Comienzos de la radio en el país: una historia de audaces y - TopicsExpress



          

Comienzos de la radio en el país: una historia de audaces y visionarios En noviembre se cumplieron ochenta años del momento en que radio Paradizábal, emitió sus primeros programas en horarios fijos. Solo podían ser escuchados por los aparatos a galena. ¡HOLA, ¡HOLA! Pedimos a toda persona que oiga esta estación a la distancia que sea, que quiera tener la amabilidad de avisarnos cómo nos oyen a Casa Paradizábal, 18 de julio 853, Montevideo. Hoy habrá audición de 9 a 10 y 30 de la noche. Mañana, audición de 7 de la tarde. Gracias. A fines de noviembre de 1922, los poquísimos habitantes del país que disponían de radios a galena, estuvieron en condiciones de escuchar este anuncio de confusa sintaxis. Y aunque nunca se sabrá si alguien logró recibirlo, podría asegurarse que esta posibilidad debe haber sido muy difícil. En primer lugar había que poseer el aparatito milagroso, que casi todos los que estaban al tanto de este prodigio habían traído de Buenos Aires. Luego, en el momento preciso de la irradiación, los felices poseedores debían tener la suerte de estar rascando la piedra y con los auriculares puestos "para ver si se escuchaba algo". De cualquier manera fue el primer aviso pasado por una emisora nacional y vale la pena recordarlo al esbozar una breve historia de la radiotelefonía local. Al término de la Primera Guerra, el mundo comenzó a conocer cambios jamás imaginados. Al portento de los aparatos que transmitían imágenes mudas en movimiento, cuya primera exhibición se hizo en Montevideo en julio de 1898, se sumaban los vehículos con motor a explosión llegados al Uruguay a comienzos del siglo, los teléfonos que comunicaban la voz a la distancia y la reproducción de la música a través de cilindros y discos planos amplificados por bocinas. La técnica avanzaba prodigiosamente rápido y no se sabía dónde podría llegar. Pero eso de poder escuchar en directo, por lo que entonces se denominaba "telefonía sin hilos", el relato de hechos que estaban ocurriendo a miles de quilómetros de distancia superaba todos los asombros. En realidad, los uruguayos que llevados por la curiosidad permanecían atentos a los progresos técnicos de la humanidad, ya estaban enterados de este invento pasmoso. Se sabía que desde 1908 en algunas zonas rurales de Estados Unidos se emitían boletines meteorológicos por radio aunque todavía en forma rudimentaria. Se conocía que en junio de 1920, oyentes ingleses habían tenido el privilegio de escuchar masivamente a la soprano australiana Nellie Melba cantando un aria de la ópera de Giácomo Puccini La Boheme y que al año siguiente, en Estados Unidos, se había transmitido el encuentro de boxeo por el campeonato Mundial de los pesos pesados entre quien detentaba el título, el famoso Jack Dempsey y el desafiante francés George Carpentier. Todo estos hechos habían sido posibles mediante las radios a galena. Muchos estaban al tanto además de experiencias exitosas que se estaban llevando a cabo en Buenos Aires. ¿Pero en qué consistían esos famosos emisores a los que había que hacer funcionar de un modo tan primitivo? El documentado estudio De la galena al satélite de Raúl Barbero, reproduce una definición técnica de José María Burriel publicada en el libro español La radio. Según ésta, se trataba de "un cristal de sulfuro de plomo que producía una corriente alterna de igual frecuencia que el sonido transportado por la onda portadora. Dicha corriente eléctrica era convertida después en sonidos mediante auriculares suficientemente sensibles". Para ser más claros: había que conseguir nada más que una piedra adecuada (y en Mina Valencia, departamento de Lavalleja las había en abundancia) y un alambre de cobre conectado a un auricular telefónico. Con aquel se rascaba la piedra hasta que como por arte de magia, aparecía el sonido buscado. Nada tan fácil ni tampoco tan complicado. El receptor era personal y carecía de amplificación de modo que solo podía escucharlo quien tuvieran puestos los auriculares. Un hecho fortuito apuró la instalación del primer transmisor en nuestro país. De acuerdo a la versión aportada por Jacinto A. Duarte en el libro La radiotelefonía y la publicidad, en el año 1921 tuvo lugar en Río de Janeiro una exposición mundial para mostrar a los visitantes los últimos avances en comunicaciones que estaban llamando la atención del mundo. Como era previsible allí concurrió la compañía estadounidense General Electric en cuyo stand llamó