Cultura y Política Escribe: Horacio Ramírez Juntar las - TopicsExpress



          

Cultura y Política Escribe: Horacio Ramírez Juntar las palabras Cultura y Política en una misma oración no deja de sonar como un oxímoron, como una contradicción de principios. La política es un tipo de pensamiento unívoco, agudo como una flecha: persigue objetivos y sólo cree en ella misma… De hecho, no entiende otra cosa que no sea su propio discurso. No querer meterse en política, por ejemplo, es una forma de pensamiento político: no tiene escapatoria: el político hace aún cuando no quiera hacer. La Cultura, en cambio, sucede… Y eso aterra a los políticos. El pensamiento abierto, multívoco, disperso en vaivenes contradictorios y sustentándose en esas mismas contradicciones para crecer, es algo de lo que el político huye precisamente porque no lo entiende… y porque nunca lo podría entender. Para el político, las contradicciones internas de un sistema de pensamiento, deben sintetizarse para encontrar una salida y resolverse: el político resuelve problemas. La Cultura, por el contrario, los genera para poder respirar en un ambiente de tensiones que es donde halla su sustento. Esto no significa, por supuesto, que no haya gente de la cultura que, de alguna manera, sea un agente político -ejemplos sobran- pero mientras el pensamiento político y el intelectual se mantengan separados, la cosa funciona… No obstante, cuando ambos empiezan a confundirse, en general lo cultural se empobrece y lo político se torna más conflictivo que resolutivo perdiendo de vista su principio de pensamiento. En otras palabras: no se puede contemplar y hacer a la vez. Contemplar significa templarse con otras cosas que también se templan… Y templar significa, etimológicamente, segregarse, cortarse, separarse del mundo. El que contempla, el que sucede con su propio sentir y pensar, no puede transigir con los demás, debe mantenerse aislado… Y, paradójicamente, la Cultura como quehacer libre es pura acción. La Cultura en su contemplación es absolutamente transformadora: el intelectual, el artista, vive el cambio con una intensidad que el político, sin salirse de su rol, no puede entender. Para el político, la Cultura es un problema, una cuestión que dentro de la administración de una sociedad política, debe ser resuelto: su objetivo es la parálisis. La persona de la Cultura, en cambio, en su contemplación, transcurre con la realidad misma. Mientras el político no tiene más remedio que ir detrás de los hechos (inventando causas a los efectos que se le cruzan), el intelectual y el artista viaja con los hechos: ellos mismos constituyen, en sí, un hecho. La acción del intelectual, del contemplador, del artista es la misma realidad que contempla. La Política es el mundo de las causas. La Cultura es el mundo de los efectos reales e inmediatos: un mundo de acción efectiva. La Política es acción reparadora de algo que ya no tiene remedio porque pasó. La Cultura es la acción creadora. Es vida, futuro y esperanza. Tener un organismo de Cultura en cualquier administración política significa someter al intelectual a la ficción de un mundo congelado por el discurso político. Implica hundir al creador con el peso del poder político. Implica tener al intelectual y al artista sujetos, rogando por un poco de reconocimiento, por un poco de espacio para conseguir que su trabajo sea tomado como de creación social y no como un obstáculo para el político. La poesía -y el Mundo es poesía- nunca necesitó ni del poder ni de sus mendigos.
Posted on: Tue, 23 Jul 2013 17:00:25 +0000

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