Carito Armas Luchoesto es lo k te toca ati pequeña Al tenor de - TopicsExpress



          

Carito Armas Luchoesto es lo k te toca ati pequeña Al tenor de esta exposición se plantea la pregunta, qué tipos de problemas son los más críticos para el desarrollo sostenible y cómo la ciencia se puede movilizar mejor para darles respuesta. Los retos que afronta la ciencia en la búsqueda de la sostenibilidad no son solamente de tipo técnico; así, los aspectos empíricos y de metodología científica son retos fundamentales en el logro de un mejor entendimiento de nuestro medio natural y de los sistemas complejos del planeta. Finalmente, existen también aspectos de tipo moral y de procedimiento en la definición del rol del conocimiento científico y de las innovaciones que afectan a la gobernabilidad de los riesgos ambientales y tecnológicos, en relación a una gestión sostenible de los ecosistemas y a una comunicación efectiva de la información científica, en el logro de esos fines. Los avances científicos están abriendo nuevos dominios en la innovación de potencial tecnológico, con potenciales consecuencias para la salud humana, la oferta energética, la producción de alimentos y la ingeniería ambiental. Estos campos de conocimiento avanzado conllevan muchas esperanzas para la humanidad, pero al mismo tiempo, ciencia y tecnología traen nuevos azares a la sociedad y nuevos retos para asegurar la calidad. Los recursos financieros destinados al desarrollo sostenible siguen siendo extremadamente limitados, y muchas veces condicionados; el acceso de las naciones más pobres a las tecnologías ambientalmente idóneas continúa siendo sumamente restringido; no se han registrado modificaciones sustanciales en los patrones insostenibles de funcionamiento socioeconómico global; y consecuentemente, se han agravado muchos de los problemas ambientales locales, regionales y globales que afectan a la humanidad. En lo referido a la transferencia internacional de tecnologías ambientalmente idóneas, el requerimiento de un mayor acceso de los países subdesarrollados a los nuevos adelantos tecnológicos continúa chocando con las nuevas estrategias corporativas y las actuales políticas comerciales de los países industrializados, que tienden a imponer normas más estrictas y uniformes para la protección de la propiedad intelectual; como se refleja en los resultados de la Ronda Uruguay y en las directivas de la Organización Mundial de Comercio. Hasta el momento, a nivel internacional, se ha avanzado preferentemente en el desarrollo de tecnologías ambientales de fase final, destinadas a controlar la contaminación una vez que esta se ha producido; en lugar de dar mayor prioridad a aquellas tecnologías limpias orientadas a reducir sustancialmente la contaminación, desde las primeras fases del ciclo productivo, o a eliminarla cuando sea posible y que, por tanto, suponen cambios significativos en los patrones de producción y consumo. Según algunas estimaciones, el mercado global de las tecnologías ambientales a finales de los años 90 era del orden de los 500 mil millones de dólares; y la mayor parte de este monto correspondía al comercio de tecnologías de fase final. Una característica de los nuevos dominios de las innovaciones científicas es su intervención en procesos biológicos complejos y ecosistemas, donde asegurar la calidad en términos de resultados es casi imposible. Esta dificultad requiere cierta reflexión, durante mucho tiempo se ha reconocido que las actividades de producción industrial, consumo y agricultura intensiva podían producir efectos indeseables o negativos en ecosistemas y en la calidad ambiental. Lo que se ha enfatizado, más recientemente, es que algunas de esas consecuencias adversas pueden tener un horizonte temporal de muy largo plazo, efectos irreversibles y una muy difícil gestión. En estos momentos, debemos aceptar e internalizar la preocupación de que las intervenciones científicas en procesos naturales complejos pueden constituir una fuente propia de generación de problemas, que afecten no solamente al medio natural sino también a la salud, al sustento de la población y las perspectivas económicas. Estos hechos son claramente observables en los riesgos que conllevan la industria nuclear y las aplicaciones de biotecnología basadas en ingeniería genética; observándose también en el complicado y frágil sistema de producción de comida y comunicación de los que dependen las sociedades modernas. Así, muchos de los logros en el proceso de incremento de la productividad dentro de la industria agro-alimentaria dependen de una permanente utilización de pesticidas químicos, fertilizantes, semillas híbridas o genéticamente modificadas. Estos desarrollos tecnológicos pueden afectar sobremanera la vulnerabilidad de los sistemas de producción alimentaria ante cambios tecnológicos, naturales o económicos. La producción intensiva está también, en muchas regiones, produciendo negativas consecuencias para la calidad de las aguas y suelos, viéndose afectadas sus productividades a largo plazo. Los problemas complejos como la salud, el medio ambiente, entre