EDITORIAL - El País - Uruguay - Masoquismo de izquierda En el - TopicsExpress



          

EDITORIAL - El País - Uruguay - Masoquismo de izquierda En el mundo debe haber pocos casos como el del Frente Amplio, una fuerza política cuya figura máxima, el presidente de la República, suele castigar con saña a sus propios seguidores. TEMAS Editorial - corrientes feministas - masoquismo de izquierda - un guiso - medio kilo de chorizos - estoicismo y paciencia Algunos dirán que se trata de una muestra de masoquismo colectivo, otros pensarán que se trata del clásico fenómeno de adhesión irracional a una ideología y no faltará quien se encoja de hombros diciendo que esas son cosas del Pepe. En todo caso lo llamativo es que la masa frentista acepte dócilmente las invectivas que caen desde lo más alto del gobierno. Para comprobarlo basta repasar las recientes declaraciones de José Mujica en una de sus audiciones radiales en las que cargó contra las corrientes feministas cercanas a la coalición de gobierno. El presidente las acusó de reclamar con exceso que se les abran oportunidades para ocupar cargos en vez de mostrar mayor interés por las uruguayas sumergidas que están abandonadas y pobres, y que merecerían que las feministas colaboraran con ellas haciéndoles por lo menos un guiso. Fue una gruesa andanada contra las ONG que trabajan en pro de los derechos femeninos -muchas de ellas alineadas a la izquierda del espectro político- y que, salvo aisladas excepciones, no reaccionaron vivamente ante el ataque presidencial. Su actitud fue similar a la que adoptaron tiempo atrás las entidades de lucha contra el racismo y la segregación que tan atentas estuvieron para denunciar ciertas violaciones, pero que callaron en las oportunidades en que Mujica empleó expresiones tales como trompada de negro o explicó que ciertos asuntos eran tan sencillos que hasta los negros del África podían entenderlos. Cuando a las organizaciones de defensa de los derechos de los afrouruguayos se les reprochó por esa pasividad en contraste con la sensibilidad mostrada en otros casos, la penosa contestación fue que Mujica, de todos modos, es un amigo. Esa respuesta daría para pensar que con amigos así nadie necesita enemigos, una idea que debe estar bailando en la cabeza de los intelectuales y militantes de izquierda que también acaban de sufrir la embestida presidencial. De ellos dijo Mujica a través de la radio que suelen blandir el concepto de solidaridad e igualdad pero que son incapaces de comprar medio kilo de chorizos para compartir con los que lo necesitan. Además, exhortó a comer un guiso con gente necesitada en vez de dedicarse a planear sus vacaciones o a vivir trabajando con el capitalismo. Nadie en la izquierda se dio por aludido, ni aun aquellos frentistas que, según Mujica, critican a la Universidad pero viven a su costa. Es fácil imaginar la magnitud del escándalo que habrían montado los grupos atacados por Mujica si semejantes acometidas hubieran provenido de los partidos tradicionales. Rasgándose las vestiduras en público representantes de esas ONG e intelectuales de fina estampa transitarían aun por los medios de comunicación atronando los aires con sus protestas. Empero, esto no sucede cuando quien los flagela es el presidente del gobierno del Frente Amplio quizás porque, según algunos, persisten en la izquierda resabios de esa patética idea del culto a la personalidad y entronización de los líderes capaz de sofocar las expresiones de desagrado. Otra explicación del estoicismo y la paciencia casi masoquista con que los simpatizantes frentistas afrontan los golpes presidenciales podría ser que se acostumbraron al estilo del Pepe basado en un discurso florido, transgresor y plagado de contradicciones (como te digo una cosa te digo la otra). Pero aun así, es sorprendente la capacidad de digerir amonestaciones que ostenta la izquierda. La demostraron, por ejemplo, los socialistas, cuando en el sonado libro Pepe, coloquios Mujica los acusó de dedicarse a conseguir cargos, lo que no fue óbice para que poco después lo votaran con entusiasmo. No la tuvo, en cambio, Tabaré Vázquez, quien alguna vez se salió de sus casillas y criticó acerbamente a Mujica por decir estupideces, pero esa fue una excepción. Lo normal es que la izquierda asimile el castigo sin chistar ya sea por resignación, disciplina interna o simplemente porque reconoce que los rezongos de Mujica son arranques pasajeros propios de su veteranía como lo sugirió la publicación -en el periódico La diaria- de la airada carta de una feminista joven a un presidente viejo.
Posted on: Tue, 19 Nov 2013 20:13:48 +0000

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