornudo. La explicación con respecto al instinto maravilloso de los animales se encuentra en el primer capítulo del Génesis, donde dice: Y dijo Dios, o en otras palabras, la voluntad de Dios. Al observar el funcionamiento de un reloj llegamos a la conclusión de que la inteligencia no reside en el reloj, sino en el maestro relojero que lo hizo. Y al observar el instinto extraordinario de la más pequeña criatura, llegamos a la conclusión que la inteligencia no reside en ellas principalmente, sino en el Hacedor, y que existe una mente que controla o dirige los detalles más insignificantes de la vida. El Dr. Whitney, presidente que fuera de la Sociedad Americana e individuo de número de la Academia Americana de Artes y Ciencias, dijo en cierta oportunidad que un imán rechaza a otro por la voluntad de Dios, y no hay hombre que pueda proporcionar hoy una información más precisa. ¿Qué quiere decir por voluntad de Dios? se le preguntó. El Dr. Whitney respondió: ¿Qué quieren decir ustedes cuando hablan de la luz? Hemos enunciado la teoría corpuscular, la teoría de las ondas, y ahora la teoría de los quanta, y todas ellas son otra cosa que conjeturas de sabios. Una explicación tan buena como cualquier otra es afirmar. que la luz viaja por la voluntad de Dios... La voluntad de Dios, la ley que descubrimos, pero no podemos explicar, ella sola - la voluntad de Dios - es final. El señor A. J. Pace dibujante de la revista Sunday School Times, nos cuenta con respecto a una entrevista con el extinto Wilson J. Bentley, experto en microfotografía (fotografía que se obtiene de la imagen microscópica). Durante más de 30 años este hombre había tomado fotografías de cristales de nieve, y después de haber fotografiado a miles de esas formas cristalinas, había observado tres hechos notables, a saber: primero, que jamás había encontrado dos iguales; segundo, que cada uno de ellos tiene hermosa forma, y tercero, que invariablemente tiene seis puntas. Cuando se le preguntó a qué atribuía esta simetría de seis puntas, expresó: Naturalmente que nadie lo sabe, sino Dios. Empero, he aquí mi teoría. Como usted sabrá, los cristales de nieve se forman del vapor de agua a temperaturas por debajo del grado de congelación, y el agua se compone de tres moléculas, dos de nitrógeno, y una de oxígeno. Ahora bien, cada una de las moléculas está cargada de electricidad positiva y negativa, la tendencia de las cuales es polarizarse en lados opuestos. Como usted ve el número tres figura desde el principio en la cuestión. ¿Cómo se pueden explicar esos curiosos puntos y lazos, esas curvas elegantes, esos bordes delicadamente biselados, todos ellos agrupados alrededor del centro en perfecta simetría? Preguntó el señor Pace. Se encogió de hombros y respondió: Solo el Artista que los diseñó sabe como se hacen. Su declaración de que el número tres figura desde el principio en la cuestión me dejó pensando. ¿No será acaso que el Dios trino y uno que ha diseñado toda la hermosura de la creación ha puesto el sello de la trinidad en estas frágiles estrellas de cristales de nieve, de la misma manera que el artista estampa su firma en una obra maestra? Al examinar uno de estos cristales de nieve, uno observa al instante que el principio prevaleciente que subraya la estructura del copo de nieve es el del hexágono o polígono de seis lados. Ahora bien, el hexágono es una figura única en la geometría en el sentido de que el lado del hexágono regular inscrito en el círculo es igual al radio de dicho círculo. En otras palabras, tenemos seis triángulos equiláteros perfectos, situados alrededor de un núcleo, y todos los ángulos son de sesenta grados. Cada triángulo constituye la tercera parte de toda el área a cada lado de la línea recta, que podríamos denominar diámetro. ¡Qué símbolo más apropiado del Dios trino y uno, es el triángulo! Se observa aquí unidad, un triángulo, más son tres líneas, cada una de ellas esencial para la integridad del todo. La curiosidad me impulsó a examinar las referencias en la Biblia que contenían el vocablo nieve y descubrí con alegría ese significado que podríamos llamar. triple inherente aquí también. Por ejemplo