Capitulo 5 Recostado en su cama dio mil vueltas aquella mañana. - TopicsExpress



          

Capitulo 5 Recostado en su cama dio mil vueltas aquella mañana. Apenas había logrado pegar ojo en toda la noche. La excitación y la adrenalina que corrían por su cuerpo se lo habían impedido. Se había habituado a que el vértigo fluyera por sus venas y encendiera su sangre hasta el punto incluso de quemarse con ella. Era una sensación que lo acompañaba desde hacía tanto tiempo que no podía record ar cuándo había comenzado con exactitud. Tal vez todo había empezado aquella noche de verano cuando, por fin, se había decidido a dar el siguiente paso: el gran paso. Esbozó una sonrisa de complacencia, y el sol que entraba a través de la ventana iluminó su rostro y le hizo parecer más perverso aún. Recordaba el día que la había visto por primera vez. Ese día nunca se lo podría quitar de la cabeza. Había sido para él como descubrir un mundo nuevo, un mundo que le había sido negado con crueldad. Era preciosa; con su larga cabellera castaña recogida en una trenza y su andar deliciosamente femenino había logrado captar su atención desde el primer momento. Adoraba escuchar su risa cuando pasaba por el pasillo de la universidad junto a sus amigas. Se conformaba con eso, lo poco que obtenía de ella había sido suficiente al comienzo. La admiraba, la amaba en secreto, como si hacerlo fuese un pecado. Ella ni siquiera lo miraba, jamás le había prestado atención; sin embargo, él sabía que ella le pertenecía. De un modo diferente, sagrado, le había sido asignada para convertirse en el amor de su vida. Era una diosa de carne y hueso, tan cercana y al alcance de la mano, y al mismo tiempo, parecía pertenecer a otro mundo; un mundo donde él no tenía cabida, porque simplemente, ella desconocía su existencia. Había ensayado muchas veces encerrado en su cuarto la manera de acercarse a ella y hablarle de los sentimientos que despertaba en él, pero sus intenciones de hacerlo quedaban siempre en vanos intentos. Tenía miedo, miedo de hacer el ridículo ante ella y de obtener solo su rechazo. Prefirió seguir amándola y admirándola en secreto desde la oscuridad, un lugar en donde se sentía cómodo y a salvó. Pero un día todo eso cambió. Supo que todo había cambiado cuando la vio abrazada a uno de los jugadores del equipo de baloncesto de la universidad. Podía sentir cómo se le desgarraba el corazón en pedazos mientras la veía sonreír entre los brazos del otro. Esa risa que debía estar destinada solo para él y nadie más. Eran una de las parejas más populares de todo el campus y él debía ser testigo de cómo le estaba siendo arrebatada la mujer que había nacido para convertirse, un día, en su eterna compañera. Quería compartir el resto de la vida con ella, tenerla a su lado, cuidarla y amarla como nadie más lo haría. Estaban hechos el uno para el otro y ningún deportista engreído detendría la rueda del destino que había comenzado a rodar el mismo instante en que sus caminos se cruzaron por primera vez. Sintió rabia, celos, un anhelo incontrolable de apartarla, no solo de quien se la estaba robando, sino de todo el mundo también. Aborrecía que otro estuviera disfrutando con lo que le pertenecía solo a él. Entonces decidió dar finalmente ese gran paso que una y mil veces había imaginado en su cabeza, noche tras noche, tumbado en su cama. Se había visto tantas veces hacerlo que sería la cosa más sencilla del mundo. Era una noche calurosa y esperaba verla salir de la biblioteca, como cada jueves, y observarla bajar los ocho escalones que conducían a la calle con el garbo que la caracterizaba. Había sido más fácil de lo que había pensado; iba sola y la parada de autobuses estaba desierta. Él seguía contemplándola mientras ella hojeaba uno de los libros que sostenía en los brazos. Recordaba con exactitud lo que llevaba puesto. Tenía un vestido de algodón color rosa viejo que caía suelto sobre su cuerpo y le llegaba hasta la altura de las rodillas. Si aspiraba con fuerza pasta podía percibir el aroma a gardenias que despedían sus cabellos. Parecía llevar su olor impregnado todavía, a pesar de haber pasado ya cuatro años desde aquella noche en que sus sueños se habían convertido finalmente en