profundamente la atención el curioso fenómeno de la telefonía sin hilos. Sin embargo un hecho inesperado empañó aquel evento. Las autoridades militares de Brasil desconfiando del nuevo invento y temiendo que a través de él pudieran divulgarse secretos de Estado, prohibieron sus demostraciones y como consecuencia, toda posible comercialización. En vista del rechazo, el aparato fue enviado a la Argentina, pero una demora provocada por la burocracia aduanera en ese país, hizo que fuera desembarcado en Montevideo y trasladado de inmediato a las oficinas locales de la General Electric. Auténticos o exagerados estos datos, con la ayuda de los recelos militares y las desidias aduaneras o sin ellos, en 1922 don Claudio Sapelli, un electrotécnico egresado con brillantes calificaciones y en ese momento empleado de la firma mencionada, ya estaba trabajando con un pequeño transmisor que tenía una potencia de 20 Wts. un alcance que parece ridículo si se piensa que los actuales superan largamente los 20.000 y que sirvió para que la empresa efectuara las primeras salidas al aire como radio General Electric. Al poco tiempo un comerciante llamado Sebastián Paradizábal instalado en la calle 18 de julio 853 intuyó el negocio de la venta de receptores y compró la incipiente estación emisora en $ 11.000. Como todo tuvo lugar con muy pocos meses de diferencia, todavía subsiste la polémica acerca de cual de las dos puede ser calificada como la primera estación de radio del país. Es probable que ambas partes tengan razón. Si bien la radio General Electric realizó emisiones con anterioridad, éstas fueron desordenadas y en una forma experimental. Radio Paradizábal en cambio fue la que comenzó a salir en horas fijas y con un contenido programático más o menos estable. Téngase presente que todo esto ocurría apenas dos años después que en Estados Unidos se efectuaran las primeras transmisiones comercial, en noviembre de 1920, un acontecimiento de trascendencia mundial que los argentinos también reinvindican. Un calificado testigo de aquellos años, el señor Raúl Fontaina, dueño de SADREP en el momento de ser entrevistado por el periodista Ruben Castillo, dio su versión de lo ocurrido en nuestro país. "Radio Paradizábal fue la primera; estaba en la azotea del hotel Florida, en esta calle y Mercedes. Habían construído de material bastante precario un estudio lleno de cortinas. Sí, Paradizábal fue la primera emisora aquí y como dato interesante le puedo decir una cosa: ¡si seríamos indios que para tener radio había que solicitar una licencia especial! ¡Había que pedir permiso para tener un receptor en casa!" Aquellos primitivos intentos de los pioneros uruguayos no fueron los primeros de América como se ha asegurado con frecuencia. Como se ha dicho anteriormente, en agosto de 1920, antes aún que en Estados Unidos, unos veinteañeros argentinos ya habían instalado en el teatro Coliseo de Buenos Aires un pequeño transmisor de 50 Wts. inaugurando antes que nadie, las emisiones desde un lugar público. Diferente destaque le correspondería a los porfiados orientales: la segunda transmisión mundial y la primera en América de un partido de fútbol. Pasada la mitad de 1922, en ocasión del V Campeonato Sudamericano de Fútbol en Río de Janeiro, don Claudio Sapelli, tuvo la loca idea de relatarlo desde la azotea del Diario del Plata que estaba al lado del teatro Solís. Su trabajo fue encarado con métodos tan poco ortodoxos que hoy causan un poco de asombro y otro poco de risa. Utilizando los cables de la agencia internacional Western Union que llegaban cada pocos minutos a la redacción del diario y llenando con fantasía los dilatados períodos del juego que no veía y que tampoco los telegramas detallaban, inventó gran parte de un partido que finalmente terminó empatado. De modo que Sapelli, de esa extraña manera, se convirtió en el primer relator de fútbol del mundo y una radio uruguaya se adelantó al resto del continente en la realización de transmisiones deportivas. Cientos de personas se habían congregado en la explanada del teatro Solís, sobre la Plaza Independencia y en las calles laterales para escuchar los detalles del partido que con mucho énfasis y mayor imaginación, describió Sapelli mediante la simple utilización de un megáfono. La expectativa era previsible: en el Uruguay, como en la mayor parte del mundo, se vivía la novelería despertada por un invento cuyos alcances todavía resultaban insospechados. Dos meses antes, la prensa nacional ya había llamado la atención de la gente publicando