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Date: Sat, 28 Sep 2013 20:32:20 -0700 F El no lugar de la Nación. Estimados amigos con respecto al problema de la Guyana, el Esequibo y Venezuela, un debate aún poco difundido sobre el que conviene profundizar más, excavar más para encontrar el sentido que se ha perdido. Llama la atención que en el debate que comienza a parecer sobre el territorio en reclamación del Esequibo, no hay presencia sólida de geógrafos y de historiadores, menos aún de las Universidades y Escuelas que profesan esas ciencias, una muestra del debilitamiento disciplinario que se explica en un contexto de crisis que curiosamente y contra la norma no ha movilizado con fuerza la producción de reflexiones críticas. En Venezuela, la geografía y la historia, tan importantes en el escenario actual de las ciencias sociales que cada vez intercambian más y producen más en las sociedad de la información y del conocimiento, aún no logran internalizar pese a congresos, coloquios y seminarios que es eso de la función social y del ejercicio crítico del pensamiento, ámbitos que van más allá de un pasado por el pasado mismo, o de un espacio sin territorio. Paradojas en el seno de las disciplinas, movimiento a la inversa que despersonaliza mediante tecnologías del poder del Estado a quiénes se tornan pertubadores para el sistema que se está implantando desde las esferas del alto gobierno y sus cuadros medios. Expresión cómplice del deterioro de una intelectualidad que no logra recuperar la autoridad del decir y el escribir por estar atrapada en las cárceles de un lenguaje aislado cada vez más de la realidad social y cultural concreta y de las prácticas del conformismo que ha petrificado el ejercicio crítico de la función social necesarios para ganar espacio, acción comunicativa útil para producir un leve pero potente aleteo de desequilibrio frente al aparentemente fuerte y monolítico edificio del Estado autoritario. La realidad del reclamo territorial venezolano -aún vigente de acuerdo al derecho internacional-, que no queremos ver, sobre el que nos negamos a hablar con rigor, que compete a todos los venezolanos, y sobre el que manifestamos hoy día un interés muy débil por ser el territorio una periferia, una zona sin imágenes geográficas significativas y olvidad de historia (aunque con catálogos de recursos estratégicos muy importantes y con una historia bien interesante), tiene su testigo silenciado, lejano, y a veces poco recordado, en las jornadas de concientización hechas en el gobierno de Raúl Leoni que condujeron a la firma del Acuerdo de Ginebra en 1966 que establecía al Esequibo como territorio en reclamación. Pintado a franjas en un mapa, el signo convencional creaba su huella, testimoniaba el litigio y legitimaba un conflicto territorial que hundía sus raíces en el movimiento colonial inglés del siglo XIX y en las luchas de poder de la nación en construccióna la que podo le interesaban los bordes de la nación. El esfuerzo de la geografía política de 1966 no sólo fue de embajadores, sino de toda una intelectualidad consciente de una dimensión menos restringida de la política en la que iban montados, historiadores, escritores, politólogos, abogados, médicos, geógrafos, cartógrafos, músicos, ciudaanos y militares -que por cierto, aún no habían perdido el imaginario de un país posible y en construcción, que se impregnaban de un compromiso con el país-. Tal vez amigos en medio de esta Venezuela dormida, sumergida en un mal sueño del cual aún no quiere depertarse, haga falta difundir y darles un lugar en la sociedad a los mapas y su representación manejable del territorio como medio para recordar que los derechos no se renuncian, que las imágenes si circulan en sociedad, también construyen país, que la cartografía no es un significante vacío, que importa fijar más la mirada en Venezuela y sus intereses que en la Isla de San Andrés y el conflicto colombo-nicaraguense, o en las Malvinas y el conflicto anglo-argentino, o en Bolivia y su salida al Mar frente a Chile para sólo referirnos a otros casos del convulso panorama territorial de hispanoamerica de la primera década del siglo XXI. Tal vez en medio de tanta retórica pseudonacionalista, se ha perdido el lugar desde el cual es posible articular patria con región y patria con globalización. El fenómeno actual de reacomodo de la cosmovisión dentro de un nuevo movimiento del sistema mundo sólo es soportable dado el vértigo que produce, dentro de una relación que percibe a los lugares y a la globalización no como antitéticos, sino según apreciaba Milton Santos como partes articuladas del espacio, ello exige, no un desdibujamiento de fronteras como ingenuamente se ha pensado, sino un replantamiento de las mismas, una re-territorialización y una rearticulación que parece negada al diseño de país puesto a andar hace catorce años en Venezuela dentro de una ambigua imagen del mundo y sus escalas. Se vive una ceguera espacial, un no lugar de la nación y un desdibujamiento de las narrativas que sostienen la imagen del territorio nacional, base del sentido de comunidad. Recuerdo que mi papá me decía con orgullo, que durante el gobierno de Leoni mapas y charlas, artículos de prensa y libros, y más allá de todo asombro, cajas de fósforos con el mapa de una Venezuela no amputada, circulaban transversalmente en la sociedad entera. Ese movimiento comunicativo de la emergente democracia venezolana, creó una conciencia territorial que hoy se encuentra debilitada. Un giro en la política de frontera que sacrifica territorio por geopolítica e ideología, ha trastocado la conciencia de país y en consecuencia, su orientación hacia lo porvenir, prefigurado, imaginado por el pensamiento del ahora. Un giro en la cultura nacional y una desorientación de la dimensión imaginaria instituida en la democracia, ha convertido a la comunidad imaginada venezolana en un espectro de país sin territorio y sin territorialidad, una sociedad sin conciencia del lugar de la nación. Tal vez haga falta esa caja de fósforos para encender un país tan falto de luces; tal vez haga falta un mapa que nos hable del país y su territorio más allá de la retórica tradicional de los políticos y de los intelectuales que no logran decodificar los nuevos regímenes de historicidad y espacialidad que enfrentamos en medio de una crisis interna de país en el que por cierto, no estamos de paso. Desde México, D.F. Prof. Luis Manuel Cuevas Quintero, Universidad de Los Andes-Universidad Nacional Autónoma de México
Posted on: Sat, 05 Oct 2013 17:35:59 +0000

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