realidad. Una mueca de fastidio surcó su rostro. Por un momento había creído que todo su plan se vendría abajo cuando el jugador de baloncesto apareció y le ofreció llevarla hasta su casa. El mismo sudor frío que le provocó aquella inesperada aparición le volvió a recorrer la espalda. No podía arrebatársela de nuevo, ella debía marcharse de aquel lugar solo con él. El «no» que ella repitió categóricamente un par de veces fue un sonido dulce que resonó en sus oídos. Se sintió regocijado, pleno de nuevas esperanzas cuando lo vio marcharse en su coche. Lo había rechazado, tal vez había comprendido por fin, que no era a él a quien estaba destinada, que había alguien más a quien entregarle su corazón, alguien que había esperado por ella desde siempre. Alguien que le demostraría el verdadero significado del amor y de vivir eternamente junto al ser que se ama. Se sentó en la cama, su corazón había comenzado a latir más fuerte. Recordar el instante en que por primera vez la había tenido entre sus brazos siempre era devastador y reconfortante al mismo tiempo. Después de internarse con ella entre los arbustos del parque desde donde la había estado espiando, la apoyó con cuidado sobre la hierba mojada por el rocío y le cogió las manos. Estaba dormida y respiraba lentamente, el olor a gardenias de su cabello se mezclaba con el hedor del cloroformo. Le acomodó la trenza sobre el pecho y le acarició la mejilla. Su piel era tan suave como la había soñado. Ella era exactamente como la había imaginado, hermosa, sublime, mágica, pero tan real como la vida misma. Destinada por siempre a él. Trató de llegar lo más rápido posible, pero el tráfico de Fresno parecía haberse vuelto en su contra aquella mañana. Había recibido la llamada de _______ quince minutos antes y se le había hecho un nudo en la garganta al escucharla llorar horrorizada a través del teléfono. No había podido decirle mucho, pero entre el llanto descontrolado y el estado de shock, lo único que había llegado a entender era que alguien había muerto. Cuando el amontonamiento de coches comenzó a disiparse apretó el acelerador. Segundos después escuchó las sirenas de un coche patrulla que iba detrás de él. Con el ánimo encrespado se detuvo junto a la acera y lanzo una maldición mientras el oficial se acercaba. —¿Sabe que en esta zona no puede ir a más de ochenta kilómetros por hora? Justin no podía perder tiempo. Sacó la placa de su chaqueta y se la mostró. —Soy detective y estoy en medio de un caso de asesinato —le dijo y justificó así la alta velocidad. El oficial se agachó para observar la identificación y después de quitarse las gafas de sol le extendió, de todos modos, la multa. —Envíela a la División de Crímenes Violentos —le indicó y antes de que pudiera decirle algo más, volvió a poner el pie en el acelerador y se marcho a toda velocidad. Lo que menos le importaba en ese momento era recibir una multa por sobrepasar los límites de velocidad en una zona residencial; ya se encargarían en el departamento de que él la pagara. Lo primordial era _______; verla y saber lo que había sucedido. Un temor profundo lo embargó, el temor de saberla en peligro y no poder hacer nada para salvarla. Si alguien de su círculo íntimo había sido asesinado solo podía significar una cosa: el asesino estaba más cerca de lo que pensaba. Y si estaba cerca, no tardaría en llegar hasta ella. No lo permitiría, nadie le haría daño, ya había sufrido demasiado y si dependía de él, no volvería a sufrir una vez más. La gran reja que flanqueaba la entrada al vasto complejo de máxima seguridad, conocido como Pacific View, se estaba cerrando tras haberle permitido el paso a una camioneta. Justin apretó con más fuerza el acelerador y logró colarse antes de que la reja de hierro forjado se volviese a cerrar. Observó la caseta del vigilante y lo saludó con la mano. Ya lo conocía de las dos ocasiones en las que había estado allí, de otro modo, ya lo tendría detrás de él con el objeto de detenerlo. La camioneta seguía delante de él y parecía tomar su mismo rumbo. Lo comprobó cuando se detuvo frente al jardín de _______ y un hombre alto vestido con vaqueros y camisa de leñador se bajó y caminó a toda prisa hasta la casa. La puerta principal