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Dos Escritos de Segis: 1) Alegar grandes ideas. 2) “Los Idus de Marzo”: BARLOVENTO: Alegar grandes ideas Por: SEGISFREDO INFANTE René Descartes (1596-1650) desechó el proyecto originario de fraguar en Alemania su nueva concepción metodológica del mundo, porque en aquella época los principados germánicos permanecían, todavía, sumergidos en constantes pugnas y guerras de tipo fratricida, condimentadas con religión, que obstaculizaban la serenidad indispensable que se requiere en las ciencias y en la filosofía especulativa. Sin embargo, el francés Descartes había recibido, por así decirlo, su primera “revelación” metafísica en la soledad de uno de los más remotos pueblos alemanes, como preludio indirecto que la gran filosofía habría de comenzar a re-elaborarse, un siglo más tarde, en tierras alemanas. Por eso decidió alejarse de Francia, de Alemania, de su familia, de las universidades, del ruido y hasta de algunos amigos, a fin de instalarse (ya lo he sugerido en otros artículos) en unas habitaciones desconocidas de la todavía periférica provincia de Holanda, también bautizada con el nombre de “Países Bajos”. Según este recio pensador francés, fundador de la filosofía moderna e inventor de la geometría analítica, los holandeses configuraban un pueblo vigoroso, tolerante y libertario, en donde era probable dedicarse a pensar con serenidad y profundidad, como él mismo lo demostró, sin que nadie lo molestara al comienzo, mediante la elaboración y publicación gradual de sus obras centrales, que después generaron toda clase de polémicas, algunas absurdas e injustas, que le obligaron a emigrar hacia Suecia, en donde, por el frío exagerado, el filósofo, poeta, físico y matemático, falleció. El correlato, hiper-sintético, sobre el proyecto meditativo de René Descartes, viene muy al caso al preguntarse sobre las condiciones propicias o negativas para el crecimiento del pensamiento sosegado y profundo, y para la ciencia misma, en la periférica “provincia” de Honduras. Dadas las actuales circunstancias de violencia diaria --inhumana, despiadada y estéril--, y de unos ánimos políticos caldeados en que algunos (incluso con formación universitaria) han alzado la banderilla de la intolerancia ideológica como el eje central de sus concepciones personales y grupales, podría concluirse que nuestra querida Honduras, a pesar de lo sugerente de su nombre (parecido al de Holanda) es, quizás, como la “tierra baldía” (referida por el poeta inglés-estadounidense T.S. Eliot), inapropiada y negativa, tanto para el pensamiento sosegado como para las ciencias aplicadas. Y aunque parezca una exageración podríamos afirmar que leer en serio y publicar artículos moderados, analíticos y perspicaces, en Honduras, es un acto de heroísmo, porque más bien predomina “el dicterio” contra el prójimo, como bien lo diría Froylán Turcios. Desde hace aproximadamente siete años he venido proponiendo un alegato de altura sobre diversos temas nacionales y universales. He propuesto una discusión (léase diálogo) sobre diversos modelos y submodelos económicos, con todos sus ensayos, aciertos y errores. Algunos me han contestado, increíblemente, que ese debate es poco redituable en tanto que lo que importa es el pragmatismo inmediatista. Me imagino que más bien se trata de sus intereses personales y grupales inmediatos. También he propuesto, desde hace más de veinte años, un diálogo de ideas civilizadas de alto nivel (“conversaciones” les llama Oscar Soriano) sobre los grandes temas del pensamiento, la ciencia y la política, que se ventilan en las metrópolis del mundo, y que escasamente llegan a Honduras, porque aquí lo que se discute todas las semanas es el “buen” currículum; las formalidades rígidas de las que hablaba el consultor internacional Manuel Bernales; cómo ganarse el pan de cada día; y el éxito personal de algunos dirigentes políticos, más listos y ágiles que “El Mano Negra”. Como en mi caso personal nunca he podido ser listo ni tampoco ágil porque de repente trabajo más con el sistema (número dos) del pensamiento lentísimo, propio de los racionalistas meditativos, a los que se refiere el científico Daniel Kahneman (Premio Nóbel de Economía 2002), tampoco puedo responder de inmediato a los ataques e insultos personales, a veces absurdos. El mismo Descartes insinuó en el “Discurso del Método” que él era un hombre de “inteligencia mediocre”, hasta perezosa, pero que, instruyéndose, escolar y autodidácticamente, había logrado descubrir su “profunda ignorancia”, siguiendo, quizás, el camino de Sócrates y de Nicolás de Cusa. Tengo para mí que René Descartes es uno de los espíritus más geniales e ingeniosos de todos los tiempos. A propósito de posibles ataques personales, el miércoles 18 de septiembre, un semi-dirigente de mi propio partido político, mientras despedíamos al doctor Atanasio Herranz en el aeropuerto Toncontín, me expresó que yo era “un cachureco confundido”, porque andaba vestido con una camisa roja cuadriculada. No le contesté nada. Pero me encantaría sostener un diálogo televisivo con tal personaje para que me ayude a descubrir algún sistema de ideas profundas: