Capitulo 10 Las damas doradas Escuché a Edward tocando. No - TopicsExpress



          

Capitulo 10 Las damas doradas Escuché a Edward tocando. No reconocí la melodía, así que imaginé que era su canción, era un poco triste, pero hermosa. Carlisle no se encontraba a la vista, eso fue muy desanimante. Me asomé al cuarto de música, Edward me escuchó entrar y dejó de tocar. -Hola Esme. - Escribió algo en el pentagrama y me miró. - Ya casi termino la melodía. -Se escucha muy bien. - Miré el cuarto. - Pronto estará listo. Los muebles llegarán a partir del miércoles. - Hice una pausa. - Me alegra que no me hayan esperado. No me gusta preocuparlos. -Sabíamos dónde te encontrabas, he de confesarte que... - pensó por un momento lo que iba a decir. - estábamos preocupados, pero después nos relajamos. -Dónde se encuentra Carlisle? - Traté de hacer la pregunta de manera casual. La verdad es que quería verlo. -Está en el consultorio. - Jugó con unas cuantas teclas y se escuchó una tonada. -Creo que iré a verlo, debe saber que ya estoy aquí. - Cerré la puerta y caminé hacia el consultorio. Abrí la puerta y ahí estaba. Él me miró cuando entré, me recibió con una hermosa sonrisa, los nervios se hicieron presentes. -Buenas noches Carlisle. Siento la demora, nuevamente. - Lo miré apenada. -No te preocupes. Me alegra saber que no estás en casa aburriéndote. - Ahora él era el apenado. - Qué tal estuvo tu día? - Mejoró su semblante. -Será un trabajo de varios meses, será interesante. - El rostro de Anthony vino a mi mente. -Sólo te recomiendo que no hagas ningún esfuerzo. Podría ser perjudicial para el bebé. Toqué mi vientre con ambas manos. -Yo sólo dirigiré, habrá gente que se encargará de mover y cargar todo. Gracias por el consejo. - Me senté frente a él. - Algo interesante en la universidad? - No me cansaba de verlo, era como admirar una obra de arte. -Es etapa de exámenes, tengo que prepararlos todos. Fuera de eso, todo está tranquilo por ahí. - Se recargó sobre el escritorio, estábamos frente a frente. Involuntariamente bostecé. - Creo que deberías descansar, debió haber sido un día bastante arduo. - Recogió un mechón rebelde de mi cabello y lo depositó detrás de mi oreja, me ericé. -S... sí, tienes razón. La verdad es que estoy un poco cansada. - Me levanté y caminé hacia la puerta, me detuve antes de salir y volteé para verlo. - Sabes... hay alguien que los quiere conocer, es del bufete. Quisiera saber si puede venir... aquí? Carlisle estaba sereno. -No creo que haya ningún problema, puede venir mañana si desea. Primero Anthony y ahora Carlisle, ambos eran extraños, esa insistencia alimentaba más mi presentimiento. -Veré si está disponible mañana. – Giré el picaporte y la puerta se abrió ligeramente. -Es la persona que te ha acompañado el día de hoy? Me frené en seco. -Eh... sí, se llama Anthony Goldsmith. Esperaba que no se notara mi nerviosismo en la voz. -Debiste hacerlo pasar. Me gustaría conocer a todos tus amigos, es decir, estaré más confiado al saber tu círculo de amistades. Por un momento pensé que Carlisle estaba celoso, pero sólo era mi imaginación, que tonta me sentí por pensar algo así. -Lo haré la próxima vez. Aún estaba nerviosa, pero logré salir del consultorio sin ningún contratiempo, tenía miedo de tropezar o tirar algo en el camino. Subí las escaleras y llegué a mi cuarto lo más rápido que pude, me tiré en la cama y repasé todo lo que había ocurrido en el día, también recordé lo que tenía que hacer al día siguiente. No recuerdo cómo, pero me quedé dormida. Un timbre lejano me despertó, sonaba insistentemente, al parecer era el teléfono. No quería levantarme, pero era muy molesto. Dejó de sonar y volví a acostarme, segundos más tarde volvió a sonar. No tuve opción y