Diplomacia masoquista Eran los buenos tiempos del dólar petrolero - TopicsExpress



          

Diplomacia masoquista Eran los buenos tiempos del dólar petrolero y de las ilusas aspiraciones del Caudillo a un liderazgo mundial. Y narcisismo y audacia mediantes se permitieron violaciones de protocolo y hasta de buenas maneras, frases estridentes, pésimas compañías y peligrosas y agresivas acciones muy reales FERNANDO RODRÍGUEZ El Gigante inauguró, al menos puso al día, lo que podríamos llamar una diplomacia guapetona, muy agresiva y bastante hilarante. Lo que sin duda, más de una vez, le dio protagonismo y lo hizo el plato preferido de los periodistas aficionados a la nota desconcertante en ese mundo de corbatas y ceremonias. Eran los buenos tiempos del dólar petrolero y de las ilusas aspiraciones del Caudillo a un liderazgo mundial. Y narcisismo y audacia mediantes se permitieron violaciones de protocolo y hasta de buenas maneras, frases estridentes, pésimas compañías y peligrosas y agresivas acciones muy reales. Luego las aguas bajaron, el mundo se le hizo más pequeño y algo aprendió de la importancia de ese delicado e imprescindible oficio. A veces con golpes duros y en vivo, como el por qué no te callas de su majestad, o la gravedad de algunas grabaciones impertinentes que le obligaron a convertir a odiados enemigos vecinos en fraternales amigotes. Mal legado. En honor a Perogrullo digamos que la diplomacia es cosa seria, ella regula en lo posible cosas tan mayúsculas como guerras y dilemáticos vínculos políticos y económicos. Y las maneras y prácticas que la acompañan, silencios, alusiones, transacciones, postergaciones, paciencias y hasta hipocresías y besamanos tienen su razón de ser y por ello han durado siglos. Igualmente las destemplanzas y desmesuras no suelen ser, al menos a la larga, buenos instrumentos para proteger los intereses de la nación que al fin y al cabo es su fin último, al menos mientras existan naciones y conflictos. No tenemos la menor duda de que lo que lo que ha sucedido con Evo Morales es un desaguisado lamentable, un atropello incalificable y condenable. Y no sólo por el error de información en que se fundamentó, injustificable a todas luces, sino por los feroces procedimientos, inéditos al parecer, con que se pretendió enfrentarlo. Es más que razonable lo sustancial de la respuesta suramericana para condenar la ofensa recibida. Que, en el fondo, es algo así como considerar al mandatario boliviano capaz de cualquier locura, cualquier triquiñuela y perseguirlo en caliente. Sería deseable, a semejanza de países hermanos más sensatos (entre ellos Ecuador, tan involucrado), no ir más allá de defender con firmeza la dignidad atropellada. Pero por lo visto el gobierno quiere armar un follón, sin medir consecuencias, a la manera de aquel inolvidable y grotesco sainete del derrocamiento de Zelaya en Honduras, en el cual hasta los muy circunspectos brasileños de Itamaraty terminaron poniendo la cómica. Para empezar porque en eso del espionaje, oficio tan antiguo como el otro, es difícil tirar la primera piedra, ya que la diferencia de sus usos parece ser más cuantitativa que cualitativa. Recordemos que somos el país de La Hojilla y otros entuertos, algunos recientísimos. Crecen los insultos muy rudos y generalizadores de altos voceros locales, por lo pronto muchos contradictorios con movimientos en sentido inverso, como las fraternales visitas de Maduro a Portugal, Holanda e Italia, apenas ayer. Y, sobre todo, el ofrecimiento de asilo, si es tal, al señor Snowden, complicando sino anulando las buscadas relaciones con Estados Unidos que parecían un deseable objetivo gubernamental. Si lo que se busca es una figuración a lo Juan Charrasqueado, valga. Pero, entre otras cosas, habría que recordar que vivimos en un país extremadamente dañado en todos los órdenes y que necesita salir con urgencia de terapias muy intensivas.
Posted on: Mon, 08 Jul 2013 17:26:05 +0000

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