Cuento corto Nº 87: “STRIPPERS EN MI SALA” En la puerta de - TopicsExpress



          

Cuento corto Nº 87: “STRIPPERS EN MI SALA” En la puerta de la casa de Ana le tocaron treintaiun veces. No treinta ni treintaitres. Sino exactamente treintaiun golpes de nudillos en la puerta. Era un sonido cíclico, pausado, singular y monótono que parecía durar una eternidad. Le hacía recordar al pájaro selvático Dos Colas, que golpea el tronco para que salga el gusano; o el martillo neumático que se utiliza para romper las veredas y pistas. Toc, Toc, Toc……. Toc. Ya le reventaba los nervios de su existencia. Ella estaba sola en la casa, su esposo Juan había salido al trabajo llevando los chicos al colegio muy temprano. Ana se quedo extrañada por esta cantidad peculiar de golpes. Empero como estaba atareada en sus quehaceres de limpieza, un poco que se estaba acostumbrando al inmisericorde y estrafalario sonido. Ya había metido la ropa a la lavadora, recogido la ropa seca del tendero y depositado por tipos para plancharlo después de almorzar. La comida en preparación. El agua para la sopa ya empezaba a hervir para agregar la gallina, dándole tiempo mientras tanto pelaba y cortaba las papas y zanahorias. Así que dejo la escoba al costado y decidió ver por la ventana antes de abrir la puerta. Grande fue su sorpresa al ver que el autor de los golpes no era un mozo vendedor ambulante o un miembro de alguna iglesia. Sino más bien, eran dos señores vestidos impecablemente de aspecto importante. Ellos insistían tocando mientras esperaban con sus maletines ejecutivos, sus anteojos de sol, sus portes atléticos, sus buenos cortes de cabello y sus zapatos de charol que les atendiera. En ese momento Ana sintió un rubor ajeno por no estar presentable. Despeinada, sin maquillaje, vestida con ropa de casa, sandalias, corrió a su dormitorio para ponerse algo más decorosa. Saco las zapatillas de marca que solo usa para pasear los domingos, el jean apretado y la blusa escotada por estrenar. Mientras se vestía alucinaba en sus recónditos secretos de juventud algo que relacionara a estas personas que tocaban su puerta, buscaba en su memoria quienes podrían ser. Pero nada llegaba de ninguna de sus memorias. Ni la inmediata, ni la mediana, ni menos las más antiguas. Luego miro al techo y recordó que a su prima Lola le habían asaltado su casa con el cuento que le envían una encomienda, y al abrir la encañonaron a la sirvienta para desvalijar la casa. Con un suspiro recapacito que eso fue a Lola que vivía en un barrio más residencial, con casas más grandes y llenas de empleados. Dejo las intrigas en el tacho cerebral, y colocándose una pañoleta se dirigió a la puerta. Por precaución, les atendió por la ventana lateral de la puerta. Sin querer, pero ansiando resolver su curiosidad, abrió la cortina y el vidrio para consultar. Al saludar vio que ellos tenían adelante una caja pequeña con forma de cubo de no más de treinta centímetros por lado. Ella indago con un tono muy tranquilo: - Si señores buenas ¿Diganme que desean? - Disculpe ¿es usted la señora Ana, esposa de Juan? - Si señor - Somos Federico García y Jaime Malca, trabajamos con su esposo y venimos a dejarle unas muestras de jabón que la empresa va a sacar al mercado Ana dudo al principio y ahora más. Ya que su esposo trabajaba en la dirección de logística de una empresa de transporte. Nada que ver con cosméticos. Empero, como la sonrisa del más joven le devolvió cierta confianza. Pidió un minuto para ver su cocina pero en realidad era solo la excusa para llamar al esposo a su celular. Llamo varias veces, pero circunstancialmente, Juan no contestaba. Pensó que estaba muy ocupado y que era mejor no insistir en molestarlo. Mientras regresaba a la puerta se convencía sola que a lo mejor la empresa ahora transportaría jabones y era cierto lo que manifestaban estos señores. Con mucha tranquilidad y con aplomo decidió