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Cronica de la primera jornada del BBK según Playground. Con su apuesta por los grandes y codiciados cabezas de cartel, BBK Live se ha convertido en una parada importante del calendario festivalero. Ayer, con lleno de público y la actuación de Depeche Mode, se vivió una jornada de peso que ya ha entrado en la historia y la memoria del evento. Fotos de Óscar García 1. Prólogo festivalero Un sol tan riguroso como el gesto de los guardias de seguridad apostados en la entrada se apostaba en lo alto de Kobetamendi. Hasta las seis en punto de la tarde no se abrían las puertas del recinto de BBK Live, y daba igual que el gentío comenzara a deshidratarse y que la cola se extendiera más de la cuenta: los que allí estaban aguantaban estoicamente. La razón está clara: Depeche Mode, el plato fuerte de la jornada, las máximas estrellas de todo el evento, con un poder magnético que ha hecho acercarse hasta Bilbao a gran parte de ese personal que aguardaba, sufriendo el solazo, en el primer tramo de la línea de acceso. Mientras unos y otros se peleaban por decidir si habían llegado antes o después (estrategia necesaria para tener una buena posición desde la que salir corriendo tan pronto se abran las puertas para llegar corriendo a la primera fila del escenario), al resto de los asistentes nos quedaban unos minutos libres para admirar las vistas de la ciudad desde lo alto de la montaña. El buen ambiente, muy compensado en cuanto a procedencia, invitaba a charlas con los vecinos de cola. Guiris de Florida que aprovechaban el camino de Santiago para asistir al festival, parejas indies del sur, seguidores de Gahan y compañía; todos intercambiábamos impresiones, experiencias festivaleras previas y las aventurillas que nos habían sucedido hasta llegar a Bilbao. Cero postureo y muchas ganas de vivir el evento. Las puertas se abrieron a su hora y la cola se desvaneció en minutos. Tal como sospechábamos, buena parte de los madrugadores fueron directos al escenario Bilbao, el principal, a coger sitio para Depeche Mode. Otros nos dedicamos a husmear el resto de escenarios y, de paso, localizar la ubicación más próxima de barras y baños. Y, en el proceso, acabamos viendo parte del concierto de Toy. Los londinenses (sólo los cuatro muchachos, porque la teclista es autóctona, de León para más señas) inauguraban el escenario Heineken con bastante público para ser primera hora. Les precedía la buena fama cosechada con su debut y con algún bolo previo en la península, además del favor de The Horrors. Sobre el escenario son tan metódicos como les permite su inclinación kraut-rock y tan hipnóticos como sus desarrollos psicodélicos. Cumplieron de sobras, aunque hubieran enamorado más si su turno hubiera sido más allá de la puesta de sol. Alt-J Desde Toy nos fuimos directos hasta el escenario principal para ver a Alt-J. 2012 fue el año del cuarteto de Leeds. Su primer disco, “An Awesome Wave”, causó sensación entre la crítica –aunque algunos les han castigado por haber tenido un ascenso tan repentino– y no han parado de girar desde el verano pasado. Si alguien pudo verles hace más de 12 meses, habrá notado que Alt-J siguen ejecutando el mismo directo; se ciñen al repertorio de su debut, aunque esta tarde han añadido una versión de “A Real Hero” (College) de la banda sonora de “Drive”, pero ahora con más soltura y la confianza de que el público esté tarareando en tiempo real el estribillo de sus temas más resultones. Ocurrió con “Matilda” y también con “Tessellate” o “Fitzpleasure”. La confianza adquirida les hace más creíbles, sin duda; y no han perdido un ápice de la perfección que les caracteriza. Pero los grandes escenarios, que ahora llenan fácilmente –como ha pasado este jueves–, no les favorecen al resultado. De cualquier manera, el aforo es algo que ellos no pueden controlar. Y la gente ha salido complacida, construyendo con las manos ese triángulo que es su símbolo particular, como ya es costumbre entre los fans. 2. La cosa va de familias: unidas y desestructuradas por igual Billy Talent Ante el calorro reinante por la tarde, cualquier refrigerio era un premio agradecido para sobrellevar las horas que aún quedaban por delante en la exigente hoja de ruta. La zona de prensa, un oasis microscópico con buffet libre de agua y Fanta de naranja en dosis de medio litro, iba a ser la parada previa a Billy Talent. Aunque viendo desde la pantalla del