Día 1. OS MUESTRO EL CAMINO. Hijos míos: es María, Maestra de - TopicsExpress



          

Día 1. OS MUESTRO EL CAMINO. Hijos míos: es María, Maestra de los Apóstoles de los últimos tiempos la que os llama dulcemente con su voz de Madre. Madre que os quiere arrullar en su seno Materno como a niños pequeños que no saben dormirse... si no están entre sus brazos. Madre que os quiere alimentar con su leche espiritual para que crezcáis robustos en la fe. Madre que os quiere mostrar el camino que os lleva al Cielo. Madre que os quiere guardar, proteger en uno de los Aposentos de su Inmaculado Corazón. Madre que os quiere instruir en Sabiduría Divina para que no caigáis en el error, en la confusión porque sobreabundan filosofías llamativas y extrañas que os harán herejes, anatemas. Madre que os quiere arropar bajo los pliegues de su Sagrado Manto y calentar con la llama de su Amor Santo. Es María, Maestra de los Apóstoles de los últimos tiempos, la que os llama a que os consagréis a mi Inmaculado Corazón. Consagración que os revestirá de la luz del Espíritu Santo para que conozcáis en lo profundo el bien. Consagración que os llevará a despreciar los encantos y las falacias del mundo. Consagración que os hará sentir repugnancia y horror por el pecado. Consagración que intercambiará místicamente nuestros corazones. Consagración que os enrolará como soldados rasos del Ejército Victorioso de los Corazones Triunfantes. Consagración que os marcará como elegidos de Dios. Consagración que adelantará el triunfo de mi Inmaculado Corazón y el reinado del Sagrado Corazón de mi Hijo Jesús. Consagración que abreviará, aún más, el tiempo para que veáis cielos nuevos y tierra nueva. Consagración que os hará partícipes de la Iglesia Remanente, el resto fiel. Consagración que encenderá la llama de la esperanza en vuestro corazón, para que esperéis la segunda llegada de Jesús con anhelo, sin miedos. Consagración que iluminará vuestro entendimiento opacado, llevándoos a comprender los signos y manifestaciones del final de los tiempos. Consagración que restaurará nuestra Iglesia, porque el humo de satanás ha penetrado en ella. Consagración que os hará soldados aguerridos, intrépidos, preparados y entrenados para el campo de batalla. Consagración que os hará sentir deseos de entregaros completamente a mí, de manera perenne, para disponer de vosotros según el querer de Dios. Consagración que os enrutará en el camino directo que os lleva a Jesús. Consagración que es necesaria para la salvación de la humanidad; humanidad enferma, humanidad alejada de Dios y de la Iglesia. Hijos míos: la hora de la batalla ha llegado. Son dos ejércitos que luchan entre sí: El ejército del dragón rojo y la bestia negra, ejército dirigido por satanás; ejército que quiere llevar a la humanidad a la negación de Dios; ejército que quiere colocar a lucifer en lugar de Dios para que sea adorado; ejército que se está llevando gran número de almas a los abismos del infierno; ejército que trabaja solapadamente dentro de la misma Iglesia para destruirla, para profanar lo sagrado, para introducir en ella el error; error que lleva a la apostasía y pérdida de la fe. El otro Ejército está liderado por Mí y San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia Celestial por designios del Padre Eterno. Soy la Capitana de este Ejército, que combatirá con el arma poderosa del Santo Rosario. Arma que debilitará y encadenará a satanás en este final de los tiempos. Arma que perfumará con olor de santidad a los soldados rasos de mi Ejército Victorioso; arma que os dará fuerzas para que no os dejéis amilanar, ni aterrorizar por el adversario; arma que os hará invencibles frente a los ataques del enemigo. Ejército que con su lucha constante triunfará sobre el mal. Ejército que