nacionalistas, liberales, socialdemócratas o socialcristianas, en los colores superficiales de las camisas azules, rojas, verdes, negras y amarillas. Él, por cierto, andaba vestido de negro; o por lo menos con ropas muy oscuras. Tegucigalpa, MDC, 22 de septiembre del año 2013. (Publicado en el diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, el jueves 26 de septiembre del 2013, Pág. Cinco). ====================================================== Clave de SOL: “Los Idus de Marzo” Por: SEGISFREDO INFANTE Guardo algunos libros sobre la vida del político, guerrero y estadista, Cayo Julio César, adquiridos, lentamente, desde mi adolescencia, es decir, en el curso de varias décadas. Entre esos textos “atruncuñados” en mis frágiles anaqueles, se encuentran las obras de teatro dedicadas a la personalidad del César, por William Shakespeare y Bernard Shaw. Uno de los volúmenes que más me ha llamado la atención es el que se titula “Julio César, el hombre que pudo reinar”, de Juan Eslava Galán (1995). Sin embargo, a la escritora y columnista hondureña, ya fallecida, Nora Landa Blanco, la obra que más le gustaba sobre el personaje histórico que aquí nos ocupa, es el conjunto de cartas apócrifas y de relatos novelísticos publicados como “Los Idus de Marzo”, por el escritor estadounidense Thornton Wilder, en el año 1948. Doña Nora Landa Blanco hizo varias referencias a la obra de Wilder en sus columnas de LA TRIBUNA, empero, muy pocos nos acordamos de aquella erudita dama, a pesar que dejó recopilados algunos de sus textos literarios bajo la forma del libro “Te Regalo un Resumen”, en el mes de febrero de 1996. Otro apasionado de “Los Idus de Marzo” fue el historiador, periodista y politólogo hondureño, autodidacto, Ramón Oquelí Garay. Una vez que lo entrevistaron y le preguntaron sobre las posibles influencias intelectuales que había recibido, sin vacilación alguna mencionó el nombre de Thornton Wilder. También añadió otra serie de nombres, como los de José Ortega y Gasset, Xavier Zubiri y, sobre todo, el nombre del ético-católico José Luis López Aranguren, a quien había conocido en España. Siempre me pregunté a mí mismo cuál sería la razón que motivaba a don “Moncho” Oquelí a identificarse con el texto mencionado de Thornton Wilder. Creo que le entusiasmaba la idea de reflexionar sobre las técnicas de gobernar de los poderosos; la hipocresía de la política; los valores de la poesía; y, sobre todo, la “soledad del poder”, de los grandes césares (como la del contemporáneo Benito Mussolini), y más específicamente sobre la soledad del antiguo dictador de Roma, Cayo Julio César, quien fuera asesinado, por algunos de sus allegados, en el día de “Los Idus de Marzo”, fecha subrayada en la obra dramática aludida de Shakespeare. Nunca, hasta ahora, he logrado entusiasmarme demasiado con el conjunto de esta obra “Los Idus de Marzo”. Pero tampoco me he negado a recibir sus sobrias enseñanzas; sobre todo la derivada de algunas frases incisivas de Wilder, que tratan sobre el intenso tema de las envidias políticas e intelectuales, y acerca de las fechas fastas y nefastas de la vida. Y como es un asunto de subjetividades y de gustos variados, intento comprender las percepciones sutiles de doña Nora Landa Blanco y de Ramón Oquelí Garay. Hay, por ejemplo, unas frases memorables de Julio César hipotetizadas por T. Wilder. Veamos: “Nunca improviso. No inicio acción alguna para que me instruyan sus resultados. En el arte de la guerra y en las operaciones de la política, no hago nada sin una intención extremadamente precisa. Si surge un obstáculo, creo prontamente un plan nuevo en el cual vea claramente cada una de sus posibles consecuencias. Desde el momento en que vi que Pompeyo dejaba una partecilla de cada ventura a la casualidad, supe que yo iba a ser el dueño del mundo.” (…) “Estoy acostumbrado a que me odien. Ya en mi temprana juventud descubrí que no necesito la opinión de otros hombres, ni aun de los mejores, para confirmarme en mis acciones. Pienso que sólo existe una soledad más grande que la del comandante militar que está a la cabeza del Estado, y ella es la del poeta.” Esa habilidad política y militar de Julio César para capturar las debilidades de sus adversarios, fue inútil al momento de percibir sus propias debilidades personales, las cuales él evidenciaba a todas luces, y que lo arrastraron a la muerte. Como era incapaz de escuchar las opiniones de los demás, le fue imposible percibir que algunos republicanos (tal vez envidiosos) muy cercanos a él, como Marco Junio Bruto y el brillante M. Tulio Cicerón, estarían metidos en la conspiración para destronarlo y asesinarlo salvajemente. Es una lección especial, de todos los tiempos, para los líderes y dirigentes que se niegan, a sí mismos, el deber y el derecho de escuchar las sugerencias de los hombres sensatos, en tanto que sólo escuchan los halagos de los “amigotes” que les abandonarán después. Tegucigalpa, MDC, 22 de septiembre del año 2013. (Publicado en el diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, el domingo 29 de septiembre del 2013, Pág. Seis).
Posted on: Mon, 30 Sep 2013 01:38:44 +0000

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