DE LECTURA OBLIGATORIA 4 de noviembre: Encinas, Puno y José - TopicsExpress



          

DE LECTURA OBLIGATORIA 4 de noviembre: Encinas, Puno y José Gabriel Escribe: José Luis Ayala | El 2 de noviembre de 1922, el doctor José Antonio Encinas Franco, siendo diputado por Puno, pronunció un célebre discurso para oponerse a la reelección del presidente Augusto B. Leguía. Pero han tenido que transcurrir 91 años para que por fin ese texto pueda ser leído debido a la publicación del libro: José Antonio Encinas. Por la Libertad del pensamiento. Discursos parlamentarios Tomo I, a cargo del Fondo Editorial del Congreso del Perú.1 La selección de los discursos estuvo al cuidado de Guillermo Nugent, quien escribe un acertado prólogo, como también de Edmundo Murrugarra, conocedor de la historia de la lucha por la educación en Puno. El pedido de la publicación de las obras completas de José Antonio Encinas, fue a iniciativa de la señora Aurora Encinas Franco, hermana de José Antonio, a la entonces presidenta del congreso Marta Hildebrandt. Nosotros recibimos el encargo de sustentar en la Universidad Mayor Nacional de San Marcos, la necesidad de que se publicara la obra completa e incluyera inéditos, discursos parlamentarios, artículos y la tesis sustentada en la Universidad de Padua y Boloña. Durante muchos años los libros y originales de Encinas esperaron que la doctora Hildebrandt cumpliera su promesa. Hasta que Gloria Encinas decidió intervenir para que por lo menos se publicara el primer tomo de los discursos parlamentarios. Pero tropezó con la oposición de un congresista que adujo no se publicaría el libro que pertenecía a un maestro primario provinciano, por la osadía de ganarle a su abuelo en la elección como rector en la Universidad de San Marcos. Entonces Gloria Zegarra Encinas, habló con el congresista Javier Diez Canseco y fue este ilustre político honesto, que hizo posible el libro se publicara, precisamente un mes antes de su muerte. Ahora falta la edición del segundo tomo y quién sabe si se publicarán las obras completas del más ilustre rector electo de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Encinas fue elegido diputado por Puno en las elecciones 1919 en la lista de Leguía, precisamente porque significaba enfrentarse al civilismo que tanto daño había hecho al Perú. Después de haber sido director del 881 y realizar la experiencia pedagógica de la escuela social, se incorporó a un movimiento de renovación política. Pero los más cercanos colaboradores de Leguía para servir a la nueva oligarquía y dependencia política colonial, plantearon la reelección del mandatario. Encinas se opuso doctrinariamente. No será necesario citar sus conceptos contra el hecho que planteaba modificar la Constitución Política del Perú. Los legüiístas esgrimieron la tesis de la regeneración, sin embargo en su intervención del 22 de noviembre Encinas respondió “Pero la comisión ha ido más allá, se refiere a que no es posible que en cinco años desarrolle un régimen cualquiera de gobierno, un vasto programa de regeneración nacional. ¿A qué llaman los señores miembros de la comisión dictaminadora regeneración nacional? La regeneración nacional es un problema de alta trascendencia en el que intervienen múltiples factores que escapan a la vida efímera de un hombre, o de un régimen de gobierno. Por eso, lo que se requiere no es la permanencia de los hombres sino de las ideas. Los hombres desaparecen no sólo en el sentido político sino en el sentido material de la palabra; lo único que queda es la idea, es lo único eterno. Los principios son lo único que no desaparecen de los programas políticos”. Luego: “El programa político de los partidos no es estático, es dinámico; su evolución, su perfección es obra del tiempo, dentro del que no puede circunscribirse la vida de un hombre no de un régimen de gobierno. Hoy tiene el gobierno una serie de problemas, mañana surgirán otros y, así, en progresión geométrica aumentarán las necesidades del país, tanto en el orden material y moral, como en el orden social y político. ¿De dónde dice la comisión que en diez años el gobierno más honrado puede terminar con la regeneración nacional?”