DORTMUND. LA ESPADA DE TYRAEL Y LOS GUARDIANES DEL SOL. CAPITULO - TopicsExpress



          

DORTMUND. LA ESPADA DE TYRAEL Y LOS GUARDIANES DEL SOL. CAPITULO 11 Observamos Loredán desde lejos, calculando de forma aproximada lo que podríamos tardar en llegar allí. Todo estaba muy tranquilo, pero ninguno nos fiábamos de aquella tranquilidad, que incluso podría describirse como inquietante. Tan solo quedaban dos semanas para que diese a luz y apenas sentía molestias ni dolores pero de vez en cuando el bebé daba una patada que me estremecía, aunque intentaba disimularlo ante Arthur y Hernes, que no me quitaban el ojo de encima. Tras cinco horas de camino, llegamos a las puertas de Loredán. Nadie las abría, por desconfianza supongo, hasta que Arthur, cubierto por una capucha gritó que era un guardia de Diablo acompañado por mi, la reina Lilith. De pronto las puertas se abrieron, y Arthur cerró totalmente la sotana que llevaba, para que no se le viese el uniforme de los Guardianes del Sol, por supuesto, Hernes actuó del mismo modo. Entramos en la ciudad bajo las atentas miradas de los vigilantes que guardaban la puerta. La poca gente que había en la ciudad también nos observaba, pero con miedo. Nos llevaron a un castillo, más pequeño que el de Helldaeron. - Pronto les recibirá Lord Lich – dijo el guardia que nos llevó hasta allí antes de irse Arthur esperó a que nadie anduviese por aquel pasillo para cambiarse rápidamente de armadura, si los veían como Guardianes del Sol no traería nada bueno. Sin embargo, Hernes solo tenía su armadura, pero Arthur ya tenía un plan para salir airosos de allí. Solo pasaron un par de minutos hasta que el guardia volvió con nosotros - ¿Por qué habéis venido a Loredán, mi reina? – pregunto el guardia - Estamos de paso, solo queremos descansar – le contesté - ¿Hacia dónde vais? - No es algo que le importe a un simple guardia – le contesté muy desagradable - Vuestro acompañante debería quitarse esa sotana para recibir a Lord Lich, no nos gustan los misterios en Loredán Hernes se giró hacia nosotros sin saber que hacer, Arthur le miró y le indicó que se quitase la capucha, debía tener algún plan para explicarlo. El guardia al ver la armadura de Hernes desenvainó su espada y sin preguntar se abalanzó contra el, sin darle tiempo a defenderse. Por suerte, Arthur interpuso su espada entre el cuello de Hernes y la espada del guardia. - Esa espada no es de este reino... – dijo el guardia muy extrañado – vos también sois un farsante... Arthur no se acordó de cambiar además de su armadura, su espada. La espada de un Guardián del Sol, como ya dije en su momento, es única e inconfundible. - No, te equivocas... somos infiltrados en las tropas de los Arcángeles – se excusó Hernes - Los arcángeles no visten así... no me engañareis tan fácilmente... - Vestimos así por que somos infiltrados en los Guardianes del Sol, era la única forma de conocer los movimientos de los arcángeles durante la guerra.. - Mentís... ¡No saldréis de Loredán con vida! Arthur no tuvo más remedio, debía deshacerse de aquel guardia antes de que alertase a Lord Lich y anulase nuestras posibilidades de llegar al Ojo de Baal. Apartó al guardia de una patada en el estómago y clavó su espada, atravesando el cuerpo del guardia. A los lados de aquel pasillo había unos ventanales que daban al un gran cauce de un río, así que arrojamos el cuerpo del guardia, que aún respiraba, por aquellos ventanales. - Arthur, la sangre del suelo... se darán cuenta – le dije asustada y nerviosa Arthur caminó rápidamente justo a la baldosa en la que se encontraba la sangre, agarró su espada y la colocó de canto sobre su mano, haciéndose un profundo corte. Tras esto colocó la mano con la palma hacia el suelo y dejó caer su sangre sobre la del guardia. - Rápido, dame un pañuelo... no conviene que me desangre en este momento – dijo Arthur en voz baja Mientras se ataba el pañuelo taponando la herida de su mano comenzaron a oírse fuertes paso que se acercaban hacia nuestra posición. Al pasar unos segundos Lord Lich se encontraba en la entrada del pasillo frente a nosotros. Un hombre mayor, de pelo laceo y canoso con una desaliñada barba. - Seáis bienvenidos a Loredán, ciudad de alegría y prosperidad – dijo Lord Lich con los brazos abiertos y lleno de amabilidad – Un momento... – susurró al vernos detenidamente – guardias... ¡arrestadles! - ¡Espere! ¡no!... Lord Lich no es lo que parece - ¿Ah no? Pues yo veo bastante claro que sois ¡Guardianes del Sol! – dijo perdiendo la compostura - Lord... ¿acaso no veis quién nos acompaña? – dijo Hernes insinuante - Re... Reina Lilith – dijo Lord Lich mientras se arrodillaba – siento mucho lo ocurrido, pensaba que... Me acerqué hacia él y le disculpé, aunque estaba algo temblorosa por la situación... - ¿Por qué está mi suelo manchado de sangre? – preguntó con tono amable pero malhumorado - Me he cortado limpiando mi espada... mis disculpas Lord – dijo Arthur con la mano en su pecho Lord Lich hizo un gesto indicando que le disculpaba, comenzamos a explicarle nuestra falsa excusa, que en boca de Arthur y Hernes sonaba más que convincente. Hablamos en aquel pasillo durante un buen rato, hasta que comenzamos a escuchar gritos y llantos muy fuertes. Nos asomamos a los ventanales y vimos como guardias eran alcanzados por flechas en llamas, pero nadie podía ver de dónde provenían ni quién sujetaba los arcos que las lanzaban. De inmediato Lord Lich comenzó a gritar en el centro de aquel pasillo alertando a los guardias del castillo, y por consiguiente... a nosotros - ¡A las armas! ¡ya están aquí!
Posted on: Thu, 25 Jul 2013 10:26:03 +0000

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