se abrió antes de que el hombre alcanzara el porche. _______ salió corriendo y se arrojó a sus brazos mientras lloraba desesperada. Justin los observó detenidamente y dudó por un instante si debía aproximarse o esperar. Seguían abrazados; desde donde estaba podía distinguir cómo las manos delgadas de _______ se aferraban con fuerza a la espalda del hombre mientras él le acariciaba el cabello y le besaba la cabeza una y otra vez. Experimentó una punzada de celos, una absurda sensación que no tenía explicación. Por un momento, se imaginó a sí mismo en el lugar de aquel hombre y el hormigueo que le recorrió las entrañas provocó que se moviera impaciente en el asiento. Una inquietud que aumentó cuando _______ notó su presencia y se quedó mirándolo fijamente. Sus dedos se crisparon alrededor del volante, luego, lanzó un suspiro, abrió la portezuela del Mustang y se bajó. A medida que se acercaba el hormigueo aumentaba y se convirtió en tensión cuando estuvo frente a ellos. —Señorita Carmichael —saludó. El hombre se giró impetuoso y lo observó minuciosamente con el ceño fruncido. —¿Usted sabe el verdadero apellido de _______? —pregunto atónito. Justin estaba a punto de responder, pero _______ se le adelantó. —Kevin, es el detective Bieber. Yo misma lo he llamado —dijo algo más calmada. —¿Bieber? —El asombro parecía haber aumentado. —Sí, Kevin, es hijo del teniente Bieber. Justin extendió la mano para presentarse formalmente ante el hombre que segundos antes abrazaba y consolaba a _______ con tanta ternura. —Justin Bieber. El semblante rudo en el rostro de Kevin cambió hasta desvanecerse casi por completo. —Mi nombre es Kevin Carmichael, y soy el hermano de _______ —anunció. Justin sintió alivio al oír la palabra «hermano». Sus músculos se relajaron y pudo esbozar una sonrisa. —¿Es usted su hermano? —preguntó, como si necesitara que se lo volviera a confirmar. —Sí, su hermano mayor. —Antes de llamarlo a usted, he llamado a Kevin —dijo _______ aferrada todavía al brazo de su hermano. —Ha hecho bien —le respondió. Esperaba no estar causando la impresión incorrecta, se sentía increíblemente torpe por haber pensado lo que no era y luego, al descubrir la verdad, haber experimentado un alivio casi irracional—. ¿Qué ha sucedido? —Necesitaba con urgencia meterse en su rol de detective antes de seguir haciendo el ridículo. —Es… es Otelo —respondió _______, mientras escondía otra vez la cabeza en el hombro de su hermano. —Es su gato —explicó Kevin rápidamente—. Desapareció hace tres días y esta mañana algún maniático le ha enviado su cabeza envuelta en una manta como obsequio. Justin la miró pero ella seguía abrazada a su hermano con el rostro vuelto. —Será mejor que entremos —indicó él. —No quiero. —La voz de _______ era apenas un susurro. —Entraremos por la cocina y te prepararé una tila. —Kevin la tomó del rostro y depositó un beso breve en su frente. —Será lo mejor —convino Justin sin apartar la mirada—. Yo iré a revisar mientras llegan los peritos y los refuerzos que he pedido. Kevin asintió y se llevó a _______ hacia la parte lateral de la casa. Justin entró en la casa pero por la puerta principal. Antes de acceder a la sala se colocó los guantes de látex y caminó hacia la mesa donde estaba el paquete. La tapa estaba tirada en el suelo, justo delante de la mesa. Una especie de manta de color azul asomaba a través de los bordes de la caja. Una masa de pelos y sangre descansaba en su interior. Los ojos verdes del gato estaban abiertos y por completo opacos. El hocico estaba un poco torcido y se podían ver sus colmillos blancos relucir en medio de la sangre que ya se había oxidado y le daba un aspecto más espantoso todavía al pobre animal. Sabía que no podía mover nada, entonces, se arrodilló y observó la tapa de cartón con cuidado. No había nada escrito en ella; echó un vistazo alrededor en busca de alguna tarjeta, un mensaje, pero no lo halló. Tampoco le hacía falta, sabía perfectamente quién había sido el autor de aquel acto tan atroz. —¡Vaya, nunca habría creído que llegaría a ver ese ángulo de ti! —exclamó Miley al entrar en la sala y ver a su compañero arrodillado con los codos apoyados sobre el suelo y con el trasero hacia arriba. Justin se levanto