me levanté en mis fachas. Bajé con tranquilidad la escalera, por fin llegué donde se encontraba el aparato y contesté. -Casa de la familia Cullen. - Me sentía como zombi. -Esme, se han enterado de que estás embarazada! Obviamente piensan que Carlisle es el padre. Desperté abruptamente. -Qué has dicho? Pero cómo se han enterado? - Se senté de golpe, afortunadamente caí sobre un sillón. -No tengo idea de cómo se enteró Margaret, pero se ha encargado de divulgarlo rápidamente. - Kath se escuchaba muy preocupada, yo todavía no me recuperaba de la impresión. Traté de aclarar mi mente. -Bien... creo que eso... me ayudará en cierta manera. Ya no habrá sorpresas. - Respiré profundamente varias veces. - Las enfrentaré en la reunión, debo prepararme muy bien Kath. - Toqué mi frente con la yema de los dedos. -Te encuentras bien Esme? Lo siento si fue una noticia muy fuerte. -Gracias por avisarme, estaré bien. Llámame cuando sea el momento. - Tenía los nervios de punta. -Yo te llamaré, estoy contigo amiga. Nos vemos. - Kath colgó. Miré el reloj, no pasaban de las once. Aún faltaban varias horas para la reunión y no tenía idea de lo que iba a decir. Subí a bañarme, permanecí en la bañera mucho tiempo, trataba de relajar mi mente y cuerpo para poder pensar claramente. Debía haber alguna manera de enfrentar a todas esas mujeres, pero sobre todo a Margaret, la causante de todo esto. Después de mucho resistirme, salí del baño, me puse ropa ligera y bajé a comer algo. No tenía hambre, pero no quería tener otra baja de presión, no era bueno para mí ni para mi bebé. Comí un poco de fruta, mi estómago no toleraría algo pesado, cada bocado de la papaya se convertía en papilla, debido a que masticaba alrededor de cincuenta veces cada pedazo y lento, muy lento. No presté atención al sabor, comía en automático con la mente divagando, tratando de encontrar un discurso que no pudiera objetarse. Lavé el plato y fui a la sala, mire de reojo el reloj y me senté en el sillón. Dos segundos más tarde reaccioné; me puse de pie de un salto y miré nuevamente el reloj, las tres menos cinco*. Qué había sucedido con el tiempo? Cómo era posible que fuera tan tarde. Subí a prisa a mi habitación. Busqué entre mi ropa algo adecuado, encontré una falda larga gris y una blusa blanca de manga corta; terminé de arreglarme lo mejor que pude. Escuché el teléfono y tiré el cepillo con el cual me peinaba, aún no eran las cuatro y media. Bajé temerosa y me acerqué al teléfono pero no quería responder, respiré profundo y levanté la bocina. -Casa de la familia Cullen. – Comencé a hiperventilar. -Hola Esme, habla Anthony. Di un respiro cuando dijo su nombre. -Anthony, me alegra escucharte. – Sentí un gran alivio. – Cómo estás? -Bien, pero tú no te escuchas igual, ocurre algo? En verdad era muy perspicaz. – Te escuchas agitada. -Sólo estaba preparándome para una reunión. Creo que me estaba sirviendo el hablar con alguien, lo nervios comenzaron a disminuir. -Acaso te refieres a la reunión de las damas de oro o algo por el estilo? Cómo sabía algo así? – No me malinterpretes, no me interesan esas ridiculeces, pero Katherine lo mencionó en el desayuno. Me sorprende que asistas a esas reuniones, no me parece que seas ese tipo de mujer. Tenía razón, sólo eran reuniones para enterarse y divulgar chismes. -Sólo será esta ocasión, no me interesa pertenecer a ese grupo. – Pensé en Kath, ella tampoco debería de asistir, no le traía nada bueno. – Y dime, qué se te ofrece? – Aún no me decía el motivo de su llamada. -Quería invitarte a comer pero ya tienes planes, es una pena. – Su voz reflejó tristeza. -Bueno… puede ser… mañana. – Esperaba no arrepentirme de eso. -Excelente. Vendrás al despacho o paso por ti a tu casa? – Su voz volvió a tener