Capítulo 7 - Buenos días, guapetón. - Buenos días, - TopicsExpress



          

Capítulo 7 - Buenos días, guapetón. - Buenos días, negrita. - ¿Negrita?- Preguntó ella con cara de extrañeza. Él le dedicó una mirada que recorrió todo su cuerpo, como queriendo indicarle que aquel cariñoso apelativo que había usado no era ni mucho menos caprichoso, sino que hacía una clara referencia a su cuerpo moreno. El mismo que había podido recorrer con caricias unas horas antes. - Ya, entiendo. Yo no sé tú, pero yo me muero por probar ese jacuzzi.- Y tras decir eso, se levantó y se dirigió hacia el cuarto de baño, decidida a darse un baño de espuma. Nunca había usado un jacuzzi y desde que la noche anterior lo descubrió, estaba loca por darse un baño relajante. David miraba su contoneo de caderas, embelesado por aquel rítmico movimiento de piernas, que provocaban que las morenas y finas nalgas lo mantuviesen hipnotizado, cautivado ante semejante belleza. Pero algo interrumpió el hechizo, ya que su chica parecía haber tropezado con algo y amenazaba con estamparse contra la pequeña cómoda que había poco antes de llegar a la puerta. Reaccionó rápida y con un veloz movimiento de su brazo izquierdo se apoyó en el mueble, que de no haber estado allí hubiese facilitado una caída inevitable y tonta, muy propia de los habituales programas veraniegos de videos graciosos con que las televisiones nos bombardean en cada estío. David, preocupado por la situación vivida, saltó de la cama y se dirigió hacia su desnuda y ya sonriente compañera. - ¿Qué te ha pasado? - No lo sé.- Musitó ella divertida. - Habrás tropezado con algo, pero salvo los pétalos, no veo nada en el suelo. Todo por culpa mía... - ¡Guapetónnnn! Tú no has tenido la culpa. He estado muy torpe y ya está. No hay que darle más vueltas. Además, si cada vez que haces algo tan romántico como regar la habitación de pétalos tengo que caerme, firmo ya mismo caerme un millón de veces.- Le dedicó una mirada enamorada y le besó sutilmente, tras lo cual lo invitó a meterse con ella en el baño de espuma. Poco después estaban metidos hasta el cuello en un mar de espuma. Él detrás de ella, rodeándola con sus brazos, que aunque no excesivamente musculosos, eran lo suficientemente fibrosos como para dar una imagen de chico fuerte, en forma. Ella gemía de placer, aunque de forma exagerada, como buscando provocar en él una sonrisa, que no tardaría en llegar. Cada vez parecía que se iba abriendo un poco más y Olga disfrutaba con ello, disfrutaba mirando aquella media sonrisa que la traía loca, aunque en esa ocasión la tenía justo encima de su cabeza, que yacía sobre el pecho de David. - Ayer me fijé en un detalle de tu cuerpo que me llamó la atención. - Ya noté cómo me mirabas las tetas.- Dijo ella sonriente, orgullosa de lo que la madre naturaleza le había concedido. - No se te nota el corte del bikini. - ¡Claro! Siempre hago topless. ¿Cómo si no iba a mantener la piel uniforme? - Entiendo, aunque hay un problemilla. - ¡¿No me digas que te encelas...?!- Aunque después de decirlo, entendió que era previsible, conociéndolo como ya lo iba conociendo. Era muy reservado y lo más normal del mundo es que también quisiera reservarse la exclusiva visión de sus pechos. - No es una simple cuestión de celos. Es que no me gusta compartir nada y si muestras tus pechos en público, estás ofreciendo a todos los hombres algo que debería estar reservado única y exclusivamente para mí. - ¡Por favor! ¿De veras piensas que por hacer topless estoy ofreciendo mis pechos a los tíos? - No de la forma que piensas, pero sí, así lo creo. - Pues hijo, qué quieres que te diga, pero a mí me gusta mi cuerpo así y la única forma de mantenerlo es esa o con sesiones de rayos. Con lo que gano en el Súper no puedo plantearme lo segundo, así que seguiré haciendo topless. David se quedó callado, pensativo, como eligiendo con mimo cada una de las palabras que pronunciaría a continuación. - Pretendes cambiar mi forma de ser, pero no eres capaz de hacerme feliz eliminando de tu vida un pequeño detalle.- Dijo con la voz apagada. - ¿Y no te hace feliz verme así?