.2 Precisamente por oponerse a la reelección de Leguía, Encinas fue desterrado a Guatemala en 1924, habiendo sido recibido allí como profesor de psicología en la Universidad de San Carlos de Guatemala, luego con el apoyo de una beca se matriculó en la Universidad de Cambridge (Inglaterra) y graduó como máster en Antropología con una tesis en referencia a la cultura aymara de Puno. En esa época Encinas ya era un científico social, un antropólogo humanista que podía analizar temas de orden social, histórico, educativo e ideológico. Pero, ¿qué tiene que ver José Antonio Encinas con los festejos oficiales del 4 de noviembre en Puno? Mucho, como veremos. Todo empezó cuando en Puno un grupo de funcionarios con mentalidad feudal, colonial y prohispana del siglo pasado, decidieron tomar como texto oficial de historia un trabajo de ficción literaria, precisamente de José Antonio Encinas. Los trabajos de escritura creativa o creación literaria pueden ser de ficción y no ficción. Pero hablando en estricto sensu, la historia no permite la ficción como recurso retórico, salvo el uso de la ucronia, pero con limitaciones para presentar posibles escenas dentro del concepto de la “gran duración de la historia”, tal como preconiza el historiador francés Fernand Braudel, animador de la revista Los Anales. Encinas nació en Puno en 1886, entonces en 1918 tenía 32 años. Cuando en 1924 se publicó su folleto Historia de la Fundación de Puno, antes de su destierro a Guatemala, tenía 38 años y se había graduado como abogado, además era un destacado político, educador y escritor. Tenía la absoluta certeza que el trabajo referente a la Historia de la Fundación de Puno, no era estrictamente un ensayo y menos un riguroso texto de historia. Con seguridad que no revisó la edición porque con la formación académica que entonces tenía, no hubiera autorizado por tratarse de un trabajo juvenil, más aún carente de rigurosidad académica y ausencia de referencia documentaria inequívoca. Por ese entonces como en parte ahora, las instituciones que representaban a la cultura hispana oficial dominante, utilizaron de modo inadecuado sus reflexiones que para la época, eran sin duda las únicas referencias. Encinas no es el autor de la afirmación oficial respecto a la Fundación Española de Puno, eso debe quedar claramente establecido. Resulta que se presentó al Concurso Municipal en 1918 y fue premiado con Medalla de Oro por el concejo provincial de Puno, el 28 de julio de ese año. El folleto fue publicado mucho después en la Tipografía Fournier. Muchos de los párrafos de Encinas fueron repetidos durante años en escuelas y colegios, como si se tratara de un texto oficial. La explicación es que era el único referente frente a la orfandad de investigaciones históricas y textos de historia de Puno. Desgraciadamente, el concejo provincial, especialmente el Instituto Americano de Arte en especial, se dedicó a oficializar el 4 de noviembre de cada como año como fecha de la Fundación Española de Puno. Ese hecho será difícil erradicar, sino con la acción de un sistema educativo regional destinado a descolonizar la equívoca idea dominante y edificar una identidad liberadora plural: aymara-quechua-hispana. Encinas en referencia a la supuesta fundación española de Puno dice: “Las imágenes que se encontraron en Laycacota fueron traídas en procesión con acompañamiento del virrey y de su séquito: dichas imágenes quedaron depositadas en una pequeña capilla que se encontraba en la plazoleta del pueblo de Puno, donde se había radicado el virrey. Era necesario reemplazar aquel pueblo destruido: señalar otro que fuese el asiento de las autoridades, que lejos del oro debían conservar la paz en estas regionales. Fíjose para ello, el virrey, en el pueblo de Puno, y así lo anunció en un bando que hizo pregonar en 3 de noviembre de 1668. El 4 del mismo mes, día de San Carlos Borroneo, después de una solemne misa en la iglesia del pueblo, declaró el virrey, que el pueblo de Puno sería en lo sucesivo la capital de la provincia de Paucarcolla, y en homenaje de Carlos II, El Hechizado, rey de España, llevaría el nombre de San Carlos de Puno, poniendo la iglesia bajo la advocación de San Carlos Borroneo, confirmándole luego el título de villa”.3 Encinas como se puede colegir, hizo entender que el conde de Lemos, el 4 de noviembre de 1668 estuvo presente en Puno. Ese hecho alentó