DESDE LA VENTANA Desde esta ventana veo mi mundo, un mundo que se - TopicsExpress



          

DESDE LA VENTANA Desde esta ventana veo mi mundo, un mundo que se redujo a recuerdos, a pasos lentos, a huesos débiles, a manos temblorosas y mirada cansina. Esta soy yo Mina, desde esta ventana veo lo que será el resto de mi vida, si es que la parca me recuerda y viene en mi búsqueda, ya cuento 96 o 97 años, perdí la cuenta como perdí mi memoria, y sin embargo todo es tan paradójico, pues solo vivo de recuerdos, olvido fechas y nombres pero, amado esposo a tí, solo a tí te recuerdo, cuándo vendrás a buscarme? Corría el año 1929 yo tenía 17 años, vos eras el más guapo del pueblo, el más buscado, sin embargo me elegiste a mí siendo siempre mío. Tenía seis hermanos, vos también, éramos numerosos no como ahora en que nadie tiene tiempo para tener hijos y menos para cuidarlos. Nuestro futuro estaba delante de nuestros ojos, éramos humildes,” contadini”, vivíamos de la tierra y por la tierra. Nuestros días de fiestas se reducían a las sagras y la vendimia, los días eran maravillosos, trabajábamos duro sin pausa ni descanso, pero nuestro sueño era tranquilo, sin sobresaltos. Vivíamos en Cotignola, este pequeño pueblo cerca de la gran ciudad Ravena, a la que con poca frecuencia íbamos, nos pagaban con desprecios y nosotros sentíamos desdén por esa gente desprejuiciada, con poca fuerza y menos maña, todo era escándalo, no sabían trabajar, pues el trabajo bien hecho solo se hace con las manos y el sudor de la frente. Mis manos, nunca fueron delicadas ni bellas, pero si jóvenes, tantos cayos tengo como recuerdos de las horas pasadas en el campo, sembrando y cosechando. En el campo no había tiempo solo estaciones, debíamos recordarlas para saber cuando arar, cuando dejar descansar a una tierra que todo lo daba sin pedir nada a cambio. Nunca fui bonita para que sirve serlo, solo se necesita ser fuerte y resistente y cuando llega la edad conseguir un marido que sea proveedor, del resto se encargará la vida, siempre tan sabia. Dónde estás parca? Acaso no me querés? Olvidaste mi camino? U olvidaste mi cara? Mis horas transcurren sentada delante de esta ventana. Mis escasos muebles están llenos de estampas con las fotos de mis hermanos, y de mis cuñados, entre mis manos sostengo la tuya, te fuiste en un sueño, el mismo que te arrebató de mi lado. Quedábamos tres hermanas Lucía, la rica, sus tierras daban dinero sus hijos la tienen toda enjoyada sentada delante de una salamandra, bien caliente ella nada hace, cómo la cuidan, como a una porcelana, yo solo tengo a Giuseppe arriba de mi casa, se casó grande conoció a su esposa por carta y se casó, tienen un hijo, mi nieto el que pocas veces me visita, solo lo veo cuando llega del trabajo o en auto con algunos amigos, alza la mano en un saludo y entra a su casa. Nada sé sobre él, poco lo conozco, casi ni nos hablamos, Giuseppe dice tener un lindo departamento pero no me lleva a verlo porque teme que me caiga, vive ahí desde hace más de treinta años, habré sido una mala madre, no sé, Vittorino, que Dios lo tengo en su Santa Gloria, vivía en Ravena, desde el mismo momento en que se fue del campo lo desheredamos, quizás fue una medida dura, pero él no entendía que al campo hay que conocerlo y quererlo, trabajarlo a diario. Se casó con una de la ciudad, una mala mujer, nunca me gustó ni recuerdo su nombre, la última vez que la ví fue el día que enterraron a Vittorino, vino hecha furias a gritarme por no haber asistido al funeral. Acaso sabe ella lo que es perder a un hijo? Mis entrañas se desgarraron cuando me enteré que había muerto, mi alma se apagó cuando fuimos al hospital con Vincenzo y lo vimos en esa cama sin hablar, estaba solo, nos miramos largamente pero, nada nos dijimos. Soy