vida. -No estaré en casa, buscaré los muebles para la remodelación. – Noté que ya estaba tranquila, era sorprendente que Anthony me estuviera ayudando inconscientemente. -Te acompañaré y después iremos a comer. Dime la hora y estaré en la puerta de tu casa. No podía negarme. -Al medio día. Bien, debo colgar, estoy esperando una llamada. – Me enfoqué. -De acuerdo. Ya ansío verte mañana, te veré pronto. Adiós… -Hasta pronto Anthony. – Colgué. Sonreí por un instante y miré el reloj, las cuatro menos quince**.Quise distraerme y no ponerme nerviosa mientras llegaba la hora, decidí tejer. Era algo que también me tranquilizaba. Terminaba de darle las últimas puntadas a un pequeño zapatito amarillo cuando volvió a sonar el teléfono, eran las cuatro quince, acaso sería Kath? -Casa de la familia Cullen. – Estaba a la expectativa de saber quién era. -Esme soy Katherine, todas han llegado ya. Creo que debes venir ahora. – Su voz era un susurro. -Estaré ahí. Colgó inmediatamente, esperaba que no la hubieran descubierto. Salí a la calle, la casa de Madeleine estaba demasiado cerca, caminar hasta ella no era problema. Llegó el momento de la verdad, me armé de valor y caminé. Llegué a la casa, Kath ya me esperaba en la puerta. Me apresuré para llegar a ella. -Estás lista? Era un manojo de nervios, tomé una bocanada de aire y exhalé. – Sí. Entramos a la casa, no me percaté de la decoración ya que era lo menos importante en ese momento. A un costado de la sala había una gran puerta. Ahí era la reunión. Ambas tomamos aire y entramos. -… tienda nueva, es un poco… - La que hablaba nos miró y se detuvo. Poco a poco, las presentes voltearon a vernos. -Pero cómo te atreves a entrar a mi casa! – Madeleine se puso de pie. – La estás profanando con tu presencia. -Deberías de sacarla a patadas de aquí. – Margaret no dudó en hablar, el moretón de la cara aún no desaparecía. Por todo el salón se escuchaban murmullos, los comentarios no se hicieron esperar. -No se preocupen, sólo estaré un momento. Sólo he venido a desmentir ciertos rumores. Más murmullo se escuchó. Unas tenían mirada petulante, otras estaban extrañadas y unas cuantas estaban serias, parecían prestarme atención. -Estás en mi casa y no te permitiré decir nada. Me estás insultando con estar aquí. – Madeleine se acercó a mí y me enfrentó. -Quizás deberíamos dejar que hable. Se escuchó la voz de una mujer de edad. Todas miramos hacia el lugar de donde provenía el sonido. -Pero Rose, esas tipas no tienen voz ni voto, no deberíamos… La mujer interrumpió a Margaret, alzó la mano en señal de alto. -Me gustaría oír lo que tiene qué decirnos. Era una mujer con expresión dura, las canas cubrían la mayoría de su cabellera, probablemente tendría cincuenta o más. – Las que no estén interesadas podrían esperar afuera, o todo lo contrario, podríamos salir las interesadas. Todas se miraron entre sí. Siguieron murmurando pero cada vez menos. Al parecer no estaban dispuestas a perderse un chisme nuevo. Poco a poco el murmullo se dejó de oír y pusieron atención. -Gracias señoras. Margaret, gustas tomar asiento o prefieres estar de pie? Cómo gustes. La misma sugerencia para ti querida Madeleine. Margaret echaba chispas, lo mismo sucedía con Madeleine, ambas regresaron a su lugar de mala gana. -Bien, te escuchamos. – La señora tomó asiento. Me alegraba que alguien como ella estuviera presente, su autoridad sobre las demás ayudaría con mi discurso. -Gracias. – La miré con agradecimiento, ella seguía con el mismo semblante. Ahora era mi turno de hablar, de hablar con el corazón ya que tendría que improvisar. -Quiero decirles que están juzgando equivocadamente al doctor Cullen. Las que han tenido oportunidad de tratarlo, sabrán que es todo un caballero y una