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CEGUERA FORESTAL Compré un terreno en medio de la selva maya, en un pequeño pueblito cerca de Valladolid llamado Uayma. Lo hice porque me enamoré de su iglesia. Pero muy pronto me enamoré también de su gente. Miguel Xooc, además de ser inconscientemente mi profesor de maya, es mi ayudante en el ranchito. Se la pasa llamándome a mi celular siguiendo las instrucciones que le di: “…Si pasa algo importante Miguel, me llamas…” Sin embargo el pobre no tiene criterio y me llama para contarme cada detalle de lo que pasa en ese lugar aislado y abandonado por mí. Cuando me llama le contesto: “.. ¿Qué pasó Miguel?..” Y él me dice: ¡Patrón! Hoy vi a un grupo de jabalíes…” o ¡Patrón, unos niños se metieron y se treparon al árbol pa´ robarse las guayas! Casi me mata de un infarto cuando me habla y pienso que nos invadió el terreno un asentamiento zapatista. La verdad es que el bien intencionado Miguel se emociona mucho cuando lo visito en el lugar y me enseña todos los esfuerzos que realiza para mantener la jungla lejos de las construcciones destruidas de lo que alguna vez fue una hacienda. El me da cuenta de todos los por menores de cada animal salvaje que ve, de cada víbora que mata, ¡¡hasta me guarda sus pieles!!! Se ha vuelto tan gráfico que he tenido que decirle que sólo me informe de estas hazañas en secreto cuando no venga con mi esposa porque si ella se entera de todos los bichos que por aquí pasan nunca la convenceré de que nos vengamos a vivir aquí en nuestro retiro!!! Finalmente me contó que la semana pasada descubrió una cueva. Miguel anticipó mi deseo de ir a conocerla y se puso a abrir un camino para que la pudiéramos ir a conocer. El caminito tenía cerca de un kilómetro así que trabajó durísimo para nosotros. Durante nuestro trayecto yo les iba diciendo a los amigos de mi hijo Santiago que voltearan a ver las orquídeas naturales que se encontraban floreciendo en las copas de los árboles entre los cuales íbamos caminando. Con nuestra mirada hacia el cielo Miguel nos advirtió de los espinos inmensos que estaban en el piso que salían de las ramas de los árboles que él previamente había cortado. Al ver las impresionantes espinas pregunté: ¿Cómo se llama este árbol Miguel? “Tzubim” me dijo. Continuamos nuestro camino cuanto al ver los pasos de un amigo de mi hijo le grité: “¡Cuidado con el Tzubim!!” Miguel inmediatamente me corrigió, “ ¡No patrón! Ese no es Tzubim…! Ese es un chimmay. ¿Y cómo carajos se supone que yo lo sepa? ¡Todos me parecen idénticos! Le respondí. Miguel no podía creer que yo no notara las tremendamente evidentes diferencias. Así que decidió en ese momento mejorar mi educación forestal y comenzamos un recorrido botánico hacia la cueva. Miguel a cada paso que dábamos me iba señalando los nombres de cada nuevo tipo de árbol que encontramos. Yo como un total estúpido le iba preguntando: ¿y este como se llama? y él me repetía -con gran paciencia- que ese ya me lo había dicho. Así al ir cruzando el densamente poblado bosque Miguel me iba diciendo: “Mire patrón, este árbol es el chacká, vea lo rojo que es!!! Tiene una madera muy suave. Ahora mire!! Este es un Dzizilché, este tiene unas muy hermosos patrones como de conchitas en su corteza. Este es un “Chacté”. En este los patrones de conchitas son mucho mayores y tiene un hermoso “chulul” rojo. “::.¡¡ Hey Miguel!! dentente!! le dije. “..¿Que es eso de “Chulul”?ohh licenciado, “chulul” en maya significa corazón!! El chulul del del chacté es muy rojo y su madera es muy dura. ¡¡Vea ese es un Bacabché!! Este tiene un tronco muy suave y no le salen espinas, crece derechito derechito y su chulul es muy café. En ese momento se nos apareció un gran árbol. Un Miguel muy serio se detiene a lado de él y me lo presenta como si se tratara de una persona y me dice: “Patrón, este es un Chintoc, su madera es tan dura que rompe cualquier hacha. Poco a poco continuamos nuestros pasos adentrándonos al bosque cuando encontramos más de 50 flores tiradas en el piso. Miguel me dice que esas flores son del árbol del “piim” Que ese árbol tiene muchísimas espinas pero que sus flores vuelven locas a las abejas. En ese momento apunta hacia la copa del árbol y ahí están. Cientos de flores delicadas surgiendo de una corteza agreste y hostil llena de espinas de las ramas como si se tratara de un milagro. Le pregunte a Miguel, ¿Por qué vuelve locas a las abejas? El tomo una flor del piso y me la dio para que la oliera. En ese momento me uní a las abejas al mismo tiempo que la más increíblemente intensa e inesperada esencia de vainilla escapaba de la flor. Seguimos nuestro camino interminable y me apunta a un árbol y me dice, ese es un Mahahual., la corteza de este árbol están delgadita y resistente que la utilizamos como envoltura de tamales. En ese momento pasamos a lado de un Tzubim, la triste experiencia de Miguel nos narra que éste árbol tiene unas espinas tan letales que si pisas una no podrás dormir en toda la noche. Caminamos de nuevo a lado de un chimay y me dice que este tiene una madera muy dura y un chulul negro pero que compensa esos pecados al dar unos hermosos frutos. Y así seguimos y seguimos, Miguel me describe árboles con nombres como PomoCHE, BacabCHE, ChinCHE, IkilCHE, PiniCHE, YaxCHE. Al encontrar el patrón le pregunte, ¿Por qué los nombres de los árboles terminan con “che”? Ah!! Me dice, es que “che “es Madera en maya. Así sabemos que con lo que comienza describe el propósito o el uso que los mayas le damos a la Madera. Por ejemplo, tenemos la madera que cura, la madera que hiere, la madera que da abrigo, la madera de los dioses. Conforme Miguel me va describiendo los diversos nombres con sus respectivos usos yo me acerco para observarles, para tocarles, para admirarles. Conforme lo hago comienzo a detectar las sutiles diferencias entre ellos hasta que se nos aparece un “chechen” Conforme me aproximo al árbol un asustado Miguel me grita “No Patrón!!! No toque ese árbol!!! Su corteza es extremadamente venenosa, genera una picazón terrible y una hinchazón aun peor!!! En ese momento aborto mi idea previa de abrazar todos los arboles que me encuentre sin antes estudiarles Mientras Miguel me dice: “..los árboles son como los humanos, unos buenos, otros malos, unos suaves de corazón claro y otros duros de negro corazón…” En medio de un mar de altísimos robles, álamos y todos sus primos mayas no puedo evitar preguntarle a Miguel, ¿Bueno y como es que conoces tanto de árboles? Bueno, me dice, tanto yo como los arboles somos mayas, tanto ellos como yo nacimos aquí, No conocer un árbol es como no conocer a alguien de tu familia. Abrumado por tal inmensa e inagotable variedad termino preguntándole: ¿y quién los planto? Miguel, sin dudarlo y con una absoluta convicción me responde: “Dios, por supuesto!!!”.
Posted on: Thu, 05 Sep 2013 05:14:57 +0000

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