Cartas Hace ya 3 años que vine a Lima, tengo 18 y trabajo - TopicsExpress



          

Cartas Hace ya 3 años que vine a Lima, tengo 18 y trabajo ayudando a un ingeniero hidráulico, don Tomás. Él es muy bueno conmigo, es como el padre que no tengo desde los 6. Mi padre, lo único que recuerdo de él es cuando me llevaba en sus hombros, lo único que sé de él es lo que me cuentan, dicen que era muy bueno, era el mejor amigo, y el mejor esposo. Un fin de semana, don Tomás me invitó a ir a la playa, él iría con toda su familia y quería que lo acompañe yo también. Al principio me negué pero al final terminé aceptando. Ahí conocí a Guadalupe, su hija, una chica blanconsita de 17 años de cabello ensortijado (amo su cabello). Pasamos casi todo ese día juntos, con el mar, el cielo y la arena, no podría ser mejor. De pronto le cogí la mano y la besé. Me dijo que yo le agradaba, que le gustaba, que también sentía algo, pero no debería pasar. Lo que pasaba era que se estaba preparando para ser monja. No pudimos conversar más pues su padre nos encontró y ya era hora de irse. Desde ese día ella venía todos los días al taller, decidimos ser amigos y me prestó una biblia y siempre me dejaba como tarea leer algún capítulo. Pero la verdad era que necesitaba más el amor de ella que la de Dios. Don Tomás me pedía de favor que acompañe a su hija hasta su casa. Salíamos del taller como desconocidos, y a penas dejábamos de ser perceptibles de alguien conocido, nos íbamos abrazados hasta el momento en que teníamos que despedirnos. Eso pasaba todos los días, era nuestra oración. Pero esa oración dejó de ser pronunciada un día, cuando dijo que dentro de 3 días tendría que partir. Se iría a Cajamarca a seguir con su vocación. A penas llegué a casa ese noche empecé a escribirle una carta, explicaba que a pesar de su decisión yo nunca la dejé de querer, que ahora que comprendía que no la iba a ver más, comprendía con más determinación lo que sentía, que si su vocación era Dios, mi vocación no dejaba de ser ella. Le escribí tantas cosas que al final la carta fue sellada por una par de lágrimas. La doblé y la metí entre las hojas de la biblia. Se la entregué apenas amaneció, y mi plan era que la leyera al terminar su viaje. Mi sorpresa fue cuando llegó al día siguiente con lágrimas en los ojos y con la carta en la mano. Dijo que al leer la carta, se le aclaró todo, que quería estar conmigo. Que de todas maneras tenía que viajar pero que ya no iba a ser monja, me pidió que le mandara cartas y que esperara su regreso. Obviamente yo acepté y le prometí que iría a la agencia a despedirla. Estuve a la hora que me indicó y no había nadie, empezaba a creer que me había equivocado de agencia cuando de repente vi entrar a don Tomás y sorprendido me preguntaba que estaba haciendo ahí, y todo nervioso lo primero que se me ocurrió decir era que había despedido a un tío. En eso llegó Lu y rápidamente se empezó a despedir de todos, yo estaba un poco alejado sin saber que hacer. Ella se me acercó y me abrazó muy fuerte mientras ponía una nota en mi bolsillo. Subió al bus y me miraba, noté verla llorar, y yo me ponía fuerte para no hacerlo también. Supongo que después de ese día toda su familia habría sospechado algo. En la nota que me dejó estaba la dirección de dónde iba a vivir, y decía que el primero que pueda ir por el otro lo iba a buscar. En un primer momento nos enviábamos cartas muy seguido, después fui perdiendo ese interés. Me sentí tonto, la última carta que le envié, la veía caer al buzón mientras ya estaba arrepentido de haberla mandado. Dejé de trabajar en ese lugar porque decidí poner mi propio taller, y no supe más de esa familia ni de Guadalupe. 5 años más tarde llegué a un corralón humilde, muy rústico. Yo venía a gran velocidad con mi Mustang rojo de 8 cilindros y cuando me estacioné levanté una tormenta de polvo. Salió de ahí un joven molesto, pero inmediatamente me reconoció, era el hijo de don Tomás. Le pregunté que fue de su padre y con tristeza me dijo que poco tiempo atrás se lo llevó un cáncer. En eso escuché mi nombre en un susurro, era Lu cargando a su hija. Sorprendidos pero emocionados comenzamos a conversar y a conversar. Me invitó a su casa, dijo que su esposo no estaba y que podíamos aprovechar. Yo solo atiné a decir: "te hubiese preferido monja".
Posted on: Wed, 14 Aug 2013 23:39:53 +0000

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