COMPRADOS Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera - TopicsExpress



          

COMPRADOS Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación (1 S. Pedro 1: 18-19). En mis viajes por las tres Américas y por otras latitudes, a menudo me salen al encuentro almas angustiadas, dominadas por el pensamiento de que Dios no puede perdonar sus gravísimos pecados. Vienen a mí con la pregunta, “¿me aceptará Jesús siendo tan pecador?” Me da mucha satisfacción poder asegurarles que el perdón de Dios es para todos, sin excepción alguna. Ilustrémoslo: Si usted hace una compra, ¿estará dispuesto a recibir la mercancía cuando el camión llegue a su casa con la entrega? El hecho de que usted pagó buen dinero para adquirir determinada mercadería es prueba suficiente de que no sólo estará dispuesto a recibirla; más aún, estará ansioso por tenerla en su poder a la mayor brevedad posible. Mientras mayor haya sido su costo, más será la expectativa y anticipación por recibirla. Si entregó todo lo que tenía y además adquirió una deuda para toda la vida por esa compra, no cabe lugar a dudas de que cuando le entreguen lo comprado lo aceptará. Apliquemos esto a lo que Dios hizo en Cristo por nosotros: En primer lugar, Cristo nos compró: “Habéis sido comprados por precio” son las palabras del apóstol Pablo; y el apóstol Pedro agrega: “con la sangre preciosa de Cristo” (Hechos 20: 28 y 1 S. Pedro 1: 18, 19). Lo sorprendente, amable lector, es que Jesús no compró a determinada clase de personas, elegidas por méritos propios o al azar. No, él compró ¡al mundo entero! El apóstol Juan, en su primera epístola, dice así: “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 S. Juan 2: 2). Todavía alguno puede insistir: “No soy digno; usted no conoce mi condición, ni mi corazón”. Y tiene usted razón. Yo no conozco su condición, pero Dios sí conoce lo que hay en su corazón y en el corazón de cada ser humano. Nuevamente, el apóstol Juan, refiriéndose a Jesús, dice “él sabía lo que había en el hombre” (S. Juan 2: 24, 25). Cuando Cristo vino a este mundo y miró de cerca lo que le interesaba comprar, no fue engañado; por así decir, nadie le vendió gato por liebre. Es cierto que la mercadería no estaba en buenas condiciones. Era deficiente e inoperante. Estaba descompuesta. Y, a pesar de eso, concretó la compra. Y aunque podía haberlo hecho - - y tenía el derecho de hacerlo - -, no se quejó ni se queja de lo que compró. En el momento en que Jesús hizo la compra, no tomó en cuenta el valor que tenía la mercadería, sino lo que significábamos para él. Porque el Señor Jesús quiere hacer algo especial con nosotros, los comprados. Notemos esta maravillosa declaración: “Mas a los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (S. Juan 1: 12). Y eso, lector mío, sí tiene valor. ¡Qué maravilla!
Posted on: Sun, 21 Jul 2013 16:46:28 +0000

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