Desmonte y barbarie La tala desmedida del bosque nativo cordobés - TopicsExpress



          

Desmonte y barbarie La tala desmedida del bosque nativo cordobés es uno de los flagelos más difíciles de erradicar en nuestra provincia. La falta de conciencia ciudadana y las escasas políticas publicas transformarán nuestros bellos paisajes cordobeses en un páramo eterno El desmonte adquirió algo de notoriedad en la opinión pública durante los días que duró el tratamiento de la Ley Provincial de Desmonte. Por primera y única vez estuvo en boca de muchos cordobeses la necesidad proteger nuestro bosque nativo. Sin embargo, entre la gente de la calle -y en algunos medios de difusión- se escuchaban pocas razones para pedir por su conservación, y muchas veces estos argumentos eran tratados con cierta liviandad. Y creo que este desconocimiento general y esta disgregación de motivos es uno de los mayores obstáculos a superar para la toma de conciencia colectiva. Los incendios de campo y la caza indiscriminada tienen pésima prensa entre el común de la gente. Y está bien qué así sea, son terribles flagelos para cualquier ecosistema. Se nos estruja el corazón cuando vemos en las noticias las imágenes del monte arrasado por el fuego o de animales decomisados a tramperos y a cazadores furtivos. En estas instantáneas posan triunfalistas los bomberos, policías ambientales, guardaparques, pilotos de aviones hidrantes, secretarios, ministros de medioambiente y funcionarios de todos los niveles. Sin embargo, una escasa minoría de ellos, y de nosotros, caemos en cuenta de que el monte quemado de a poco vuelve a rebrotar y dar cobijo a cada vez más especies animales y vegetales hasta llegar –más tarde o más temprano- a lograr su recuperación. No es esto una apología de la quema ni de la caza, es justamente para ejemplificar que deberíamos tener sentimientos aún mucho más amargos por cada hectárea desmontada que vemos, porque representa una calamidad silenciosa para la prensa, pero infinitamente mayor para nuestro futuro. Del desmonte no se vuelve, del desmonte no hay recuperación posible, es para siempre, es un incendio eterno. Cada hectárea desmontada deja de albergar cientos de especies vegetales y animales, y visto en la línea de tiempo deja de procrear decenas, cientos o miles de ejemplares de cada uno de ellos. Es una herida en el presente y una inconmensurable sangría en el futuro. Talar para sembrar El desmonte en Córdoba se ha realizado, en estos últimos años, talando apenas los ejemplares más añosos. El resto es topado y arrasado con grandes máquinas que forman extensas franjas de árboles y arbustos derribados. Se los deja secar por algún tiempo y después se le prende fuego a todo. Y es un fuego definitivo, porque luego allí sólo vendrá un cultivo. Desde el auge de la soja, la tasa de desmonte de Córdoba se incrementó a niveles altísimos. Alcanzó, en los últimos años, índices similares al desmonte de la selva amazónica. Pero pareciera que las barbaridades ecológicas que suceden fronteras adentro de la provincia no venden, no son noticia, no son tan graves ni están de moda como, por ejemplo, la conservación de la Ballena Franca Austral. Yo me pregunto si los habitantes de Chubut usarán remeras con la inscripción “Salvemos al monte cordobés” En nuestra provincia ya no se talan solamente las zonas de un relieve plano. En este último tiempo hemos visto, con asombro y horror, como los cultivos alcanzan regiones que otrora eran impensadas, llegando inclusive a trepar los primeros faldeos de las sierras. Sospecho que no falta mucho para que veamos topadoras arrasar con la vegetación nativa del Parque Autóctono. El monte nativo y su influencia en el medioambiente Poca noción tenemos también de la gran biodiversidad que albergan nuestros montes nativos, menos aún sabemos cómo esta flora enriquece el suelo con sus nutrientes y lo protege de la erosión pluvial que intenta llevarse la delgada capa de fertilidad de la tierra. El humus, las hojas y las raíces evitan que se formen escorrentías, cárcavas y desertificación. Es el mismo monte quien protege que la erosión del viento se lleve el suelo fértil y origine las oscuras tormentas de tierra que en años recientes han causado graves accidentes de