otros, han demostrado los límites de la capacidad de la ciencia de predecir y controlar. Un testimonio son los problemas globales como el cambio climático. Se observa que antiguas enfermedades que se consideraban extinguidas reaparecen y se multiplica el número de nuevas enfermedades; se producen accidentes nucleares; el caso de las vacas locas demuestra la vulnerabilidad de los controles tecnocientíficos y los desastres ecológicos ocurren a diario. Todos estos ejemplos son también el resultado de los procesos de industrialización que la tecnología ha hecho posibles. La Revolución Verde es un claro ejemplo de destrucción ambiental asociada al avance tecnológico. Las actividades industriales y agrícolas provocan cambios en los ciclos biológicos, químicos y geológicos que perturban los sistemas naturales. Asistimos a la desaparición de especies, contaminación del aire y del agua, el agujero en la capa de ozono, sequías y exceso de lluvia, inundaciones, huracanes, tsunami, entre otros. Se observan un montón de paradojas: los plaguicidas crean plagas, los antibióticos hacen surgir nuevos agentes patógenos, los hospitales son focos de infección, el desarrollo agrícola aumenta la brecha entre ricos y pobres. Se abre paso la convicción de una nueva conciencia de la ciencia, sistémica y humanista, que asimila la incertidumbre y los compromisos con los valores. La comprensión de la complejidad se abre paso. Los problemas ambientales, entre otros, plantean a la ciencia y la sociedad problemas nuevos. El ideal de la ciencia libre de valores; la ingenua idea de que a partir de los hechos científicos es posible extraer conclusiones inapelables y de ellas deducir acciones y políticas incontestables, está en buena medida descartada. Ahora se admite que la ciencia y las políticas que en ella se asientan, se vinculan estrechamente con los valores que guían las decisiones; en muchos casos carecemos de respuestas únicas y completas y en consecuencia, es preciso aprender a lidiar con la complejidad, la incertidumbre, el riesgo. En materia ambiental con frecuencia no es posible explicar y predecir sobre la base de teorías probadas; frecuentemente sólo es posible tener modelos matemáticos, simulaciones por computadora, soluciones aproximadas. A este tipo de práctica científica, envuelta en valores en conflicto, incertidumbre y riesgos, algunos autores prefieren denominarla “ciencia post-normal”, en alusión a una época en que la norma para la práctica científica podía ser la solución rutinaria de problemas sin considerar cuestiones éticas, políticas o metodológicas complejas (Funtowicz y Ravetz, 1997). Una lección a aprender es que la relación entre los avances en la ciencia y las tecnologías científicas, por un lado, y el desarrollo sostenible por otro, es compleja, ambigua y presenta múltiples facetas. Simplemente, el reconocimiento de los límites ecológicos en términos de producción y consumo económicamente sostenibles conllevan que “más output” no es lo mismo que “buen output”, así, no necesariamente más conocimiento científico expresado en innovaciones científicas tendrá como resultado una sociedad más sostenible. Ante todo esto se deben plantear importantes cambios en la relación existente entre los problemas afrontados por la ciencia y las soluciones científicas que sean necesarias. Algunos de estos cambios son: • La Ciencia no debe ofrecer el ‘beneficio’ de nuevos descubrimientos y aplicaciones, como un tipo de valor añadido para la inversión. • En cambio, debe jugar el papel de intentar rellenar un déficit de conocimiento ante el crecimiento de la preocupación por problemas como la contaminación de las aguas, desechos radiactivos, disminución de recursos renovables, cambio climático, otros aspectos de la contaminación atmosférica y efectos en los hábitat terrestres y acuáticos. • Cada vez más, los análisis se desarrollan con el fin de contribuir a respuestas políticas o tecnológicas. A este respecto, se puede hablar de una actividad científica diseñada con el fin de servir a los fines del desarrollo sostenible. • Sin embargo, esta “ciencia para la sostenibilidad” tendría que ser una ciencia orientada a problemas, así como generadora de curiosidad o dirigida a un objetivo; dirigirse a los problemas claves para la sostenibilidad, sin considerar su capacidad para encontrar una solución tradicional. Estas cuestiones incluyen complejos y difíciles problemas, sin olvidar aquellos en los que nuestro conocimiento esta afectado por la incertidumbre, la ignorancia y el conflicto de valores. Una de las implicaciones que se deducen es que dentro de las prioridades de la ciencia se debe analizar si la ciencia puede contribuir efectivamente al desarrollo sostenible. Este es un mensaje que se tiene que comunicar a sí misma la comunidad científica; la práctica científica no esta básicamente libre de valores, pero tiene que encontrar sus justificaciones en referencia a las preocupaciones sociales prevalecientes. El objeto del ámbito científico, en este nuevo contexto, podría bien ser el de impulsar el proceso de resolución social del