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CARTAS Llegó tarde y apenas si miró el sobre amarillento que estaba tras la puerta de calle. Con desgano se agachó para mirarlo pensando que se trataba de publicidad o alguna cuenta. Hacía mucho tiempo que no recibía cartas y esta vez, estaba tan cansado que la olvidó sobre la mesa y se fué a dormir. Por la mañana, cuando se preparaba el café volvió a reparar en el sobre. Estaba escrito a mano, con una caligrafía cuidada y solo traía la dirección. No reconoció el remitente y dudó antes de abrirlo ya que, la estampilla, si la vista no lo engañaba, decía claramente: l950 Año del Libertador. Fue abriendo el sobre con una sonrisa “¿Quién se habría tomado el trabajo? El año en que nací”, pensaba. Eran dos hojas, escritas evidentemente con lapicera y, con una caligrafía tan delicada y prolija, que le recordó a la de sus maestras de la escuela primaria. Extrañado,a medida que la leía y comprobando que no, que no era una broma, sino una antigua carta de amor, pensó con amargura, que nunca había recibido una carta como esa. Escrita por una mujer enamorada. Terminó su café y volvió a leerla y releerla. Buscó alguna marca en el sobre, algún indicio. Nada. Hacía cincuenta años, una mujer culta y apasionada, por lo que veía, había enviado esa carta a alguien, a quien ni siquiera llamaba por su nombre. No estaba en el sobre ni en las hojas. Por otra parte, si bien firmaba claramente "Tu Beatriz", en el remitente solo había escrita una dirección.Dirección que agendó antes de salir a la calle. Varias noches, terminado el trabajo,enfilaba para Palermo y estacionaba frente a la casa de la calle Medrano. Esperaba fumando. La luz de la ventana se encendía y al rato volvía la penumbra. Eso era todo. Finalmente, se volvía rendido de sueño. La idea era absurda, pero, como un sonámbulo, al menos una vez a la semana, volvía a esperar. Una tarde que había quedado solo en la oficina, se decidió y le escribió. Le escribió en el mismo tono y, hasta trató de usar palabras semejantes. Al fin, su experiencia en enviar cartas de amor, era tan nula como la de recibirlas. Una cuenta pendiente con la vida, o el aburrimiento de un solterón de cincuenta años, o vaya a saber porqué. Ines, la hermana menor, recibió el sobre de manos de un cartero tan desconcertado como chismoso. Se lo alcanzó a Bety con disimulo mezclado con asombro. La Bety, como la llamaban todos, estaba cocinando y, con las manos enharinadas escondió la carta bajo el delantal. La radio, en un rincón de la cocina, traíala voz de Perón que prometía años venturosos. Después del café y de levantar la mesa,las chicas se fueron a su pieza, lejos de los ojos de papá, siempre tan severo.Con sonrisas cómplices y ansiosas sacaron el sobre a la luz. Al asombro, le siguió un gesto de fastidio por parte de Beatriz.´_¿Que era esto? La carta parecía impresa, la firmaba un perfecto desconocido pero, lo mas extraño y desagradable de la broma era la fecha del envío. Un Enrique que desconocía. le escribía una carta incomprensible fechada en agosto de 2013. Inesita, siempre tan alegre, comentó:_¡Perosi vamos a tener como ochenta años Beatriz! Ese pavote de tu novio. Dos meses habían pasado cuando volvió a encontrar otra carta en el pasillo. La misma letra, las mismas estampillas del 50.Esta vez, el tono era triste y terminaba con ruegos. La carta de una mujer desesperada. Sintió un escalofrío; un miedo que lo llevó a romper y quemar esos papeles incomprensibles, perdidos en el tiempo y desnudando sentimientos que sin duda no le correspondían. Esa noche, con cuatro vasos de coñac encima, manejó hasta la casa de la calle Medrano aunque esta vez, decidido,llamó, a la puerta. Serían casi las once y en la calle no se veía un alma. La luz se encendió, y una voz que le pareció la de una anciana sobresaltada, lo paralizó. Se sintió observado desde la mirilla y luego la puerta se abrió. Desde la penumbra una mujer lo invitó a pasar. Pese asu rodete y su ropa anticuada notó que era una mujer joven, que no llegaba a los treinta años. _Me imagino que sos Enrique, te estaba esperando_. Le dijo con una voz que apenas un instante antes le había parecido tan gastada. Lo invitó con café que acompañaron con unas copas de anís y charlaron distendidos hasta que el viejo reloj marcó las cuatro de la madrugada. Entonces Beatriz se paró, le dió la mano con afecto y lo acompañó hacia la puerta donde se despidieron. El aire húmedo y frío de la madrugada le pegó en la cara dándole una sensación placentera. Estaba confundido y decidió caminar por la ciudad desierta. Hacía mucho tiempo que no se abandonaba a andar por Palermo y además, necesitaba pensar y sobre todo, sentir, lo que había vivido esa noche. Así que, olvidó el auto, y caminó hasta su casa. Llegó cuando amanecía y decidió que no iría a trabajar. Al día siguiente pasó a buscar el auto antes de ir a la oficina. El 160 lo dejó en la esquina de Medrano a pocos metros de la casa que, vista de día, le pareció irreconocible. Ahora le pareció mucho más nueva y sin duda ni la puerta ni la disposición de la ventana eran las que recordaba. La miró por última vez y subió al auto, sabiendo que entonces era cierto. Un error en el tiempo lo había llevado a conocer a una mujer y a un mundo que ya no existían. Una dirección y un tiempo equivocados,pero ahora, todo volvía a su lugar y a su hora. Se apuró por la avenida porque esta vez el reloj le decía que llegaba tarde. Leonardo Killian
Posted on: Fri, 20 Sep 2013 14:52:43 +0000

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