sueltos como éste: "Nuestro país que en materia de adelantos de todo orden ocupa un elevado rango en las demás naciones del continente, no debe ni puede permanecer rezagado en materia radiotelefónica. (Esta) invade el dominio de la telefonía como un poderoso auxiliar de cultura, de negocios, de rapidez y exactitud en las comunicaciones perfeccionando y ampliando el sistema corriente de teléfonos a baterías. La ondas hertzianas por la inventiva humana siempre fecunda, llevan en sus alas invisibles el eco claro de la voz, la melodía de la música, todos los sonidos que recoge en las centrales telefónicas. (...) Es de esperar que en breve la población montevideana pueda disfrutar de las ventajas que reporta el uso de la radiotelefonía". Y en esos mismos días la revista Mundo Uruguayo todavía en los comienzos de una carrera empresarial que duraría muchos años, enfocaba de esta manera las nuevas experimentaciones. "Se ha publicado en estos días la noticia de que la General Electric proyecta establecer en nuestro país una estación de radiotelefonía sin hilos. La nueva es auspiciosa para nuestros adelantos locales pues se podría disponer en el futuro de este moderno sistema de comunicaciones tan popularizado ya en Norte América y en ensayos en la vecina capital. La General Electric de Nueva York (...) por medio de su sucursal en Montevideo divulgará esa conquista de la ciencia para lo cual se propone instalar dentro de breve tiempo una estación de transmisión a largo alcance lo mismo que en Buenos Aires donde la estación que se proyecta construir tendrá no menos de 1.000 Wats. de capacidad y podrá extender sus ondas hasta esta capital. (...) La trascendencia del nuevo servicio no puede ser desconocida. Basta saber que en Norte América se ha establecido un servicio perfecto de transmisión diaria de programas variados y que se publican de antemano en todos los diarios, comprendiendo a ciertas horas de la mañana cotizaciones de bolsa para los hombres de negocios; en las tardes conciertos y conferencias; a partir de las siete de la noche cantos y cuentos para niños y después óperas y conciertos". Al término de aquel mismo año en que Claudio Sapelli transmitiera un partido de fútbol sin mirarlo, ya se vendían los primeros aparatos receptores en todo el país. Radio Paradizábal crecía rápidamente, había comprado nuevos equipos y tenía un alcance que llegaba hasta más de 1.500 quilómetros de su planta de emisión, en el hotel Florida. Por supuesto que el señor Paradizábal tampoco perdía de vista la venta de aparatos sin las cuales su estación no podía ser escuchada y que en el fondo constituía su verdadero negocio. Por esos días y mediante la voz del mismo Sapelli, se emitía el siguiente anuncio: ¡HOLA! ¡HOLA! Estación Paradizábal marca General Electric, ofrece en venta buenos aparatos de varios tipos, como también repuestos para aficionados. Aparatos receptores no deben faltar en ningún hogar de la ciudad y campaña. Lleve a su casa la alegría inalámbrica. Ventas de aparatos. Casa Paradizábal, 18 de julio 853. Montevideo. Apenas una semana después de haber empezado sus emisiones diarias, la radio Paradizábal culminó una iniciativa que no tenía antecedentes: trasmitir un discurso partidario. Se acercaba un período electoral y don José Batlle y Ordóñez fue convencido para que hiciera una alocución a través de las ondas inalámbricas. A esos efectos y ante la desconfianza de don Pepe, el micrófono con forma de teléfono fue trasladado hasta el local del diario El Día que en aquellos años se encontraba a pocos metros de la radio, en Mercedes entre Andes y Florida. De esa manera, como aseguró en un reportaje don Emilio Elena —otro pionero de la radio egresado junto a Claudio Sapelli y luego gerente de la General Electric— "Uruguay fue el primer país en utilizar la radiodifusión como medio de propaganda política". Sin embargo, pese a las buenas intenciones, los resultados parecen haber quedado solo en el intento. A las 20 y 30 antes de ser irradiados el Himno Nacional, La Marsellesa y el Himno a Garibaldi el locutor presentó a Batlle con estas palabras: "Oid el himno de la patria; luego oiréis al hijo más esclarecido de ésta". Luego habló el conductor del Partido Colorado quien leyó un discurso de diez minutos, escrito en el estilo engolado y solemne de la época, en el que hizo una larga referencia a los progresos tecnológicos, no se refirió en ningún momento al candidato de su partido, el ingeniero José Serrato y lanzó lateralmente varios anatemas velados contra la Iglesia Católica, objeto permanente de sus enojos. Algunos de sus párrafos decían: "¿Qué son decidme los ínfimos milagros que se atribuyen a las religiones comparados con éste? ¿Con qué bien que se asemeje a éste ni a tantos otros con que la ciencia ha favorecido al hombre, con qué bien de esta inmensa magnitud lo favorecieron jamás los que pretendieron ser dioses o representantes de un dios en la Tierra? Fueron ellos, al contrario, los que persiguieron a los primeros sabios, a los que lograban sorprender algún secreto de la Naturaleza, los que torturaron y los que privaron así, por siglos al género humano de maravillas como ésta...