CONTRA TODO Miguel Á. Vázquez Villagrasa Uztea ez da - TopicsExpress



          

CONTRA TODO Miguel Á. Vázquez Villagrasa Uztea ez da jakitea (Creer no es saber) Dicho vasco Es seguro que un hombre, aunque sea un malvado, si tiene en contra a todo el mundo y está contra todos, tiene algo de divino que lo hace grato. Léon Bloy Hace ya por lo menos cinco años que fundí doctrinalmente al catolicismo al probar, por el puro sentido común, que su dogma principal, el pilar último sobre el que se sostiene toda su fantochada, el supuesto “misterio” de la Trinidad, no sólo era una estafa –denuncia, por lo demás, muy común y considerada de buen tono, aun cuando se carezca de mayores fundamentos internos o probados-, sino que la tal estafa consistía, nada menos, en negar y “neutralizar” en la realidad justamente aquello que la Iglesia dice proteger y defender: la espiritualidad humana. O dicho de otro modo: que la Iglesia Católica había funcionado objetivamente –y “objetivamente” aquí, entre otras cosas, y para los más lentos, significa “independientemente de las intenciones, acciones o creencias de los individuos involucrados en ella”- como el mayor aparato o herramienta de control y enajenación mental y social que haya existido jamás en la Historia conocida, cuyo resultado es precisamente, y como no podía haber sido de otra manera, una alienación espiritual absolutamente generalizada. Entre los efectos secundarios de esta alienación progresiva, decía entonces, se encontraba no sólo las reacciones a tal clima de opresión –desde el protestantismo al guruísmo y la “yoguización” de Occidente, por no hablar de otros desquiciamientos cada vez más agudos de las izquierdas- sino el creciente fanatismo periódico de las derechas y, en fin, la absoluta mediocridad, mezquindad, falta de miras y magnífica cutrez que abunda por doquier, ya sea que miremos a la cúpula de la Iglesia, en los altares de los Sabios o donde sea que caigan malditos nuestros ojos. Pues bien, dentro de poco pienso presentar otro breve trabajo en el que refundiré el anterior con mayor precisión y contundencia, y donde hablaré de los sentidos (objetivos) exotéricos y esotéricos de toda verdadera Religión, de qué es por tanto una verdadera re-ligio, y de cómo esa verdadera Religión, presente en el cristianismo originario, es literalmente desactivada y neutralizada por la Iglesia Católica. Dicho trabajo se sumará, de momento, al que ya he realizado sobre la llamada Filosofía, donde también he probado sobradamente, y a discreción, la absoluta mamarrachada de las doctrinas oficiales, las Facultades universitarias, etc., -donde además ya he insinuado la absoluta estupidez de todos nuestros modelos o sistemas “educativos”, meras herramientas de descerebramiento borreguil- dibujando con meridiana claridad el verdadero sentido originario de la Filosofía. Ambos trabajos son el inicio de una serie de breves ensayos en los que pienso desmontar -o mejor aún, por qué no decirlo: dinamitar-, y uno por uno, los pilares de toda la estupidez moderna (relevo que repite, como con un patrón atroz, toda estupidez pasada), lo cual incluye, faltaría más, echar por tierra toda esa costra o tumor purulento que supone para toda inteligencia la tontería del academicismo y el Santoral de los “expertos”, esa nueva curia romana a la altura de la nueva borregada secular, que es sin duda –quién se atrevería a negarlo- mucho más sofisticada que la medieval. Así pues, a estos trabajos pienso añadir, por lo menos, otros cuatro o cinco más que me permito anunciar aquí. Uno sobre el Arte, donde también se mostrará que su sentido esencial, asimismo tecnológico, lejos de consistir en las vomitonas e indigestiones histéricas de cada cual, consiste en recuperar o rememorar –como en un espejo- y a través de los sentimientos, el “recuerdo de sí”, de lo espiritual y, en definitiva, de lo Absoluto. Otro –de vital importancia, porque conecta directamente con la mentalidad predominante de los llamados “países avanzados”- sobre la manía de las ciencias, donde expondré claramente qué es en verdad la Ciencia, y qué, la tecnología –una tecnología bastante limitada, por lo demás- de esa ideología llamada “Ciencia”, acaso la mayor y más intolerante ideología de los últimos tiempos, después del catolicismo, del cual es mero fruto reactivo, y que también niega, impide y neutraliza, como aquél, justamente aquello que dice defender: la certeza