- Preguntó a la vez que se levantaba, se giraba hacia él y se mostraba como Dios la trajo al mundo, salpicada de múltiples formas blancas de aquella abundante espuma, caprichosamente repartidas por su precioso cuerpo. Él la recorrió con la mirada, aunque no dijo nada. Simplemente se dedicó a acariciar sus caderas, bajando hasta las rodillas, para nuevamente subir en sentido inverso y terminar acariciando sus senos, como tratando de eliminar todo resto de espuma, que no hacía sino privarle de observar con total nitidez esos pechos que lo tenían encandilado. - Tus pechos son hermosos con cualquier tonalidad. - Eres todo un torero. No veas como esquivas las curvas... - Tus curvas no las esquivo. En ellas me pierdo.- Y tras decir eso, se reclinó sobre ella, abrazándola por los muslos y posando su cabeza en su barriga. Ella, después de verlo en aquella postura, no pudo evitar acariciarle el cabello, cuidadosamente arremolinado aún, pese a que estaba mojado. Poco antes de las doce de la mañana abandonaban el hotel, previo pago de lo que seguramente sería una factura de considerables cantidades. David no mostraba gesto alguno al solicitar la cuenta y comprobar su cuantía. Pidió a ella que lo esperase sentada en unos cómodos asientos repartidos por el hall. Ella obedeció, pese a que sabía que no era por su comodidad por lo que miraba, sino más bien por su privacidad a la hora de abonar la factura. Cuando se acercó a ella, le preguntó si le apetecía ir a la playa, aunque ella respondió que no llevaba el bañador encima, como era lógico. Deberían ir a Cádiz para recogerlo, ya que aún estaban vestidos con la elegancia de la noche anterior. - Anda, vamos a la galería comercial. - No, David. Ya has gastado mucho dinero.- Respondió ella, tirando de la mano que ya cogía él. - ¿Me vas a hacer el feo? - Guapetón, podemos ir a Cádiz. - Anda, negrita, hazlo por mí. - Vaaaaleeee, pero elijo yo, eh. Después de dirigirse a una de las tiendas repartidas por la zona comercial del lujoso hotel de cinco estrellas, la cara de Olga era de circunstancia, ya que no esperaba ver unos precios tan altos. Al decirle a David que elegiría ella, pensó que habría bikinis de muchos precios, como en efecto sucedía, solo que el más barato no bajaba de ochenta euros. - ¿Te gusta alguno? - Terminamos antes si te digo cual no me gusta, pero son muy caros todos. Vámonos a Chiclana o a Conil, anda. Seguro que los encontramos al menos cincuenta euros más baratos. - ¿En domingo? Anda, elige el que más te guste. - ¡Que no, de veras! Él comenzó a oscurecer su rostro, evidenciando con ello que estaba comenzando a enfadarse, por lo que ella se vio obligada finalmente a hacerse con un bikini violeta, de los llamados brasileños. - Comprueba que tenga parte de arriba.- Dijo él irónicamente. - Descuida, no suelo olvidarme de ella. Cuando duermo en la playa me ayuda a protegerme los ojos del sol.- Respondió ella provocadora, lo cual hizo que él se pusiese serio de nuevo. Un rato después se encontraban en Zahora, un pequeño poblado situado a no mucha distancia del bello Faro de Trafalgar. Tras aparcar el coche en un parking habilitado en pleno campo y a escasos cien metros de la playa, compraron un par de botellas de agua y dos bocadillos en un pequeño ultramarinos que encontraron de camino. Acto seguido se dirigieron a la playa y allí estaban, con un par de toallas sin estrenar y estrenando absolutamente todo lo que llevaban puesto, incluso la bolsa de playa en la que metieron los bocatas y las botellas de agua. Olga se negó rotundamente a comprar también sillas de playa en la tienda del hotel, alegando que con las toallas sería suficiente. Ambos las colocaron con mucho cuidado sobre la arena y tras quitarse la camiseta y despojarse de las chanclas, se sentaron sobre ellas. - No te gusta que me quite la parte de arriba y me traes a una playa semi-nudista. Curiosa forma de proceder la tuya. - Te he traído porque es una playa semi, pero virgen, antes que nudista. - Ya, los calladitos sois los peores. Lo que quieres es ver las tetillas y los chuminillos de las tías, ¿eh, guapetón mío? Él la miró, sin responder, aunque con la mirada lo decía todo. Poco a poco, ella iba aprendiendo a entender las miradas de David, que hablaba más con sus ojos que con su boca. - ¡Que es una broma, hijo! ¡De Jerez tenías que ser, con ese sentido del humor!