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Dos textos de Segis: 1) Mascarón socialdemócrata. 2) Fallecimiento de Arzugaray: BARLOVENTO: Mascarón socialdemócrata Por: SEGISFREDO INFANTE “Mascarón” es un término más o menos diferente al de máscara. Aunque de hecho se parecen. Mascarón es la figura caprichosa que se coloca en los llamadores de las puertas, en los ríos, en las fuentes de agua o en las proas de los barcos. Lo utilizamos aquí para referirnos a los serios problemas de identidad individual y colectiva que han padecido los socialdemócratas europeos (y, en parte, los latinoamericanos), durante más de ciento sesenta años. Problemas de identidad que se agravan durante las guerras; en los auges económicos; en el aparecimiento de los totalitarismos; y en los derrumbes financieros del capitalismo cíclico. Por eso es importante estudiar, desapasionadamente, aunque sea sobre la marcha, aquella historia meticulosa de los partidos socialdemócratas europeos --de raigambre originariamente obrera--, que ha tenido incidencia muy periférica en la historia política de América Latina, y que hoy por hoy tiende a confundirse, esa socialdemocracia o ese “socialismo democrático”, con el populismo peronista de viejo cuño, y con los neopopulismos arrogantes de hoy en día, que emergen hacia la vida pública gracias a los desconocimientos profundos de las masas populares respecto de la historia de los dos últimos siglos, y respecto de los diversos contenidos del concepto “socialismo”. La noción y la práctica del socialismo democrático es muy anterior a la publicación del “Manifiesto Comunista” de los jóvenes Karl Marx y Friedrich Engels, en el año 1848, cuyas fórmulas extremistas serían desechadas, gradualmente, por los dos mismos autores, especialmente por F. Engels, en sus años de avanzada madurez. Hasta podría sugerirse que la evolución del socialismo (en su versión utópica originaria) se registra hacia atrás, unos doscientos años antes que surgiera la versión marxista-extremista con su planteamiento de la “dictadura del proletariado”, como fase de transición hacia el comunismo. Marx y Engels contribuyeron al desprestigio benigno de algunos autores buenos y de algunas prácticas colectivistas al etiquetar de “socialismo utópico” los pensamientos pacíficos derivados de Tomás Moro, el Conde de Saint Simon, Charles Fourier y de Robert Owen. Hay que dejar constancia reiterada, de una vez y para siempre, que el verdadero movimiento obrero surgió con el movimiento “cartista” de Inglaterra (nada que ver con el marxismo), como producto de la dinámica interna del capitalismo en su fase industrial, con la idea central de introducir reformas sustanciales en los niveles salariales, en las jornadas laborales inhumanas y en el bajísimo nivel de vida de los mismos obreros. Ese movimiento de orientación sindical y mutualista se desplazó hacia Francia y Alemania, situación aprovechada al máximo por Marx y Engels, y algunos de sus seguidores, para introducir las ideas “comunistas” en las masas proletarias. El problema es que el movimiento obrero se encontraba influido, además, por la tendencia reformista, del “anarquista” francés, Pierre Joseph Proudhon, y por las sutilezas nacionalistas del dirigente obrero alemán Ferdinand Lasalle, quien originariamente se había autoproclamado “marxista”, para desligarse poco después. Por eso Karl Marx arremete en sus escritos, con odio anticientífico, contra las posturas reformistas de los dos dirigentes mencionados, que habían sido aliados suyos. Con ese odio anticientífico, Marx bajó de nivel, o puso en entredicho, la calidad de sus mismas investigaciones científico-archivísticas respecto del funcionamiento interno del capitalismo textilero británico, de mediados del siglo diecinueve. Veamos: En 1875 Karl Marx arremete en su “Crítica al Programa de Gotha” contra las posturas socialistas-reformistas del dirigente obrero alemán Ferdinand Lasalle. A partir de ese momento comenzarán a emerger las fuertes diferencias entre el bando moderado mayoritario de los partidos socialdemócratas pacíficos, y los marxistas partidarios de la “dictadura proletaria”. Diferencias que se agudizarán frente al golpe de Estado bolchevique, violento, dirigido por V.I. Lenin y León Trotsky. Y frente al aparecimiento del fascismo italiano. Y, sobre todo, frente al crecimiento acelerado de las clases medias que se agregaron dentro de algunos de esos partidos socialistas democráticos, o socialdemócratas, de Europa Occidental, marcando una fuerte distancia respecto del bolchevismo leninista y de los totalitarismos nazi-fascistas. En la temprana fecha de 1932 (ochenta y un años antes) el Partido Socialdemócrata de Suecia estableció que: “La socialdemocracia NO puede apoyar a una clase trabajadora a expensas de las demás”. Con esta declaración se sustentaba la ruptura definitiva con el marxismo-leninismo revolucionario. Ruptura ratificada en 1959 en un Congreso del Partido Socialdemócrata Alemán. En este punto cabe la pregunta crucial respecto de las fuertes coqueterías de algunos nuevos socialdemócratas europeos con los neopopulistas