abrir la puerta de su casa, y los invito a ingresar. - Pasen por favor, dejen la caja detrás del mueble para entregárselo a mi esposo. - No señora, preferimos dejarlo aquí en el medio de la sala si no le importa. - Bueno, supongo que no habrá problema. - Okey gracias. Ahora sírvase sentarse aquí para poder aperturar la caja y mostrarle el contenido Ana se había colocado el lado de la puerta para que pasen, y salir corriendo si en caso notara algo extraño y peligroso. Pero de nuevo esa maldita y tierna sonrisa le convenció de que hiciera caso. Alguna voz dentro del cerebelo le argumentaba que no sea tan confiada, pero el resto de neuronas le indicaba lo contrario. Que se tomara el chance. Que le diera la oportunidad a sus visitantes de abrir la bendita caja del demonio, para que ellos sigan su camino y ella termine sus labores caseros. Así que sigilosamente confiada y atentamente perspicaz accedió sentarse en la punta del sofá. El visitante Federico le dijo: - Mire señora Ana, esto es la última moda en Miami. Corto el precinto de cinta adhesiva de seguridad de la caja y destapo los cuatro cartones hacia sus lados externos. Con asombro y estupefacción, Ana observaba que asomaba en salir una bola color aluminio con varios foquitos LED de varios colores. Mientras uno de ellos cerraba las cortinas, lentamente el objeto se erguía hasta que se dejo ver en su totalidad. Definitivamente era una esfera que se sostenía sobre una base retráctil. Ana estaba intrigada. Esperaba oler la esencia de los jabones. Alucinaba en sus recuerdos que aromas podrían ser. Sin embargo empezó a notar más bien que de la caja salía un olor a canela molida con hielo seco. Nada de azahares o jazmines, sino a un perfume extraño, exuberante, exquisito, exclusivo, excéntrico. Una excelente y rara mixtura de olores que le provocaban dentro de su mente y sus entrañas dudas insospechadamente que le provocaran continuar mirando. Prosiguió con sopor y vergüenza, libido y prohibición, decadencia y confianza. Sentía miedo, pero no terror. Sentía angustia, pero no desconfianza. Sentía curiosidad, pero no cobardía. Sentía ese sentimiento mundano de querer experimentar lo prohibido. Como cuando en el colegio le presentaron a un muchacho que la impacto, y sin saber cómo hacerlo le empezó a besar. Esa misma sensación juvenil de recogimiento y audacia le impedía levantarse. El ansia de conocer todo le daba el valor de permanecer ahí. Incólume ante lo que sea. De repente desde la parte baja de la bola empezó a salir fuera de la caja una nube blanca. Como una niebla que avanza lentamente a ras del piso. Como esas nubes de ultratumba densas y cerradas que impiden ver a través. Ana estaba extasiada. No decía nada. No se movía. El sofá era su prisión del cual no quería escaparse. Los visitantes la observaban fijamente sin moverse tampoco, ambos se colocaron detrás de la mesa de centro detrás de la niebla, mientras que los foquitos empezaban a prenderse y apagarse sin ningún acto coordinado. Solo se apreciaba que la velocidad de las luces se acrecentaba. Ana estaba estupefacta. Petrificada. Con saliva bajando de sus labios. No sentía sus manos ni sus piernas. Con su corazón latiendo fuertemente se sorprendió de su inacción. Desde la bola se escuchaba el sonido del toque de la puerta. Toc, Toc, Toc. Muy despacio al principio, pero luego fue acrecentándose. Sonaba fuerte. Ana pudo contar los treintaiun golpes nítidamente. La niebla ya estaba más espesa y había invadido casi todo el piso. Levanto la mirada hacia adelante para visualizar a sus visitantes, y vio que tenían puestos los anteojos de sol más oscuros que podía acordarse. En el techo y las paredes se proyectaban imágenes diversas de varios colores que se dejaban ver por momentos. Volvió a ver la esfera con luces y noto que iniciaba a girar sobre su eje. Ana se dijo en silencio: - Que maravillosa maravilla Apenas dejo de