Darse cuenta de que estamos en manos de un burro que estudió - TopicsExpress



          

Darse cuenta de que estamos en manos de un burro que estudió mucho, es grave. En efecto, probablemente no haya en el mundo una cruza más peligrosa que esa: la de un burro ilustrado. Pero con cada intervención de Kicillof advertimos que el país ha puesto en uno de los sillones más importantes del gobierno a un representante de esa raza depredadora; de esas que no dejan títere con cabeza si se los deja actuar. El ministro acaba de hablar en la XIX Asamblea Anual de la Unión Industrial Argentina y allí se despachó a gusto sobre sus definiciones ideológicas. Dijo, “tenemos que trabajar en conjunto, tenemos que escucharnos, tenemos que proponer. Pero no son esos manuales del neoliberalismo los que necesitamos”. ¿Será que Kicillof propone los manuales del neoautoritarismo? Porque si no es partidario de la aplicación de la libertad, ¿de qué es partidario? Sería interesante que el ministro retome sus lecturas filosóficas. Es lógico que su escaso tiempo le esté impidiendo el acceso a los libros, pero a esta altura debería estar enterado de que no hay ninguna corriente en la filosofía del Derecho que lleve el nombre de “neoliberalismo”. Dicha categoría ha sido inventada por las cacatúas del autoritarismo para justificar su acceso al poder y la explotación de una sociedad esclava que trabaja para ellos. Pero en términos de economía política y de filosofía legal no hay ninguna doctrina que lleve ese nombre. Tampoco hay ningún economista ni ningún filósofo que se reconozca “neoliberal”. Lo que existe, Kicillof, es el liberalismo, el mismo que le ha posibilitado a usted tener una expectativa de vida de más de 80 años, de teclear un iPad, o de valerse de la tecnología que dicho conjunto de ideas inventó para que usted la aproveche hoy, entre otras cosas para intentar destruirla. Todo lo que ve a su alrededor, Kicillof, es un producto de la libertad. Desde el proyector por donde mostraba sus filminas, hasta la impresora con la que imprimió su discurso, todo ha sido inventado por el ingenio humano estimulado por la libertad. Por el contrario SUS ideas -el marxismo- no han sido capaces de entregarle una docena de huevos en tiempo y forma al pueblo. Usted dijo que “es posible crecer y al mismo tiempo distribuir” y aseguró que el modelo que se propone desde el Gobierno no es uno construido sobre la base de “hambrear a los trabajadores o dejarlos sin derechos”. Aquí el único ”modelo” que hambrea a la gente es el del intervencionismo del Estado, como lo demostró el éxtasis de esa idea, el marxismo comunista en el que usted se formó. Daba pena ver a aquellas “mamushkas” esperar con sus hoyas desvencijadas una cucharada de comida provista por el Estado. Esa imagen la produjo SU sistema, Kicillof, no la libertad; a esos trabajadores los hambreó la economía comunista y el intervencionismo del Estado llevado a su paroxismo. La misma idea es la que deja sin derechos a la gente, Kicillof, como lo prueban las últimas aprobaciones de la Cámara de Diputados que eximen a los funcionarios como usted de ser responsables civilmente frente a los trabajadores y frente al pueblo. Su terminología de odio agregó: “Es mentira que haya un modelo libre de tensiones. Ese modelo que nos quieren imponer es el de achicar el Estado, ajustar la economía, reducir los salarios, endeudarse. Ese modelo fracasó, es un jarabe rancio neoliberal y todos los que estamos aquí conocemos sus resultados”. Las tensiones las crea la arbitrariedad del intervencionismo, Kicillof. Es ese intervencionismo el que abre las ventanillas de la corrupción y las barreras de “peajes”, para que los trabajadores sean cada vez más pobres por la inflación y la emisión sin control de una moneda cuyo valor se les escurre entre los dedos. Los colosales despilfarros del Estado son los que transforman en pobres a las personas, aun cuando usted pretenda engañarlas colocando en sus bolsillos fajos de papeles de colores sin valor. En un alarde desafiante a la más insignificante inteligencia, Kicillof afirmó: “Era estrictamente falso que primero había que crecer para después distribuir. Hemos demostrado que haciendo crecer al mercado interno se podía expandir la economía. Distribuir para poder crecer, pero que no quepa duda que es un camino complicado y difícil y por eso es necesario hacerlo coordinadamente y asociadamente” Para distribuir riqueza hay que crearla, Kicillof. Casi podría deducir eso por el imperio del sentido común sin siquiera haber estudiado los sesudos manuales que seguramente sí aprueba y que, según dicen, le valieron alguna condecoración en la facultad. El afán demagógico de poner el carro delante del caballo nos condujo a la situación en la que hoy nos encontramos, aislados, perdiendo reservas, con libertades individuales seriamente cercenadas (aunque eso a usted le importe poco), sin moneda, sin energía, con 10 millones de cabezas de ganado menos, con 8000 tambos menos, con economías regionales exhaustas, sin inversión, sin confianza. Este es un resumen de las hazañas del modelo, Kicillof, del modelo de intervención sin libertad que usted defiende. Darse el gusto de probar la cuadratura del círculo ha originado un desbarajuste de tal dimensión que hoy francamente no se sabe por dónde empezar para intentar resolverlo. El ministro no se conformó con nada de esto y continuó. Dijo que “No es cierto que un ciclo de altos precios de las commodities sea un ciclo propicio para la reindustrialización de un país…” ¿Y cuándo es un ciclo propicio, Kicillof?, ¿cuándo los precios de lo que vendemos están por el piso?, ¿qué clase de lógica tiene eso? Pues probablemente la misma que hizo que el país despilfarrara la década más favorable que el mundo le ha regalado a la Argentina en un siglo. También se hizo su tiempo el ministro para la tergiversación. En un párrafo referido al campo dijo: “optar entre el campo y la industria no era una antinomia, era una mentira. Nos mintieron para importarnos un modelo que significó la ruina. Nosotros hemos trabajado en el campo para tecnificarlo, para industrializar la ruralidad”. La enorme tecnificación del campo, Kicillof, sucedió en los ’90, como todo el mundo lo sabe. El delirio de seguir intentado sostener una teoría contranatura que descree del estado natural libre del hombre puede tener consecuencias gravísimas si las autoridades insisten en el mantenimiento de las razones del trastorno. Kicillof supone que seguir intentando lo mismo puede arrojar de ahora en más resultados diferentes. Es lo que Einstein definía como locura. Que el ministro intente convencernos de que lo que fracasó en el mundo fue lo que en realidad tuvo éxito y que lo que tuvo éxito fue lo que fracasó, es un oxímoron que ni la genialidad de Einstein podría calificar. O tal vez algún vago en un bar de cualquier esquina de Buenos Aires, sin aspirar a ninguna pretensión intelectual, podría intentarlo mejor: se trata simplemente de una burrada.
Posted on: Tue, 03 Dec 2013 00:23:15 +0000

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