- Dijo con sorna. - ¿Hablas de esa ciudad que tiene aeropuerto, circuito, campo, espacio, mucho espacio, el centro comercial más grande de Andalucía, etcétera, etcétera, etcétera?- Preguntó él desafiante. - Sí, esa misma que tiene un camino muy bonito y que la lleva a las muchas playas de la provincia, de las cuales carece. Anda, que conmigo llevas las de perder. Él se quedó mirándola con su habitual media sonrisa, aunque rodeada ya de pequeños puntos negros repartidos por su cara, que indicaban que en no mucho tiempo tendría que afeitarse, pese a que a ella le parecía muy atractivo con esa barba de dos o tres días. - ¿Sabes que me vuelves loca cuando te ríes así? Él no pudo evitar marcar aún más aquella encantadora sonrisa. Le gustaba recibir piropos de su negrita, de su chica, su amante y compañera, la que le había roto todos los esquemas, sacándolo de su monótona y cuadriculada vida. - ¡Cualquier día te arranco a bocaos esos labios! Se acercó a él y lo besó con fuerza, tras lo cual se levantó, se quitó la parte superior del bikini y se cuadró frente a él. - ¿Te bañas? ¡Me muero de calor! En vista de que no respondía, observándola impasible con rostro serio, se dio media vuelta y se encaminó hacia la orilla, mostrando a David un detalle en el que no había reparado y es que su chica, además de los pechos, mostraba medio culo por cada lado, con aquel sugerente bikini. La verdad es que la vista era espectacular, pero se sentía incómodo. No le gustaba que nadie pudiese ver más de la cuenta de su chica, pese a que no parecía que nadie mostrase interés alguno por Olga. Estaba como un tren y el bikini violeta realzaba su figura, pero aún así, nadie la miraba. Una de las cosas buenas que tenía aquel bello paraje es que todos los que disfrutaban de él, iban a lo suyo. Nadie se preocupaba lo más mínimo de lo que sucediese a su alrededor. David lo sabía, pero aún así no dejaba de mirar hacia todos lados, como queriendo cerciorarse de que nadie mirase a su negrita. Ella le hizo gestos desde el agua, moviendo sus brazos a modo de invitación, sugiriéndole que la acompañase en aquellas cristalinas aguas, aunque algo frías por la proximidad del Estrecho de Gibraltar. Aunque no muy convencido, finalmente accedió y se pegó un chapuzón, después de ser recibido con salpicones constantes de ella, que no hicieron sino hacerlo enfurecer un poco más. Aunque en realidad le divertía la vitalidad que desprendía cada centímetro de aquella mujer, que lo miraba con una amplia sonrisa, mostrando aquellos dientes blancos y que hacían un bonito contraste con su piel morena. Permanecieron un buen rato abrazados, mirando la belleza del mar azul, con el faro al fondo y el sol como único testigo de sus enamoradas caras. Un buen rato después, cuando estaban terminándose los bocadillos de jamón que compraron cuando llegaron, David exclamó algo, visiblemente molesto. - ¡Mierda! - ¿Qué pasa? ¿Está muy duro el jamón? - No, no es nada de eso. - ¿Entonces?- Preguntó ella expectante. - He olvidado por completo visitar a mi abuela. - ¡Por favor! Pensaba que era algo más importante... - ¡Mi abuela es lo más importante en mi vida!... Buenooo, ya me entiendes... - No hace falta que te justifiques. Nos conocemos desde hace poco más de una semana y yo no aspiro a tanto de momento. - Ya, pero de no ser por ti, no lo hubiese olvidado. - O sea, ¿que la culpa es mía? - No es eso. Es que has cambiado mi vida y pienso en ti a todas horas. Hace un par de semanas no se me hubiese pasado por la cabeza que pudiera olvidar la obligada visita a mi abuela. Es muy especial para mí. - Bueno, eso tiene fácil solución. Cuando me dejes en casa, te acercas a visitarla. - Ya.