sonar los treintaiun golpes, la bola se apago por unos instantes que parecieron una eternidad. Ana pensó que ya había terminado la presentación, pero cuando se preparaba a pararse, se empezó a escuchar una música electrónica con ritmo cadencioso, de aquellos que bailan sus hermanas menores en las discotecas de playa al sur de Lima. La esfera se iluminaba con todo su fulgor. Se agitaba y retumbaban tanto sus parlantes que parecía que tenía vida propia. Los LED se prendían y apagaban provocando sombras en la nube. La música estaba acorde a las luces. Le agrado la visión frente a ella. Así volvió a mirar a los señores, pero ellos ahora estaban parados sobre la mesa. Lo cual le sorprendió y ocasiono que instintivamente se acomodara hacia atrás de la silla. En ese momento ambos dieron un salto felino hacia adelante, y con un solo acto se desprendieron de sus ropas quedándose solo con sus diminutas tangas que tapaban lo esencial. Ana no estaba segura que ocurría. Solo permaneció quieta e inmóvil. Tomo una bocanada de aire para tranquilizarse, y vio que ellos se movían al compas de la música. Eran bailarines exóticos. Strippers. Estaban bailando frente a ella y solo para ella. Saltaban. Sonreían. Ponían sus piernas ante sus manos. Los pies sobre la cabecera. Ambos estaban en un movimiento frenético y sensual. Le hacían aplaudir. Ella vivió una alegría total. Plena. Sin ambigüedades ni decoro. Nada le importaba. Solo agitaba sus hombros y manos como una odalisca árabe. Le quitaron la pañoleta. La levantaron para bailar con ellos. Le enseñaron el sándwich reaggetonero. Uno atrás y el otro adelante. Ella vivía su gloria. No recordaba la olla de agua hirviendo ni la escoba en la pared. Menos a su esposo ni familia. Solo vivía el momento. Ella y ellos. La música. Las luces. Lo prohibido. No le importaba no conocerlos. No le interesaba si los vería alguna otra vez. Solo se dejo llevar. Les permitió que la acariciaran como ella también los tocaba. Agitaba su cabeza para que sintieran sus cabellos. Maliciosamente empujaba sus caderas hacia atrás y adelante para sentirlos. Ellos doblaban sus rodillas, bajaban y subían frente a ella. Saltaban y la meneaban con sus nalgas. Todo bien sincronizado. Un ejercicio muy bien practicado. Ana se olvido de los conflictos sociales y cánones morales. Se alucino que estaba en una playa brasileña. Ya había perdido la cordura. Y se decidió que pasara lo que tenía que pasar. Ella continuaba brincando y bailando, cuando se percato que la música se silencio. Las luces se apagaron. La niebla ya había desparecido. La bola estaba dentro de la caja. Ana les preguntaba con los ojos que más seguía. Ellos se le acercaron lentamente. Le movieron su pelo hacia atrás y le dieron un beso cada uno simultáneamente en cada mejilla. Ana se sonrojo y les sonrió. Le puso sus manos en sus caras con signo de aprobación. Ellos se fijaron a sus ojos varoniles, y justo delante de ella se dieron un beso bucal carnal. Con ganas. Apasionado. Sincero. Un ósculo de una pareja que se ama mas allá de lo que establezca la sociedad. Ana quedo impactada. Todas sus ínfulas y deseos sensoriales sencillamente se apagaron. Sintió un bajón emocional demasiado fuerte. Había estado en la punta del penthouse de un edificio de cien pisos, y de repente estaba en el sótano oscuro y olvidado de sus remordimientos. Solo se sentó y permaneció impávida mientras ellos se vestían sus trajes. Ella miro el reloj en la pared, y cayó en la cuenta de que habían transcurrido treintaiun minutos. Su corazón se había tranquilizado, pero su cerebro continuaba analizando que había sucedido. Aun no estaba segura que había sido todo este baile, espectáculo, situación, circunstancia. Ana solo evaluaba sus opciones lógicas, pero no daba con ninguna posibilidad probada previamente. Sin embargo un papel de recibo le devolvió a la realidad. El más joven le entrego una boleta con un