existen 21 (número divisible por tres) referencias en las que figura el sustantivo nieve en el Antiguo Testamento y 3 en el Nuevo Testamento, o sea un total de 24. Luego hallé 3 referencias que se refiere a la lepra, asignándosele la blancura de la nieve. Tres veces se compara la limpieza del pecado con la nieve. Hallé tres más que nos hablaban de vestiduras blancas como la nieve. Tres veces el Hijo de Dios es comparado en su apariencia a la nieve, pero ¡cual no sería mi asombro al descubrir que el vocablo hebreo para designar a la nieve está compuesto enteramente de números tres! Es un hecho, aunque no Generalmente sabido que al no poseer numerales, tanto los griegos como los hebreos empleaban las letras del alfabeto en lugar de números. Una mirada ligera de un hebreo al vocablo sheleg que significa nieve sería todo lo necesario para ver que significa 333 lo mismo que nieve. La consonante hebrea que representa el sonido SH equivale a 300, la segunda consonante, L equivale a 30, y la tercera, G a 3. Súmelos y tendrá 333, o sea tres dígitos de tres. Curioso, ¿no es verdad? (Recuerde que el hebreo original carecía de vocales) Mas, ¿por qué no podemos esperar exactitud matemática en un libro que tiene inspiración plenaria y tan maravilloso como el mundo que ha hecho Dios? De Dios se dice lo siguiente: Él hace grandes cosas, que nosotros no entendemos. Porque a la nieve dice: Desciende a la tierra. Job 37:5-6. He tratado de durante dos días de dibujar, según el modelo divino, seis cristales de nieve con lapicera y tinta, y estoy terriblemente fatigado. ¡Con qué facilidad que él lo hace! Le dice a la nieve. Habla y es hecho. Trátese de imaginar cuántos millones de billones de cristales de nieve pueden caer en una hectárea de terreno en una hora, e imagínese si puede la sorprendente verdad de que cada uno de esos cristales tiene individualidad o personalidad propia, y un diseño que no se repite ni repetirá en tormenta alguna. Más maravillosa es la ciencia que mi capacidad; alta es, no puedo comprenderla. Salmos 139:6 ¿Cómo puede una persona dada a la reflexión, en presencia de tales diseños, multiplicados por innumerables variaciones, dudar de la existencia y obra de un Diseñador, cuya capacidad está medida solo por el infinito? Un Dios que puede hacer esto, puede hacerlo todo, aún crear y modelar nuestras vidas, y convertirlas en creaciones bellas y simétricas. c. Argumento basado en la naturaleza del hombre. El hombre es dueño de una naturaleza moral, es decir, su vida es regulada por conceptos del bien y del mal. Sabe que hay una conducta recta que debe seguirse, y una conducta errónea que debe evitarse. Ese conocimiento es denominado conciencia. Cuando hace lo recto, la conciencia aprueba; cuando hace lo malo, la conciencia desaprueba, o condena. Ya se la obedezca o no, la conciencia habla con autoridad. El señor Buttler dijo lo siguiente con respecto a la conciencia: Si poseyera poder, en la medida que posee autoridad manifiesta, luego gobernaría al mundo; es decir que si la conciencia tuviera el poder de poner en vigor lo que ordena, revolucionaría al mundo. Pero ¡ay! el hombre es dueño del libre albedrío y de ahí que tiene la capacidad de desobedecer esa voz de su fuero interno. La conciencia, aún cuando está mal encaminada y sin luz, habla con autoridad, y hace que el hombre se sienta una persona responsable. Dos cosas me llenan de asombro, dijo Kant, el gran filósofo alemán, los cielos tachonados de estrellas sobre mí, y la ley moral dentro de mí. ¿Qué conclusiones se pueden derivar de esta conciencia o sentido universal del bien y el mal? Que existe un Legislador que ha señalado un nivel de conducta para el hombre y ha hecho la naturaleza del hombre capaz de entender ese nivel. La conciencia no crea el nivel, sino que simplemente atestigua con respecto a él, y registra ya sea conformidad o disconformidad. ¿Quién creó originalmente esos dos grandes conceptos del bien y el mal? Dios, el Justo Legislador. El pecado ha oscurecido la conciencia del hombre y borrado casi de su ser el sentido de la ley, empero en el monte Sinaí Dios grabó esa ley en la piedra, a fin de que el