Dos intérpretes en un solo día! A las 8:00h salto de mi litera. - TopicsExpress



          

Dos intérpretes en un solo día! A las 8:00h salto de mi litera. El brasileño de la litera a lado arregla su maleta para partir hacía Nápoles. Le había hasta cogido cariño en estos dos días juntos. Me dijo que estaba cansado de tanto trabajar, que nunca hizo nada distinto en la vida, por lo tanto decidió coger sus ahorros para viajar un mes por Italia. Yo tengo prisa, pero el solitario hombre no deja de hablarme, le escucho por pena. En la recepción les digo que deseo estar más dos días, pero nadie entiende lo que explicar, visto que soy el único ser humano en este albergue que no hablo inglés. De la nada aparece un chico italiano increíblemente guapo y se pone de intérprete en la conversación, ya que habla perfectamente el español. El recepcionista dice que puedo renovar la instancia, pero que ahora tengo que cambiarme a otra habitación porque en la que yo estaba vendrá un grupo que reservó desde hace días. Por otro lado dice que ahora mi habitación cuesta cinco euros más cara por día, visto que estaré solamente con chicas. Le digo directamente que no, explico que no puedo gastar demasiado porque tengo que sobrevivir casi un año en Roma. En seguida me puso en una de veintiún, donde también yo estaría solamente con chicas. Está claro que intentaban estafarme. Luego me dice que tendría que dejar mis cosas en un salón, porque solamente podré entrar a la habitación a partir de las 15:00h. El chico guapo y simpático no deja de mirarme profundamente. Era el típico italiano seductor y creído. Me invita a ir a una fiesta esta noche, que según él es organizado por el hotel todos martes. Le digo que voy pensar, y me despido media desconcertada, ya que el chico exhalaba un aire de “soy interesante, guapo y misterioso”. Me senté en la calzada de la calle y miro mi agenda completamente llena de números de anuncios de habitaciones para compartir. No sabía por dónde empezar a llamar, ya que no hablo italiano, ni inglés. De repente ocurre algo espectacular. Encontré en mi mochila una bolsita de queso fresco que había comprado en día anterior. Vuelvo otra vez al hotel. Y me encuentro al chico creído en la puerta del ascensor. Le digo: ¿Estas muy ocupado? Ayúdame a llamar una lista de número porque yo no entiendo lo que dicen, y necesito encontrar un lugar para vivir. El acepta mi petición, y nos sentamos en la escalera inmediatamente llamando a números y números. Logro dos pisos para mirar, uno en San Giovanni, barrio donde van la gran mayoría de los Erasmus, y otro más periférico. Salgo con mucha prisa porque tengo una cita con una chica española que conocí por internet que me ayudará a buscar pisos. Llego a la caótica estación Termine, el sol brilla de forma intensa. Hay gente en todos los rincones, sobre todo inmigrantes y turistas. Con mi amiga española partimos a la Sapienza. Me cuenta como se sentía cuando llegó aquí hace dos semanas, que todo será lindo cuando yo encuentre mi sitio. Pasamos en día en una cola para hacer una tarjeta Erasmus. Conozco chicas españolas divertidas y simpáticas, locas por fiestas, me invitan a salir. Salgo de ahí con mucha prisa porque tenía una cita en el barrio periférico para mirar el piso. Otra vez estoy en una lata de sardina. Otra vez no sé dónde bajar. Pregunto a una mujer donde puedo bajar para llegar a mi destino. Le cuento que necesito estar ahí a las 16:00h porque tengo que encontrar un lugar para vivir. Ella empieza a explicarme, y en la conversación se mete otras dos señoras italianas. Cada una decía que yo debería hacer una cosa distinta. Hasta que una me dijo: Voy hasta donde tú. Bajamos juntas, ella inmediatamente me dice que alquila una habitación y que yo debería ir con ella. Le explico que un señor me espera a las 16:00h en el número 439. Ella dice: genial, mi casa es en el 431. La señora italiana coge el teléfono, y en menos de un minuto aparece una muchacha de pelo corto, muy simpática hablándome en