tránsito y han cobrado muchas vidas. Las maderas nativas que cobija nuestra provincia son un tesoro en sí mismo. Es imposible describir aquí sus variedades y usos tradicionales, baste sólo con mencionar al quebracho y al algarrobo, materia prima de la mejor para muebles, postes, leña, dinteles, tablones y carbón. Muchos ignoramos también que la cubierta vegetal actúa como una esponja reteniendo gran cantidad de agua de lluvia y moderando crecidas y desbordes de ríos y arroyos. En las épocas de sequía, estos mismos ríos y arroyos continúan recibiendo un aporte, pequeño pero constante, de las diminutas vertientes que aún siguen manando hacia ellos. Pero la conservación de nuestro medioambiente nativo no implica necesariamente considerarlo intangible. Respetando ciertos límites de carga animal, puede soportar la presencia periódica de diversos tipos de ganado que se alimenten de ella sin perjudicarla, aún en el invierno y en sequías prolongadas. También existen técnicas conservacionistas de labranzas que permiten variados cultivos de mediana escala, y que asimismo mantienen al bosque ecológicamente vivo. Cuando se desmonta y se pone fin a estos manejos respetuosos del medioambiente, se reemplaza un sistema biológica y económicamente estable por otro de altísimo rendimiento, pero fugaz e incierto. Por lo general, también se reemplaza a un sistema de pequeñas parcelas familiares o de familias puesteras por el de enormes latifundios de monocultivos. Casi a diario escuchamos noticias sobre el recalentamiento global. Parece estar de más recordar que la vegetación influye sobre el clima regulando los ciclos del agua y los nutrientes, moderando las temperaturas extremas, aminorando los vientos, regulando la humedad ambiente y con ello, el efecto invernadero. Desde la escuela primaria sabemos también que la flora absorbe el anhídrido carbónico –nuestro principal producto de deshecho como individuos y como sociedad industrial– y lo transforma en oxigeno, componente vital del aire que respiramos. Pero a juzgar por la escasa conciencia que hay en varios de nuestros coterráneos, pareciera que son fenómenos que sólo suceden en territorios lejanos, pareciera que “a nosotros no nos va a pasar” porque “el mundo de las noticias queda lejos de acá”. El monte cordobés, un patrimonio cultural Pero hay más que razones ambientales, mucho más: en el monte sobrevive una buena parte de nuestra cultura y de nuestra historia pasada y reciente. Y para poder continuar cobijándolas, el monte debe seguir vivo. En él habitaron nuestros pueblos originaros, en él moraban nuestros gauchos, nuestros criollos, nuestros inmigrantes, nuestros campesinos, hacheros, cosecheros y todo tipo de hombres labriegos. Muchos de ellos de condición humilde, muchos son corridos por el latifundio, son desterrados por el ansia desmedida de expandir la frontera agrícola. Muchos de ellos son obligados a migrar a fuerza de topadora, a fuerza de matones, a punta de pistola, a punta de abogado, a punta de billetes. Y más de una vez acaban en las periferias urbanas, trasplantados a una realidad completamente distinta. Así como viejos edificios históricos y casas de personajes famosos son conservados por su valor histórico, de igual manera lo poco que queda del bosque nativo debe ser preservado, debería ser declarado patrimonio provincial por haber sido el hogar de nuestros antepasados. La belleza paisajística de los ambientes naturales cordobeses, en particular el llamado “el espinal” ha sido muchas veces menoscabada por cierto tipo de idiosincrasia inmigrante que consideraba al monte nativo poco más que un yuyal. Durante varias generaciones el ideal de bosque era el de pinares o el del bosque caducifolio característico de paisajes europeos y norteamericanos. Acaso por ello, muchos consideran, aún hoy, que los lugares más bellos de las sierras son al estilo de Villa General Belgrano y La Cumbrecita, es decir, sitios de flora introducida que en nada se parecen a la autóctona. Cuando viví en Alemania no me enteré de ningún pueblo que se caracterice por tener una arquitectura y una flora típicamente cordobesa. La fitogeografía de nuestra provincia se refleja también en el arte pictórico. No me imagino a los paisajistas Egidio Cerrito, José