hombre tenga una perfecta ley mediante la cual pueda dirigir sus pasos. El que el hombre entienda esta ley y sienta responsabilidad hacia ella señala la existencia de un Legislador que lo creó de esa manera. ¿Y qué conclusión podemos derivar del sentido de esa responsabilidad? Que el Legislador es también Juez que recompensará a los buenos y castigará a los malos. El que impuso esa ley, la reivindicará finalmente. No solamente la naturaleza moral del hombre, sino su ser entero evidencia o Ap.ela la existencia de Dios. Hasta las religiones más degradadas no son otra cosa que el esfuerzo ciego, sin rumbo, del hombre que busca algo que su alma anhela. Cuando una persona siente sed, sabemos que siente deseos de beber algo que apague su sed; cuando siente sed de Dios, de lo divino, sabemos que siente sed de Alguien o Algo que pueda satisfacerla. El grito de mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo, (Salmos 42:2) constituye un argumento en favor de la existencia de Dios, pues el alma no engañaría al hombre sintiendo sed por algo que no existe. Un sabio de la iglesia primitiva dijo en cierta oportunidad: Nos has hecho para tí mismo, y el corazón no halla reposo hasta que no encuentra descanso en tí. d. El argumento basado en la historia. La marcha de los acontecimientos en la historia mundial proporciona pruebas de que existe una Fuerza y una Providencia que los rige. Toda la historia de la Biblia fue escrita para apelar a Dios en la historia, es decir, para ilustrar la obra de Dios en los asuntos humanos. Los principios del gobierno moral de Dios se manifiestan en la historia de las naciones tanto como en la experiencia del hombre, escribe el Rdo. D. S. Clarke. (Salmos 75:7; Daniel 2:21; Daniel 5:21.) El protestantismo inglés considera la derrota de la Armada española como una intervención divina. La colonización de los Estados Unidos de América por inmigrantes protestantes lo salvó de la suerte corrida por América del Sur y por ende, salvó el mundo para la democracia. ¿Quién podría negar que la mano de Dios está en todo esto? La historia del mundo, la caída y resurgimiento de naciones, como Babilonia y Roma, demuestra que el progreso acompaña al uso de facultades que Dios ha otorgado, y a la obediencia a sus leyes, y que a la desobediencia sigue la decadencia y caída. (D. L. Pierson.) El señor A. T. Pierson, en su libro en inglés intitulado The New Acts of the Apostles, enuncia evidencias de la providencia rectora de Dios en la historia de las naciones modernas. Especialmente el trato de Dios con individuos evidencia su participación Hch.iva en los asuntos de los hombres. Carlos Bradlaugh, que fuera en su época uno de los mas destacados ateos ingleses, desafió a un ministro cristiano, Carlos Hugo Price, a un debate. Fue aceptado el desafío, y el predicador añadió el siguiente reto: Puesto que sabemos, señor Bradlaugh, que un hombre convencido contra su voluntad no ha cambiado realmente de opinión, y que un debate como mero asunto de gimnasia mental a nadie convencerá, propongo que traigamos evidencias concretas de la validez de las afirmaciones del cristianismo por medio de hombres y mujeres que han sido redimidos de una vida de pecado y de vergüenza por la influencia del cristianismo y del ateísmo. Yo traeré cien personas, y le invito a que usted haga lo mismo. Si no puede traer cien, señor Bradlaugh para igualar a los cien que yo traeré, quedaré satisfecho si trae cincuenta hombres y mujeres que testifiquen que han sido salvadas de una vida vergonzosa por la influencia de sus enseñanzas ateas. Si no puede traer cincuenta, traiga veinte personas que con rostros resplandecientes como las mías testifiquen de que sienten un gozo profundo y viven con dignidad como resultado de sus enseñanzas ateas. Si no puede traer veinte, me conformaré con diez. ¡Qué digo, señor Bradlaugh, lo desafió a que traiga uno solo, un hombre o mujer que dé tal testimonio con referencia a la influencia edificante de sus enseñanzas ateas! Los creyentes que yo traeré - hombres y mujeres - presentarán una prueba irrefutable con respecto al poder salvador de Jesucristo en la vida de aquellos que han