Cuando entré en el salón para escuchar la conferencia de la - TopicsExpress



          

Cuando entré en el salón para escuchar la conferencia de la escritora cubana Mirta Yáñez, una mujer vieja con aire de abolengo me interpeló con decisión: “¿Quién es usted? Preséntese”. Le dije mi nombre y para quién trabajo, como un bobo repetí que soy becario del Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer (PIEM), como si esa vieja necesitara saber qué es el PIEM. Ella, Elena Urrutia, la fundadora del PIEM, estaba sentada allí y sólo después de que Mirta Yáñez y Lucía Melgar platicaron con Elena, supe quién era. Apenas el miércoles había leído sobre Elena Urrutia, en mi ignorancia pensé que estaba muerta, que ya era historia, y ayer en la tarde, sin quererlo, la conocí; orgullosa, vestida con elegancia y con un concentrador de oxígeno portátil, que le permite respirar, que la acompaña como su sombra. Elena Urrutia fue una de las amigas mexicanas de Manuel Puig. El argentino se inspiró en ella para escribir el personaje de la feminista Beatriz de Pubis angelical (1979). La narradora de la historia cuenta: “Papá no alcanzó a conocer ningún pretendiente mío. ¿Cómo habría reaccionado? Allí está, como dice Beatriz, el adornito de la casa, con su almita de gata de angora, entre almohadones de seda, hasta que un día viene alguien y expresa la intención de llevársela a otra casa. Pero no, qué injusta soy, qué exagerada, me estoy dejando influir por Beatriz aunque no quiera”. Manuel Puig, en una carta a su familia escrita en 1983, cuenta que su amiga Elena Urrutia asistió al estreno de la versión teatral de El beso de la mujer araña, en el Polyforum Siqueiros. Y allí estaba Elena/Beatriz, acompañando a su amiga cubana Mirta Yáñez. Una mujer que hace literatura y la otra mujer que ya es literatura. Una, escritora; y la otra, personaje. Mirta Yáñez también es vieja, pero está en la plena lucidez creativa, es académica en la Universidad de La Habana. A las siete personas que la escuchamos en el salón del Colmex nos regaló un panorama rico sobre las escritoras cubanas y el discurso de la locura, habló sobre las viejas locas. Loco el Quijote. Locas, Ofelia y Casandra. Toda la semana estuve esperando el viernes para escuchar a Mirta Yáñez, y mi amiga Isabel Loza Vaqueiro puede dar fe de mi obsesión. Isabel leyó en Oaxaca la antología que Mirta Yáñez hizo con Marilyn Bobes en 1996: Estatuas de sal. Cuentistas cubanas contemporáneas. Esa antología la conseguí, faltaba más, en una librería de viejo. Me convencí de que debía tener ese ejemplar, después de leer a la crítica española María del Mar López-Cabrales, quien señala que Estatuas de sal es una antología fundacional sobre autoras cubanas y que Mirta escribió, además, un cuento lésbico titulado “La escapada”. En un momento de la plática, Yáñez comentó que conoció al incendiario Reinaldo Arenas. Cosa que me emocionó muchísimo. Frente a mí estaban dos viejas que conocieron a dos grandes locas: Manuel Puig y Reinaldo Arenas. Dos escritores que admiro. Dos maricones geniales. Ambos salieron de sus países, huyendo de las dictaduras. Ambos son clásicos de la literatura en lengua española del siglo XX. Los dos murieron jóvenes. Uno, por una negligencia médica, en Cuernavaca. El otro se suicidó en Nueva York, acosado por el SIDA y el castrismo. Mirta Yáñez se quedó en Cuba, Reinaldo Arenas se fue. Cada quién tuvo sus razones, jamás me atrevería a juzgarlos. En cambio, quienes traicionaron a sus amigos, sólo merecen mi desprecio. Cuando salí del Colmex se soltó un aguacero en el Ajusco, imagino que parecido a ese diluvio que cayó en La Habana cuando Federico García Lorca partió. Una ciudad construida sobre un lago. Un país que es una Isla. Apuré el viaje para encontrarme con Alex Miguel, , en su lugar de trabajo, el hospital de locos, Fray Bernardino. La imaginación, la loca de la casa. Antes que anochezca, pude estar con él y le di un beso de araña. Alejandro también es mi isla.
Posted on: Sat, 09 Nov 2013 20:33:18 +0000

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