DE ASUETO EN LA CORNISA CÁNTABRA Con unos cuantos amigos fuimos - TopicsExpress



          

DE ASUETO EN LA CORNISA CÁNTABRA Con unos cuantos amigos fuimos al norte de asueto y, en Bilbao, de densa niebla, estaba el cielo repleto. En Cantabria es casi igual el clima, pero destaca ver la misma niebla densa pastando junto a las vacas. El grupo se componía de Pedro, Diego y Antonio, sus hormonas, yo y la mía: total, cuatro matrimonios. En Santander instalamos nuestro campamento base en un pequeño hotelito que recuerdo por los gases que las granjas emanaban. Era metano humeante que expulsaban los rumiantes cada vez que defecaban. El lunes por la mañana todos partimos de allí a visitar Santillana y “El Capricho de Gaudí” ubicado en una Villa junto a un palacio-mansión que hizo el marqués de Comillas para invitar a un Borbón. Hay en Potes un santuario inefable, de delirio, de un gótico centenario dedicado a San Toribio. La gran experiencia fue subir al cielo en un cable partiendo de Fuente De. ¡Eso ha sido inolvidable! Bueno, al cielo no subimos, porque no teníamos ropa de abrigo y nos apeamos sobre Los Picos de Europa. Allí se burla la nieve de nuestro Sol estival y, en pleno julio se atreve, a relucir como cal. Covadonga es tan señera que hasta se instalan sus lagos en los más alpinos pagos de sus cimas montañeras. Y don Pelayo en la Cueva yace al lado de una Santa. Y, enfrente mismo se eleva, un palacio que me encanta. Llegamos al centro urbano, y sobre un copioso río se erige un puente romano que produce escalofríos de lo enorme que es el puente, y de la gran Cruz que pende que a todo el mundo sorprende por su forjado imponente. Disfrutando esos eventos estábamos aquel día cuando cundió el descontento al filo del mediodía: El móvil sonó estridente y Antonio se demudó cuando se puso al corriente del hecho que sucedió: Su hermano estaba en Galicia y disfrutaba con otros de las cántabras delicias como hiciéramos nosotros. Mas quiso la mala suerte que durmiendo en Ribadeo le diera a Juan un mareo y un dolor agudo y fuerte, que, al final resultó ser de un infarto la dolencia. ¡Lo que pudo suceder lo evitó la Providencia! Recién descubierto el mal lo ingresan urgentemente en un cercano hospital el cual tiene el mar enfrente. Cuando nosotros llegamos ya el peligro había pasado, y cuando a visitarlo entramos ya estaba en muy buen estado. Visitarlo suponía estar en cola aguardando casi más de medio día esperando y esperando. El visitante debía cubrirse con un tocado, una bata, y, el calzado, con pantuflas se cubría. Aún con mi azoramiento, nunca tanto me he reído que al ver a Diego vestido con aquel raro indumento. De la pinta que tenía vestido de esa manera Antonio, hasta se escondía para que nadie lo viera. Mas, para pinta, la mía, que, incluso el propio paciente, al verme tan ricamente vestido se sonreía. Reza un castizo refrán: “No hay mal que por bien no venga”. Eso nos pasó con Juan; no es que un infarto convenga, mas, de no haber ocurrido, ni Ribadeo ni su Costa, ni sus sabrosas langostas, hubiéramos conocido. El Bosque, agosto de 004. E.V.S.
Posted on: Wed, 30 Oct 2013 12:05:25 +0000

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