Cada cuadra recorrida me sumía entre las señales del tránsito y la ansiedad de llegar y de abrazar a mi esposa y besar a mis hijos; la compañía infaltable de la radio me introducían mas aun en mis pensamientos, que pretendían ser superiores a la atención que debía poner al tránsito, los parlantes no cedían de liberar los tañidos de las distintas melodías, en ocasiones cada tema musical me llevaba a un mundo distinto, a uno que no es el mío y comenzaba a delirar; sentía en mi delirio que esa voz, la del cantante, era la mía; no estaba frente a ningún palco o al frente de una multitud, solo estaba frente a ella… ¿Quién era ella?... que ironía, ella podía ser mi mujer o cualquier otra; no ofrecía la canción al público, …la ofrecía a ella… solo a ella; el delirio se tornaba sueño y soñaba que con esa voz ofrecía una serenata …a ella; no puedo negar el amor a mi esposa, pero cuando me sumerjo en el sueño, tampoco puedo evitar saber que toda mujer, alta o baja; obesa o delgada; linda o fea o del color de piel que sea; merece el sueño de una serenata; por eso ella… EL CAMINANTE, (libro I, capitulo II) SAMUEL ALEJANDRO RAMIRES.
Posted on: Sun, 08 Sep 2013 01:47:58 +0000