de inmediato y se acomodó los pantalones. —¡Y todavía no has visto lo mejor! —le respondió él para seguirle el juego. Se arrepintió enseguida, cuando vio aparecer a _______ en la puerta de la cocina. No quería que pensara que estaba bromeando en un momento tan doloroso para ella. Kevin la tomo del brazo y la llevo hasta el sofá. —Habría sido mejor que se quedara en la cocina, _______ —le dijo. —No, no puedo permanecer ajena a todo esto —respondió e intentó recobrar un poco la compostura. Observó por un instante a la mujer que estaba junto al detective y con la que parecía compartir cierta intimidad. Justin se apresuro a hacer las presentaciones pertinentes y cuando el perito forense llegó al lugar, le salió al encuentro y dejó a Miley con los hermanos. —Señorita Carmichael, ¿ha sido usted misma quien ha recogido el paquete? —preguntó Miley y así dio comienzo a su interrogatorio. _______ sacudió la cabeza. —No, no. Esta mañana, antes de irse a su trabajo, Demi me ha dicho que había llegado un paquete. —Tendremos que hablar con ella. —Demi trabaja hasta la tarde, es asistente del Editor en Jefe del Fresno Bee —le informó _______. —La caja no tiene ninguna tarjeta, tampoco nada que indique que haya sido enviada por alguna tienda de regalos —dijo Miley pensativa. Kevin Carmichael frunció el ceño. —¿Está tratando de decir que la han traído hasta aquí personalmente? _______ no pudo evitar alarmarse mientras esperaba la respuesta de la detective. —No lo sabemos; no hasta que hablemos con la señorita… —Lovato, el apellido de Demi es Lovato —respondió Kevin, tan consternado como su hermana. —Sabremos más cuando el perito termine su trabajo —les anunció con seriedad. Los tres lanzaron una mirada al hombre que había llegado minutos antes y que continuaba hablando con Justin Bieber mientras revisaba con cuidado el paquete que contenía la cabeza del pobre Otelo. Lo vieron asentir con un leve movimiento de cabeza y acercarse luego a ellos. Se paró junto a su compañera y miró a _______, que recostaba la cabeza en el hombro de su hermano. —Señorita Carmichael, el perito se llevará la caja con los restos de… —hizo memoria para recordar el nombre del gato—… de Otelo. Ella asintió en silencio. —Justin, deberíamos hablar con la señorita Lovato, ha sido ella quien ha recogido el paquete —anunció Miley y se volvió hacia él. —Está bien. —Será mejor que vayamos cuanto antes. Justin volvió a asentir, pero algo le impedía moverse y marcharse de aquella casa. _______ estaba en peligro y su temor más grande era que ella fuera la próxima víctima. —_______, ¿podríamos hablar un momento a solas? Detrás del dolor que reflejaban sus ojos castaños, Justin percibió asombro. No fue la única. Miley frunció el ceño, intrigada por el extraño pedido que había hecho su compañero. —Podemos hablar en la cocina —respondió ella y se puso de pie. —Perfecto. La siguió a muy corta distancia y, de forma inconsciente, respiró hondo para beber el aroma que despedía su piel, una mezcla floral absolutamente embriagadora. _______ le dio paso y cerró la puerta tras de sí. —¿Qué es lo que quiere hablar conmigo en privado? Justin se pasó la mano por la cabeza antes de clavar sus ojos miel en los de ella. —Señorita Carmichael, _______ —comenzó a decir—, lo que ha sucedido esta mañana ha sido, en verdad, espantoso para usted y antes que nada, quería decirle que lo siento mucho. —Gracias. —No sabemos aún si esto tiene que ver con el asesinato de las tres chicas, pero debemos considerar seriamente la posibilidad de que sea así. _______ se cruzó de brazos para evitar que el temblor se hiciera más fuerte. —Pero ¿usted está seguro de que es él? Justin solo pudo asentir; no le mentiría, no cuando su vida era la que estaba en juego. —¿Y también está seguro de que es solo cuestión de tiempo que venga a por mí? —_______ pronunciaba aquellas palabras como si se estuviera refiriendo a otra persona, como si así lograse apartar el peligro que comenzaba a cernirse en torno a ella. —Es muy probable, sobre todo si se trata del hombre que la secuestró hace cuatro años —alegó mientras se acercaba. Apoyó su mano en el brazo de _______ que seguía contra su pecho. —Debería considerar la posibilidad de mudarse de aquí —le