sido redimidos de la esclavitud del pecado y la vergüenza. Quizá, señor Badlaugh, ésta será la demostración real de la validez de las afirmaciones del cristianismo. El señor Bradlaugh retiró su reto. e. Argumento basado en la creencia universal. La creencia en la existencia de Dios se ha esparcido tanto como la raza misma, aunque frecuentemente esa creencia ha adquirido forma pervertida y grotesca, y está plagada de ideas supersticiosas. Esta posición ha sido atacada por algunos que afirman que hay algunas razas totalmente desprovistas de la idea de Dios. Empero el señor Jevons, erudito en antropología y religión comparada, afirma que este punto de vista “como lo sabe todo antropólogo, ha caído en la tumba de las controversias muertas... todos están concordes de que ninguna raza, por primitiva que sea, está privada de toda idea de religión.” Aún cuando la excepción pudiera demostrarse, sabemos que la excepción no anula la regla. Por ejemplo, si se pudieran encontrar algunas personas completamente desprovistas de sentimientos compasivos, humanos, ello no demostraría que el hombre es esencialmente una criatura impasible, insensible. La presencia de personas ciegas en el mundo no demuestra que el hombre es un ser no vidente. Y según las palabras del teólogo Guillermo Evans, “el que algunas naciones no tengan la tabla de multiplicar no significa que no exista la aritmética.” ¿De qué manera se originó esta creencia universal? La mayor parte de los ateos parece imaginarse que un grupo de teólogos listos se reunieron en sesión secreta, inventaron la idea de Dios y la presentaron al mundo. Pero así como no se puede decir que los astrónomos inventaron las estrellas ni los botánicos las flores, así tampoco se puede afirMr. que los teólogos inventaron a Dios. Es indudable que los antiguos tenían ideas equivocadas con respecto a los cuerpos celestes, pero ello no refutó la idea de la existencia de dichos cuerpos. Y si el género humano ha sostenido ideas falsas, tergiversadas, con respecto a Dios, ello implica que existía un Dios con respecto al cual tenían ideas erróneas. Este conocimiento universal no nació necesariamente del razonamiento, pues hay hombres que razonan, no obstante lo cual niegan la existencia de Dios. Pero es evidente que el mismo Dios que hizo la naturaleza con sus hermosuras y maravillas, también hizo al hombre capaz de ver a través de la naturaleza al Creador de ella. “Porque lo que de Dios se conoce a ellos es manifiesto; porque Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterna potencia y divinidad, se echan de ver desde la creación del mundo, siendo entendidas por las cosas que son hechas; de modo que son inexcusables.” Romanos 1:19-20. Dios no hizo al mundo sin dejar indicios, sugerencias y pruebas apeladoras de la obra de sus manos. Pero “habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni dieron gracias; antes se desvanecieron en sus discursos, y el necio corazón de ellos fue entenebrecido.” Romanos 1:21. El pecado les empaño la visión, perdieron de vista a Dios y en vez de ver a Dios a través de las criaturas, le pasaron por alto y adoraron a la criatura. De esta forma comenzó la idolatría. Empero aun todo esto demostró que el hombre es un ser religioso, que debe tener un objeto al que adorar, o rendir culto. ¿Qué demuestra esta creencia universal en Dios? Demuestra que la naturaleza del hombre está constituida de tal manera como para entender y apreciar esa idea. Un escritor lo ha expresado de la siguiente manera: “El hombre es incurablemente religioso.” Esa creencia profundamente arraigada ha producido una “religión” que en su mas amplio significado abarca: (1) La aceptación de que existe un Ser superior a las fuerzas de la naturaleza. (2) Un sentimiento de dependencia de Dios, como fuerza que controla el destino del hombre. Este sentimiento de dependencia es despertado en el hombre por el pensamiento de su propia debilidad y pequeñez, y por la grandeza del universo. (3) La convicción de que puede existir un intercambio amistoso, y de que en esta unión hallará seguridad y felicidad. De esta manera vemos que el hombre está constituido en forma natural para creer en la existencia de Dios, para confiar en su bondad y adorar en su presencia. Esa “inclinación religiosa” no se encuentra en las criaturas inferiores de la creación. Por ejemplo, sería inútil tratar de enseñarle religión al tipo más eLv.ado de mono. Empero el tipo más bajo del hombre se le puede enseñar con respecto a Dios. ¿Por qué? El animal carece de naturaleza religiosa, no ha sido hecho a la imagen. de Dios. El hombre tiene una naturaleza religiosa y debe poseer algún objeto de adoración. 