latinoamericanos. Quizás tengan que ver algunas nostalgias escondidas, sean leninistas, trotskistas o “fascistoides”, como resacas paradójicas de aquello que nunca experimentaron en carne propia. Pero que, desde sus cómodos mascarones de proa, desean que nosotros lo experimentemos. Tegucigalpa, MDC, 13 de octubre del año 2013. (Publicado en el diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, el jueves 17 de octubre del 2013, Pág. Cinco). ======================================= Clave de Sol: Fallecimiento de Arzugaray Por: SEGISFREDO INFANTE Por mediación de un artículo de Juan Ramón Martínez, me enteré de la muerte física del sacerdote de la parroquia de Choluteca, don Jesús Valladares Arzugaray. Las remembranzas, algunas claras y otras borrosas, vinieron como por encanto. Recordé que mientras el anciano vivía, le dediqué por lo menos un par de artículos en las páginas del diario LA TRIBUNA. Entre otros, uno de comienzos del mes de diciembre del año 2002, con referencias ocasionales posteriores en otros textos, viejos y recientes. Mi primer recuerdo, borroso por cierto, sobre el padre Arzugaray, se remonta al momento en que Mario Felipe Martínez Castillo y el autor de estos renglones, accedimos al Archivo Eclesiástico de Choluteca, gracias a la amabilidad del sacerdote mencionado. Eso ocurrió allá por los mediados del año 1986. De aquellas ya lejanas investigaciones coloniales resultó un ensayo mío sobre el mestizaje y mulataje en Choluteca. El segundo recuerdo, esta vez muy preciso, aconteció cuando con mis alumnos universitarios de “Historia de Honduras”, visitamos a finales de los años noventas el casco histórico colonial de “Jerez de la Frontera de las Cholutecas”. El sacerdote acompañó cada uno de uno de nuestros pasos, con el temor que fuera a reclamarnos por penetrar en la iglesita catedral sin su previo permiso. Al final de la jornada el padre Jesús se me acercó para proponerme que todavía nos quedáramos un rato más, en Choluteca, con el objeto de escuchar las melodías ancestrales de una orquesta campesina. El ritmo --acompañado de guitarras, carambas y charangos--, era una entonación tardía, un poco distorsionada por los elementos criollos agregados, de los valses decimonónicos de los compositores Strauss. Mis alumnos disfrutaron aquellas entonaciones que hablaban de las nostalgias y las alegrías de los hombres de las costas sureñas y de las serranías de tierra adentro. El tercer encuentro tiene que ver con unas charlas organizadas, un 22 de noviembre del año 2002, por el padre Jesús Arzugaray, los profesores Oscar Córdoba y Aleyda Romero, sobre la vida y la obra de José Cecilio Díaz del Valle. Los conferencistas éramos Mario Felipe Martínez Castillo (QEPD), Enrique Cardona Chapas, el político Santiago David Amador (QEPD) y el autor de esta columna. En esa ocasión me entregó unos versos, desesperanzados y arrepentidos, de un olvidado presidiario (Arturo Ortez Hernández) que había asesinado a su esposa por motivos de unos celos incontrolables. Y aunque algunas veces realicé algunos viajes a la zona sur, sólo para charlar con el sacerdote, la última vez que conversé con él, ya anciano y enfermo, fue en la presentación de un poemario del joven escritor Oscar Sierra, publicado por la Editorial Universitaria de la UNAH, hará de ello unos cinco años aproximadamente. Por extrañas razones el padre Jesús Valladares Arzugaray, de origen cubano, se había encariñado conmigo. Me contaba las historias de su señora madre y de otras peripecias al momento de llegar a Honduras. También de sus luchas cívicas por el mejoramiento comunitario de Choluteca, y de sus fuertes diferencias con algunos políticos insensibles ante el dolor de los más humildes, porque suelen desdoblarse una vez que se encumbran en ciertas imposturas de poder. El último encontronazo, con uno de ellos, ocurrió precisamente aquella noche de la presentación del poemario del joven Sierra. Cuando se me acercó, años atrás, frente a mis alumnos, me expresó: “Soy el padre Arzugaray”. Así que de esa manera lo recuerdo. Su carácter se parecía al de mi abuela materna, quien era muy dura por fuera y un verdadero pan de Dios por dentro. En nuestro caso personal, el padre Jesús siempre fue amable y cariñoso con nosotros. Siempre compartió café con pan, cuando le visitábamos. Y quizás es el segundo sacerdote, después de Juan Antonio Vegas (QEPD), que me ha dispensado un cariño espontáneo y un respeto intelectual, tal vez sin merecerlo. Como soy un hombre agradecido siempre recordaré las andanzas de aquel hombre duro, sencillo y cariñoso, que supo obsequiarme su amistad desinteresada y sus atenciones civilistas y cristianas. Los cholutecanos, sean amigos, conocidos o simples transeúntes del cristianismo, han contraído una deuda moral imperecedera con la memoria del padre Jesús Valladares Arzugaray. ¡!Sea!! Tegucigalpa, MDC, 13 de octubre del año 2013. (Publicado en el diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, el domingo 20 de octubre del 2013, Pág. Seis).
Posted on: Mon, 21 Oct 2013 01:57:48 +0000

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