para que durante muchos años, “se sobre entienda” la fundación española. La bibliografía que utilizó Encinas se circunscribió a Defensa que hace el Maestre de Campo Salcedo, Documentos del Coloniaje, de la Biblioteca Nacional. La causa de Salcedo. La defensa de Salcedo. El Estatuto Jurídico por el Oidor Pedro García Ovalle sobre la muerte de Salcedo y compendio del hecho. Apuntamientos de los derechos del fisco sobre las sediciones y tumultos de Laycacota, por Diego Baeza. Pero en 1943 se incendió la Biblioteca Nacional y la documentación que utilizó desapareció. En 1946 Guillermo Lohman Villena, publicó su libro en referencia al conde de Lemos, de ese modo quedó establecido que el virrey no estuvo en Puno el 4 de noviembre de 1668. No obstante, se continuó festejando la Fundación Española de Puno, se convocaron a instituciones para que participaran en una efeméride destinada a mantener el síndrome de la dominación y vasallaje mental. Jorge Basadre en 1948 publicó El conde de Lemos y su tiempo, y menos mal que desde entonces se inició una distinta manera de ver los sucesos de Laycacota. Rubén Vargas Ugarte en relación a su pretendida Historia General del Perú, se dedicó a narrar los acontecimientos de modo academicista para no comprometer la imagen negativa de un virrey católico hasta los tuétanos. Tuvo acceso a los centros de documentación del Perú y España como Lohman y Basadre. Vargas Ugarte describió el aciago paso del conde de Lemos por el Collao, pero no le interesó el juicio contra los hermanos José y Gaspar Salcedo, ni el anegamiento de las minas de Laycacota. El conde de Lemos ordenó la destrucción de la población de Laycacota, del fuerte San Luis de Alva y luego fue invitado por los curas de la Compañía por lo que pasó al curato de Juli y de allí a Copacabana. Enrique Cuentas Ormachea, aseveró que los sucesos de Laycacota, trajeron como consecuencia la postración social de la región. El historiador José Tamayo Herrera revaloró tanto a Basadre como a Cuentas Ormachea. Tamayo observó los hechos con distancia, inteligencia y agudeza. Señaló la presencia de una sociedad en plena formación y efervescencia, así como los orígenes de una burguesía capaz de haber generado un desarrollo autónomo, debido a la abundante producción de plata. Basadre y Lohman, estudiaron la rebelión salcedista. Basadre dijo: “La sentencia contra José Salcedo fue terrible. Declarado traidor y aleve, de la cárcel donde estaba, debía ser sacado en forma de justicia a caballo en una bestia de albarda y con un soga en el pescuezo y con voz de pregonero que manifestara su delito, llevándose por las calles acostumbradas a la plaza pública del pueblo de la Concepción y San Carlos (Puno). Allí debía estar la horca de tres palos, donde sería colgado y ahorcado hasta que naturalmente muriese. Luego, se le cortaría la cabeza y ella sería puesta en la plaza pública de dicho pueblo”.4 Guillermo Vásquez Cuentas, ha ensayado una teoría historicista ecléctica, llamando a ese hecho una “fundación atípica”, cuyo tema central es un posible traslado, aunque esa aseveración no esté debidamente documentada. Augusto Ramos Zambrano, sostiene que se trató de un cambio de sede de jurisdicción, pero en ninguno de ambos casos se han presentado evidencias, pruebas documentarias. De acuerdo a la legislación de la época, se levantaba un acta, se repartía terrenos destinados para las entidades públicas: templos, ayuntamiento, cárcel y terrenos para las casas de los futuros habitantes. Nada de eso hubo en Puno. El 4 de noviembre de 1668, el conde de Lemos, llamado Pedro Antonio Fernández de Castro, virrey del Perú, precisamente ese día estuvo en Cusco. En efecto, las pruebas que nosotros esgrimimos son: Uno.- En el convento San Francisco de Asís de Cusco hay un mural pintado en el primer patio por Basilio de Santa Cruz Pumaqhallo, con una leyenda que dice: “El Excelentísimo S. D. P. Fernández de Castro Conde de Lemos de Andrade, entró en este Convento el 5 de noviembre en el año 1668, ya (uindo) visto acá. En la obra y pintura de la vida de N. P. S. Francisco (cabó) mucho y admiró su Exc. Que Dios (……..) para bien de este reyno y amparo de (…….) nuestra sagrada escritura”. Dos.