- Dijo secamente, quedándose pensativo a continuación. - ¿Te gustaría conocerla? - Pues no sé. Llevamos muy poco para que me presentes a tu familia. No se... - Ella no es una simple abuela. Ella es mi mejor amiga. - Bueno, si te hace feliz, visitemos a tu abuela. Por cierto, ¿cómo se llama? - Marta. Está chapada a la antigua, pero a veces suelta barbaridades más gordas que las tuyas. - ¡Eyyy, que yo soy muy modosita! - Ya, ya... Un beso terminó con la conversación y tras eso se pusieron a tomar el sol, a pecho descubierto. David se había comenzado a acostumbrar a verla en topless y lo cierto es que le excitaba un poco verla con aquella naturalidad, con los pechos al aire, brillantes por la crema solar y la finura de su piel. Le encantaban aquellos senos y de no ser porque estaban en un lugar público, aunque nadie los mirase, se hubiese abalanzado sobre ellos, inundándolos de besos y caricias. Pero no era ni el momento ni el lugar, así que cerró los ojos y poco después se quedó dormido. - ¡David! Son las cinco y media y si quieres visitar a tu abuela, creo que deberíamos ir recogiendo. - ¡Joder, me he quedado dormido! - Bueno, tampoco pasa nada. Aún no es muy tarde. No me hace mucha gracia conocer a tu abuela con estas pintas, pero tampoco creo que pase nada por colarnos así. Venimos de la playa y debe entenderlo. - Ya, si no es eso. Es que no me gusta quedarme dormido en la playa, que una vez me robaron la cartera y el móvil. - Pues como ves, la bolsa sigue aquí. De habernos robado, se la hubiesen llevado entera. - Ya veo. Bueno, vamos a recoger, ¿no? - Claro, guapetón. Dame un beso anda, que estás muy guapo con los ojos pegados. Cuarenta minutos después, David sacaba la llave de la casa de su abuela y abría la puerta, tras lo cual llamaba a Marta, como hacía cada vez que la visitaba. - ¡Yayaaaa! ¿Dónde estás? ¡Traigo una sorpresa! Olga no pudo evitar la sonrisa, aunque se puso la mano en la boca, no fuese que apareciera Marta y se llevase una mala impresión al verla riendo, sin saber de qué. - ¿De qué te ríes?- Preguntó David en voz baja. -Me hace gracia que la llames yaya a tu edad.- Susurró también ella. - Pues entonces te partes cuando escuches cómo me llama ella a mí... - ¡Estoy aquí, en la terraza, tendiendo! ¿Qué dices de sorpresa? ¿Ya te has peleado con esa chica, cosita? - ¡No! Precisamente vengo con ella para que la conozcas.- Dijo, a la vez que se volvía hacia Olga, comprobando que efectivamente se partía de risa, aunque apretando fuertemente su boca con la mano, para no estallar y que la oyese Marta. Poco después aparecía Marta, con aquel traje que parecía sacado de un par de viejas cortinas. Feo de narices, por lo que Olga se sintió mejor al comprobar que iban mucho mejor vestidos que aquella mujer, que aparentaba ser bastante mayor, aunque no supo adivinar con certeza su edad. - Buenas tardes, señora.- Dijo con cierto corte. - Marta, me llamo Marta y me gustaría que me llames así. Si me dices señora, me recordarás que tengo ochenta y cuatro años y te cogeré manía. - Como usted diga, Marta. - ¡Tú! Llámame de tú, que yo haré lo mismo contigo, Olga. - ¿Sabes mi nombre? - ¡Claro! ¿O pensabas que me iba a quedar algún detalle por preguntar a mi cosita cuando me dijo que tenía novia? - ¡Yayaaa!- La reprendió él. - Anda hija, dame un par de besos y vámonos al salón. Quiero que me cuentes si te trata bien este bloque de piedra. A mí me ha costado muchos años que se muestre casi como es por dentro. - Pues sí, es un poco serio, pero es muy bueno conmigo.- Dijo mientras besaba a la anciana. - ¡Más le vale! una chica tan guapa como tú no se encuentra todos los días. Y menos aún con tu paciencia. - ¡Si sólo llevamos una semana, yaya!- Exclamó sorprendido él. - Hijo, aguantarte una semana ya es para darle una medalla a esta chica. Y ahora vamos a sentarnos, que estoy hoy fatal con las varices. Una vez sentados en el sofá, Olga lo miraba todo, mientras la mujer buscaba en la tele un canal que le gustase, pese a que le había bajado el volumen al mínimo. Indicó al encender el aparato que le gustaba tenerla encendida porque se sentía acompañada, aunque no la escuchase. Olga reparó en un viejo tocadiscos que había a la derecha del sofá, de los que ya quedarían pocos. A su lado había un mueble de chapa negra, lleno de discos de vinilo, cuyos cantos asomaban desgastados por el paso del tiempo. - Échale un vistazo si quieres. Olga le hizo caso y después de levantarse y situarse frente al mueble, fue extrayendo alguno de aquellos viejos vinilos, que dejaron instalada en su cara una sonrisa, como si hubiese descubierto un viejo enigma. Y no era para menos. Sin preguntar, creía haber adivinado de dónde provenía aquella pasión por la música clásica que tenía su chico. - Ya has descubierto la vieja colección de la abuela, ¿no?