campesina entiendo de labores más no de palabras, la vida siempre fue dura, como nos enseñaron que debía ser. Porqué sigo acá? Porqué no me llevás? Vittorino dejó dos hijos, el mayor es mi devoción, ya se casó pero, no tiene hijos, vive una vida de corridas. Se casó con una profesional extranjera de un país lejano cuyo nombre no recuerdo, sé que debía cruzar mares para ir a casarse. Ese es un buen hombre, el otro es ladino como su madre, tiene un hijo al que nunca ví, este vive al revés no se casa pero, tiene hijos, no entiendo a estos jóvenes, no entiendo esta vida, no pertenezco más a ella. Angel de la muerte dónde estás?. María es mi otra hermana que aún está viva, hace meses que no la veo, recuerdo cuando nos reuníamos Lucía, María y yo, a recordar y reír, cómo estará?. Hace años, cuando construyeron la fábrica y nos ofrecieron dinero para vender, el que rechazamos, pues la tierra no se vende se hereda, fueron lentamente tapando mi ventana, redujeron mi mundo, solo veo mis dos galpones y un pedazo de tierra muy pequeña. El galpón, había comenzado la guerra la Segunda Gran Guerra, Vicenzo había escapado para no ir al frente, lo hizo por la familia, yo tenía dos hijos, y por el campo, quién lo cuidaría si él iba al frente? Y aunque nunca lo dijo yo siempre lo sospeché por miedo, tuvo miedo huyó, venía por las noches hasta que se dio cuenta que nadie lo buscaba ni requería sus servicios. Vivíamos todos en el galpón con una de las hermanas de Vincenzo y la familia de ella, pobrecita, era trabajadora, dura, fuerte, después de la jornada en el campo ella lavaba con agua, pues todo escaseaba fueron épocas duras, poco comíamos, dormíamos con miedo todos acurrucados en un mismo rincón, las familias nos habíamos dividido por cortinas, otrora sábanas que nos permitían disponer de un mínimo de privacidad, aunque con el miedo que teníamos preferíamos estar juntos en los espacios comunes. Pasábamos hambre, frío, en invierno lavábamos fuera nuestras magras prendas, poco teníamos y menos necesitábamos, nuestras libertades se habían reducido, solo salíamos a trabajar los campos y volvíamos mirando hacia todos lados, el miedo más terrible, se había adueñado de nuestras vidas, llevábamos con nosotros a nuestros hijos no los perdíamos de vista, yo contaba ya tres Vittorino el más grande, varios años después tuve a Giuseppe y por último a Stefano, este nació malito, siempre enfermo, Vicenzo se avergonzaba de él, estaba enfermo de la cabeza y lo tuvimos que internar, pobre Stefano cuanto lloraba cuando lo dejé pero, Vincenzo fue implacable dijo que ese hijo no merecía vivir con nosotros pues nada entendía y menos ayudaría, nada bueno aportaría a la familia, nunca más se habló sobre él, tampoco se lo nombró, su nombre estaba prohibido. Ahí lo dejé, pobrecito, entre llantos y mocos. Pero, debía ser fuerte y Vincenzo tenía razón no podíamos darnos el lujo de tener un hijo que no sirviera para trabajar que solo aportara necesidades sin soluciones. Los primeros años lo visitaba con Giuseppe, él me llevaba a escondidas de su padre. Vincenzo nunca fue, él siempre dijo que solo tenía dos hijos, pero mi vientre sabe que no fue así, recuerdo cuando lo parí entre el dolor y el más profundo terror, estaban bombardeando, las sirenas sonaban yo no podía ir al refugio, temblaba de dolor y de miedo, la comadrona me apuraba y yo no podía parir, no quería hacerlo, traer otro hijo para que sufriera, otra carga a mis espaldas, estas espaldas tan encorvadas, no podía, Stefano perdoname hijo. La comadrona lo sacó y con un sacudón en donde todo tembló mi hijo cayó rodando por los suelos, lo creímos muerto, pero vivió, hubiera sido mejor que muriera. La comadre me lo dio en los brazos, parecía normal, me lo puse en el seno, pero solo gritaba