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CONOCE ALGUNOS DE LOS PODERES CONCEDIDOS POR DIOS A LOS SANTOS: Volar por los aires - Se hizo invisible - En dos lugares al mismo tiempo - Que el amor quema... literalmente - Vivir sin comer. Por El Observador/ Periodismo Católico Volar por los aires San José de Cupertino fue un fraile franciscano italiano nacido en 1603. En su vida sacerdotal experimentó éxtasis, poder de hacer milagros y curaciones, y muchos otros sucesos sobrenaturales, entre ellos la levitación. Fueron muy numerosas las veces en que a san José de Cupertino se le vio volando por los aires. Uno de los casos más famosos ocurrió cuando diez obreros intentaban inútilmente cargar una pesada cruz para ponerla en una montaña; entonces fray José se elevó por los aires con la cruz y la colocó en la cima. Pero otras veces levitaba por sólo pensar en Cristo, como un domingo en que se encontró a un corderito, se lo echó al hombro y, al pensar en Jesús Buen Pastor, se fue elevando por los aires. En una Misa, a la cual asistió el príncipe Juan Federico de Brunswick, en el momento de la Consagración fray José estuvo levitando con la Hostia en la mano por 15 minutos; y el príncipe, que era protestante luterano, se convirtió a la fe católica. Otras veces fue visto volar sobre el púlpito, o delante de un crucifijo o una imagen pía, y aterrizar sobre el altar o cerca del tabernáculo. En un período de su vida esto llegó a ser tan frecuente que sus superiores lo exceptuaron del rezo común en su convento y de presidir Misas en público porque esto perturbaba las ceremonias. Se conocen más de 200 santos que experimentaron la levitación. Entre ellos, santa Teresa de Ávila; el beato mexicano Miguel Agustín Pro, que por lo menos el día anterior a su último arresto (que lo llevó al martirio) fue visto por diversos testigos levitar en la Misa durante la Consagración; y la beata árabe María de Jesús Crucificado, que en su convento carmelita se enteraron de esto por primera vez cuando ella no se presentó a cenar y la maestra de novicias fue a buscarla y la encontró en el jardín, cantando y levitando. Se hizo invisible La facultad de tornarse invisible ha sido atribuida a muchos santos, como san José de Steinfeld, el bienaventurado Nevelo de Faenza, santa Bona de Pisa, san Luciano y san Francisco de Paula. Sólo para satisfacer su curiosidad, se presentó un día la reina Violante, esposa del rey Juan de Aragón, en el convento en el que vivía san Vicente Ferrer, y quiso verlo en su celda. Él no accedió, pero ella ordenó que forzaran la chapa de la puerta y entonces entró. Pero no vio a san Vicente y se lo dijo a los frailes. Ellos estaba extrañados de que no pudiera verlo. Le preguntaron al santo: «¿Por qué, no aparecéis ante la reina, que os visita?». Y él contestó: «Yo nunca he permitido a mujer alguna que entrara a mi celda, ni a la misma reina; y Dios, para castigarla de haber entrado por la fuerza, tendrá sus ojos cerrados todo el tiempo que ella permanezca aquí, para impedir que me vea». Hay pasajes de las Sagradas Escrituras que no son muy claros, pero que bien podrían entenderse considerando el fenómeno de la invisibilidad; como aquel en que, después de que Jesús hablara en Nazaret, «todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino» (Lc 4, 28-30). Y el de Jerusalén, cuando los judíos «intentaron nuevamente detenerlo, pero Él se les escapó de las manos» (Jn 10, 22-39). Según las visiones que se le concedieron a la beata estigmatizada Ana Catalina Emmerick, Jesús más de una vez se hizo literalmente invisible a los ojos de sus enemigos. Cuenta así lo que vio respecto del pasaje de san Lucas: «Unos veinte fariseos lo rodearon a la salida... Él les dijo que lo dejasen libre porque los seguiría, y ellos marchaban rodeándole como guardias y mucho pueblo iba detrás... Con gritos sarcásticos y burlas fueron subiendo la pendiente de la ciudad. Jesús continuaba enseñando tranquilo... Llegaron a una pendiente alta... Una vez en el lugar pretendían primero preguntar y hacer hablar a Jesús para arrojarlo luego al precipicio... Cuando se acercaban al lugar, se detuvo Jesús, que estaba entre los fariseos, mientras ellos continuaron caminando... Jesús volvió sobre sus pasos y pasó por en medio del populacho que vociferaba sin verlo...Nada puede imaginarse más ridículo que la locura y la confusión que se originó entre los fariseos y demás cuando no vieron más a Jesús entre ellos... Terminaron culpándose unos a otros por haberlo dejado escapar». Dice también la Beata que, cuando Judas fue con un grupo de soldados a apresar a Jesús en el monte de los Olivos, «el traidor les dijo que tuviesen cuidado de no dejarlo escapar, porque con medios misteriosos se había desaparecido muchas veces en el monte, volviéndose invisible a los que le acompañaban». En dos lugares al mismo tiempo El 21 de septiembre de 1774 san Alfonso María de Ligorio, obispo de Santa Águeda, se hallaba en su diócesis cuando repentinamente sufrió un desmayo: quedó por casi dos días sentado en una silla, como dormido en profundo sueño. Su gente lo estuvo vigilando todo el tiempo y, cuando despertó, le dijeron: «Monseñor, ya hace dos días que usted no habla, ni come, ni da señal alguna de vida». Y el santo respondió: «Ustedes pensaban que yo estaba durmiendo, pero no fue eso sino que fui a asistir al Papa, que ahora ya no se encuentra más en la lista de los vivos». En efecto, en breve