Cuando El Señor estaba crucificado, vio a la Virgen y a Juan el - TopicsExpress



          

Cuando El Señor estaba crucificado, vio a la Virgen y a Juan el Evangelista, a quien amaba más que a los otros apóstoles, a él le encomendó el cuidado de Santa María, diciéndole: "He ahi a tu madre". Y a ella: "He ahí a tu hijo". Desde aquel momento ella quedó bajo su cuidado durante el resto de sus días. Y cuando los apóstoles se dispersaron por el mundo a predicar, según les tocó en suerte, ella quedó en casa de sus padres de Juan en el Monte de los Olivos. Al segundo año después de que Cristo, vencida la muerte,había subido al cielo, María comenzó a llorar sola en el refugio de su cámara. Y un ángel de vestidos refulgentes se presentó ante ella y la saludó diciendo : "Salve, bendita del Señor. Recibe el saludo de Aquel que mandó la salvación a Jacob por medio de los profetas. Mira este ramo de palma; te lo he traído del Paraíso del Señor; lo harás llevar ante tu féretro cuando, de aquí a tres días, seas asunta del cuerpo. Tu Hijo te espera acompañado de los coros angélicos". María dijo al ángel: Te pido que se reúnan junto a mí todos los apóstoles del Señor Jesucristo. Hoy mismo vendrán todos a ti por el poder de mi Señor Jesucristo, respondió el ángel. María le dijo : Te ruego que me bendigas, para que en el momento en que mi alma salga del cuerpo, no encuentre a ninguna potencia infernal ni vea al príncipe de las tinieblas. El ángel respondió : Las potencias infernales no te dañaran, pues tu Señor te dio su bendición eterna; pero el no ver al principe de las tinieblas, no puedo concedértelo yo, sino Aquel a quien llevaste en tu seno. Es El quien tiene el poder sobre todos , por los siglos de los siglos. Diciendo esto, se retiró el ángel con gran resplandor. Pero la palma quedó resplandeciente con una gran luz. María entonces revistió sus mejores vestidos. Y cogiendo la palma que había recibido de la mano del ángel, salió a orar al Monte de los Olivos. Decía : Señor, no habría sido digna de recibirte si Tú no hubieras tenido misericordia de mí; yo por mi parte, custodié el tesoro que me encomendaste. Por eso te pido, Rey de la Gloria, que el poder de la Gehenna no me dañe. Si ante Ti tiemblan los cielos y los ángeles, cuánto más el hombre hecho de barro, en el que no hay nada bueno, sino lo que recibe de tu generosidad. Tú Señor, eres El Dios por siempre. Esto dicho, se retornó a su cámara. Súbitamente,el domingo, a la hora tercia,cuando San Juan predicaba en Efeso, hubo un gran terremoto; una nube lo levanto, lo quitó a los ojos de todos y lo depositó ante la puerta de la casa donde estaba María. Llamando a la puerta, entró inmediatamente. María al verlo se alegró y dijo: Hijo mío Juan, acuérdate, te ruego, de las palabras de mi Señor Jesucristo con las que me encomendó a tí. De aquí a tres días abandonaré el cuerpo, y he oído a los Judíos que decían: Esperemos el momento en que muera la que llevó a aquel redentor, para quemar su cuerpo. Luego introdujo a Juan dentro la casa y le mostró el vestido con el que debían sepultarla, y la palma luminosa recibida del ángel, pidiéndole que la hiciera llevar ante el féretro al ir al sepulcro. San Juan respondió : ¿Cómo podré yo solo prepararte el entierro, si no vienen los demás hermanos y coapóstoles, a rendir honores a tu cuerpo? Y al momento por el poder de Dios, todos los apóstoles fueron llevados en una nube desde los lugares en los que predicaban y depositados ante las puertas de la casa en la que vivía María. Saludáronse unos a otros y se maravillaban diciendo: ¿A causa de qué nos ha reunido aquí el Señor. Gozosos terminaron juntos su oración y al decir Amén se les juntó San Juan que les explicó todo. Entraron en la casa, vieron a María y la saludaron diciendo: "Que El Señor, que hizo el cielo y la tierra, te bendiga". María respondió: La paz sea con vosotros, queridos hermanos, ¿Como llegasteis hasta aquí?, Cada uno le contó cómo había sido elevado en una nube por El Espíritu del Señor y depositado allí. Ella les dijo: Dios no me ha privado de vuestra presencia. Yo voy a emprender el camino de toda la tierra y El Señor os ha traído aquí para que me consoleís en las tribulaciones que me aguardan. Os pido, pues, que vigilemos juntos sin interrupción hasta el momento en el que El Señor venga y yo sea separada del cuerpo. Se sentaron en torno a ella consolándola y pasaron tres días alabando a Dios. El tercer día, hacia la hora de tercia, se quedaron dormidos todos los que estaban en la casa´excepto los apóstoles y tres vírgenes que estaban allí. Y, de repente, vino El Señor Jesucristo con gran muchedumbre de ángeles´y un gran resplandor cubrió la casa, mientras los ángeles decían himnos y cantaban Al Señor. El Salvador dijo: Ven, perla preciosisima, entra