Conclusión: II El sol propicio para andar descalzo en la playa, esta es cómplice de lo que la gente de esa tierra extraña; y las sombras de los negros desfilando, dicen que la alegría es algo que hay que mimar desde temprano, para que no se vaya con los de antaño. De pronto el recuerdo fugas de lo vívido, se nos va y aparecemos lejos de JAMAICA, devueltos a una tierra extraña donde no se entiende lo que la gente habla, rodeados por amigos y extraños, donde chocan las culturas, la fe, donde los trabajos arduos y la explotación reina. En ese abrir del mundo y de la realidad las manos encallecidas hasta sangrar, el sol, la lluvia y el frío mezclas mortales, crean desvarío y a la final otro día más se siente que la vida se nos va. El efecto del alejamiento de la tierra que los vio nacer, no era solo algo de carácter físico, sino espiritual, el desprenderse de su tierra y de su parentela, el dejar atrás todas aquellas costumbres ancestrales, debe y se constituye en un cambio brusco y violento que amenazo la estabilidad emocional de muchos de ellos. El estar lejos de su tierra tenía un precio, los que perseveraron en mantener bien claros sus recuerdos, fueron los que mantuvieron una cordura no residual, sino integra, necesaria para la tarea que iban a emprender, en otras tierras. En esta aventura es fácil reconocer que las puertas se abrieron por un lado y por otro se cerraron. Parte de un juego de ajedrez, donde las fichas deben de moverse de acuerdo al juego de la vida. Aunque el jamaiquino no fue hecho para resistir el golpe mucho más que cualquier otro ser humano, lo intento. Aquí la dinamita en Los Andes lo rompe, en otros casos lo mutila, en otros sus restos quedan esparcidos en la piedra fría, salpicando con su sangre la roca ya herida. Aquella tarde llovió en la montaña un jamaiquino murió, pero a nadie le importó, su nombre y apellido es lo de menos, si hay tiempo de anotarlo está bien, Williams, Johnson, Smith, Etc. Eso es cualquier cosa, ¡olvídate! Shussss… que nadie sepa eso, si alcanzamos a bajar el cadáver de ese desventurado, está bien, solo hay que enviar el mismo a la fosa común y asegurarnos de que vayan la mayor cantidad de cadáveres cuando venga la plataforma, para ahorrarnos varios viajes. Con todo los jamaiquinos nunca desmayaron en su afán de cumplir aquello para lo cual habían sido contratados, lo hicieron en la medida de sus fuerzas y lo hicieron bien. La aventura tuvo un precio, grande y caro, traducido en vidas humanas, de las cuales solo se sabe una fría y diminuta estadística, diría vaga, porque tal fue el silencio, que nunca se reveló la lista de los trabajadores caribeños llegados a este país vivos, peor se conocen los nombres de quienes murieron en estas extensas y largas jornadas de trabajo. Los despojos mortales desde hace mas de 100 años son parte de nuestro suelo y fueron el abono para que su Patria adoptiva Ecuador pueda surgir, pero pasados los años ellos forman parte de la tierra del olvido y de la ingratitud, es momento de acordarnos de ellos y de decirles gracias por su entrega, tan solo gracias por su entrega. • Ab. Eleodoro Portocarrero Clark, *Bisnieto de don Philip Clark, Tomado de JAMAICA EN EL ECUADOR.
Posted on: Sun, 27 Oct 2013 14:17:19 +0000