- Preguntó David, que llegaba de la cocina con una bandeja, en la cual portaba tres tazas de café, con sus respectivas cucharas y un azucarero. - Pues sí. Ya veo de donde viene una de tus pasiones. - David se crió entre obras de Mozart, Vivaldi o Bach. A mi Paco le encantaba la música clásica y se pasaba horas y horas escuchándola en su vieja mecedora. Me dio mucha pena tirarla, pero se estaba cayendo a pedazos. Al menos conservo los discos y suenan aún. Pon uno si quieres y sabes utilizar el tocadiscos, que igual eres muy joven... - Mi padre tenía uno cuando yo era chica y a veces me ponía cuentos en discos pequeños, hasta que comencé a ponerlos yo sola y terminé rayándolos todos. Se puso a rebuscar uno tras otro, hasta que finalmente llegó a uno que conocía y que siempre le había encantado. Incluso bailó aquella música en una fiesta del colegio, cuando no tenía más de seis o siete años, ya no se acordaba. La música se hizo dueña del silencio y poco a poco fue recorriendo hasta el último rincón de aquel viejo salón. - Buena elección.- Dijo David, encantado de que su chica conociese algo de la música que le apasionaba. - Aunque no lo creas, cuando era pequeña bailé El lago de los cisnes de Chakroski. David soltó una carcajada, después de oír aquel nombre. Su abuela lo miró con cara de enfado y se dirigió a él, como acostumbraba hacer cuando le propinaba una de sus habituales bofetadas. - ¡No te pego porque no me llego! Sé un poco más considerado con la chica, que hasta no hace mucho tiempo te pensabas que Beethoven era sólo un perro que había hecho varias películas. Olga sonrió, aunque cuando David la miró, se puso seria de nuevo, como fingiendo estar enfadada porque la primera carcajada de David hubiese sido motivada por un fallo de ella. - Perdona, negrita mía, pero es que me ha hecho gracia que llamases así a Tchaikovsky. No volverá a pasar. - No pasa nada. Sabes que soy como soy y no me enfado por esas tonterías. Y si encima supone verte reír así, lo diría un millón de veces. - Hija, en eso llevas razón. En los treinta y siete años que hace que lo conozco, jamás lo había visto reírse así. Ni cuando le hacía cosquillitas en los huevos esos gordos que tenía con sólo unos meses. Ojalá te hubieses cruzado en su vida mucho antes. Los tres se rieron y luego se dispusieron a tomar el café, tras lo cual, Marta bombardeó a Olga con preguntas de todo tipo. En un par de ocasiones atizó a su nieto y la chica estalló de risa ante la ridícula situación. Aquella mujer le estaba cayendo bien y supo que harían migas si aquella relación se prolongaba en el tiempo. Ambas eran espontaneas, completamente opuestas a David, que pensaba, pensaba y pensaba cada palabra que salía por aquellos labios carnosos. Pero algo estaba cambiando en él. Esa chica le había dotado de una chispa en los ojos que su abuela no había visto jamás, pero que no se le había escapado en el tiempo que la pareja estuvo charlando con ella. Cuando se fueron, la anciana permaneció largo rato sentada en el sofá, pensando feliz que por fin parecía que su nieto se había espabilado. Aquella chica parecía una buena chavala, pero aunque estaba casi convencida de que terminarían pasando por el altar, seguía teniendo un mal presentimiento que la acompañaría por mucho tiempo. De hecho, esa noche no la abandonó, hasta que se quedó profundamente dormida en el sofá, para encaminarse dos horas después hacia la cama, cuando se despertó con dolores por todo el cuerpo, causados por aquellos viejos cojines.
Posted on: Thu, 04 Jul 2013 16:36:48 +0000

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