Cuento Hace mucho tiempo, vivió el famoso Zar Dadon, fiero - TopicsExpress



          

Cuento Hace mucho tiempo, vivió el famoso Zar Dadon, fiero desde su juventud y siempre en guerra con sus vecinos. Pero ya entrado en años, decidió reformarse y vivir la vida en forma serena y festiva. Sin embargo, sus vecinos continuaron atacando su reino, y forzaron al zar a defender sus fronteras. Tan pronto un enemigo era rechazado, otro invadía desde otra dirección. El zar estaba angustiado y pidió ayuda a un afamado mago, que se presentó ante él portando un gallo de oro. Pon esta ave dorada en la veleta más alta, y será tu centinela más fiel-dijo el mago. Mientras no haya disturbios en el reino, se quedará quieta y tranquila. Pero si cualquier enemigo se aproxima a tus fronteras, se despertará, hizará su cresta y cantará, señalando en la dirección en la que el peligro acecha. Estaba tan aliviado el zar que prometió al mago cualquier deseo que éste deseara formularle. Se colocó al gallo en la veleta más alta y éste enseguida se encrespó, sacudió sus alas, levantó su pico y dejó oir un sonoro: kikirikiii. El zar envió su ejército hacia donde el gallo le indicó y pronto lo vió volver victorioso. Así logró repeler una y otra vez al enemigo invasor hasta que, finalmente, sus vecinos se dieron por vencidos y resolvieron dejar sus dominios en paz. Esta paz se prolongó un par de años hasta que el gallo nuevamente alertó con su canto al zar, apuntando decidido hacia el este. Allí envió el monarca un batallón liderado por su hijo mayor, pero cuando los días pasaron y no recibió noticias de ningún tipo, resolvió enviar al frente de sus soldados a su segundo hijo, que tampoco regresó. Se encaminó entonces el propio zar Dadon hacia el este y lo que encontró fue un desolado campo de batalla donde sus dos hijos yacían muertos, cada uno atravesado por la lanza del otro. Apesadumbrado el zar lloró sin consuelo por sus herederos, lamentándose de su mala fortuna, cuando de súbito la tierra comenzó a temblar y los cortinajes de la tienda silenciosa que se erguía en medio de tanta desolación, se corrieron para abrir paso a la Reyna Shamakhan, radiante como un amanecer. Calmadamente, la jóven reina saluda al zar y éste queda mudo de admiración, olvidando la pena que sentía por sus dos hijos. Ella lo conduce a su tienda donde lo agasaja con toda clase de lujos y placeres. Siete días pasan allí hasta que el zar conduce a la reina, de vuelta a su palacio, donde gente se ha reunido para ver llegar el carruaje del monarca y la emperatriz. El fiel brujo entonces se aproxima y dice a su señor que desea reclamar ahora el deseo que le había sido prometido y nunca reclamó. El zar feliz le reitera, que puede pedir lo que quiera, pero quedó helado cuando el mago a cambio de sus servicios, exigió se le entregara a la propia reina Shamakhan. El zar se negó, intentó disuadirlo, hasta la mitad de su reino ofreció como compensación pero el mago se mostró inflexible y, viendo que no iba a ceder, el zar le dió muerte. Continuó la procesión pero en eso se escuchó un sonido mínimo y, a la vista de todos, el gallo dorado de la veleta se dejó caer sobre el traicionero zar y con su pico lo mató. Tanto el gallo como la emperatriz se desvanecieron y de ellos nunca nada más se supo, igual que si no hubiesen existido.
Posted on: Sat, 19 Oct 2013 18:45:44 +0000

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