Después de un razonable intermedio, en el pas de six del ballet - TopicsExpress



          

Después de un razonable intermedio, en el pas de six del ballet La Vivandiére –La cantinera– (Arthur Saint Leon & Fanny Cerrito / César Pugni/ puesta en escena de Eriberto Jiménez), el trabajo de grupo estuvo muy acoplado y los solistas Trisha Carter y Ihosvani Rodríguez –el “héroe” de la función, porque aquí bailó por tercera vez, y supe que estaba lesionado – se lucieron en sus variaciones y como pareja, sobre todo el incansable Ihosvani, que lo hizo con ejemplar bravura. Del campo húngaro, la magia del ballet nos trasladó al mundo de los dioses mitológicos romanos –copiados y “editados” de los griegos–, para disfrutar de Diana y Acteón, un pas de deux con música de César Pugni, coreografiado e incorporado por Petipa en 1886 a su versión del ballet Esmeralda, coreografía de Jules Perrot (1844). Según la mitología romana, Diana –habitualmente representada como cazadora, con arco y flecha– se estaba bañando desnuda cuando sorprendió al pastor Acteón contemplándola “curiosamente”. Enojada, le disparó un flechazo que lo hirió gravemente, y en una de esas metamorfosis tan habituales en la mitología greco-romana, Acteón se convirtió en un ciervo, y los perros de caza de Diana se arrojaron sobre él y lo devoraron. Afortunadamente, este pas de deux se limita a que Diana se desplaza con su arco, y Acteón intenta esquivar su mirada –y sus flechas– ocultándose tras sus brazos...; “pretextos” para que sus intérpretes brillen, con grandes desplazamientos aéreos –sobre todo “Acteón”–, evidente muestra de la influencia en el ballet ruso de la técnica italiana enseñada por Enrico Cecchetti. Annie Ruiz Díaz “fue” una hechicera Diana cazadora, pendiente en todo momento de su rol. Dueña también de una hermosa línea y de una gran musicalidad, Annie derrochó vitalidad y fuerza en su baile, con arabesques,balances y jettés elegantes y precisos; grandes extensiones –sube esa pierna a 180 grados con pasmosa facilidad– y unos fouettés intercalados con pirouéttes en la apoteosis de la coda que cerraron con broche de oro su interpretación. Víctor Santana, como el “curioso” e infortunado pastor voyeurista, no pudo estar mejor. Como partenaire –a mi juicio, el mejor de toda la función– supo hacer girar a su compañera con total elegancia y verticalidad –como debe ser–, y en su variación estuvo impresionante, con esos “grandes desplazamientos aéreos” que demandaba Cecchetti para los hombres, pues a sus saltos no les faltó ni altura ni volteretas acrobáticas en el aire. Sus vertiginosos giros, a su vez, también resultaron inobjetables. De la Roma pagana pasamos al Medio Oriente, con el “infaltable” pas de deux del ballet El corsario (coreografía de Petipa y música de Drigo), donde Arianne Martín y Randy Crespo, tras un adagio precioso –“partneado” impecablemente por Randy–, se lucieron también en sus variaciones. Arianne realizó una diagonal de giros intercalados con arabesques –casi balances– perfecta, muy musical. Luego, ya en la coda, acometió un óvalo de piqués de radio muy reducido –lo cual a mi juicio le restó lucimiento–, y sus fouettés me parecieron lentos, con una lamentable pérdida de la punta al final; mientras que Randy ejecutó unos saltos con volteretas en el aire excelentes, aunque le faltó velocidad al girar y en los giros finales terminó antes que la música. A este “poema” de Lord Byron –sobre esclavas, corsarios y piratas–, le siguió el pas de deux del ballet La bella durmiente del bosque (coreografía de Petipa y música de Chaicovsky), con la primera bailarina Hayna Gutiérrez como la princesa Aurora y el bailarín principal Garret Groat, como el príncipe Desiré. En este pas de deux –con el cual culmina la obra–, la segunda de las tres riesgosas y difíciles “agarradas” de Aurora por parte del príncipe cuando se lanza a sus brazos no resultó feliz. Garret, además, debe mejorar su trabajo como acompañante, para hacer girar mejor a la bailarina, sin evidentes inclinaciones del eje de giro como ocurrió en esta función. Hayna ejecutó su variación con brillantez, sobre todo en los giros, que realizó con gran limpieza y virtuosismo, mostrando un elegante trabajo de manos, pero Garret debe esforzarse aún más en sus saltos y giros, para imprimirles mayor velocidad. En la coda, ambos derrocharon clase y elegancia, para dar feliz término a una tarde-noche de ballet que complació en grado sumo tanto al público como a la crítica especializada. Baltasar Santiago Martín Miami, 4 de julio del 2013
Posted on: Thu, 04 Jul 2013 21:19:24 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015