Cuando tenía 16 años vine a estudiar al Aguirre Abad. Fue mi contacto definitivo y total con Guayaquil. Y de ahí surgió un amor de adolescente -por lo tanto inconmensurable- hacia esta Ciudad, sin olvidar mis raíces de montubio manabita. Ese Aguirre Abad que conocí hace más de 47 años, completó las lecciones que me han permitido y siguen permitiéndome interpretar la vida con sus matices variopintos de aciertos y yerros; de verdad y mentira incluyendo sus tonos grises; de amistad y compañerismo; de amor y rencor; de lealtad y deslealtad; y en consecuencia, a valorar la honestidad como rasgo indeleblemente grato de la nobleza del espíritu, así como -casi siempre- a poder identificar en dónde está agazapada la miseria humana, como rasgo también indeleble de ingratitud y perversidad...
Posted on: Sun, 01 Sep 2013 00:24:39 +0000
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