- Ricardo Palma como director de la Biblioteca Nacional, publicó en 1901, el texto Anales del Cusco, (1600 - 1750), en el que en la página 145, aparece un informe en referencia al paso por esa ciudad del conde Lemos. El documento es contundente, indiscutible. Tres: Los informes del Conde Lemos sobre los hechos de Laycacota, así como las cartas tienen como fecha 4 de noviembre de 1668 y fueron remitidos desde Cusco tanto a Lima como a Madrid. Cuatro: En el juicio de los descendientes de José Salcedo, contra la corona española a propósito del despojo de su mina y sus bienes, aparece un relato minucioso en referencia a la destrucción del Fuerte San Luis de Alva. Pero lo más importante es que Puno aparece como una aldea menor ubicada en el q’apax ñan, como un lugar de descanso entre San Luis de Alva, ocupada por vascos y el pueblo de Julicaca habitado por andaluces. Basta, ¿para qué más? Quienes propiciaron y defendieron la Fundación Española de Puno, al ver que las investigaciones probaron la destrucción de la posibilidad de un núcleo de desarrollo económico andino, cambiaron de lenguaje pero no de mentalidad. Ahora el 4 de noviembre tiene una denominación inapropiada como equívoca, sin duda para no reconocer el terrible desastre social que causó el conde de Lemos y las nefastas consecuencias sociales que hasta ahora desgraciadamente sufre Puno. Lo cierto es que el virrey llegó a Puno en julio de 1668 y mandó a matar a José Salcedo, pero reconocida después por injusta la sentencia se le restituyeron legalmente a sus deudos, los bienes que entonces poseía. Después de la destrucción de Laycacota, el conde de Lemos entró a Puno el 9 de septiembre, luego viajó al Cusco y el miércoles 7 de noviembre de 1668 llegó a Lima, donde murió el 6 de diciembre de 1672. Félix Palacios Ríos, comparte la idea que es necesario investigar más para tener una visión total de los hechos. Un tema que no está en discusión es la existencia de Puno como población quechua aymara, lo que está plenamente probado debido a varios cronistas, Lohmann, Basadre y el propio Vargas Ugarte. El desafío de hoy es: ¿Cómo erradicar los rezagos de una mentalidad colonial tan arraigada en algunos segmentos sociales de Puno? ¿Por qué persistir en mantener una fecha nefasta y falsa historia de Puno? ¿Qué asideros y pruebas tienen quienes insisten en sostener un deformado subconsciente colectivo? ¿Qué orgullo puede otorgar una inexistente fundación basada en la destrucción de San Luis de Alva, asesinatos y ahogamiento de las minas de plata de Laycacota? Nada respalda a una mentalidad colonial pero hay quienes se niegan a asumir la necesidad de revisar la historia. En vez de festejar el 4 de noviembre de cada año como aniversario de la inexistente Fundación Española de Puno, deberíamos rememorar los hechos que se refieren a la lucha por la independencia del Perú y América. A la gesta de José Gabriel Túpac Amaru II y Micaela Bastidas, a la permanente presencia de Pedro Vilca Apasa y Batolina Sisa. Esa es la verdadera acción pedagógica descolonizante que hace falta desarrollar de modo permanente, en vista que el Estado Peruano implementa un proceso de despersonalización colectiva, a base de una educación con mentalidad derrotista y asistencia de los cautivos, monopolizados medios de comunicación. Todo empezó el 4 de noviembre de 1780, cuando el cura de Pampamarca Carlos Rodríguez invitó para celebrar a su santo patrón, que lo era también del rey de España Carlos III y disfrutar de un almuerzo. Desde muy temprano llegaron importantes vecinos de su parroquia y amigos para felicitarlo por su cumpleaños. Pero el cura tuvo además el cuidado que el corregidor Antonio de Arriaga, estuviera acompañado por el cacique de Surimana, Pampamarca y Tungasuca José Gabriel Túpac Amaru II. Antonio de Arriaga era un corregidor abusivo, avaro, implacable en el cobro de impuestos y días antes había sido excomulgado. Terminado el almuerzo, señaló que se retiraba porque tenía que realizar diligencias urgentes. Túpac Amaru ofreció acompañarlo, pero el corregidor respondió que no era necesario debido a obligaciones que debía cumplir en Tinta. Pero al promediar las seis de la tarde, el corregidor galopaba acompañado de un séquito de funcionarios coloniales, cuando repentinamente fue enlazado su caballo. Trató de escapar pero fue tomado preso por hombres