Complots útiles para encubrir fracasos Por Carlos Pagni | LA - TopicsExpress



          

Complots útiles para encubrir fracasos Por Carlos Pagni | LA NACION Cristina Kirchner está convencida de que la Argentina es víctima de una conspiración global. Un complot urdido para escarmentarla por haber desenmascarado al capitalismo, demostrando que se puede crecer sin tomar deuda. La última vez que expuso esa tesis fue la semana pasada, cuando habló en las Naciones Unidas. Para la Presidenta, como para tantos argentinos, esa creencia es tan atractiva que no requiere ser demostrada. Además, la existencia de una gran confabulación le permite desentenderse de innumerables episodios que ocurren a su lado y que podrían ofrecerle otra explicación de los problemas. Es decir: si el bosque no le tapara el árbol, tal vez la señora de Kirchner advertiría que la conjura más eficiente para dañar a su gobierno la orquestan día tras día sus propios funcionarios. El indicio más reciente de esta intriga es el fracaso del blanqueo. Hubo que prorrogarlo mediante un decreto tan urgente que obligó a Carlos Zannini a incurrir otra vez en errores de gramática. Guillermo Moreno, una figura digna de Titanes en el Ring , presentó la extensión del jubileo como un triunfo sobre el recaudador Ricardo Echegaray, que había condenado la experiencia. Pero, si se observa bien, el resultado del combate fue el inverso. Moreno no pudo cumplir con la promesa que había realizado a "la señora", entre otras razones poderosas, porque el recaudador lo boicoteó. Los directivos de algunas cerealeras negociaron con Moreno un acuerdo fiscal y cambiario a través del cual comprarían Baades por 500 millones de dólares. A cambio de esas divisas, Moreno prometió ejecutar las devoluciones pendientes de IVA; terminar con los pleitos sobre retenciones, derivados de la ley Martínez Raymonda, y habilitar un mercado secundario para que el Baade tuviera liquidez. La probabilidad del pacto dividió a los exportadores de granos. Sólo dos empresas confiaron en Moreno. Ganaron la apuesta las que se mostraron pesimistas. Echegaray enfureció con el pliego acordado por "el ferretero", como llaman a Moreno sus rivales. "Van a pagar hasta el último peso que me deben", tronó. Una reacción natural: Cristina Kirchner premia o castiga al titular de la AFIP según la cantidad de pesos que recaude. Pero la inquina de Echegaray también fue un vuelto por la cruzada de Moreno y de su esposa, la escribana Marta Cascales, contra el cepo cambiario. Extraña cruzada porque, como se sabe, el cepo es un fantasma. Cuando los cerealeros llevaron su convenio, ya muy ajado, al Banco Central, para reclamar las apetecibles prerrogativas cambiarias que les había prometido el secretario de Comercio, rebotaron contra el gerente Jorge Rodríguez, responsable de esas normativas. En el Central se cursa otro capítulo de esta intriga local contra la Presidenta. Desde hace cuatro semanas, las reuniones de directorio cuentan con un nuevo participante: Axel Kicillof ocupa una butaca en representación del Ministerio de Economía. La señora de Kirchner tiene la suerte de contar con profesionales de las ciencias económicas cuya versatilidad envidiarían Leonardo Da Vinci o Erman González. Como Moreno o Julio De Vido, Kicillof parece resumir el saber de su época. De la administración de una aerolínea pasó a dictar lecciones sobre acero, hasta que desembarcó en el negocio de la energía. Ahora interviene en la política monetaria y bancaria. El problema es que, en vez de reemplazar a un sabio con otro, la Presidenta los va superponiendo hasta convertir al gabinete en una mamushka de traiciones. La irrupción de Kicillof en el Central podría tener consecuencias similares a su aterrizaje en YPF. Hasta ahora el Gobierno se había fijado una regla: las reservas en dólares sólo se destinarían a pagar deudas en esa moneda y los compromisos en pesos serían cubiertos con la impresión de billetes. Contra la doctrina de Mercedes Marcó del Pont, que explica a sus visitantes extranjeros que en la Argentina la emisión no genera inflación, Kicillof está alarmado por la expansión monetaria. Esta preocupación está en la base del proyecto más peligroso que ha elaborado el kirchnerismo en los últimos meses: recurrir a los dólares que atesoran los bancos para financiar el gasto doméstico. Cuando Moreno avanzó en esta dirección se topó con la negativa de Marcó del Pont. Los titulares de entidades internacionales explicaron a la presidenta del Central que no debía esperar que trajeran al país divisas desde sus casas