(...) ¡Y bien correligionarios! Con orgullo podemos afirmar que somos nosotros, que es nuestro partido racionalista y avanzado quien cierra el paso a la falange del oscurantismo". Don Raúl Fontaina, en un reportaje publicado en el libro de Ruben Castillo Silencio estamos en el aire contó otros detalles jugosos y desconocidos de este primer propósito de efectuar propaganda partidaria a través de la radio. "A don Pepe lo habían llevado ante el micrófono y él no era hombre fácil de dejarse conducir, incluso de hacerle tolerar novedades o cosas modernas; tuvieron que convencerlo de ponerse una especie de collar para colgarle el micrófono, que era una bocina como la que tenían los teléfonos de candelero. Bellaqueó para que se lo colocaran y al terminar dijo "¡Sáquenme por favor esta porquería!" El "micrófono-corneta" o "micrófono candelero" aún estaba abierto. Luisito Viapiana no había tenido tiempo de cerrarlo". Para tranquilidad de sus partidarios, las palabras finales de Batlle no salieron al aire. Tampoco su discurso, que era lo que realmente importaba, porque las condiciones eléctricas de la atmósfera impidieron esta experiencia, que tuvo la pretensión de ser la primera del país. La actitud de las personas por el nuevo medio de difusión fue de tal ansiedad que ni siquiera esperaron que alcanzara los niveles de desarrollo técnico adecuados. En 1921, cuando aún se encontraba en sus etapas experimentales, la General Electric anunció la venta de radios a galena recién importadas y la demanda superó todo lo previsto. "A las ocho de la mañana del lunes anunciado para la exhibición del material recibido" relata Raúl Barbero en su libro "un gentío impresionante apostado en la esquina de Uruguay y Ciudadela interrumpió el tránsito. (...) El portero en el colmo del pavor se negaba a franquear la entrada y fue necesario recurrir a la policía para imponer el orden en medio de tal paroxismo. Liberado el acceso, la multitud llenó el local en pocos segundos y las boletas de venta parecían volar por encima de las cabezas de los compradores. Ante semejante actitud demencial creada por el temor de que se agotara rápidamente la primera partida de receptores, no hubo tiempo de explicar honestamente las limitaciones de éstos. (En realidad) los compradores solo podían captar las señales de la estación radiotelegráfica CWA ubicada en el Cerrito de la Victoria y los mensajes en Morse de algún navío próximo". Más allá de estas frustraciones, propias del interés por las grandes innovaciones de la técnica, la segunda mitad de la misma década, ya fue testigo del desplazamiento de los equipos a galena por las radios de válvulas con las cuales se podían escuchar varias estaciones con apenas un movimiento de la perilla del dial, algo que entonces se consideraba un milagro. En los años inmediatos los asombros se sucedieron hasta que el acostumbramiento los fue amansando. En 1930, el SODRE relató directamente el Mundial de Fútbol de Montevideo en la voz de Ignacio Domínguez Riera, con el tiempo director de radio Cultura de Buenos Aires. El señor Paradizábal, harto ya de vender receptores, cerró su emisora. En mayo de 1931 la radio Sudamericana General Electric se transformó en El Espectador anexando más tarde a radio Colón a la que llamó Sport. En 1934 Fada Radio transmitió por primera vez una novela en episodios. Tuvo el curioso nombre de Aventuras de Carlos Norton o El ojo de vidrio. Ochenta años después, muchas ondas hertzianas han pasado bajo los puentes. Historias viejas de las radios que otros contaron y que como éstas que hacen referencia a su nacimiento, vale la pena recordar. Cesar Di Candia Marzo 2003 Libros consultados. "La radiotelefonía y la publicidad", Jacinto A. Duarte. "Silencio, estamos en el aire", Ruben Castillo. "De la galena al satélite", Raúl E. Barbero.
Posted on: Tue, 23 Jul 2013 16:40:13 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015