sobre la realidad de las cosas. Otro sobre Historia o sobre Iberia o España, ya que, para escándalo de españolistas y antiespañolistas por igual, demostraré –y de nuevo, con la ayuda del puro sentido común- que la Historia –incluida la Historia de España- no es sino la tragedia de las tragedias: la tragedia ibérica de la Atlántida, y después de Tarsis, en el que demostraré que (1) el Paraíso Perdido era el Régimen u Orden mundial de mayor talla política, espiritual, religiosa y de todo tipo, jamás conocido, origen de los supuestos “Arios” que buscaba Hitler allá por donde Cristo perdió el gorro, y que dicho mundo se encontraba en la Atlántida y sus vestigios aquí mismo en Iberia; que (2) siendo Iberia su refugio natural tras su destrucción, Tarsis o Tartessos fue el primer ensayo de reconstrucción de dicho mundo –reprimido con toda virulencia y a conciencia por la chusma fenicia, a raíz de lo cual se empieza a gestar el sempiterno “autodesprecio español”- y que (3) la Tierra Prometida es el anhelo imborrable en el inconsciente colectivo humano de una Iberia renacida de sus cenizas y que, en consecuencia, la Historia conocida es fundamentalmente, hasta hoy, y dejando a un lado la cantidad ingente de banalidades que son tenidas por tal, la lucha entre, por una parte, el intento de volver a aquel Tiempo Perdido y la voluntad, por otra, de reprimir, perseguir y destruir el recuerdo de aquel mundo, incluso bajo la forma de su nostalgia. Nostalgia ésta, por cierto, cuya presencia ha sido abrumadora por todas partes, y bajo todo tipo de forma a lo largo del mundo, incluido el Extremo Oriente, incluyendo Japón o Mongolia, por ejemplo. Otro ensayo, por fin, versará sobre Política, del que aquí sólo cabe decir, para definitiva locura delirante de todos, que su tesis central es que la forma perfecta de la democracia –o su desenvolvimiento natural- es la aristocracia. Dado el estado generalizado de las cosas, es evidente que esto habrá que explicarlo un poco, ya que vivimos en un medio en que se considera de “sentido común” que la “democracia” es la dictadura de las mayores bajezas imaginables, y la “aristocracia”, una piara elitista vomitada por la propia corrupción humana. Sin embargo, una sociedad en la que cada individuo está en sus condiciones óptimas no puede sino decidir por unanimidad que cada cual se encargue de lo que es capaz de hacer, y de que se encarguen los más capacitados y realizados, mientras sean capaces de cumplir sus funciones en su máxima expresión. En dicho ensayo volveremos a la oposición, defendida ya en otra parte, entre un mundo que rinde culto al Número y otro que se rige por la Cualidad. Por otra parte, quizá por fin así se entienda, de una vez por todas, que los extremos no se rozan, como regurgitan incesantemente los sacerdotes de la intelectualidad, sino que en el infinito se cortan, pues son, en esencia, lo mismo, pues sólo hay un modo de percibir el orden social. Es decir, que la polarización política es fruto, en realidad, de una dislocación o bipolarización de la conciencia –una de tantas, además-y que la mera presencia de una “derecha” y una “izquierda” en un cuerpo social delata ya una dinámica esquizoide y decadente fruto de la intención –en principio, natural- de conservar una esencia de la que se ha empezado a perder su sentido y, por lo tanto, se exagera su formalidad, y la necesidad –en principio, también natural- de dar cauce a una creatividad y un volver a tomar contacto con dicha esencia, a través del enfrentamiento con los representantes de dicha “autoridad”. Dinámica que, es ocioso decirlo, no puede acabar sino en cíclicos colapsos sociales. Pues bueno, el caso es que con estos trabajos quiero ir preparando, a modo de entrenamiento, lo que serán los fundamentos de una obra de espíritu y genio realmente titánicos, incluso quijotesca, en la que dedicaré por lo menos un volumen a cada uno de los temas para acabar de acribillar, laminar y triturar definitivamente cada uno de los cimientos de la idiotez contemporánea. Lo patético y el auténtico esperpento de todo ello es que no hay nada o casi nada en dicha obra que no debiera ser tenido por “sentido común” en lugar de por la obra de un genio. Tal como estamos, sin embargo, la tal obra sería una completa locura o el fruto de un megalomaníaco si pensara que con ella podría “cambiar el mundo” o “el estado de las cosas”, defecto por lo demás muy común no sólo entre