se supo que el Papa Clemente XIV había fallecido el 22 de septiembre. Cuenta un sacerdote de nombre Alberto, que conoció a san Pío de Pietrelcina en 1917, la siguiente anécdota: «Vi hablar al padre Pío mientras se encontraba de pie cerca de la ventana con la mirada fija sobre la montaña. Me acerqué a él para besarle la mano, pero él no se dio cuenta de mi presencia y tuve la sensación de que su mano estaba entumecida. Luego lo escuché con voz muy clara, en el momento en que dio la absolución a alguien. Después de un instante el padre se sacudió como si se despertara. Volteándose hacia mí, me dijo: ‘¿Estáis aquí?, no me enteré de ello’. Algún día después llegó de Turín un telegrama de agradecimiento al Padre Superior por haber mandado al padre Pío a asistir a un moribundo. Obviamente, el Superior no envió al padre Pío sino que éste lo visitó en bilocación». Pero no parece que en las bilocaciones necesariamente ocurran esas pérdidas de conciencia en un lado mientras se está en otro lugar al mismo tiempo. Cuando la mamá de san José de Cupertino se estaba muriendo en su pueblo (Cupertino), el santo estaba en Asís y percibió la necesidad de su madre. Fray José se apareció en el cuarto de la moribunda delante de muchos testigos, y ella, al verlo, exclamó: «¡Oh padre José, oh mi hijo!», y murió instantáneamente. Cuando sus superiores le preguntaron en Asís por qué estaba llorando tan amargamente, el contestó que porque su madre acababa de morir. La bilocación la experimentaron también san Antonio de Padua, el Papa san Clemente, san Francisco de Asís, santa Ludwina, san Francisco Javier, san Martín de Porres y san Juan Bosco, entre otros. Más y más maravillas Que el amor quema... literalmente Los llamados «incendios de amor», fenómeno en el que el amor hacia Dios se manifiesta exteriormente bajo la forma de fuego que quema, incluso materialmente, la carne y la ropa cercana al corazón, pueden producirse en diversos grados: 1) Simple calor intenso.- Es un extraordinario calor del corazón que se expande a todo el organismo. Es clásico el episodio de la vida de san Wenceslao, duque de Bohemia. De noche visitaba el templo, y ahí se quedaba con los pies descalzos. A su ayudante, que le acompañaba, le recomendaba meter los pies en los zapatos calientes que él se había quitado, a fin de que el siervo no se congelara a causa de las bajas temperaturas del lugar. 2) Ardores intensísimos.- El fuego del amor divino puede llegar a tal intensidad que a veces es necesario utilizar medios refrigerantes para poderlo soportar. Se cuenta de san Estanislao de Kotska que era tan fuerte el fuego que lo consumía, que en pleno invierno era necesario aplicarle sobre el pecho paños empapados en agua helada. Santa Caterina de Génova no podía acercar su mano al corazón sin experimentar un calor intolerable. 3) La quemadura material.- Cuando el fuego del amor llega a producir incandescencias, las quemaduras se realizan plenamente. Es lo que se llama a pleno título «incendios de amor». El corazón de san Pablo de la Cruz, el fundador de la orden religiosa de los pasionistas, ardía de tal manera que más de una vez su túnica de lana aparecía completamente quemada por la parte del corazón. Vivir sin comer «No sólo de pan vive el hombre», respondió Jesucristo a Satanás cuando éste lo instaba a convertir en panes unas piedras con el pretexto de que saciara su hambre. Prueba de lo dicho por Jesús es la inedia (ayuno absoluto) experimentada por muchos hombres y mujeres de Dios. Entre los casos más cercanos a nosotros en el tiempo figura el de la beata portuguesa Alexandrina Maria da Costa (1904-1955), una vivaz mujer que quedó paralítica a los 14 años tras arrojarse por una ventana para salvarse de ser violada por tres hombres. En su terrible condición creció enormemente en santidad, y vivió los últimos 13 años de su vida sin comer ni beber, pero recibía la Comunión cada día. Fue sometida a una observación exhaustiva por 40 días en un hospital de Oporto (Portugal), vigilada durante las 24 horas por testigos imparciales para que no tomara ningún alimento o bebida. Al final de la prueba ella había mantenido su peso, temperatura, presión arterial… Los médicos no pudieron encontrar ninguna explicación científica razonable. La francesa Marthe Robin (1902-1981), una campesina que vivía con sus padres, enfermó de encefalitis a los 26 años de edad, lo que le paralizó todos los músculos, incluyendo los que le permitían deglutir los alimentos y bebidas. Así, postrada en la cama —y posteriormente ciega— no podría volver a tomar ni siquiera un vaso de agua el resto de su vida. Los médicos anunciaron su próxima muerte por inanición, y entonces sus padres llamaron al sacerdote para que la preparara en su último viaje. Pero fueron pasando los días y Marthe, que era muy piadosa, no murió: desafiando las leyes biológicas vivió 53 años sin comer ni beber. Su único alimento era una minúscula partícula de la sagrada Comunión, ya que no podía deglutirla, y que recibía una vez por semana. Conforme avanzaba en santidad, fue experimentando éxtasis, los estigmas de la Pasión, las heridas de la flagelación de Cristo y lágrimas de sangre, así como, a partir de 1932, la vigilia (ya no dormía), mientras dedicaba su existencia a interceder por los pecadores. Actualmente se encuentra en proceso de beatificación.
Posted on: Fri, 14 Jun 2013 17:24:45 +0000

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