matrices. Y toda la banca le explicó lo obvio: si echa mano de los depósitos del público para conseguir 500 millones de dólares, podría desatar una corrida. En el sistema financiero están depositados 7000 millones de dólares. A mediados de 2011 esa suma era casi el doble. La disminución se debe al temor que sembró el control de cambios. Pero la señora de Kirchner podría atribuirla a la proximidad de Jorge Brito con Sergio Massa. La fragilidad institucional del Central aumenta la incertidumbre. Como la Presidenta no cubrió todavía las vacantes del directorio, las decisiones se toman con el mecanismo de excepción previsto en el artículo 11 de la Carta Orgánica: cualquier decisión se toma con el voto de Marcó del Pont, que carece de acuerdo del Senado, y dos directores. Al riesgo de las iniciativas se suma el del método. No hace falta una intriga en Wall Street para ocasionar una turbulencia. El área energética registra otros indicios de esta conjura autóctona. Los intentos de Miguel Galuccio por conseguir inversiones extranjeras para YPF son saboteados por sus compañeros de aula. No sólo Kicillof dedica larguísimos párrafos de sus presentaciones en el Congreso a denostar a las multinacionales que negocian con Galuccio. Cuando, el lunes de la semana pasada, "el Mago" iba a anunciar una inversión de Pampa Energía en el área Rincón del Mangrullo, el fiscal Carlos Gonella, alineado con Zannini, denunció a Marcelo Mindlin, el titular de ese consorcio, por lavado de dinero. Mindlin había planeado ese emprendimiento con Sebastián Eskenazi, el representante de Néstor Kirchner en la petrolera. La información sobre las tratativas de Galuccio llegó a Zannini desde la propia YPF. La investigación del caso Mindlin quedó radicada en el juzgado de Ariel Lijo. Es el hermano de Alfredo Lijo, el "facilitador" judicial de De Vido. Como la discusión sobre la apropiación de los dólares del público, la batalla de Galuccio con el resto del Gobierno se alimenta en una diferencia conceptual: Zannini y Kicillof pretenden que, en vez de ceder activos a empresas privadas, YPF se apropie de áreas de terceros. Por esta razón, la generosidad de los hermanos Bulgheroni -también cercanos a Massa- para comprar "bonos solidarios" no es una señal de confianza, sino de pánico. En la arena energética se libra un nuevo combate: después del bochornoso fracaso de Cristóbal López para adquirirlos, los activos argentinos de Petrobras están de nuevo en oferta. Algunos funcionarios pretenden que se los quede YPF. Otros, ante la perspectiva de perder el trabajo en 2015, se alían con empresarios privados para que pasen a manos de la bienaventurada burguesía nacional. Con el Gobierno de salida, el sector de infraestructura es una gran mesa de saldos. Más allá de estos enfrentamientos, el mayor problema de Cristina Kirchner no es que no hace lo que quiere el mercado, sino que no logra lo que quiere ella misma. A medida que crecen las dificultades, su política se vuelve más esquizoide. La última vez que se reunió con empresarios, dijo: "En este país hay dos modelos. El de crecimiento y el de metas de inflación. El día que ustedes quieran imponer las metas de inflación, esta presidenta no seguirá en este sillón. Después de todo, ya tengo 60 años, soy abuela.". Y cambió de tema. Nadie se animó a explicarle que, desde el estancamiento de fines de los 70, la humanidad sabe que la inflación conduce a la recesión. La Presidenta extendió el blanqueo otros tres meses con la misma convicción con que despotricó en Nueva York contra las "guaridas fiscales". Sigue hablando de que la castigan por no endeudarse mientras empapela el Banco Central con dudosos pagarés firmados por Hernán Lorenzino. Moreno y Kicillof acercan su abrelatas a los depósitos creyendo que así cumplen con el juramento de no pedir prestado. La misma Cristina Kirchner que clama por la paz mundial abrazándose a las columnas de la ONU aumenta el presupuesto en armamentos y lamenta en Bariloche que el país no fabrique el misil Cóndor. Un sagaz economista comentaba días atrás esta experiencia: "Eran las 10 de la mañana y yo estaba atrapado en la 9 de Julio, arriba de un auto importado que compré con dólares que me dan a 5 con 70. Al lado pasaba el Metrobus, como un balazo. Pensé: qué raro es todo. El gobierno nacional y popular regala autos de lujo a los ricos. Y Macri, la derecha, les resuelve el tránsito a los pobres". Milagros de la simplificación. Miserias de la ideología.
Posted on: Fri, 04 Oct 2013 03:31:51 +0000

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