dijo con suavidad. Ella se quedó un instante observando la mano que rozaba su brazo. Sin poder explicarlo aquel gesto había logrado que su temblor desapareciera casi por completo. —No. Su respuesta sonó cortante, como si estuviera segura de lo que estaba diciendo. —Pero… Levantó la mirada y trató de mostrarse serena. —De ningún modo voy a permitir que ese maniático me obligue a abandonar mi hogar, hacer eso sería demostrarle que está logrando su objetivo y no estoy dispuesta a seguir su juego. Justin siempre había admirado el valor en una mujer pero aunque _______ quisiera aparentar entereza, sabía que solo era una mujer vulnerable frágil: una mujer que necesitaba protección. —_______, piénselo. Aún no sabemos cómo ha llegado esa caja hasta usted, pero sea del modo que haya sido, solo significa una cosa —hizo una pausa— él sabe dónde encontrarla. Su mano apretó con un poco más de fuerza su brazo; era placentero sentir la piel suave y tibia de _______ contra la suya. Ella intentó ponerle fin a aquel contacto, no porque le molestara, sino porque estaba provocando un mar de sensaciones que se arremolinaban en su interior. —Usted mismo ha podido darse cuenta de que el lugar en donde vivo es casi una fortaleza, un complejo privado en el que es difícil introducirse sin ser visto; hay vigilancia las veinticuatro horas y cámaras de video por todas partes. —Lo sé, y si él ha estado aquí será de gran utilidad toda esa tecnología, pero de todos modos me sentiría más tranquilo si considerase la posibilidad de marcharse de aquí, apuesto a que su hermano también lo estaría. ¿Por qué no se muda con él? —De ningún modo. Kevin vive en Clovis, es totalmente independiente y no quiero que cargue de nuevo conmigo, fue suficiente que tuviera que hacerlo cuando reaparecí después de mi secuestro. Me cuidó y dejó su propia vida de lado. No puedo hacerle pasar por todo esto una vez más —afirmó y se soltó finalmente con un paso hacia atrás. —No creo que su hermano piense lo mismo, sobre todo si se encuentra usted en una situación peligrosa. _______ negó con la cabeza de manera enérgica. —Le voy a pedir un favor, detective. Justin se preparó para escucharla, pero presentía lo que estaba a punto de pedirle. —No le mencione a Kevin la posibilidad de mudarme de aquí. Lo conozco y no dudará un segundo en llevarme con él. ¿Cómo podía negarse cuando la mirada de aquella mujer parecía calarle hasta el alma? Podría haber protestado e inventar mil motivos y decirle que era por su propia seguridad, sin embargo, la determinación que vio en sus ojos se lo impidió. Intentó tranquilizarse y pensar que, tal vez, todo el asunto de la caja había sido solo una broma macabra, que nada tenía que ver con los asesinatos y con su secuestro. Pero sabía que no era así. —Bien, como prefiera —dijo por fin—. Mi compañera y yo hablaremos con su amiga Demi, pero antes pasaremos por la caseta del guardia para averiguar si ha visto algo y requisaremos las cintas de video. —Está bien. Justin se dio media vuelta y se detuvo cuando ella le toco el hombro. —Gracias —le dijo. Él la miró, y _______ retiro la mano de inmediato, sus ojos marrones podían quemar más que la piel curtida de sus manos. —No me lo agradezca, solo quiero que sepa que no estoy de acuerdo con su decisión. —Lo sé. Miley intentaba seguirle el paso a su compañero, pero entre los zapatos de tacón alto que había decidido llevar esa mañana y el suelo pedregoso, era una misión difícil de conseguir. Se estaban dirigiendo a la entrada de aquel complejo de lujosas viviendas que se parecía a una fortaleza privada, para hablar con el guardia y conseguir algún dato que los llevara a descubrir quién había enviado la caja. —¡Bieber! ¿Sucede algo? —preguntó Miley mientras caminaba un par de metros detrás de él. Justin se detuvo para permitirle alcanzarlo y lanzó un soplido. —Reconozco esa mirada —dijo ella y se puso a su lado—. Estás preocupado y creo saber por qué. —¡Debería haber aceptado mi sugerencia de abandonar este lugar y marcharse con su hermano! —despotricó. No quería estar enfadado, pero la impotencia y la inquietud eran dos sensaciones que solo lograban alterarlo. —¡Cálmate, Justin! —Le dio una palmadita en el hombro. —No puedo, Miley. Sabes