Colibrí (extractos I) Ayer fui a desayunar a la luna y volví - TopicsExpress



          

Colibrí (extractos I) Ayer fui a desayunar a la luna y volví contemplando al vecino sol desde la ventanilla del tren. El viento corría juguetón y hacía bailar a las ramas tiernas de los árboles. Las grandes hojas verdes me acariciaban el rostro asomado por la pequeña ventana. Por un momento, me sentí jirafa y quise comer aquella vegetación. Divertida con esa idea, me recosté en el asiento, acomodando mi bolso contra el marco de la ventanilla, para improvisar una almohada. El ruido del subterráneo me despertó súbitamente. Había llegado a la parada. Era aquel mismo que un mes atrás había descarrilado llevándose la vida de veinte personas. Ahí no existían trenes que llevaran pasajeros desde la luna a la tierra en plácidos viajes. No se encontraban demasiados sueños ni ideas graciosas como ser jirafas y comerse hojas de árboles, estirando el cuello desde una ventanilla. Solo había oscuridad y ruidos estrepitosos, de esos que dañan los oídos. Todo era una carrera loca que podía costarte la vida en cualquier momento. Y tu vida no valía nada. (...) Llegar a casa no era nada grato, porque en general continúa siendo poco grato para las madres y los padres, que seas lesbiana. En circunstancias poco placenteras y con ataques constantes de por medio, es muy difícil soñar. ¡Ni ganas de ser jirafa te quedan! Y te van asfixiando de a poquito toda ilusión de viajar a cualquier luna. Yo sigo recordando las exquisitas palabras de una artista y activista travesti que conocí una vez. Ella dijo que hay que ser colibrí. ¡Qué hermoso volar! Volar, volar… Ella fue colibrí para mí. La admiré, su voz me envolvió, su mensaje me penetró y sentí su fuerza, toda su fuerza. La gente no se anima a ser colibrí. Yo quiero serlo. (...) Las tinieblas y los ruidos estruendosos. La nena de once años que vende pulseras, aritos y libritos para niños, todos los días hasta las diez de la noche. El relámpago y otra masacre. Esta vez fue un tren. Cuarenta muertos. No era el tren de mi sueño. Esto más bien es una pesadilla. Lo malo es que estoy despierta. El mundo puede llegar a parecer un gran manicomio en el que aplican métodos tan retrógrados como morbosos y sádicos. Me sangra la nariz. La sangre no deja de correr. El baño diminuto que encontré en un bar de mala muerte, está sucio, tiene el lavabo roto y el foco hace cortocircuito. Afuera, en la vereda, apostado junto a la entrada del bar, un hombre toca el bandoneón. … “Sur, paredón y después…” Me gustan los tangos. Lástima que sean, en general, tan machistas. Mi preferido es Malena y quisiera escucharlo cantado por Adriana Varela. “Me encanta el tema que está pasando en la radio”, dice mi compañera señalando el aparatito a pilas del hombre de las garrapiñadas. Hoy me dieron un ascenso en el trabajo. Comencé a tomar nuevas tareas. Lo extraño de la promoción es que no se estableció ningún aumento salarial acorde a mi nueva categoría, que implica más responsabilidades. Un policía armado, luce su impunidad con paso pausado y firme. “Redes de trata, narcotráfico, desarmaderos de autos, asesinatos de pibes en las comisarías… ¿Qué les falta a estos?”. “Están en todas”, responde mi compañera. “Sí. Y para colmo, su única razón de existir es cuidar los intereses de los poderosos. Por eso siempre están listos para moler a palos o a balazos a cualquiera que salga a las calles a reclamar”, agrego yo. “Sí, es cierto”, dice ella. “Ni estos ni sus jefes sirven para nada. ¡Qué lindo sería un mundo sin canas, ni milicos ni patrones!”. Terminamos la jornada cinco minutos antes. Puede que no sea mucha la diferencia, pero se vuelve realmente valiosa. Por un instante, siento que estoy recuperando cinco minutos de mi vida. Es cruel darse cuenta de que esos dichosos minutos no son nada, porque todos los días la regla es la inversa: cada uno de los seis días laborales que tenemos, termina cinco o diez minutos más tarde del horario correspondiente. Ironías de la vida. … La primera vez que me sentí atraída por una mujer, fue hace mucho tiempo. La primera vez que ame a una mujer, fue poquito después. La primera vez que salí a la calle tomada de la mano de una mujer, recibí los primeros insultos. Pero a la joven amiga que me visitó hace unos días, una adolescente con mucha determinación para escupirle al mundo todas las verdades y pisotearle las hipocresías, le fue mucho peor. Quedó hospitalizada a causa de los golpes propinados por su hermano. Eso ocurrió cuando el desgraciado la vio travestida y feliz con el nuevo nombre que había escogido. A muchas y muchos otros, se les complicó todavía más: hoy están muertos. … Me subí a una nube. Flotaba. Vi que un pájaro planeaba más abajo. Me acosté en mi plataforma blanca, que se iba desmoronando. Estiré el brazo lo más que pude y llegué a rozarlo con mis dedos. Él me miró por unos segundos, y siguió su viaje. La nube no dejaba de desarmarse. Pequeños pedacitos blancos se desprendían y evaporaban. De repente, caí a otra nube, luego a otra y a otra. Finalmente, apoyé los pies en una pradera verde y observé, llena de felicidad, que la tierra era de todos. Pero la realidad golpea… y las noticias mostraban el último operativo que había expulsado a familias enteras de un predio. Lo único que querían eran viviendas. Los muertos fueron dos y los heridos diez. No es fácil subirte a una nube y tampoco lo es asentar los pies en una pradera tan linda como en la que estuve yo. Pero quizás podríamos dibujar todo con unos aerosoles. Quedaría un hermoso mural que, con suerte, encontraría un rincón en la memoria de todos y se convertiría en un anhelo posible de muchos. Me alegra saber que otros, antes, mucho antes, se atrevieron a desafiar los trazos de esta sociedad, delineados con tanto afán. Fueron sólo ensayos. Habrá que seguir ensayando. Me subí a una nube, pero ésta era más sólida, y elegí donde saltar: era la pradera-mundo y era nuestra, toda nuestra. S Z (Extractos de Colibrí, libro inédito)
Posted on: Sat, 06 Jul 2013 17:19:43 +0000

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