Carlos Pereira JOAN MIRÓ, EL PINTOR SIMBÓLICO Joan Miró - TopicsExpress



          

Carlos Pereira JOAN MIRÓ, EL PINTOR SIMBÓLICO Joan Miró fue un pintor al que se ha hecho poca justicia, acaso porque dicen que decepcionaba hablar con él, ya porque no se explicaba ya porque no se explicaba bien; en definitiva no convencía. Pero estuvo junto a los grandes, se integró en las vanguardias. Y a pesar de su timidez trabajó en el lienzo con tesón y capacidad y sorpresa. Su obra es uno de los viajes más fascinantes por el siglo XX, y además una de las evoluciones personales, artísticamente hablando, más singulares que ofrece el arte contemporáneo. Es sin duda el mejor de los pintores catalanes. Esa catalanidad que hace que siendo diferentes se parezcan Dalí y él, y que incluso Miquel Barceló -quien físicamente se le parece- sea casi un hijo artístico suyo. Miró a medio camino entre lo femenino y lo masculino, entre el clasicismo y las vanguardias, entre el campo y la ciudad, entre Europa y América, desarrolló una obra pictórica que fue dejando lastre con el paso del tiempo y que mediante la creación de un alfabeto propio, a través de sus símbolos –a veces casi freudianos- elaboró una pintura cada vez más sencilla: llevando las formas a las líneas, los colores a los elementales, la composición al minimalismo… todo en extremo elegante y sutil. Lo simple resumiendo la complejidad previa de un trabajo por eliminación de elementos superfluos. Si fue un surrealista o un cubista o un fauvista o un expresionista… dejó de serlo para ser Miró, un pintor con impronta propia y veraz. Un pintor de mensaje claro y preciso, de juego honesto con los pinceles, que ofrecía lienzos compuestos para ser entendidos por los demás con las claves propias inventadas por él. Otros artistas son así, pongo por caso al Aduanero, o Chagall que parece no haber salido nunca de Vitebsk, o Léger, o incluso Hopper y sus alienados protagonistas siempre buscando la luz, o más cerca en el tiempo Botero, acaso anastomosado con García Márquez. Sus constelaciones, esa mística laica en que deja hablar a las estrellas de su orden, o el mundo de la masía transbordado hasta el extremo de lo elemental y donde cada uno de sus elementos por sí –como guiados por los propios recuerdos del pintor ante todo y por qué no por “El cuaderno Gris” de Josep Plá- viajan hasta nuestro intelecto para mostrarnos un mundo mínimo y riquísimo, pequeño y grandioso, íbero, onírico. Esa actitud suya de burgués catalán y mediterráneo, algo renegado, que se permitió viajar y vivir en París, cuando París era la capital del mundo intelectual, más que elegir se obligó a usar los colores más fogosos de la paleta: y el sol, y el mar y sus olas… porque a Miró no se le escapa una curva ni una línea, y se le va toda la materia en el trazo negro de una raya, permaneciendo aun así en el lienzo su pretérita presencia sólida y tridimensional de árbol, de mar, de casa, nos ofrecía unos jeroglíficos apabullantes de belleza y rigor y solvencia. Sí, Miró, hablaba por signos, como los mudos… elocuente pues.
Posted on: Wed, 20 Nov 2013 21:26:33 +0000

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