Malanca o Fernando Fader inmortalizando en sus lienzos la cruenta devastación del monte que queda después de pasar la topadora, el rolo y la reja. No debemos olvidar que el paisaje es además el principal responsable de la gran afluencia de visitantes que recibe la provincia desde los cuatro puntos cardinales. Y el paisaje es, principalmente, la cobertura vegetal. De hecho se dice que la gente viene a las sierras “a ver verde” o que “están hermosas las sierras” cuando han reverdecido por una lluvia reciente. La gente no elije para sus vacaciones regiones devastadas, no toma sol en un campo arado remojando los pies en un charquito de Glifosato. Las tradiciones y saberes que vienen del monte Que la comida es parte de la identidad de un pueblo no es ningún descubrimiento. Las comidas típicas ya no forman parte de nuestra mesa, pero sí de nuestra historia como pueblo nativo, inmigrante, criollo, campesino y gaucho. Si no protegemos el monte, difícilmente nuestros hijos y nietos puedan probar el arrope de algarrobo, de tuna o de chañar, el escabeche de vizcacha o de perdiz, la miel de abeja o de camoatí, los hongos de coco, el frutito de tala, de piquillín o la vaina de algarroba o el mistol. No me imagino a un criollo a orillas de la ruta vendiendo como producto regional un frasco de porotos de soja en almíbar. Nuestros famosos “yuyos de la sierras” se comercializan para herboristerías y farmacias, como especias y para la elaboración de amargos serranos. Pero también forman parte de nuestra etnología pues se utilizan en medicina popular desde la época de los habitantes aborígenes. La peperina, la carqueja, el tomillo, la cola de quirquincho, el paico y el poleo, sólo por nombrar algunos, son parte de nuestra cultura pasada y presente. De seguir a este paso ¿qué le pondrán al mate nuestros nietos? ¿Perejil? En el monte también late la música folclórica, y debe estar de pie para que nuestros hijos lo conozcan y puedan así asimilar como propias las imágenes poéticas del cantar autóctono, para que entiendan las metáforas de los grandes autores, para que vivan las emociones que habitaron la piel de Don Atahualpa Yupanqui y de Carlos Di Fulvio. La literatura ambientada en los marcos naturales cordobeses es demasiada para ser citada aquí. Tienen como escenario a las sierras, el monte, la vida rural, la indígena y la gauchesca. Toda la naturaleza de la provincia está implícita en los cuentos y poemas de estas latitudes. Pero si no detenemos el desmonte de lo poco que nos queda, algunos autores como Leopoldo Lugones y Cristina Bajo serán considerados, en poco tiempo más, escritores de ciencia ficción. El monte debe estar de pie para entender nuestra historia, para que el criollo y el campesino no deban desterrarse, para que puedan criar sus animales, cosechar sus frutos, hornear su pan y cultivar su quinta; para que podamos entrar en él y sentir su misterio. Es el mejor escenario para que sobreviva el folklore y la tradición gaucha, para entender las historias que se cuentan de boca en boca y de generación en generación, para oír el canto de las aves, de los grillos y las ranas, el perfume de los aromitos y de la yerba buena, las noches de tucos y luciérnagas, para que el temor al puma y a las serpientes siga latiendo en sus senderos, para escuchar extraños sonidos y contar historias de ánimas en pena que deambulan entre las copas de los árboles. De seguir así, me imagino a los gauchos del futuro en campos arrasados por la soja, con sus vestiduras típicas, cociéndose al rayo del sol, o mateando bajo la única sombra disponible: la del avión fumigador. De cada hectárea desmontada nuestros ojos ven sólo la punta del iceberg, pero se trata de una tragedia inmensamente mayor. Hace décadas que las agrupaciones e instituciones ambientalistas están solas en este importantísimo reclamo. Es urgente que les brindemos nuestro apoyo, por nosotros y por aquellos cordobeses por nacer. Dedicado a la memoria del Profesor Doctor Ricardo Luti *Un agradecimiento especial a la Profesora Licenciada Liliana Arguello por supervisar los conceptos biológicos vertidos en estas palabras. Mariano Cognigni escritor
Posted on: Fri, 30 Aug 2013 20:06:37 +0000

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