y pataleaba, mi seno no daba leche tenía miedo, un miedo que me subía y no me dejaba pensar, un miedo que trastocó todo mi entorno en una temible oscuridad, no quería ese hijo solo quería huir. La memoria me falla todos los recuerdos se entremezclan sin orden, todo es caos, caras, hechos, años, todo quiere brotar pero, al mismo tiempo todo quiere callar, como lo callamos todos estos años. El silencio y el olvido son amigos muy conocidos. Era la guerra no había leyes todo era confusión, todo era desorden. Llegaron los nazis y se instalaron en el otro galpón, no pidieron permiso, nada les importó de nosotros, ellos eran los amos y nosotros debíamos servirlos. Les cocinábamos, ellos tenían comida y comían en abundancia, una sola vez Luca, mi cuñado le robó unas cucharadas a su guiso, era para los chicos, y fue cruelmente golpeado. El miedo se había instalado en nuestras vidas. Lella, mi cuñada y yo lavábamos la ropa de ellos, eran unos diez, nos permitían quedarnos con los restos de jabón, cómo lo guardábamos lo atesorábamos, lo juntábamos y formábamos nuevos panes, cuando disponíamos de agua nos lavábamos con jabón, qué bien se sentía, cuánta felicidad, eran días de fiesta en un funeral ya instalado, pues solo se respiraba desolación y muerte. Los hombres trabajaban en el campo y todo lo que este producía se lo entregaban a los nazis, las mujeres les lavábamos, cocinábamos y limpiábamos, cuanto miedo les teníamos, y ellos gozaban, se sentían importantes, los hubiera matado uno a uno con mis propias manos de haber podido. Una mañana los nazis huían, se olía el olor a libertad en el aire, pero antes de irse se despidieron de quien bien los había atendido, sin siquiera haberlos invitado, tiraron una granada en el galpón, Lella estaba lavando, llegamos corriendo solo vimos trozos de su cuerpo por doquier, era una buena mujer no merecía morir así. Esa misma tarde todo el pueblo empujaba carretillas con sus muertos, todos habían perdido a alguno en esta huida furiosa de unos nazis violentos, con sed de venganza y odio en sus miradas. Hicimos una procesión y todas estas víctimas inocentes fueron enterradas juntas en una fosa común. Lella merecía un gran funeral, era querida, servicial, trabajadora, pero no había tiempo debíamos reordenar una vida demasiado desordenada. Nadie lloró, no teníamos lágrimas estábamos sedientos de sentimientos, pero los sentimientos no afloraban, era hora de volver al hogar o lo que de él quedara. Trabajamos duro y rearmamos lo desarmado, muchos no estaban ya pero, los que estábamos debíamos seguir, éramos hijos de la tierra y ella jamás nos defraudó, ella siempre nos dio, fue una dadora incondicional. Nuestros hermanos fueron muriendo, no recuerdo los años, tengo flojera mental, por eso decidí escribir mi árbol genealógico en la puerta interna del armario donde solo yo pueda leerlo y recordar, aunque duela. Sé que Vittorino estaba enojado con nosotros traté de enmendar pero, el abogado me dijo que ya no se podía volver atrás. Pobre Vittorino murió joven solo 69 años y nosotros lo sobrevivimos, porqué? Esto no debía ser así. Jamás me quejé y siempre acepté los designios divinos aunque no los entendiera, nada hay que entender, la vida es dura, nuestra vida siempre lo fue. Hubiera cambiado de lugar el día que lo ví en esa cama de hospital. No volví a visitarlo nunca más, los dos sabíamos que así debía ser. Cuando nos comunicaron su muerte Vicenzo subió a su bicicleta, como hacía todos los días, y pedaleó hasta el bar del pueblo, pedaleó sus siete kilómetros diarios, llegó y entre grapas, lloró, lo sé bien, cuando retornó tenía los ojos rojos, la voz balbuceante, se sentó a mi lado me pasó la mano por los hombros y seguimos viendo por la ventana. Después de la muerte de Vittorino, todo cambió