3. Su existencia negada El ateísmo consiste en la negación absoluta de la existencia de Dios. Algunos ponen en tela de juicio el que haya ateos verdaderos, mas si los hay, no se puede demostrar que busquen sinceramente a Dios, o que sean lógicamente consecuentes. Puesto que los ateos se oponen a las convicciones más profundas y fundamentales de la raza, la responsabilidad de probar lo que sostienen descansa en ellos. No pueden con sinceridad y lógica afirmar. que son ateos, a menos que puedan establecer que Dios no existe. Ahora bien, es innegable que las pruebas a favor de la existencia de Dios superan en mucho la evidencia en contra. A este respecto escribe el señor D. S. Clarke: Una prueba pequeña puede demostrar que hay un Dios, mientras que ninguna cantidad de pruebas que el hombre pueda presentar demostrará jamás que no hay Dios. La huella de la pata de un pájaro en una roca demostrará que en alguna época un pájaro había llegado hasta la costa atlántica. Empero antes de que alguien afirme que jamás existieron pájaros en dicha costa, debe conocer primero la historia toda de la región desde la fecha que los seres vivientes comenzaron a poblar el globo. Una evidencia pequeña puede demostrar que Dios existe, pero antes de que el hombre afirme que no hay Dios, debe analizar toda la materia en el universo, debe estudiar todas las fuerzas, ya sean mecánicas, eléctricas, vitales, mentales y espirituales, debe conversar con todos los espíritus y entenderlos a la perfección; debe hallarse en todos los lugares del espacio a cada momento, no sea que Dios en algún lugar o de alguna manera lo eluda. Debe de ser omnipotente, omnipresente y eterno, en realidad, él mismo debe ser Dios, antes de que pueda afirmar. dogmáticamente que no hay Dios. ¡Aunque parezca extraño, solo Dios, cuya existencia niega el ateo, podría tener la capacidad de demostrar que no hay Dios! Además, la simple posibilidad de que exista un Soberano moral inviste al hombre de una gran responsabilidad, y la conclusión atea no debiera aceptarse hasta que la falta de existencia de Dios haya sido demostrada fuera de toda duda. La inconsecuencia de la postura atea se observa por el hecho de que muchos ateos, al encontrarse en peligro o dificultades, han orado. El huracán de la vida ha asolado el refugio de sus teorías, y dejado a la intemperie los cimientos de su alma, y han procedido como seres humanos. Decimos “humanos” porque aquél que niega la existencia de Dios frustra y sofoca los instintos más profundos y nobles del alma. Blas Pascal, el famoso filósofo, teólogo y matemático francés dijo: “El ateísmo es una enfermedad.” Cuando el hombre pierde su fe en Dios, ello no se debe a ningún argumento (no importa con cuánta lógica exprese su negación) sino a “un quebranto interno, traición o descuido, o de lo contrario algún ácido destilado en el alma ha disuelto la perla de gran precio.” El siguiente incidente, narrado por un noble ruso, ilustra el punto: Corría el mes de noviembre de 1917 cuando los bolcheviques habían derrocado al gobierno de Kerensky y habían iniciado el reinado del terror. Cierto noble se hallaba en su casa materna, en peligro constante de ser arrestado. Sonó el timbre de la puerta de calle, y la sirvienta que salió a la puerta trajo de vuelta una tarjeta con el nombre del príncipe Kropotkin, el padre del anarquismo. Entró y pidió permiso para examinar el departamento. No quedaba otra alternativa que cumplir la orden, pues evidentemente tenía autoridad para efectuar la inspección de la casa, y hasta para requisarla. “Mi madre lo dejó pasar,” dice el narrador. “Entró en una habitación y luego en