español. Les digo que debo irme, y que en diez minutos vuelvo y hablo con ellas. Pero la señora no desiste, me acompaña hasta llegar al 439. Justo en la puerta estaba el señor italiano. Me pregunta si la señora es mi amiga. Sin saber que decir, digo que sí. Me río por dentro de la situación, no puedo creer que la señora este ahí conmigo. El señor se pone a ofrecerme su piso, dice que es el mejor, que me cogerá en el hotel, que está “muy cerca de la Sapienza”, que todo por apenas 350 euros por una cama en una habitación. Mientras me cuenta, la señora desconocida quedaba ahí mirándome como se fuera mi gran amiga. Ella dijo al señor que sería mi intérprete. Pero yo no entendía nada de nada. Salí de ahí con la señora en dirección a su casa. Otra vez viene la hija. Me enseñan la habitación que cuesta 350 más gastos para vivir yo sola. Les digo que es demasiado para mí. Que deseo compartirla para que me salga más barato. Ellas dijeron que sí, que puedo vivir con otra chica y así me saldría 175 euros, y que puedo vivir este mes por apenas 300 euros, hasta que encuentre otra chica. No desean fianza, no me obligan hacer contrato. Todo es muy perfecto para ser verdad. La casa es preciosa, llena de cuadros y libros. En la cocina hay un sistema de reciclaje increíble. Un mural con la firma y dibujos de todas las personas que por ahí pasaron. Quedamos ahí en la cocina fumando cigarritos, madre, hija e yo, como se fuéramos viejas amigas. Me dicen que viven en el piso de arriba y alquilan el de abajo para estudiantes. Me despido de la madre, mientras que la hija me acompaña hasta la parada del tranvía. En el camino me cuenta que Roma está muy mal para trabajar, que habla cuatro idiomas, que le encantaría seguir en su ciudad, pero” aquí no existe mercado para ella”, y que desea crear una familia lo más rápido posible con su pareja. Cuando dice “pareja”, noto que ahí hay algo raro. Ella me mira toda desconcertada y dice: “es que mi pareja es una chica”. Reconozco este desconcertó de lejos. Y nos despedimos. Cogí el tranvía mareada de todo que había pasado en menos de dos horas. En el camino conozco un chico latino, hablamos poco porque tengo prisa. Ellos me dicen que logran un lugar muy barato para mí, que solamente tengo que decir mi número. Desde la puerta del tranvía apunto mi número en la mano de unos de ellos, con mucha prisa. Llego a la plaza San Giovanni a la hora concertada, y otra vez partimos volando por las hermosas calles de Roma. Me encanta la ciudad. Las calles están llenas de coches, motos, monumentos. El barrio es precioso, hay un ambiente increíble. Llegamos al piso que quedé para mirar esta tarde. Al entrar había un inmenso jardín, con unas flores blancas, enormes, y muchos pájaros que no paraban de cantar. Giovanni y yo quedamos atónitos. ¡Cómo era posible un lugar tan precioso y escondido tras el caos de las calles romanas! En el piso vivían 4 italianas. Parecían más a hadas que a personas normales. Una más guapa que la otra. Una estaba sentada en la ventada, tomando una copa de vino blanco, mientras los pájaros cantaban y las hojas de los árboles se movían. Salimos de ahí encantados. Seguimos rumbo al coliseo. Mis pelos enseguida se ponen de punta. Siento una sensación indescriptible. Mis ojos se llenan de lágrimas. El cielo tocaba al coliseo con sus nubes grises. El sol rojo-naranja iluminaba al espectáculo. Giorgio se pone a contarme la historia, mientras yo le escucho atónita. Me explica que la mayoría de las iglesias del Roma son construidas con el mármol “robado” del coliseo por los papas. Que en el año de 1960 (creo) un terremoto derrumbó una parte de la gran obra. Y que cuando un país abolía la pena de muerte, las luces del Coliseo son verdes en homenaje a la esperanza y a la vida. Me dijo nostálgicamente y emocionado: solo por un día. En este momento quedamos los dos mirando el paisaje, sin palabras, sin nada que decir. Eu amo Roma.
Posted on: Tue, 01 Oct 2013 22:11:18 +0000

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