armados, de inmediato lo maniataron, remacharon un par de grillos y condujeron a detenido. Inmediatamente Túpac Amaru envió a varios propios llevando bandos de guerra para que los caciques tomaran presos a los corregidores y ajusticiaran públicamente. Antonio de Arriaga fue conducido fuertemente vigilado para ser condenado a la pena de muerte, acción que marcó el inicio de una rebelión que conmovió los cimientos de la Colonia. Túpac Amaru mandó a llamar a todos habitantes para que presenciaran el ahorcamiento de un puka kumka (cuello rojo en quechua), pero sobre todo al representante del poder colonial y del rey de España. El 10 de noviembre apareció una horca frente a la capilla y a las diez se hizo presente un cura para que Arriaga confesara. El corregidor preguntó por qué lo ajusticiarían y por orden de quién: “Del rey inca Túpac Amaru” fue la respuesta. Un pregonero leyó la sentencia: “Esta es la justicia que don José Gabriel I, por la gracia de Dios, Inca, rey del Perú, Santa Fe, Quito, Chile, Buenos Aires y continente de los mares del Sur, duque y señor de los Amazonas y del gran Paititi, manda hacer en la persona de Antonio Arriaga por tirano, alevoso, enemigo de Dios y sus ministros, corruptor y falsario”. Desde muy temprano llegaron hombres y mujeres quechuas para presenciar un acto jamás visto antes. El corregidor Arriaga confesó, imploró que se le perdonara, se arrodilló, lloró y no quiso caminar pero a rastras lo subieron al cadalso. El verdugo le arrancó el traje de militar español para degradarlo, le puso una túnica larga y enfundó en la cabeza una capucha negra. Pero sucedió que la soga que lo elevaba del suelo, se arrancó. Entonces Arriaga ante la sorpresa de la muchedumbre empezó a correr con dirección al templo. Pero una vez detenido fue ahorcado. Al día siguiente llegó al Cusco la alarmante noticia de la rebelión de Túpac Amaru. De inmediato los realistas organizaron un ejército de 2000 soldados quechuas al mando del corregidor español de Quispicanchis Fernando de Cabrera. Así, el 14 de noviembre, la tropa realista se dirigió hacia el sur confiando en una fácil victoria. Desconocía que Túpac Amaru había preparado un ejército de campesinos con pocas armas pero compuesto de 6000 hombres con hondas y palos. En la mañana del día 17 de noviembre, cuando Cabrera se encontraba en inmediaciones del pueblo de Urcos, le entregaron una orden de la Junta de Guerra del Cusco, debía detenerse y esperar a los refuerzos que estaban en camino. Pero el corregidor no hizo caso y avanzó a toda marcha para llegar ese mismo día a Sangarará. Como arribó de noche, los soldados realistas acamparon en la plaza, pero luego se enteraron que se aproximaban las fuerzas tupacamaristas. Entonces. Cabrera ordenó atrincherarse en el templo así como en los arcos de adobe para resistir mientras llegaran los refuerzos. Antes del amanecer del 18 de noviembre de 1780, una muchedumbre de quechuas partidarios de Túpac Amaru II, sorpresivamente rodeó la plaza de Sangarará. José Gabriel habló en voz alta y juró respetar la vida de los realistas si entregaban las armas y se rendían. Cabrera se negó sin prever las consecuencias. Algunos mestizos intentaron escapar del templo, pero fueron acribillados por orden del corregidor. Entonces, Túpac Amaru ordenó atacar y dar comienzo a una terrible batalla. Miles de piedras y fuego de fusilería cayeron entre las filas de ambos ejércitos. Los realistas sitiados comprendieron que no resistirían el empuje de quechuas diestros en el manejo de hondas. A fin de salir de la capilla alguien ordenó disparar un cañonazo para abrir un forado y así saliera la gente. Pero el fuego alcanzó a un polvorín y empezó un incendio dantesco. Se desplomó el techo, luego una pared y mucha gente empezó a morir asfixiada, pisoteada en medio de una gran confusión y pánico. Muchos soldados realistas cayeron muertos, entre ellos el corregidor Cabrera, el gobernador Tiburcio Landa y el cacique Pedro Sawarawra. En cambio, en las filas tupacamaristas murieron veinte honderos jóvenes. Túpac Amaru respetó la vida de los prisioneros y sobrevivientes, pagó a los curas los entierros, curó los heridos y reconstruyó el templo. Pero fue acusado de haber profanado, incendiado, saqueado y destruido la capilla por lo que fue