Domingo 28 de Julio Génesis 18, 20-21.23-32 Salmo 137, - TopicsExpress



          

Domingo 28 de Julio Génesis 18, 20-21.23-32 Salmo 137, 1-3.6-7ª.7c-8 Colosenses 2, 12-14 Lucas 11, 1-13 Cuando oren, digan así: “Padre nuestro…” Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos”. Él les dijo entonces: “Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino; danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación”. Jesús agregó: «Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: “Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle”, y desde adentro él le responde: “No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos”. Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario. También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá. ¿Hay algún padre entre ustedes que dé a su hijo una serpiente cuando le pide un pescado? ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!». El texto: tejido ¿Qué acciones realiza Jesús antes de enseñar la oración? ¿Cómo es la estructura de la oración presentada por Lucas? Podríamos confrontarla con la de Mateo (Mt. 6,9-13). ¿Qué significa que la forma de llamar a Dios sea Padre? ¿Qué actitudes recomienda Jesús para la oración? La trama vital... “… Jesús estaba orando en cierto lugar…” Jesús orante. Que Él tenga sus momentos de oración personal me anima a buscar mayor profundidad en mi oración. Si el mismo Jesús daba un lugar especial a la oración dentro de su jornada, ¡cuánta importancia tiene y cuánta debe tener en mi día! Y el lugar… el lugar no importa. El texto no me indica un lugar específico para que Él me escuche y me hable, como si fuera necesario orar allí y sólo allí. La expresión “en cierto lugar” me abre a la oración en dónde esté, en lo que esté y como esté. “… Padre…” En el pueblo de Israel, la pronunciación del Nombre santísimo de Dios había sido olvidada por ser sagradamente impronunciable. La sacralidad de su Nombre era indiscutible. ¿Quién se animaría a llamarlo, a invocarlo nombrándolo? Y, sorprendentemente, cuando Jesús nos enseña a orar, llamando a Dios como Padre nos ubica en la posición de hijos e hijas confiados. Sí. Porque lo primero es llamar a Dios por el título que más culto y honor le da: Padre, Papá. ¡Cuánto me hace pensar este modo de querer hacerse presente entre nosotros! ¡Cuánto pienso en mi respuesta, muchas veces, poco filial! ¡Cuánto pienso en sus desvelos por mí, por mis hermanos! ¡Cuánto pienso en lo que me pide: que sea reflejo de su paternidad…! ¡Dame la gracia, Papá Dios! “… perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden…” Es una verdad a gritos que el perdón de Dios viene cuando nuestra capacidad de perdonar está activa. No puede recibir perdón divino aquel que no entrega perdón humano. Y no porque Dios no quiera. Sino porque yo me resisto a recibirlo. Perdonar al hermano abre las puertas a la misericordia del Padre. “Recurrir al amigo… quien se levantará al menos a causa de su insistencia”: Aquí Jesús presenta a Dios como un amigo, y que desde la insistencia podemos obtener, lograr, lo que pretendemos… pareciera un Dios demasiado humano… “Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá”: Esta es una recomendación que golpea nuestro escepticismo, nuestro corazón pequeño que se contenta con “bueno, es lo que hay”. ... y su hilo donboscano A la luz de este texto, es bueno recordar (volver a pasar por el corazón) el artículo 12 de las Constituciones Salesianas, que dice: “Al trabajar por la salvación de la juventud, el salesiano vive la experiencia de la paternidad de Dios, y reaviva continuamente la dimensión divina de su actividad: `Sin mí no nada pueden hacer’ (Jn 15,5). Cultiva la unión con Dios y advierte la necesidad de orar ininterrumpidamente en diálogo sencillo y cordial con Cristo vivo y con el Padre, a quien siente cerca de sí. Atento a la presencia del Espíritu y haciendo todo por amor de Dios, llega a ser, como Don Bosco, contemplativo en la acción”. Recordamos también a Juanito en la granja de los Moglia, cuando burlado o sancionado por estar orando en lugar de trabajar más, defendía los tiempos explícitos de unión con Dios, de oración, no negociando su utilización y confiando en que, aunque ante la vista humana parezca ridículo, el diálogo con Dios hace que todo esfuerzo obtenga resultados multiplicados,. “Llámenme siempre padre…” repetía Don Bosco. La orfandad, experimentada en carne propia, lo llevó a robustecer los lazos filiales que lo unían al Padre Celestial. La certeza de saberse llamado a ser reflejo de la paternidad de Dios, impulsó su vida. Esta fue su vocación. Enlazándonos al Hilo Primordial “Señor, enseñános a orar”. Desde mi corazón te lo suplico: enséñanos a orar. Advierto, mi Señor, que la oración es un don. Antes creía que sólo dependía de mí y de mi esfuerzo por rezar… Desear hablar con Vos es haber recibido, aún sin advertirlo tan concientemente, tu primer paso en la invitación a comunicarnos. Enseñame a estar a tus pies, como María de Magdala. Convenceme de que sin vos, sin tu presencia constante en mi vida, nada puedo hacer. No algo, no poco: nada. Reavivá en mí la certeza de la necesidad vital que tiene la oración. Me olvido tan fácilmente… Tu Gracia, Señor, sea el motor y la razón de mi vida.
Posted on: Sun, 28 Jul 2013 15:32:38 +0000

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