persona intachable. No tiene ninguna relación indecente conmigo o con alguna otra mujer. – Trataba de ver a todas a la cara. - Soy una invitada a la cual se le ha tratado con mucho respeto y educación, no tengo queja alguna. El doctor Cullen está llevando a cabo un estudio sobre mi embarazo, del cual, sé que ya están informadas; probablemente cuando mi hijo nazca no permanezca en esta ciudad. – Bajé la mirada, era doloroso pensar en esa posibilidad. – En cuanto al padre de mi bebé, no es el doctor Cullen. – Puse las manos en el vientre, esa verdad me dolió demasiado. – Si fuera así, no tendría por qué ocultarlo, respondería como todo un caballero. -Si eso es verdad, dónde está el padre? – Margaret preguntó algo que no quería responder. -No lo sé… no lo he vuelto a ver desde que le di la noticia, creí en las palabras tan dulces que me decía y tontamente me dejé llevar. – Mis ojos se pusieron vidriosos y un nudo en la garganta se me había formado. Algunas de las presentes parecían conmocionadas, al parecer me creían. – En fin, no estoy aquí para hablar de mí si no del doctor Cullen, sólo desearía que todo este malentendido quedara olvidado. El murmullo regresó, algunas me miraban dubitativas, otras con ternura y quizás también con compasión. No me importaba si sentían lástima por mí, sólo quería que la imagen de Carlisle no se siguiera manchando. -Todo esto es un teatro muy bien preparado, veo que eres buena actriz. Todas mirábamos a Margaret. – Pero yo no me trago ese cuento. – Se burló. -Margaret, tú has sido quien comenzó todo esto. Me quieres decir en qué te basas para afirmar que la joven aquí presente es amante del doctor Cullen? – Nuevamente la misma señora… Rose, retaba a Margaret, la había tomado desprevenida. -Bueno… es obvio… ella vive en su casa… y la llevó al baile. Acaso ustedes no notaron la relación que había entre los dos? – Miró a varias incluyendo a Madeleine y Katherine. -Por favor Margaret! la mayoría aquí presente no estamos ciegas, claramente sabemos que el doctor es un hombre muy atractivo, no dudo que muchas hayan suspirado por él incluyéndote a ti. – Miró a Margaret petulantemente. Por otra parte, algunas se sonrojaron por el comentario de Rose, había dado en el clavo. -Rose! – Margaret tenía los ojos como platos. -Basta. La próxima vez que digas algo Margaret, asegúrate de tener buenas bases. – Rose se puso de pie y caminó hacia mí. – Veo que fuiste tontamente engañada, lo lamento. No tengo nada en contra tuya ni del doctor Cullen. – Dio media vuelta y se dirigió a todas. – Para mí, este malentendido ha sido aclarado. No pretendo volver a hablar del asunto, me retiro señoras. – Giró hacia nosotras. - Gusto en saludarte querida Katherine. – Tocó la barbilla de Katherine y se retiró. Poco a poco las demás también se levantaron, comenzaban a retirarse, algunas al pasar por mi lado me miraban apenadas, algunas susurraban un "lo lamento". Al final sólo quedaron Madeleine y Margaret. Kath me tomó del brazo y salimos de la casa. Agradecí ese gesto, probablemente si permanecía más tiempo, realmente le hubiera dado más golpes a Margaret. Caminamos hacia la casa. La caminata ayudó a bajar el nerviosismo de ambas, no hablamos hasta llegar a la reja. -Parece que ya no hay nada de qué preocuparse. Todo salió bien. – Sonrió. -Cierto, aunque todo esto me ha hecho sentir cansada. – Sentí el cuerpo pesado. -Creo que esas dos no volverán a dirigirme la palabra, pero no me preocupa. Estoy mejor contigo. – Me abrazó cálidamente, yo también la abracé. -Voy a casa, avísame cuando vayas a comprar los muebles, ahora tendré mucho tiempo de sobra. – Se separó y encogió los brazos. -Mañana empezaré, por cierto, Anthony nos acompañará y más tarde comeremos juntos. No creo que