lapicero cuando le decía: - Tenga señora Ana. Tenga la amabilidad de firmar el recibo del servicio que le hemos proveído. No se preocupe que ya esta pagado. Pero si desea agregar una propina no nos molestamos. - Pero yo no he solicitado ningún baile exótico a nadie. No entiendo que me está diciendo - No se preocupe de nada señora. El servicio fue pagado por una señora María Elena con su tarjeta de crédito. Ella nos contrato por teléfono y nos pidió que viniéramos a su casa. - Puede ser todo lo que dice, pero no conozco a esa señora. Le agradezco la amabilidad, pero me gustaría que me den su teléfono para al menos decirle gracias. - No hay problema. Firme el recibo y le daré los datos. Ana lo firmo sin problemas. Estaba sacando un billete de cien soles para propinarlos cuando ellos le dieron los datos de la otorgante. Ella no se acordaba de esta persona de ninguna de sus amigas del barrio, o del colegio, o de la escuela de sus hijos, ni del trabajo de su esposo. Recién al ver la dirección indicada como su casa, Ana vio el error. Y les dijo: - Bueno señores. Muy agradecida por su baile. Tengan esta pequeña muestra de mi gratitud por el momento de dicha que me han dado. Pero creo que tendrán que hacerlo de nuevo a otra mujer. - ¿Por qué? ¿Qué paso? - Resulta que efectivamente esta es dirección de mi casa, Avenida Colonial 2030. Pero yo vivo en el distrito de Bellavista, y su papel dice que la casa queda en el distrito de Lima. - ¿Cómo dijo? Explíquese - Bien simple. Esta avenida empieza desde la avenida Guardia Chalaca en el Callao y va hasta la Plaza dos de Mayo en Lima. Y en el límite interdistrital de la avenida Universitaria, cada jurisdicción suscribe sus propias numeraciones. Por eso hay dos casas con los mismos números, así que se diferencian por el distrito donde están cada uno. Los bailarines estaban consternados. Cada uno se recriminaba del error cometido. Cada uno se reprochaba no haber visto bien la dirección. Cada uno se molestaba con el otro por el tiempo perdido. Ambos miraron a Ana, pero ella levanto las manos en clara alusión de que no era su culpa por su error. Por lo que después de un momento ambos sencillamente levantaron su caja y se fueron a la dirección correcta. Solo les quedaba volver a repetir la rutina que tenían aprendida. Ana abrió sus ventanas y puerta para que se ventile su casa. Rogaba que el aire fresco purifique su alma también. Que se lleve todos sus pensamientos indecentes. Que borre cualquier rastro indecoroso de su vida. Recapacito que nada malo había pasado. Simplemente se hizo como si nada hubiera ocurrido. Fue a la cocina a echar más agua a la olla, y se alisto a cocinar ese lomo saltado que le gusta tanto a su esposo. Buscaría la colonia francesa que aloca y excita a su marido. Y mandaría a dormir a sus hijos temprano para que no molesten. Que en la hora nocturna iba a dar rienda suelta a su espíritu libidinoso. No importaba si Juan no sabía bailar al ritmo moderno ni tenía un cuerpo bien fornido. Ella acepto su destino e iba a aprovechar lo que tenia para así olvidarse de sus bailarines. Total, más vale un pájaro en mano que cientos volando. Aunque el que tenga ya este usadito.
Posted on: Tue, 02 Jul 2013 15:33:35 +0000

Trending Topics



-divulgou-uma-lista-com-as-10-atrizes-mais-topic-659308537430900">Recentemente a Forbes divulgou uma lista com as 10 atrizes mais
This SUNDAY (10:00): 5th Avenue Auctioneers | April
A life without a mistake is like a television without a channel.
Giorno a tutti .. Cercò di stringere i denti x stare calma ma la
Well you know I thought there would not be anything worse then
So I have done all my bread baking (read experimentation) from the
Founders Club Friday! At Convention, seven members of the ARIIX
BOŞALICAM KIZLAR CAMDA HEMEN EKLEYIN camda bosalcam kızlar
Yoga in bed?! We can get behind that! Yoga is amazing for kids

Recently Viewed Topics




© 2015