en la morada de la vida eterna. María se postró en la tierra, adoró a Dios y dijo: Bendito sea el nombre de tu Gloria, Señor Dios mío, que se dignó escoger a tu sierva y encomendarle el arcano misterio. Acuérdate de mí, Rey de la Gloria. Tú sabes que te he amado de todo corazón y he custodiado el tesoro que me encomendaste. Recíbeme como sierva tuya y líbrame del poder de las tinieblas, para que no sufra ningún encuentro con Satanás ni vea a los espíritus tétricos que me rodean. El Salvador le replicó: Cuando, enviado por El Padre para la salvación del mundo, estaba suspendido en la cruz, vino a mí el príncipe de las tinieblas, pero no habiendo podido encontrar en mi traza alguna de sus obras, se alejó vencido y humillado. Cuando tú lo veas,lo verás en fuerza a la ley del género humano cuya salida es la muerte; pero no podrá dañarte porque yo estoy contigo para ayudarte. Ven tranquila, pues te espera el ejército celeste para introducirte en el paraíso. Mientras El Señor decía esto, María se alzó del suelo, se acostó en la cama y, dando gracias a Dios, entregó el espíritu. Los apóstoles vieron que su alma era tan cándida que ninguna lengua humana podía describirla dignamente; irradiaba tal claridad, que superaba la blancura de la nieve, de la plata y de todos los metales. El Señor dijo entonces: Pedro levántate; toma el cuerpo de María y llévalo a la derecha de la ciudad, hacia el Oriente. Alli encontrarás un sepulcro nuevo en el que la depositarás. Esperad allí hasta que vuelva a vosotros. Dicho esto, entregó el alma de María a Miguel, el guardían del Paraíso y el príncipe del pueblo Judío. Gabriel lo acompañaba. Y al momento, El Salvador fue acogido con los ángeles en el cielo. Las tres vírgenes que estaban presentes y vigilaban, tomaron el cuerpo de la Virgen y lo lavaron según la costumbre funeraria. Al despojarlo de sus vestidos, el cuerpo Santo resplandeció con tal claridad que podía tocársele en homenaje, pero sin poder ver su belleza, a causa de la luz extraordinaria. Sólo el resplandor del Señor le era superior. Mientras lavaban el cuerpo purísimo no se sentía nada; no había en él nada repugnante. Cuando acabaron de amortajarlo, poco a poco, se obscureció aquella luz. El cuerpo de María era semejante a una flor de lirio y exhalaba un perfume tan suave que no puede encontrarse otro igual. Los apóstoles pusieron el cuerpo Santo sobre el féretro y se dijeron unos a otros: ¿Quién llevará esta palma ante el féretro?; Juan dijo a Pedro: Tú que nos precedes en el apostolado debes llevar esta palma ante el féretro. Pero Pedro respondió: Tú solo entre nosotros fuiste escogido por el Señor, y hallaste tanta gracia que reclinaste tu cabeza en su pecho. Mientras pendía de la cruz por nuestra salvación, de su misma boca, la encomendó a tu cuidado. Tú eres, pues el que debe llevar esta palma. Nosotros tomaremos el cuerpo y lo llevaremos al lugar del sepulcro. Después Pedro se alzó y dijo: Tomad el cuerpo. Y comenzó a cantar: "Salió Israel de Egipto. Aleluya". Los demás apóstoles llevaban con él el cuerpo de María y Juan precedía el féretro con la palma. Y todos cantaban suavemente. Sucedió un nuevo milagro. Sobre el féretro apareció una gran nube, como el nimbo que acompaña el resplandor de la luna. En la nube estaba el ejército de ángeles que cantaba suavemente, y toda la tierra resonaba con un cántico suavísimo. De la ciudad salió una muchedumbre de unas 15.000 personas que se maravillaba diciendo: ¿Que significa este cántico tan suave?. Uno de entre ellos dijo: María salió del cuerpo y los discípulos de Jesús cantan sus alabanzas. Miraron y vieron el féretro coronado de gloria extraordinaria y a los apóstoles que cantaban con gran voz. Uno de entre ellos, príncipe de los sacerdotes de los Judíos, lleno de ira dijo a los demás : ¡ Mirad qué gloria recibe el tabernáculo de aquel que nos confundió!. Acercándose, quiso volcar el féretro y tirar el cuerpo por tierra. Pero al momento sus manos se secaron desde el codo y quedaron pegadas al féretro. Los apóstoles levantaron el féretro y una parte de él colgaba y la otra esteba pegada al féretro. Y mientras los apóstoles caminaban salmodiando, él se retorcía del dolor. Los ángeles que estaban en la nube, golpearon al pueblo de ceguera. Entonces Jefonías el principe de los sacerdotes gritó: San Pedro, te pido que no me desprecies ahora que estoy necesitado y sufro de este horrible tormento. Acuérdate que cuando aquella criada te reconoció en el Pretorio, fui yo quien habló bien de ti. Pedro replicó: No puedo hacer nada por ti; pero si crees de todo corazón en el poder de Jesucristo, a quien ésta llevó en su seno quedando virgen después del parto, la clemencia del Señor, que salva a los indignos, te dará su salvación. A lo que respondió: ¿Acaso