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Comparto con ustedes la carta que me enviara Luis Machin: Es así. Se llega a un hipotético final, un final de rodaje que no es más que el comienzo, por eso lo de hipotético. Es como lo que me acabás de mandar...un viaje a lo inesperado. Casi como ese chico que fuí y que se deleitaba con comics que me traía mi padre en alguna convalecencia, durante una intoxicación o reposos por inconvenientes respiratorios, "Vampirella" la recuerdo particularmente porque estaba enamorado de ella, de ese dibujo, todos los cuentos de Poe también, ni que hablar de todos los Dráculas, Frankenstein y Hombres Lobos que aparecían en los kioskos de revistas. Es evidente que a mi padre también les gustaban. Recuerdo, como te contaba, las versiones de El pozo y el péndulo, El gato negro, La mansión Husher, El tonel de Amontillado, El corazón delator, todas con Vincent Price, recuerdo como abría sus ojos, y esos bigotes estilo Dalí que usaba. Recuerdo también que algo de lo que actuaba me hacía reír, algo en él decidía caricaturizar a los personajes, como un guiño al espectador, como diciendo "ojo que estoy jugando eh". Lon Chaney, Boris Karloff, Bela Lugosi, todos eran bien recibidos en casa, y recuerdo con qué gusto recibí un día de manos de mi padre también una dentadura de vampiro, arañas de goma, era evidente que él también me introducía a su manera a lo lúdico de ese mundo. El amó a Narciso Ibañez Menta, me acuerdo con qué orgullo contaban él y mi madre que lo habían visto una vez tocar el timbre de una casa en Mar del Plata y lo escucharon decir con su inconfundible voz: "Soy yo, Narciso", ese instante los cautivó. En casa se habló tanto de El muñeco maldito que he maldecido desde chico no haberlo visto, claro era muy pequeño, pero sí recuerdo la pasión con la que vimos "El pulpo negro" y es el día de hoy que recuerdo escenas. Como muchos chicos jugué a las casas embrujadas, a los monstruos, a disfrazarme de algunos de ellos a intentar emularlos. Y de tanto que jugué me hice actor y vaya uno a saber por qué el terror quedó de lado, quizás el terror que fué juego se disipó en los terrores reales, en la muerte prematura de un padre que me adoraba, en la responsabilidad temprana, qué se yo, vaya uno a saber. Sin embargo la vida a algunos nos recompensa en otras cosas. Los hijos, la profesión, los encuentros con personas que nos marcan, la comprensión del paso del tiempo. Y de repente me encontré jugando una vez más, y el terror volvió a cobrar vida, en la ficción claro y por suerte, pero vida, para volver a deleitarme con la posibilidad de asustar, con el juego casi infantil de los disfraces. Otra vez a ser otro y otro y otro más. Dante, el otro Dante, Tomás, el Dante Rojo, el otro Dante rojo y fuí como cinco a la vez y hablé conmigo mismo y me grité y vibré a las órdenes de otros gritos que salían detrás de una cámara con dos ojos, como si ya uno solo no bastara y como si eso fuera poco hubo otros dos más, una proyección al infinito, a lo inesperado. Encontré en tu pasión el estímulo necesario para filmar, en tu sinceridad y tu rostro de niño loco el abismo suficiente para pegar el salto sabiendo que había red. Y agradezco la confianza y la entereza para pedir sin límites, porque de eso se trata, de escaparles para que no nos taren, para que nos permitan seguir con creencia el camino que más conocemos, el juego que mejor jugamos. Gracias por este material que me mandaste, por estar en los detalles, por honrar a los que hacemos cine, a los que actuamos, por avasallar sin pedir permiso porque así hacen los que creen en lo que hacen, por nutrirte de un grupo de gente extraordinaria y apasionada, por permitirme ser el Peter Cushing argentino, aunque sea por un ratito. Gracias Luis
Posted on: Tue, 10 Sep 2013 00:10:37 +0000

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