otra sin detenerse, como si hubiera vivido allí antes y conociera la casa. Entró en el comedor, miró a su alrededor, y de repente se dirigió a la alcoba de mi madre. “Discúlpeme, pero ese es mi dormitorio,” le dijo mi madre cuando el príncipe estaba a punto de abrir la puerta. Vaciló por unos momentos ante la puerta, miró a mi madre y luego, como si no supiera que hacer, con cierta vibración en su voz, dijo rápidamente: “Si, si, ya sé. Perdóneme, pero necesito entrar en esa habitación.” Colocó la mano derecha en el picaporte y comenzó a abrir la puerta con lentitud, luego la abrió de par en par, y entró en la habitación, cerrando la puerta tras sí. Tal era mi indignación por la conducta del príncipe, que estuve a punto de reconvenirle. Me acerqué a la alcoba abrí la puerta de un tirón, y me quedé plantado en el lugar. El príncipe Kropotkin se encontraba de rodillas orando en la habitación. No le podía ver el rostro, pero allí de rodillas parecía tan humilde al musitar con fervor una oración. Tan absorto estaba que ni siquiera se dio cuenta que yo me encontraba allí. En un instante toda mi ira, mi odio hacia este hombre se evaporó como niebla bajo los candentes rayos del sol. Me embargaba emoción profunda que cerré sigilosamente la puerta. El príncipe Kropotkin permaneció en la habitación por unos veinte minutos. Por fin se abrió la puerta y Apareció el príncipe con la actitud de un niño que hubiera sido sorprendido en una falta, sin levantar sus ojos. y como reconociera su culpa. Empero una sonrisa iluminaba su rostro. Se acerco a mi madre, le tomó las manos, las besó, y le dijo con voz suave: “Le agradezco que me haya permitido visitar su casa. No se enoje... Le explicaré: en esa alcoba falleció mi madre... Fue un profundo consuelo para mi entrar en esa habitación... Gracias, muchas gracias.” “Su voz temblaba de emoción. Tenía húmedos los ojos.. Se despidió apresuradamente y desapareció. Se trataba de un anarquista, revolucionario y ateo, pero oró. ¿No era evidente que se había convertido en ateo aplastando algunos de los impulsos más profundos del alma? El ateísmo es un crimen contra la sociedad, pues destruye el único fundamento adecuado de la moral y la justicia: un Dios personal que hace responsable al hombre por el cumplimiento de sus leyes. Si no hay Dios, no hay tampoco ley divina, y por ende toda la ley es del hombre. Mas ¿por qué tiene uno que vivir una vida recta simplemente porque un hombre, o un grupo de hombres lo diga? Quizá haya personas animadas de elevados principios que serán justos y procederán con rectitud, sin creer en Dios, empero para la mayoría de los seres humanos, una sola cosa justifica el proceder con rectitud: “Así ha dicho Jehová,” el Juez de los vivos y de los muertos, el poderoso Gobernante de nuestro eterno destino. El remover ese fundamento equivale a destruir los cimientos o bases de la sociedad humana. El señor Jaime M. Guillis dice: El ateo es como un patán borracho que por casualidad penetra en un laboratorio y comienza a experimentar al azar con productos químicos que pueden hacer volar en pedazos a él y a lo que lo rodea. En realidad el ateo está jugando peligrosamente con una fuerza más misteriosa y poderosa que cualquier cosa que se pone en los tubos de ensayo; más misterioso que el rayo de la muerte de la ciencia. Es imposible imaginarse lo que ocurriría si el ateo lograra realmente extinguir la creencia en Dios. En toda la historia trágica de este planeta, no ha habido acontecimiento alguno que podría servir como símbolo de ese cataclismo universal. El ateísmo es un crimen contra el hombre. Trata de desalojar del corazón del hombre su anhelo de lo espiritual, su sed de lo infinito. Los ateos protestan contra los crímenes de la religión, y reconocemos que la religión ha sido pervertida por el profesionalismo en el sacerdocio y por el clericalismo. Pero el intento de borrar la idea de Dios porque se ha abusado de ella es tan lógico como intentar desarraigar el amor del corazón del hombre porque en algunos casos se ha pervertido y degradado
Posted on: Sun, 03 Nov 2013 07:53:43 +0000

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