televisor de la sala como las primera filas del show de los canadienses se habían convertido en un tsunami de pogos y excitación desmedida (a esas horas dan pereza los deportes de aventura), la balanza se decantó por una propuesta completamente opuesta a la de esos agitadores del punk rock. Edward Sharpe & The Magnetic Zeros La salvación de nuestra integridad física llevó el nombre de Edward Sharpe & The Magnetic Zeros. Si Emir Kusturica se dejara de majaderías balcánicas y decidiera probar suerte en el folk de tradición americana, daría como resultado esta ‘Tribu de los Brady’ que desde el primer minuto derrochó un buenrrollismo comunal y envidiable. Ese pequeño bosque musical que es el Live! Stage se quedó pequeño para ellos. La más de una decena de músicos que acompañan a Alex Ebert luchaba enconadamente por su metro cuadrado de escenario. No obstante, aunque la escena fuera digna de una secuela de la escena del camarote de los Hermanos Marx (merecieron un escaparate de mayor tamaño), fueron una de las grandes sorpresas de la jornada. Pocas bandas pueden hacer que el público se descalce y se dejé llevar por una falsa felicidad momentánea que llegó a su cumbre cuando “Home” fue coreada por todo bicho viviente a cien metros a la redonda. Editors Si ellos ejemplificaron lo que debe ser una familia numerosa bien avenida, la otra cara de la moneda la mostraron Editors. Esto no quiero decir que los británicos dieran un mal concierto, porque para nada fue así, ya que Tom Smith sigue siendo el mismo frontman carismático y sobrado de energía que conocimos allá por 2005 en pleno apogeo del reciclaje post-punk. Sin embargo, la marcha de su guitarrista insignia el pasado año, Chris Urbanowicz, ha dejado una gran huella en la banda, que se muestra ahora algo triste intentando encontrar su lugar como quinteto (casi) novato. Se decantaron por tocar las mejores bazas de su irregular “The Weight Of Love”, como “A Ton Of Love” o “Formaldehyde”. Pero aun con esas, y como era de esperar, el público que abarrotó el escenario se desvivió recordando aquel bombardeo de hits que contenían sus dos primeros álbumes (nos dejamos un par de kilos alzando los puños en “Munich” y “An End Has A Start”). Curioso fue que dejaran para el bloque final “Eat Raw Meat = Blood Drool” y “Papillon”, dos piezas de aquel menospreciado “In This Light And On This Evening” con el que noquearon a sus fans primigenios cambiando las guitarras por sintetizadores. No cabe la menor duda de que siguen siendo una apuesta segura sobre cualquier escenario, pero esperamos de corazón que algún día Chris recapacite y vuelva con sus compañeros. Sí, nos pirran los finales felices, aun siendo conscientes de que esto no tiene pinta de que suceda. 3. Depeche Mode: apuesta segura, aunque no sea su mejor gira Si antes de que abrieran las puertas del recinto las inmediaciones del festival eran un auténtico desfile de camisetas de las grandes estrellas de la noche, Depeche Mode, es fácil imaginarse cómo se encontraban las primeras filas minutos antes de que arrancara su única parada española en 2013 (hasta principios del próximo año no recalarán en Barcelona y Madrid, donde hay previsto doblete). La media de edad de la primera jornada se elevó gracias a ellos, aunque postrado ante la valla también pudo verse incluso a un niño de nueve años que perdía la virginidad depechiana arrastrado por su padre. Los fans inflexibles, siempre pendientes de YouTube y los setlists previos, no se llevaron ninguna sorpresa mayúscula si atendemos al guión de dos horas que siguen manteniendo casi punto por punto desde su “The Delta Machine Tour”. Técnicamente no es su mejor tournée (ahí están “Tour For The Masses” o “Devotional” para seguir haciendo comparaciones odiosas), aunque eso no quita que cualquier concierto de los británicos esté a años luz de cualquier competencia dentro de su género. Dave Gahan sigue renovando cada temporada su pacto con el diablo, con un vozarrón que no ha perdido fuelle y desviviéndose con sus icónicos movimientos pélvicos y su hipnotizante chulería escénica (imposible apartar la mirada de sus caderas cuando agarra el pie de micro y nos deleita con unas vueltas de peonza que marearían hasta a una patinadora olímpica); Martin Gore continúa marcándose un par de números en solitario para sacar el baladista melodramático que lleva dentro (“Judas”, y como inicio del bis la imprescindible “Home”, acompañado tan sólo de un