Capítulo V Hechizo El caballero apretó el paso, estaba recordando más de lo que quería, las lágrimas escurrían de manera desmedida por su rostro, lo advirtió demasiado tarde. Lloraba, lloraba y no podía remediarlo, el recuerdo lo invadió y ese recuerdo desató más recuerdos hasta centrarse en aquel que le devastó por completo. Fue tan rápido, tan fugaz, ¿Qué le deparaba a la Comuna si todos los amores fueran así de efímeros? ¿En realidad era tanto pecado amarse? ¿Era ella, acaso, una mujer tan prohibida? ¿Por qué negarle la posibilidad de ser feliz? ¿Por qué esa hambre de poder del gobernador y de Jano? ¿Por qué? ¿Por qué? Aquella mañana todo sucedió tan rápido, el caballero despertó porque había comenzado a sentirse observado, al abrir los ojos miró a Helena preparando su daga para darle una nueva estocada, para evitar ser lastimado la contuvo, ella hacía fuerzas para lograr que la daga penetrara en su piel. En el forcejeo, el caballero, consternado le hablaba para que entrara en razón y soltara la daga “Amada, ¿me reconoces? Estoy aquí, a tu lado, todo va a estar bien, suelta esta daga, todo va a estar bien, todo va a estar bien, todo va a estar bien…” Helena recuperó la calma, y dejó de hacer fuerzas; el caballero, al verla calmada, la soltó, al verse libre volvió a atacar, esta vez lastimándole el antebrazo derecho, el cual ocupó para protegerse el rostro. Como acto reflejo, el caballero lanzó un golpe que le dio a Helena de lleno en el estómago, sacándole el aire y dejándola en el suelo. Se levantó, seguía sintiéndose observado, miró, buscó por varias partes y vio, a lo lejos, al Sacerdote de la Comuna escondido, sumido en una especie de trance, le miró abrir los ojos y huir. Una sensación de escalofrío recorrió el cuerpo del caballero. El pasado y el presente se estaban superponiendo y no tenía idea del por qué sucedía eso: antes no había encontrado al sacerdote, y ahora lo estaba mirando huir, él había sido quien había ocupado a Helena como títere para separarlos, si no hubiese sido por él, si lo hubiese visto antes, existía la posibilidad de que aún siguieran juntos. “¿Qué demonios pasa?” se preguntaba el caballero, confundido, desubicado, entre el ayer y el ahora. “Ella se fue, ella ya no está, ¿por qué aún la veo?” gritaba, seguía sin comprender cómo pudo acabar todo tan repentinamente…
Posted on: Sat, 23 Nov 2013 07:05:50 +0000
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