mejor que yo, que lo que ha sucedido no es un hecho aislado, incluso antes de obtener las pruebas necesarias para confirmarlo. —Veo que al menos tu olfato detectivesco sigue intacto; lamento decirte que no puedo decir lo mismo de tu objetividad. —¿Qué diablos quieres decir con eso, Cyrus? —Su rostro se contrajo y formó unas arrugas alrededor de sus ojos. —Soy mujer, Bieber. —¡Eso ya lo sé! —Y como tal, puedo percibir ciertas cosas que los hombres pasan por alto. Justin hizo un gesto mientras levantaba ambas manos. —¿Y? —Me he dado cuenta, por ejemplo, del modo en que la miras. —Estudió la reacción de su compañero. —No la miro de ningún modo en especial —refutó y detuvo su andar—. Solo… solo me he quedado impactado por el parecido de _______ con las víctimas. Mentía y lo hacía deliberadamente. —¡Vamos, Justin! Ya sabías lo de su semejanza con las tres chicas muertas, ¡hasta has visto su foto en el expediente del caso de su secuestro! —Sí, pero verla en persona es una cosa muy diferente —se justificó. —Sí, claro, sin duda lo ha sido. —Miley asintió con la cabeza un par de veces. —Mira, Cyrus, esta conversación no tiene sentido y no nos lleva a ningún lado. —Reanudó la marcha—. Será mejor que hablemos con el guardia y veamos si podemos conseguir las cintas. —Sin una orden, lo veo difícil. —Esperemos que ponga un poco de buena voluntad. Se presentaron al guardia y le hicieron algunas preguntas. Les contó que, muy temprano esa mañana, un niño que paseaba en su bicicleta había aparecido con el paquete que, según decía, debía entregar en persona. Les dijo también que nunca lo había visto antes por allí, por lo que dedujeron que no vivía en aquella zona. Cuando le pidieron la cinta de video de esa mañana y el guardia les dijo que la cámara se había estropeado el día anterior, se desanimaron y no tuvieron más remedio que contar solamente con lo que los ojos de aquel hombre, ya mayor, habían visto. Miley anotó la descripción del niño y aunque sabían que sería como buscar una aguja en un pajar, debían aferrarse a cualquier indicio para lograr avanzar en la investigación. —¿Seguro que vas a estar bien, hermanita? Lo que menos deseaba _______ era preocupar a su hermano mayor. Prefirió mentirle solo para tranquilizarlo y evitar que nuevamente se convirtiera en su sombra. —Lo estaré, Kevin —le aseguró. —¿A qué hora regresa Demi? —A eso de las seis. —Bien, me quedare contigo hasta que ella regrese. _______ acarició la mejilla pecosa de su hermano. —No es necesario, Kevin; además, debes regresar a Clovis. Sabes que no me gusta que conduzcas de noche —le recordó. —¿Olvidas quién es el hermano mayor aquí? —Le sonrió y le apretó la mano contra su rostro. —No, pero a veces me hace bien saber que yo también puedo cuidarte a ti. Kevin la abrazó de repente e _______ presintió su temor. —_______, no podría soportar si algo malo te sucediera. No podría volver a pasar por lo mismo otra vez. Cuando desapareciste de la universidad aquella noche, mi mundo se derrumbó por completo y no hubo un solo día durante esos tres meses, en que no me sintiera morir al ver que pasaba el tiempo y no sabía nada de ti. _______ se apartó y tomó el rostro de su hermano entre sus manos. —Lo sé y habría deseado que no pasaras por semejante situación. —Si hubiese ido por ti esa noche nada habría ocurrido. Fue culpa mía. Ella le puso el dedo índice sobre los labios. —Cállate, no digas eso. No vuelvas a repetirlo jamás —le ordenó e hizo un esfuerzo enorme por controlar las lágrimas. Kevin intentó esbozar una sonrisa. —Cuando me llamaron de Loma Linda para decirme que habías aparecido, no lo podía creer; es decir, nunca perdí las esperanzas de que te encontrarían, pero el temor de no volverte a ver era devastador. —Y desde entonces te has ocupado de mí, me has cuidado y has procurado que nada me faltase. —Tenía que hacerlo. Era mi deber, _______; no solo porque soy tu hermano mayor, sino porque solamente nos tenemos el uno al otro. —No sabes lo que has significado para mí, Kevin. Sé que cuando éramos niños peleábamos mucho —odiaba ponerse melancólica. —Sí, ¡sobre todo cuando me sentía el mejor cirujano de toda California y usaba a tus muñecas como mis pacientes! Ambos rieron al traer aquellas