piano), y Andrew Fletcher se mantiene en ese segundo plano perpetuo en el que siempre se ha sentido cómodo. El problema técnico que hizo detener “Precious” (tranquilidad, pocos minutos después arrancaron nuevamente y sin ninguna tara sonora) se quedó en una mera anécdota de un show por y para el disfrute del fan medio. Más allá de las obligaciones promocionales de “Welcome To My World” o “Soothe My Soul”, lo que primaron fueron hits indiscutibles como “Walking In My Shoes”, “Policy Of Truth”, “A Question Of Time”, “Enjoy The Silence” (que trajo lo mejores visuales de la noche) o esa “Personal Jesus” que arrancó maravillosamente desenchufada. También sorprendió gratamente la reinterpretación de “A Pain That I’m Used To” siguiendo el patrón del remix firmado por Jacques Lu Cont. Sin embargo, ese tramo final de “Just Can’t Get Enough”, “I Feel You” y “Never Let Me Down Again” nos sonaron carentes de fuerza, como si fueran un mero trámite en directo para contentar a esa heterogénea masa que no duda en replicar a Gahan siempre que éste pide (en exceso) que la masa cante por él. Siempre es un placer verles a pesar de esos ‘peros’ que les ponemos como buenas leyendas que son. De la cita con los héroes de Basildon nos fuimos a ver a Little Boots, que sirvió para muchos de los ahí presentes como excusa para poder comerse una hamburguesa de carne invisible en el césped. Aunque la diminuta artista fue a lo seguro con un repertorio que aunó lo mejor de sus dos álbumes, su actuación sirvió como un mero paréntesis para enfrentarse como es debido a los últimos alicientes de la madrugada. 4. Último baño de masas lisérgico Aplaudimos desde ya el orden de actuaciones de la jornada. Si después de Depeche Mode el personal quería movimiento, fiesta y baile, solo tenía que esperar en el escenario Bilbao hasta que llegaran Two Door Cinema Club. Una hora de espera que daba para visitar a la rubia Little Boots en el acogedor escenario Live!, comerse un chorizo criollo, una paella o un falafel en la zona de restauración y visitar las letrinas o los baños de quita y pon –no ha habido otra manera de mear que no haya sido en alto–. Desaguar y reponer fuerzas para el tramo final de jornada era necesario, pues lo que venía a continuación requería de aguante de tren inferior, gaznate sediento y ganas de cachondeo. Two Door Cinema Club y su espectacular horda de fans (lo petan siempre que los hemos visto, sea cual sea el festival) cumplieron con el estatus de segundos cabezas de cartel del día. Obviamente, no han llenado como el Gahan embadurnado en “glitter”, pero tampoco tocaron con el resto de escenarios apagados, como lo han hecho Depeche Mode. Uniformados con sus camisas y americanas color crema y sus columnas de luces abrazándoles sobre las tablas, han calcado actuaciones anteriores, como la de Sónar, sin entusiasmo desmedido pero con suficiente cordialidad. Nada que reprocharles. Puedes no comulgar con su indie uptempo de melodías pegajosas, incluso puede que hayas jurado en arameo las últimas veinte veces que ha escuchado “What You Know”; pero con un litro en la mano y otro en el estómago, buena compañía y la manada de fans abigarrados a tu alrededor es casi obligación moral disfrutar del concierto. Delorean El remate de la noche sobre un escenario lo han dado los héroes locales Delorean. Ekhi, Igor, Guille y Unai jugaban en casa y lo hacían con nuevo material en la maleta, el que formará parte de “Apar”, su próximo trabajo, del cual nos hablaron hace dos días en esta entrevista. A pesar de tener a punto de caramelo sus nuevas canciones, los vascos han abierto –haciéndose un poquito de rogar– con temas de “Subiza”. Tremendamente enérgicos (bravísimo Igor a la batería, brutal Unai despegando el teclado del suelo) y arrolladores, ya con la temprana “Stay Close” se han ganado a un público que no solo iba a echar por fuera lo que les quedaba de noche, sino también a adorar a una de las bandas que más y mejor se compran en el extranjero. La estima más allá del foso ha tenido premio tras los primeros temas en forma de nuevo material. Delorean ya ha avisado que este disco pondrá más énfasis en los instrumentos y dejará de lado la superposición de capas. El cambio se deja ver en directo, pero tras lo de hoy se puede decir que el efecto entre la gente es similar: andanadas de emoción y ritmo bailable.
Posted on: Fri, 12 Jul 2013 18:21:32 +0000

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