Vincenzo ya no salía a diario, estaba cansado decía, nunca entendí de que si nada hacíamos en todo el día solo mirar por la ventana. Tenemos un televisor el que uso como mesa, tiene un pequeño mantel y un florero, nunca me gustó ni entendí eso de la tele. Tengo un teléfono que poco uso pues casi nunca lo escucho. Qué será de la vida de Lucía y María? Siempre nos reuníamos éramos las más unidas, hasta que Giuseppe no me quiso llevar más a verlas hace meses, tampoco Giovanni el hijo de Lucía la ha traído más, tampoco me viene a buscar para que vaya a visitarla y la Romana, la hija de María no me ha llamado más para que hablara con María es raro. Giuseppe, con él ya no puedo contar viene una vez al día para saber si sigo viva y después no hablamos más, solo lo veo desde la ventana trabajando con sus máquinas, porque se habrá buscado una esposa por correspondencia? Es un lindo hombre, de carácter taciturno es verdad, muy egoísta, quizás la culpa fue mía lo consentí mucho, desde que tuve que abandonar a Stefano en ese horrible lugar me dediqué en alma y vida a él. Después vino lo de la herencia, Vittorino se enojó y Giuseppe nos instaló en este departamento pequeño y solo cumple con nosotros, ahora solo conmigo. Muerte dónde estás?. Una mañana Vincenzo se levantó, con esfuerzo se abrochó los zapatos, no iba más al pueblo a beber grapa con sus amigos, tenía 97 años, ese año cumpliría 98, estaba cansado muy cansado, durmió una siesta, muy raro en él jamás la dormía para que?. Nos acostábamos a las 20 después de cenar a las 19 en punto, siempre la misma magra cena, costumbre de los que vivimos entre guerras, comer muy poco para no malacostumbrar al estómago, se fue a descansar y dos días después murió de cansancio dijo el doctor, de cansancio. Trabajó toda su vida y la sufrió lo sé bien pero, somos campesinos para nosotros las penas son diferentes que para los citadinos ellos hacen escándalo por cada muerte, por cada pérdida, yo nada tuve, menos tengo y dentro de poco, escasas cosas dejaré. Desde que se fue Vincenzo mi ventana está más sola, no hablábamos pero nos sabíamos juntos, siempre juntos llevamos como sesenta años de casados. Cuánto que viví, a mis padres ya casi ni los recuerdo solo puedo recordar a Lucía, María y Vincenzo. Sé que el no se va a olvidar de mí, sin palabras nos entendíamos no necesitábamos hablarnos nuestra vida es una vida de acción y grandes silencios. Cuanto lo amé a Vincenzo, era un buen hombre, no fue justo con Vittorino y menos con Stefano pero era un buen hombre. Era junio de 2009, una mañana calurosa como otra cualquiera de ese verano, Mina se levantó como todas las mañanas, se aseó con más maña que fuerza, el cuerpo no le respondía, ya nada temía pues todos sus terrores quedaron atrás en ese largo camino recorrido ese largo camino que había sido su vida. Sus recuerdos como siempre y más desde hacía unos meses se mezclaban. Bebió su vaso de leche y se sentó enfundada en su chal de lana mirando por la ventana, vio tres personas tomadas de la mano que se acercaban viniendo a su encuentro, no daba crédito a lo que sus ojos veían dos muchachas jóvenes parloteaban con un joven gallardo, a ella le pareció reconocerlos pero, no sabía de donde, cuando los tuvo enfrente y le estiraron sus manos ella se levantó y los acompañó, era nuevamente joven Vincenzo de un lado la tomaba de los hombros del otro sus manos se entrelazaban con las de María y la de estas con las de Lucía, las dos hermanas habían muerto pocos meses antes. Los cuatro iban radiantes, alegres, Mina se dio vuelta y vio la ventana en ella quedaba una anciana sentada en un sillón, elevó su rostro al cielo y dijo “Muerte, gracias”.
Posted on: Sun, 08 Sep 2013 21:25:08 +0000

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