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Cachetada y media! TODOS incluyendome salimos rascando por lo menos en una, al menos una vez en la vida! Los 6 hábitos culturales del costarricense que todos desprecian El serrucha pisos y el choteo. Es muy común, tanto su aplicación como su mención en la charla del costarricense. Se trata de la acción de hablar mal y de actuar en contra del trabajo de los demás para bajarle el piso, es decir, que no crezca aún cuando tenga méritos. Azofeifa lo describió como la horizontalidad democrática costarricense: todos debemos ser iguali-ticos, pero si alguien resalta entonces estará en problemas. Según Bonilla esto se debe al egoísmo y principalmente a la envidia del costarricense, que no soporta que algunos destaquen más allá del común. Una forma clásica del serrucho en la vida común es el “choteo” –actitud burlona hacia el trabajo y aspiraciones de los demás-, que Bonilla relaciona con el concepto de indiferencia, otra actitud que se asocia con el choteo y el serrucho hacia incluso los temas más serios del país. Eugenio Corea, lector de Culturacr.net lo describe como “la cultura del serrucha pisos que tiende a burlarse de aquellos que intentan algo nuevo y tienen iniciativa”. La indiferencia, el “porta mí” y el conformismo. En Costa Rica todo se hace chiqui-tico, solo para salir del paso, para pasar el curso con una nota mínima de 7, para cumplir con el trabajo; se trata de la “ley del mínimo esfuerzo” y que se asocia también con la costumbre de esperar que otros hagan el trabajo. Oreamuno habla en 1938 de dos cargos a la cultura tica: “la ausencia casi absoluta de espíritu de lucha, y la deliberada ignorancia hacia cualquier peligroso valor que en un momento dado conmueve o pueda conmover nuestro quietismo”. En su raíz la indiferencia o apatía y el conformismo tienen relación directa con la vagancia –que tanto criticaban nuestro abuelos-, que normalmente es mental o intelectual. ¿Para qué esforzarse si nada cambiará? “Si el país se va al caño, qué me importa a mí, si yo estoy bien, tengo trabajo y una base de sustento”, han escrito quienes critican esta actitud. La gente se conforma con lo poco para salir al paso, sin visión de futuro, ni consciencia social. Esta actitud tiene además repercusiones en decenas de comportamientos del costarricense, como el hecho de tirar basura en cualquier lugar, su manera de conducir en las calles, su forma de trabajar y su cuidado del entorno familiar y ambiental. El cortoplacismo y la falta de visión se muestran, en este contexto, como evidencias de este comportamiento indiferente, del mínimo esfuerzo y del conformismo con lo inmediato. Azofeifa describe todo esto de la siguiente manera: “Desconfiado y astuto como un montañés; cortés pero tímido; trabajador sin constancia, buscando el provecho fácil de esfuerzo; campesino egoísta pero bondadoso, cazurro siempre, vive aquí un pueblo que no ha sido ni miserable ni inmensamente rico; ni guerrero ni sumiso; ni servil ni rebelde (…)”. Ya lo había dicho Mario Sancho cuando se preguntó en 1935 “por qué aquí ha fracasado siempre cualquier ideal grande que exija sacrificio”. En este apartado se explica también el por qué los costarricenses no se preocupan por su cultura y el conocimiento, como el arte, son vistos solo para élites, no para todos y todas. La corrupción y la extendida cultura del “chorizo”. En este bello país, con grandes potenciales y capacidades, la corrupción se ha ido apoderando poco a poco, pero de manera decidida –como un cáncer de útero-, de todos los estratos de la sociedad. El tico ataca al político, y ciertamente ha germinado en política primero y de manera más oprobiosa, pero no se ve en el espejo, es más fácil culpar al gobierno y, mientras tanto, yo también incumplo las reglas y leyes, pero si yo lo hago entonces sí es válido. Desde el pago sin tributar por mutuo acuerdo entre el cliente y el empresario, hasta los grandes robos en el Estado, el “chorizo” –como se le dice en este país a las formas de corrupción típicas- ha calado en la mentalidad del tico y estamos de frente incluso ante el peligro de que todo este revoltijo de podredumbre –el chorizo- sea visto como algo normal. La cultura del vivazo, a la que nos refiere una lectora, es un ejemplo claro de lo que se trata: aplicar la ley del mínimo esfuerzo, la indiferencia y ser astuto mediante el chorizo para conseguir riqueza y vivir cómodamente, sin importar el perjuicio hacia otras personas o la sociedad misma. Una forma muy común de corrupción es la “argolla”, en la que amigos y amigas se reparten premios, trabajos