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Dígase una institución que, por siglos, rigió los destinos de una parte considerable de la humanidad, al punto que incluso los reyes y emperadores requerían de su bendición para poder ser coronados. Su poder venía del “otro mundo”, pero se ejercía –con absoluta crudeza- en este mundo. Era un poder que surgía de la idea de que, siendo la representación de la divinidad, podía entonces decretar donde estaba el bien y dónde el mal; quiénes gozaban del primero y quiénes padecían lo segundo. Si por boca de sus sacerdotes “hablaba” Dios ¿quién podría contradecirlos? Incluso Galileo debió retractarse de su “aventurera” hipótesis, según la cual la Tierra no era el centro del universo ¿Acaso no es cierto que muchas mujeres inteligentes y de criterio independiente fueron quemadas por “brujas”? ¿Acaso no fue en nombre de ese poder “divino” que se masacró a los pueblos originarios de América y se les despojó sin misericordia? La amenaza del castigo eterno tenía un poder terrible en este mundo: para alimentar la obediencia y justificar y legitimar los castigos más crueles y las peores masacres y actos de pillaje. Ese poder “divino” con el paso de los siglos declinó y declinó y declinó. Hoy es un pálido reflejo de lo que fue, pero, aun así, todavía posee un peso considerable y sigue teniendo consecuencias para la vida de mucha gente. Pero pensando en esa movimiento de decadencia en el larguísimo plazo ¿no es un claro signo de crisis que, en tiempos de hiperdesarrollo de la ciencia y la tecnología y de las redes de información, se quiera recurrir a los argumentos más burdos y las ideas más absurdas intentando mantener su vigencia? La apelación a la ignorancia y el oscurantismo; la promoción de la deseducación; la renuncia a la inteligencia; el embotamiento de la racionalidad; la amenaza del castigo “divino” y de los terrores del “infierno”. Esos eran mecanismos eficaces hace cinco o seis siglos atrás ¿Lo seguirán siendo hoy día? Acaso ello pueda proporcionar pequeños “triunfos”: momentáneos y transitorios. Difícilmente recuperarán las viejas glorias de esa forma. Es que, sin ir más allá, tan solo ganarse una posición de respeto, les hace necesario hacer las cosas de forma radicalmente distinta. Esto, en cambio, es cuchillo de doble filo; soga para el propio pescuezo.
Posted on: Sat, 06 Jul 2013 22:38:44 +0000

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