hubiera problema de que Kath comiera con nosotros. -Oh no, en ese caso, te acompañaré otro día. No quiero hacer mal tercio. – Guiñó el ojo. -De qué hablas? No es una cita. – Fingí estar indignada, pero probablemente tuviera razón. -Si tú lo dices… - Me dio un beso en la mejilla. – Te veré luego, cuídate. – Decidió caminar hasta su casa, se alejó tranquilamente. Entré a la casa, iba a subir la escalera pero vi el estambre en el sillón y decidí terminar el par de zapatos. Terminé el zapato incompleto y comencé con el otro. -Richard toma la pelota! Le encantaba jugar a la pelota. Estaba sentada sobre la hierba a escaso medio metro, su cabello color chocolate revoloteaba con el viento. Lancé levemente la pelota. Él la tomó con sus manitas, una sonrisa risueña apareció en su rostro, miró la pelota y después a mí, sus grandes ojos dorados me recordaban a su padre. Hizo rebotar la pelota enfrente de él pero salió disparada hacia un costado. No pude alcanzarla y se alejó de nosotros. Seguí la pelota con la mirada, pude ver unos pies que se dirigían a ella, alcé la vista y confirmé que efectivamente era él. Sonreí ampliamente. Se aproximó a Richard y le dio la pelota, el pequeño la vio pero perdió el interés cuando vio a su padre, alzó ambas manos, quería que lo cargara. Él no dudó y lo abrazó llevándolo a su pecho. Richard rodeó el cuello de Carlisle con sus manos, el niño le balbuceó algo. -En serio? Es verdad. – Carlisle me miró y sonrió, pude apreciar su blanca dentadura. -Acaso sabes lo que ha dicho? – Lo miré incrédula. El niño me miró, balbuceó de nuevo y me señaló. -Ha dicho que se la ha pasado de maravilla con su madre y también me ha dicho que su madre es muy hermosa. El niño seguía balbuceando y asentía con la cabeza. Me sorprendí mucho. – Entremos, ya va a amanecer. – Me ofreció la mano para levantarme. -Cierto, Edward ya está adentro. – Tomé su mano y me puse de pie. Quedé a escasos centímetros de ellos. Acaricié el rostro de mi hijo y después la de Carlisle. – Te amo Carlisle. – Lo miré a los ojos fijamente para que no tuviera ninguna duda de lo que había dicho. Me tomó de la cintura y me atrajo hacia él. -Esme… - Él susurró mi nombre. Me estiré para besarlo, quería sentir sus labios. -Esme, Esme. Todo se obscureció. – Esme… despierta. Abrí los ojos. Era Carlisle quien me hablaba. -Carlisle… - Reconocí todo inmediatamente, los muebles, el lugar y Carlisle. El niño y Carlisle habían sido un sueño. Sentí una opresión muy fuerte en el pecho. Miré el estambre y lo que era la base del otro zapato. – Me quedé dormida. – Hablé con desgana. -Deberías ir a tu habitación, luces cansada. – Tomó la canasta de estambres y metió todo lo que estaba disperso en el sillón. Tomó el zapato terminado y lo admiró. – Serás una excelente madre Esme. – Depositó el zapato en la canasta. No pude evitarlo, una lágrima se me escapó. Carlisle me miró asustado. -Qué sucede? Te sientes bien? Limpié la lágrima con los dedos. -Lo lamento, es la emoción por mi bebé. – Le mentí. Me puse de pie y toqué la canasta que aún tenía en las manos. – Yo llevaré esto. – Sonreí un poco para que se tranquilizara. -Claro. – Me cedió la canasta. -Iré a mi habitación. Quizás te vea más tarde. – Sin importar los nervios, me armé de valor y le di un beso en la mejilla. Fue un instante, pero fue suficiente para sonrojarme. Subí los escalones y no me detuve hasta llegar a mi cuarto. Seguía pensando en ese sueño, era una verdadera pena que no fuera real. *Dos cincuenta y cinco o que es lo mismo, cinco para las tres. Manera de decir la hora en ciertas regiones. **Tres cuarenta y cinco o que es lo mismo, cuarto para las cuatro.
Posted on: Fri, 23 Aug 2013 12:11:44 +0000

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