verá descender a la mujer vestida de sol con corona de doce estrellas, parada sobre la luna; mujer excelsa que aplastará con su talón la cabeza de la serpiente. Ejército que se revestirá de la armadura de Dios para no ser vencidos, ni derrotados. Hijitos amados: atended a mi último llamado; no despreciéis este tesoro del Cielo que hoy he depositado en vuestras manos. Corred apresurados, porque el tiempo se os acaba. Discernid los acontecimientos y haced lo que JESÚS OS DIGA, porque muy pronto juzgará al mundo entero con justicia y con misericordia; muy pronto habrá de ser reconocido como el Rey de reyes y Señor de señores. LA VIRTUD DE LA FE “Hijo, si te llegas a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba. Endereza tu corazón, mantente firme, y no te aceleres en la hora de la adversidad” (Eclesiástico 2,1-2). Caminar en el Señor es andar por caminos entre rosas y espinas; espinas que hieren vuestro corazón porque, aún, os cuesta morir al hombre viejo, aún os falta desprenderos de vosotros mismos y lanzaros en sus manos, manos que os abrazarán para que no caigáis en el vacío. Os falta robustecer vuestra fe, porque decís creer en Dios pero os falta más abandono a los Misterios de la Divina Providencia, ya que os atrevéis a cuestionar los designios de Dios; os atrevéis a sugerirle nuevas rutas, nuevos caminos. En fe acepté el Anuncio que me hizo el Ángel Gabriel. En fe no me detuve a pensar en el qué dirían las gentes de mí. En fe acepté el Misterio de la Corredención que daba inicio al decir SÍ, al aceptar ser la Madre del Redentor. En fe no sentí miedo en abrazar la cruz del sufrimiento, porque mi Corazón sabía que Dios se ocuparía de mí. En fe creía que José aceptaría ser el custodio y protector de los Corazones Unidos, Corazones que siempre permanecerían juntos, porque Dios me congració de dones especiales que me permitía sentir sus mismas emociones, sus mismos estados de ánimo. En fe mi Hijo crecía en mi vientre y yo le adoraba como mi Dios. En fe huimos a Egipto en la oscuridad de la noche, pero asistido de los Santos Ángeles que nos guiaban. En fe nació el Hijo de Dios, en una pobreza tal que abrumaba mi Corazón, pero confiaba en su Divina Voluntad, porque el Verbo encarnado me había sido enviado para que lo cuidase y lo protegiese. En fe el Niño Jesús crecía en estatura y en Sabiduría y todo lo que nos acontecía lo guardaba en mi Corazón. En fe abogué ante mi Hijo en las bodas de Caná. En fe lo acompañé espiritualmente en sus viajes, en sus misiones, porque conocía de sus milagros, de sus portentosas prédicas que producían efectos maravillosos en todas las almas. En fe estuve con mi Hijo en el doloroso trance de su Pasión. Mi Corazón sufría y se desgarraba de dolor al ver cómo era tratado. En fe creía en su Resurrección, en su triunfo victorioso contra la muerte. En fe, hijitos, no me cuestioné el por qué Dios Padre eligió a una joven mujer de campo, a una sencilla aldeana para ser la Madre del Salvador. Acepté y caminé a ciegas, segura de nunca caer, porque nuestros caminos no son los caminos del Señor. Acepté sufrimientos variados, penurias diversas con la esperanza del auxilio que provenía del cielo. Que vuestra fe no se tambalee de un lado para otro y caiga como las hojas de los árboles. Aceptad pacientemente todo lo que Dios os envíe, que Él dispone para el bien de todos los que le aman. Que vuestra fe crezca como el álamo y el ciprés, no pretendáis discurrir sus misterios. Aceptadlos con agrado y guardadlos en vuestro corazón. La fe se os ha dado como un regalo de Dios, caminad con entereza, con vuestra frente en alto y con vuestro corazón abierto, porque según sea vuestra fe, así serán las obras.
Posted on: Mon, 15 Jul 2013 14:47:00 +0000

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