fáciles, beneficios y prebendas desde el Estado principalmente; la argolla funciona con tanta normalidad y cinismo que se ha dicho que “lo peor de la argolla es no estar en ella”. Aquí no privan los conceptos de mérito o capacidad, sino los de amistad y afinidad, una forma de corrupción más, altamente despreciable. La doble moral y el berreo. Según las consultas realizadas hay una actitud cada vez más frecuente: el berreo, es decir, el quejarse de todo y contra todos, pero sin intentar resolver el problema o hacer algo para que cambie la situación negativa. Dice Azofeifa que el costarricense sufre de “pueril satisfacción de sí mismo”, es decir, se siente lo máximo, pero no pretende hacer nada para que sea cierto, se trata de una autocomplacencia sin sustento. El tico se queja de todo, de los polí-ticos, de la corrupción, de los extranjeros (la xenofobia hacia nicaragüenses, colombianos, dominicanos y otras nacionalidades es evidente con solo oír hablar al tico), del fútbol y hasta de la cultura tica, es decir, de sí mismos, pero son muy pocos quienes luchan de verdad por mejorar las cosas, por proteger el ambiente y los derechos laborales, por proteger la propiedad histórica de los costarricenses, por el legado cultural e histórico, por mantener limpio el entorno, entre otras reivindicaciones necesarias. Este berreo tiene relación directa con la doble moral, con tirar la piedra y esconder la mano, o como dicen ahora, tirar piedras al cielo con techo de vidrio o escupir contra el viento. Hablamos de los demás, pero vernos al espejo no es posible. En muchos casos, esto sucede por ser “políticamente correcto” e ir con la corriente. Sucede con el tema religioso, todos se parten las vestiduras contra gais, prostituras o minorías, pero detrás de la puerta practican valores contrarios a la moral y ética cristiana. Abundan religiones o sectas que dictan normas que restringen la libertad individual o social, pero no pasan de la palabra, y en la realidad los actos son otros contrarios a esa moral religiosa que profesan. Creer que lo extranjero es lo mejor. A pesar de que el tico se cree lo mejor, de que ha sido catalogado como el más feliz del mundo y que sufre mal de patria al viajar, en Costa Rica siempre tiene preeminencia el producto o servicio extranjero antes que el nacional. Si un conferencista, por ejemplo, viene a dar una conferencia es recibido y pagado muy bien, pero si lo hace un costarricense –con mejores o peores atributos- el choteo actúa y se le desprecia automáticamente. Un símbolo de esta actitud son los rótulos de los negocios, muchos de ellos en inglés, tratando de cautivar a un público élite o incluso común que prefiere lo de afuera “porque es mejor”. Los centros comerciales llamados “malles” extienden esta creencia e incluso prohíben el ingreso a personas con ciertas vestimentas. Esto tiene que ver con un aldeano complejo de inferioridad, en el que –como la novela “El árbol enfermo” de Carlos Gagini- al costarricense siempre lo ha cautivado y engañado lo estadounidense y lo europeo como modelo superior a seguir. No es de extrañar, entonces, que la balanza comercial de pagos del país –diferencia entre exportaciones e importaciones- siempre haya sido desfavorable para el país; es decir, importamos más de lo que exportamos. La impuntualidad, la informalidad y la ausencia de compromiso. Cuando el extranjero llega a Costa Rica se sorprende de entrada por la “hora tica”, esa que dicta que si acordamos llegar a las 4 pm, en realidad es entre 4 pm y 5 pm. Para algunos un pretexto para ocultar la informalidad y la falta de seriedad con que el tico asume sus compromisos, la “hora tica” es tomada por las masas como parte del jocoso folclor que nos caracteriza. La ausencia de compromiso se ve en actitudes como decir “un día te invito a la casa”, o “un día de estos salimos a tomarnos un café”, entre otras expresiones que terminan siendo una forma cordial para no decir lo que se piensa “tengo pereza de que llegués a mi casa en realidad”. En el trabajo es común “en algún momento nos ocupamos de eso”, cuando debería decirse “el jueves a las 3 pm nos sentamos a resolverlo”. Estos y muchos otros ejemplos dejan ver que el tico no quiere asumir la responsabilidad concreta, pero con miedo a decir no. La falta de puntualidad y la informalidad en el trato son también pruebas de ese miedo al compromiso, a acordar cosas concretas, como una hora y un lugar. culturacr.net/13/08/Los-6-habitos-culturales-del-costarricense-que-todos-desprecian.html#.UhmT82TXh0X
Posted on: Sun, 25 Aug 2013 05:23:53 +0000

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