problema, incluyendo la participación y el aprendizaje mutuo entre los agentes involucrados, en vez de la búsqueda de soluciones definitivas o implementaciones tecnológicas. En este sentido, las orientaciones normativas de desarrollo sostenible deben guiar el trabajo científico hacia innovaciones tecnológicas que respeten los valores fundamentales de sostenibilidad, tales como la resistencia de los ecosistemas locales, la mitigación de los impactos provocados por el cambio climático, la eficiencia energética, la seguridad alimenticia impulsando, al mismo tiempo, la capacidad de las poblaciones locales de influir en los procesos de resolución de problemas. Una parte importante de las ideas aquí sugeridas, es el diseño e implementación de procesos de acuerdos sociales para asegurar la calidad del conocimiento científico y de las implementaciones tecnológicas. Esto nos dirige al resurgir de nuevas instituciones sociales que desarrollen la función de asegurar la calidad. En este estilo de ciencia, el conocimiento de un lugar específico y los recursos de las comunidades locales necesitarán ser integradas de forma complementaria al conocimiento universal de la práctica científica tradicional. La Ciencia en el contexto de la complejidad ambiental El gran éxito de la ciencia europea moderna fue la simplificación de la complejidad. El conocimiento abstracto, normalizado, dominó los particulares éxitos y procesos naturales. Sabemos ahora que por este éxito se pagó un precio. ¿Cuál fue este precio? La creencia de los fundadores de la ciencia moderna fue que la ignorancia sería conquistada por el poder de la razón. La incertidumbre era resultado de las pasiones humanas. La tarea de la ciencia era la creación de un Método que asegurara la separación entre la razón y la pasión. Su objetivo era el descubrir los puros hechos duros, no contaminados por sistemas de valores blandos. El incipiente método científico incluía los siguientes supuestos: el sistema de la naturaleza podía ser dividido en componentes aislados casi estables, y los objetos de estudio podían ser separados del sujeto que los estudiaba. Eso ha dado como resultado una ciencia dividida en disciplinas (que es la base del sistema universitario) y el mito de una ciencia neutral, libre de valores, que legitima a los expertos. Al mismo tiempo que Europa conquistaba nuevos mundos, la ciencia moderna conquistaba a la Naturaleza: ambas conquistas están interrelacionadas. El éxito de la ciencia dio al Estado moderno un modelo legitimador en la toma de decisiones racionales. El descubrimiento de los hechos verdaderos llevaba a tomar las acciones correctas. En otras palabras, lo Verdadero conducía al Bien. La racionalidad se convirtió en sinónimo de racionalidad científica y el conocimiento fue sinónimo de conocimiento científico. Otras formas de conocimiento y otras apelaciones a la racionalidad, como el conocimiento práctico agrícola, medicinal o artesanal, fueron consideradas de segunda categoría. El sistema científico recientemente ha dado a la sociedad moderna una nueva comprensión de la noción de peligro, etiquetando las situaciones de peligro como riesgos sometidos a una evaluación probabilística cuantitativa. La gestión de los riesgos corresponde a los sistemas expertos, es decir, a la ciencia, a la tecnología basada en la ciencia, y a los expertos científicos. Se trata de un mecanismo diseñado para que parezca puramente racional, pero la pasión está implícitamente presente en los juicios de valor que disimulan o se imponen sobre las muchas incertidumbres científicas. Es la pasión y no la razón, la que da el contexto de confianza que hace falta para que la gestión del riesgo pueda funcionar bien. Algunos episodios recientes, como la enfermedad de las vacas locas (BSE), muestran que el mecanismo que permite traducir el peligro en riesgo es ahora frágil, poniéndose en cuestión los métodos que permiten plasmar lo desconocido en términos cuantitativos o de control. Los intentos de los funcionarios para tranquilizar al público sirven sobre todo para confirmar que existe un peligro. El supuesto tradicional de que la ciencia sólo puede llegar a lo Verdadero, está ahora en entredicho. Más por lo general, se difunde el sentimiento de que el sistema científico (incluida la tecnología basada en la ciencia) es responsable de muchos de los problemas que percibimos en el ambiente natural y en nuestra salud. La sociedad percibe también la conexión entre ese sistema científico y una ciencia económica que privilegia el crecimiento económico como la única forma de desarrollo, olvidándose de las cuestiones de equidad y justicia, y que adopta un despreocupado optimismo tecnológico. Así pues, el Bien que deriva de la ciencia, también está en entredicho. Si éste es actualmente el estado de la cuestión, podemos preguntarnos lo siguiente. ¿Sí la ciencia y la tecnología han creado esas patologías en nuestro sistema industrial, serán esas mismas ciencia y tecnología las que contribuirán a solucionarlas? Si la
Posted on: Tue, 05 Nov 2013 00:51:10 +0000

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