excomulgado el 17 de noviembre, por el obispo de Cusco, Juan Manuel Moscoso y Peralta. Después del degollamiento de Túpac Amaru y posterior asesinato de Pedro Vilcapaza y Túpac Catari, las injustas autoridades españolas realizaron una horrenda carnicería y tomaron represalias contra todos los parientes de Túpac Amaru. Hasta que José Antonio de Areche, finalmente logró que se comprendiera al obispo en un proceso de investigación bajo la sospecha de conocer los planes de Túpac Amaru y no haberlo denunciado. Es cierto que Juan Manuel Moscoso y Peralta, en un principio estuvo de acuerdo en lograr el cambio de autoridades abusivas y corruptas. Pero habiendo pasado José Gabriel de las palabras a los hechos, se vio seriamente comprometido y más aún con el testimonio en su contra de parte de un cura de su extrema confianza llamado Jiménez de Villalba. Ahora sabemos más en referencia a José Gabriel Túpac Amaru, debido a Boleslao Lewin, Carlos Daniel Valcárcel, Jhon Fisher, Jorge Cornejo Buroncle, Juan José Vega, Jhon Rowe, Emilio Choy, Oscar Comblit, Jan Szeminski, Lorenzo Huertas, Alberto Flores Galindo y Augusto Ramos Zambrano, entre otros notables investigadores. Pero sobre todo a la Colección Documental de la Independencia del Perú. La Rebelión de Túpac Amaru. Editada en 1971 por la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú. Así es como se tiene acceso a una frondosa información documentaria. El hecho de no haber triunfado Túpac Amaru en su época, ha dejado un sentimiento de derrota que pesa mucho en el imaginario y subconsciente colectivo de los peruanos, Emilio Choy a propósito ha escrito: “En la historia del Perú, las fuerzas que tratan de introducir mejoras o cambios en la estructura de nuestra sociedad, parece que son inevitablemente derrotadas por una o más veces antes de lograr su victoria. Los borbones pretendieron mejorar la penetración hacia la selva a través de las misiones franciscanas - progresista para su tiempo-, pero fueron vencidas por un sistema de guerra prolongada, bajo las inspiración de los hijos de Loyola, y llevada a la práctica por Juan Santos Atahualpa, en 1742-56; pero no siempre las guerras que se proclaman independentistas tienen un contenido de avanzada, aunque en lo formal de este caso permitieron deducir que se podía vencer al poderío español aun sin ayuda exterior”.5 Pero ahora, con ocasión del Bicentenario de la Independencia Nacional, lo menos que debería hacer el Estado Peruano, es repatriar los restos de Fernandito Túpac Amaru como los de Juan Bautista Túpac Amaru Monjarrás y recibirlos con honores de jefe de Estado. Sobre todo reunir simbólicamente los restos dispersos de José Gabriel Túpac Amaru II, de Micaela Bastidas como de todos los precursores y edificar en homenaje a ellos, un monumento de mármol en la plaza de Armas de Cusco. De esa manera en algo se podría repararse el inmenso dolor colectivo y frustración que sentimos los peruanos de buena fe, pese al tiempo transcurrido. De haber triunfado José Gabriel Túpac Amaru II, otra hubiera sido la historia del Perú. La responsabilidad ahora es contribuir con un proceso de reeducación de la memoria y desestructuración de las ideas dominantes con las que han formado muchas generaciones con una mentalidad derrotista. A los 200 años de creación y crisis de la República, hispano, criolla, Túpac Amaru, de todos modos regresará como dice el poeta Alejandro Romualdo: “Gritando ¡Libertad¡ sobre la tierra / ha de volver !Y no podrán matarlo! 1.- José Antonio Encinas. Por la Libertad del pensamiento. Discursos parlamentarios Tomo I. Fondo Editorial del Congreso del Perú. 2013. Lima. 2.- José Antonio Encinas. Por la Libertad del pensamiento. Discursos parlamentarios Tomo I. Fondo Editorial del Congreso del Perú. Págs. 98-99. 2013. Lima. 3.- José Antonio Encinas. Historia de la Fundación Española de Puno. Tipografía Fournier. Pág. 23. 1924. Puno. 4.- Jorge Basadre. El conde de Lemos y su tiempo. Segunda edición. Editorial Huascarán S.A. Pág. 106. Lima, 1946. 5.- Emilio Choy. Contradicciones y trascendencia de la revolución. Túpac Amaru. Antología de Alberto Flores Galindo. Págs. 266-268. Retablo de papel ediciones. Lima, 1976.
Posted on: Tue, 05 Nov 2013 04:08:32 +0000

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