imágenes de su infancia al presente. —Recuerdo que tú habías encontrado un modo de vengarte —dijo Kevin y fingió enojo. —¡Era lo menos que podía hacer! —se defendió _______. No podía precisar el número de balones que le había pinchado; solo recordaba lo furioso que se ponía Kevin cuando los descubría debajo de su cama. —¡Se te ponía toda la cara roja de la rabia! —¡Eran mis balones! —¡Y eran mis muñecas! Se volvieron a abrazar, pero esa vez una sonrisa se dibujaba en sus rostros. —Kevin, no es necesario que te quedes —le dijo unos minutos después mientras tomaban un refresco sentados en los escalones del porche. —Déjame hacerlo, _______; además, quiero saludar a Demi. —Bebió un pequeño sorbo—. Hace tiempo que no la veo. _______ observó a su hermano con atención. No estaba muy segura de sus sentimientos hacia su mejor amiga, pero sí sabía que Demi se derretía por él desde que tenía quince años. Siempre había soñado con la posibilidad de verlos juntos y de que un día la convirtieran en tía. —Creo que la última vez fue en su cumpleaños, ¿no? Kevin asintió y desvió la mirada de los ojos suspicaces de su hermana. —¿Sigue tan maniática de la limpieza como siempre? —Como siempre. Deberías ver cómo se altera si dejo una toalla húmeda tirada en el suelo del baño, o si la cocina queda hecha un desastre cada vez que me pongo a preparar algún plato. —Hizo una pausa—. Creo que está en su naturaleza, solo necesita de alguien que le haga ver que su obsesión no tiene sentido. Kevin la interrumpió; sabía el rumbo que estaba tomando aquella conversación. —¿Qué tal tu trabajo en la editorial? —preguntó para esquivar el tema. —Perfecto. Jennie confía plenamente en mi capacidad y me ha encargado uno de los proyectos más importantes que la editorial tiene este año —respondió entusiasmada. —¿De qué se trata? —Sunrise Press va a lanzar una colección de libros de arte y Jennie quiere que no solo me encargue del diseño, sino también de la elección de los contenidos. —¡Eso es estupendo, _______! —Sí, sabes que amo mi trabajo como diseñadora, pero mi verdadera pasión es el arte. —Lo llevas en la sangre. Recuerdo cuando mamá nos contaba que su abuelo era un reconocido artista en Inglaterra, incluso había trabajado para la Reina y había pintado unos cuadros que decoraban una de las paredes del Palacio Real. _______ asintió. Ella misma había escuchado, cientos de veces, la historia del abuelo Henry Forrester, que había vivido en Inglaterra a finales del siglo XIX. Cansaba a su madre pidiéndole que se la contara y anhelaba poder visitar aquel lugar algún día y contemplar las pinturas de su bisabuelo en persona. —Aún tienes pendiente ese viaje a Londres. —Sí. Tal vez el próximo año pueda escaparme y cumplir ese sueño que tengo desde niña —dijo con la emoción instalada en sus ojos. —_______, no quiero quitarte la ilusión ni mucho menos, pero —dejó el vaso de refresco casi vacío sobre el suelo de madera— no podemos hacer como si nada hubiera sucedido. Lo de Otelo ha sido espeluznante, y las sospechas de la policía. —¿Qué es lo que te han dicho? —Cuando el detective Bieber y tú os habéis ido a hablar en privado a la cocina he aprovechado para hacerle algunas preguntas a su compañera. —Kevin. —Estaba preocupado por ti, _______. Debía saber lo que estaba sucediendo. —Había evitado hablarle del asunto pero como la hora de marcharse y dejarla sola se estaba acercando no le quedó más remedio que hacerlo—. ¿Por qué no me habías mencionado nada de los asesinatos? _______ percibió el reproche en sus palabras. —No quería alarmarte, Kevin. Tal vez no tenga nada que ver… —La policía piensa que sí —la interrumpió agitado. No dijo nada, no había nada que pudiera decir para tranquilizar a su hermano si a ella también la asaltaban las mismas sospechas y el mismo miedo. —¿Te quedas hasta que vuelva Demi? —preguntó y buscó su mano para aferrarla entre las suyas. —Me quedo, sí. —Una sensación conocida ya para él lo embargó casi de inmediato. Ambos se quedaron allí, con la mirada clavada en el firmamento, conscientes de que, tal vez, sería solo cuestión de tiempo antes de que todo volviera a ocurrir.
Posted on: Thu, 15 Aug 2013 20:31:55 +0000

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