Cuando en los muros del patíbulo no hay salida y la víctima necesitaría tener alas para huir, la cúpula se fabrica con el material de cobardía. Por eso el torero escoge a un animal incapaz de volar para lincharlo en el ruedo. Y de ese farsante que baila su ridícula danza en un escenario donde, menos la sangre y las lágrimas de toro, casi todo el atrezo es embustero, algunos juran que es un valiente y lo tratan y adoran como a un héroe. El valiente que se arrima, de lado y permaneciendo inmóvil, a una criatura cuya pobreza de visión lateral y objetos fijos no ignora. El héroe que se enfrenta a ella cuando ya le viene herida, sangrada de vigor y movilidad pero transfundida de miedo y dolor. El superhombre que se planta frente a un herbívoro sabiendo que en ese cara a cara no corre el riesgo que si existiría no ya ante un carnívoro de cientos de kilos, sino ante uno de la mitad de su peso. Se plantan él, el picador y los banderilleros, cada uno con su acero. ¿Lucha de igual a igual? ¡Una mierda canallas! El intrépido, el semidiós, al que cuando ese animal torturado que va derramando padecimiento le persigue (porque quiere vivir, no porque quiera matar), le faltan pies y tiempo para correr a refugiarse detrás de unas tablas cuya entrada es lo suficientemente ancha para su canguelo pero demasiado estrecha para el linchado. Unas tablas encima, para más chacota inmunda, llamadas burladero, porque si la bóveda del cadalso se fabricaba de cobardía las paredes se revisten de chunga. De chunga hacia la víctima a la que acribillan, mutilan y ejecutan. Y de la que se ríen. Heroísmo, valentía, arte, cultura, diversión, fiesta... O revisamos nuestra ética o revisamos el diccionario, pero en alguno de los dos, posiblemente en ambos, estamos cometiendo un terrible error que los toros pagan con su vida y los humanos con la vergüenza para la historia.
Posted on: Fri, 23 Aug 2013 07:56:58 +0000