no creemos? ¿Pero que debemos hacer? El enemigo del género humano cegó nuestros corazones, y la confusión ha velado nuestro rostro para que no confesemos la grandeza de Dios, sobre todo porque maldijimos contra El Cristo diciendo: Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijo. Pedro respondió: Esta maldición dañará a quien permanezca infiel, pero a quien se convierta no le será negada la misericordia. El dijo: ¡Creo todo lo que me dices! ¡Ten compasión de mí para que no muera! Entonces Pedro hizo parar el féretro y le dijo: Si crees de todo corazón en El Señor Jesucristo, tus manos se separarán del féretro. Al momento sus manos se separarón del féretro y comenzó a tenerse sobre sus pies. Pero sus brazos continuaban secos y no terminaba su suplicio. Pedro le dijo: Acércate al cuerpo, besa el féretro y repite: "Creo en Dios y en El Hijo de Dios, que ésta llevó en su seno,y creo todo lo que me ha dicho Pedro, el apóstol de Dios". Acercándose besó el féretro y al momento cesó todo dolor y se curaron sus manos . Y comenzó a bendecir A Dios abundantemente y a alabar A Cristo con testimonios tomados de los libros de Moisés, de modo que los apóstoles se admiraban y lloraban de gozo, bendiciendo el nombre del Señor Pedro le dijo: Recoge esta palma de la mano de nuestro hemano Juan. Entrando en la ciudad encontrarás a mucha gente ciega; anúnciales las grandezas De Dios y, a los que crean en El Señor Jesús, imponles la palma sobre los ojos y verán; los que no crean, quedarán ciegos. Lo hizo así y encontró una gran multitud ciega lamentándose: ¡Ay de nosotros, que hemos sido equiparados a los habitantes de Sodoma y castigados con la seguera! Sólo nos queda morir. Pero al oír las palabras del principe Jefonías que había sido sanado, creyeron en El Señor Jesús y, al imponerles la palma sobre los ojos, recobrarón la vista. Pero los que permanecieron en la dureza de su corazón murieron. El principe Jefonías de los sacerdotes regresó con los apóstoles y les devolvió la palma, contándoles todo lo que había sucedido. Los apóstoles llevando a María, llegaron al lugar del valle de Josafat que les había sido indicado por El Señor. La depositaron en un sepulcro nuevo y cerraron la tumba. Luego se sentaron a la puerta del sepulcro, como les había ordenado El Señor. El Señor se presentó al momento,lleno de esplendor y rodeado de muchos ángeles. Dijo a los apóstoles: La paz esté con vosotros. Respodieron: Venga sobre nosotros tu misericordia,Señor según esperamos. El Salvador dijo: Antes de subir al Padre os prometí a los que me seguisteis que , en la regeneración, cuando El Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos para juzgar a las tribus de Israel. Por orden de mi Padre escogí a ésta de entre todas las tribus de Israel para habitar en ella. ¿Que quereís que le haga? Pedro y los otros apóstoles respondieron : Señor, tú escogiste a ésta sierva tuya para ser tu tálamo inmaculado y a nosotros para siervos en tu ministerio. Antes de los siglos Tú sabías todo, junto con El Padre, que contigo y El Espíritu Santo, es una igual deidad e infinita potencia. Si fuese,pues,posible a la gracia de tu poder, a nosotros tus siervos nos parecería justo que resucitases el cuerpo de tu Madre y lo condujeras contigo al cielo, del mismo modo que tú, vencida la muerte, reinas en la gloria. El Salvador dijo: Hágase según vuestra sentencia. y ordenó al Arcángel Miguel traer el alma de Santa María. El Arcángel Miguel giró la piedra de la puerta del sepulcro. El Señor dijo: Sal, amiga mía; tú que no aceptaste la corrupción del coito, no sufrirás la disolución del cuerpo en el sepulcro. Y al instante resucitó María del sepulcro. Bendecía Al Señor y, arrojandose a los pies Del Señor, le adoró diciendo: Señor, no puedo darte gracias dignamente por los inmensos beneficos que te has dignado concederme a mí,tu sierva. Que tu nombre, Redentor del mundo,Dios de Israel, sea bendito por los siglos. El Señor la besó y se retiró, entregando su alma a los ángeles para que la llevaran al paraíso. Dijo a los ápóstoles : Acercaos a mí. Cuando se acercaron, los besó y les dijo: La paz este con vosotros .Del mismo modo que estuve siempre con vosotros, así continuaré hasta el fin del mundo. Diciendo esto, se elevó en una nube y entró en el cielo, y, con Él los ángeles que llevaban a María al paraíso de Dios. Los apóstoles fueron devueltos por las nubes, cada uno al lugar donde le había tocado en suerte predicar. Y narraron las grandezas De Dios y alabaron Al Señor nuestro Jesucristo, que vive y reina con El Padre y El Espiritu Santo, en unidad perfecta y en única substancia divina,por los siglos de los siglos. Amén. Florentino Garcia.
Posted on: Sat, 20 Jul 2013 21:57:07 +0000

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