idiotas sino también entre genios. Entre los innumerables factores necesarios que serían precisos para mejorar el estado general del mundo, se precisaría una elevación o superación del grado de estabilización personal de sus miembros, algo absolutamente imposible de alcanzar por el solo recurso de los libros. De hecho, aunque en dicha obra, más completa que los ensayos que iré presentando, acabe añadiendo algún volumen más –algo que todavía no tengo decidido: por ejemplo, podría incluir otro que dé cuenta de asuntos hoy día llamados “paranormales”, “ocultos” o “de misterio” y otro literario o incluso con narraciones o chistes, ya que la falta de humor versátil y flexible es síntoma irrefutable de estupidez subnormal, es decir, por debajo incluso del nivel normal de estupidez, que también tiene sus sentido particular de humor- la obra en sí ni siquiera podrá ayudar por sí misma a pensar. Por lo pronto, el lector debería haber llegado ya, por sí mismo, a la perplejidad o, por lo menos, a la intuición de que la práctica totalidad de lo que le rodea está saturado de farsas patéticas, gilipolleces y mediocridad. En tal caso la obra podrá servir hasta cierto punto como parapeto o refugio que le ayude a resetear algunas de las idioteces que todavía arrastre consigo, así como de cierto soporte moral a su “perplejidad”. En sí misma la obra no puede –y ni mucho menos pretende- hacer “cambiar de opinión” a nadie. ¿Por qué entonces, se preguntará alguien, querer –alguno dirá: “pretender”- dinamitar los fundamentos de nuestra mentalidad, de nuestra sociedad, etc? Pues verá, querido amigo, yo no “pretendo” nada, simplemente estoy poniendo un espejo en el que nuestro mundo pueda mirarse. Las descripciones son tan precisas, las “críticas” tan definitivas, las detonaciones tan potentes, que, aparte del silencio abrumador que generan a su alrededor, todos los intentos de “contra crítica” –incluso aquellos que realiza cada cual para sus adentros, sin atreverse a exteriorizarlos públicamente- son mecanismos puramente reactivos que contribuyen, como una extensión de la propia onda expansiva, a dinamitar internamente las propias convicciones personales, que quedan dañadas, imperceptiblemente, de una vez para siempre. El efecto de dichas sacudidas sólo puede derivar en un aceleramiento y agravamiento de dicha estupidez, ya sea bajo la forma de un aumento de la soberbia, del cretinismo, etc. –lo que a su vez supone atraer su colapso, por no hablar de enfermedades “sicosomáticas”- o en una reconsideración más o menos responsable de los propios presupuestos. En cualquiera de los casos, todo el empeño de una obra como ésta sería inútil –amén de imposible- si no fuera porque sincroniza con un momento (cíclico, por lo demás) de palpable incremento de ciertas energías que puede favorecer en algunos casos la “expansión de la conciencia” o, dicho de un modo más sobrio, de un aumento de la capacidad de percepción interna y entre cuyos efectos se encuentra el incremento de la inquietud o la sensación de “búsqueda” y la floración de innumerables espíritus geniales capaces de percibir y comprender por sí mismos innumerables aspectos de temas antaño considerados oscuros e impenetrables. Dicho de otra manera: si no estuviera convencido de que se están dando las condiciones para por lo menos la posibilidad de ese aumento de la percepción de un modo cualitativo, este trabajo sería completamente gratuito. Al fin y al cabo, es con esa capacidad de percepción propia de cada cual, con ese potencial inagotable, con la que uno debería intentar conectar en lugar de caer en la indefectible rutina del pensamiento bipolar de los borregos, que sólo pueden elegir entre ser un creyente- seguidor o un reaccionario. Amigo mío, las posibilidades son infinitamente más grandes que ésas. Me gustaría llamar a la obra algo así como un Contra todo o Contra todos, con dos cojones, algo que suene realmente potente, como lo que es. Pero quizá lo mejor fuera llamarlo un Contra estúpidos o un Contra idiotas, y no porque le tenga tirria personal a nadie, sino porque la estupidez es un estado tan deplorable que impide que pueda hacerse nada de valor por el que la padece, algo que cualquiera con dos dedos de frente debería haber aprendido ya de su propia experiencia personal. villagrassa/2013/08/01/contra-todo/
Posted on: Thu, 01 Aug 2013 17:21:03 +0000

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