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Continuación!!! Al entrar se dieron cuenta de que Socorro estaba recobrando fuerzas, seguí amarrada y con la cinta en su boca pero estaba parada al centro de la cabaña, una densa niebla giraba al rededor de ella. Al mirar detenidamente los tres hombres de dieron cuenta de que la niebla se convertía en manos que intentaban soltar a la bruja, de inmediato don Rodolfo saco su Rosario y un frasco de agua bendita. -¡Rápido ayúdenme a rezar no podemos dejar que la liberen! Se hinco frente a Socorro quien reían cínicamente al ver la preocupación de de sus enemigos. -¡Dios todo poderoso que entregaste a tu hijo por el bien de la humanidad! ¡te pedimos te hagas notar con todo tu poder para liberarnos del mal que nos acecha! Don Rodolfo seguía rezando, Hipólito y Juan sólo lo seguían. Afuera los sonidos que creaban las bolas de fuego hacían que las paredes de la vieja cabaña crujieran como si fueran a romperse. Don Rodolfo comenzó a lanzar a la mujer pequeños chorros de agua bendita, al caerle su piel se quemaba causándole un dolor tan fuerte que la hacia gritar de maldiciones a don Rodolfo. Cada una de sus palabras era repetida por diferentes voces desde la parte de afuera. Poco a poco Socorro fue perdiendo fuerzas hasta caer al piso, la niebla en forma de remolino subió hasta el techo y salió por un pequeño orificio. Don Rodolfo seguía rezando se le veía agotado, Hipólito y Juan lo ayudaron a pararse. -¡Ya todo término don Rodolfo! -¡No Juan lo peor apenas comienza! ¡Tenemos que hacer algo para proteger mejor este lugar! -¿Díganos que hacer don Rodolfo? ¡No nos vamos a dejar vencer! -¡Tenemos que disolver esta sal en agua bendita y regarla sobre todo en el techo de la cabaña! -¿Usted cree que regresen esta noche? -¡Nadie se a ido comandante! ¡Todos siguen afuera! Juan y Hipólito se acercaron a la puerta, al abrirla pudieron ver a siete personas frente a la cabaña, todos traían puestos sus abrigos negros con capucha y largo hasta los zapatos. Don Rodolfo les grito que no cruzarán la puerta, ellos desde su lugar intentaban reconocer quienes eran esas personas, pues no cabía duda de que allí se encontraba el séptimo integrante de la secta ya que Socorro se encontraba dentro. -¿por que no dan la cara malditos asesinos? ¡Siempre ocultándose entre las sombras! ¡Ya no tiene caso de que se escondan sabemos perfectamente quienes son! Al escuchar las palabras de Juan aquellas personas comenzaron a reír. Fue Francisco quien se adelantó un poco y quitándose la capucha se dirigió a él. -¡Mira Juan entiendo que estés dolido por la muerte de tu hija! ¡Pero entiende que no todo es nuestra culpa pudo haber sido cualquier otra niña! ¡Simplemente fue el destino y contra el nadie puede luchar! -¡Destino! ¿Cuál destino? ¡Es su maldita obsesión por el poder por el cual se han convertido en unos despiadados asesinos! Gertrudis se movió muy rápido hasta quedar muy cerca de ellos, su rostro y voz se distorsionaban mientras hablaba. -¡Tu que puedes saber ignorante! ¡Conformista eres igual que todos en este pueblo! ¡Por eso nunca van a pasar de ser unos pobres diablos ignorados por el resto del mundo! -¡Se más de lo que te puedes imaginar bruja y te puedo asegurar que nadie de los que han intentado revivir la secta de los siete lo han logrado! ¡Lo único que a quedado en su intento son muertes! ¿De verdad crees que tus hijos puedan llegar a ser grandes líderes mundiales? ¡aquí la única ignorante eres tu! -¿Por lo visto estas muy bien informado? ¡Ojalá y eso te sirva para salvarte! ¡Nadie que intente detenernos se puede quedar sin castigo! -¡No solo yo lo se Gertrudis, todos en el pueblo sabemos que esos gemelos no son hijos de tu padre! ¡Si no tuyos y del padre Francisco! -¿Crees que eso me importa? ¡Al contrario ahora que sabemos que nos podemos quitar las máscaras les puedo decir que cometieron un error! ¡Su refugio se va a convertir en su cárcel! -¡Es tarde Gertrudis tenemos que obtener esas almas a la media noche! Ante los atónitos ojos de Hipólito y Juan, Francisco comenzó a pronunciar algunos nombres, Emiliano, Rubén, María y Antonio, al ir escuchando sus nombres, de aquellas personas comenzaba a salir de sus bocas el ensordecedor sonido, para luego irse cubriendo de fuego y salir volando rumbo al pueblo. Hipólito no daba crédito a lo que veían sus ojos quería salir pero la mano de Juan lo detenía. -¿que esta pasando, que es lo que van a hacer? -¡Ya no tenemos tiempo comandante, así que esta misma noche van a morir las cuatro vírgenes que nos faltan! -¡Están locos! ¡Están completamente locos, le juró que van a terminar todos tras las rejas! -¿Esta seguro comandante, quien nos va a detener usted? ¡Hágalo de una ves aquí nos tiene cerca de usted! -¡No Hipólito no podemos salir! ¡No podemos enfrentarnos a ellos en este momento! -¡No podemos permitir más muertes! ¡Tenemos que detenerlos! -¡Don Rodolfo! ¡Él nos puede decir que podemos hacer! Rápidamente cerraron la puerta y para su sorpresa don Rodolfo no se encontraba en la cabaña, buscaron desesperados por todos lados sin éxito. Pensaron en salir a buscarlo pero Hipólito creyó que era mejor quedarse a vigilar a Socorro ya que sin ella por mucho que hicieran no lograrían terminar sus planes. Continuara!!! Martín Mora
Posted on: Fri, 19 Jul 2013 07:30:08 +0000

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