EDITORIAL/ENSAYO: "EL Futuro Del Libro... Seguir Leyendo - TopicsExpress



          

EDITORIAL/ENSAYO: "EL Futuro Del Libro... Seguir Leyendo Comunmente En Papel o Como Ahora En Formato Digital". Por: Lic.ERNESTO LERMA. cinemaw@hotmail El leer un libro ha sido una manera tradicional de cultivarse, es como una tecnología que durante siglos, ha permitido transmitir literatura y almacenar información. Su importancia en la humanidad ha sido inmensa, y es imposible pensar en nuestra civilización sin ella. Sin embargo, nuevas tecnologías parecen ser candidatas a sustituir al libro, como gran dispositivo de conocimiento. En esta editorial/ensayo, comento a mi gusto/criterio con prudencia este cambio, valoro hasta qué punto, si se produce, puede influir en nosotros y en nuestra manera de pensar y vivir en un futuro, que como de ciencia ficcion, ya nos ha alcanzado. Se han escrito muchos libros sobre el futuro del libro, pero la verdad es que seguimos sin saber mucho al respecto. Hasta el momento, este bucle paradójico solo ha servido para concluir, que el libro tiene un pasado glorioso y un presente desconcertante, mientras que del futuro no tenemos noticias claras, por la sencilla razón de que no podemos tenerlas. Naturalmente, son las asechanzas de las nuevas tecnologías de la comunicación, sumadas a la recurrente sensación de que cualquier tiempo pasado fue mejor, las que abonan la idea de que el libro ha entrado en una fase crepuscular que solo puede culminar con su marginación primero y su desaparición después. Pero, a diferencia de otros artefactos, el libro parece defenderse bastante bien, demostrando hasta ahora mayor resistencia que la que ejercen pongamos, las cabinas de teléfono ante su imparable obsolescencia. Y por algo será; o eso, al menos, nos gusta pensar. ¿Sobrevivirá el libro, experimentará una resurrección digital, o perderá toda la importancia que le queda? En torno a este asunto se ha ido generando una animada conversación global, que parece lejos de resolverse, pero tiene ya sus propios clichés y lugares comunes. Así, se invoca a la clasica novela sci-fi: "Fahrenheit 451", que es la fábula del gran escritor Ray Bradbury, sobre una sociedad venidera donde los libros se queman, para advertir de los riesgos de la desertización cultural, aunque no está claro si quienes la citan, han realmente leído la excelente novela (1953), o visto la estupenda película (1966, François Truffaut); se cantan los rasgos intrínsecos del libro como objeto, desde el olor de la tinta, al amarilleamiento de las páginas, para denunciar la impersonalidad de los e-books; se emplea la metáfora borgiana del universo convertido en una biblioteca para describir el funcionamiento de internet y proclamar confianza en las nuevas tecnologías; etcétera. El problema en mi personal opinion, es que se trata de un debate con muchas dimensiones y no pocas trampas, donde se mezclan alegremente razones, emociones e intuiciones. Asimismo, abundan los argumentos categóricos y las falsas verdades, propios de quienes quieren vender libros anunciando la muerte del libro. Reina, en definitiva, la confusión. Si hay alguna razón para hablar de la crisis del libro, es la aparición de nuevos artefactos capaces de rivalizar con él, cumpliendo sus mismas funciones de manera más eficaz. O sea, nuevos continentes de texto que tienen igual o mayor capacidad de almacenaje, movilidad y facilidad de empleo que los libros de papel. El paulatino desarrollo de las computadoras laps top, las tabletas y los libros electrónicos, que pronto resolverán aquellas lagunas técnicas que puedan ahora ofrecer motivos de queja, constituye esa amenazadora novedad; amenazadora, claro, desde el punto de vista del libro tradicional. Desde luego, si algo nos enseña la historia, es que los cambios revolucionarios han venido auspiciados por novedades tecnológicas. Esto no supone afirmar que la solución a los conflictos sociales sea tecnológica, sino algo diferente: Que las grandes transformaciones tienen que ver con ella. Y en especial, aquellas que se refieren a un atributo social decisivo, a saber, la forma y velocidad con la que nos comunicamos y transmitimos ideas; en otras palabras, los medios a través de los cuales tiene lugar la interacción entre individuos. Desde ese punto de vista, aunque las nuevas tecnologías de la información no puedan rivalizar con la rueda o la máquina de vapor, ni probablemente con la influencia ejercida por la fotografía o la televisión, constituyen un cambio cualitativo en unos medios de interacción y archivo, que inciden poderosamente sobre la producción cultural y simbólica, facilitando, además, la aparición de una esfera global de comunicación. Sin embargo, parece pronto para extraer conclusiones definitivas sobre el impacto concreto que estas nuevas tecnologías de la información pueden tener sobre el libro de siempre. Para el experto Robert Darnton por ejemplo, vivimos una época de transición, en la que los modos impresos y digitales de comunicación coexisten y no pocas novedades tecnológicas devienen obsoletas con rapidez. De ahí que la industria editorial no sepa a qué atenerse, ni qué dirección tomar. El gran autor británico de comics de culto, Neil Gaiman, declaraba recientemente a The Guardian, que el panorama industrial es como el legendario Klondike de la fiebre del oro: “Nadie sabe lo que está pasando. Todo lo que saben es que hay oro en las colinas y quieren llegar a él.” Proliferan así las etiquetas que tratan de describir un futuro prometedor y que, admitámoslo, suenan mejor en inglés: "Open feedback publishing, fan fiction, social mobile geo tagging, digital first". Avanzamos así hacia un lugar desconocido. Katharina Teusch lo expresaba bien en las páginas del Frankfurter Allgemeine Zeitung: “El libro del mañana es el no-libro de hoy.” Sucede que hay otra posibilidad: La de que no avancemos hacia ninguna parte. Al hilo de la desaparición de la Brockhaus, enciclopedia alemana análoga a la Británica o la Larousse, decía Christopher Caldwell en su columna del Financial Times, que nada garantiza la continuidad digital de los cadáveres materiales: “Todo lo que muere en la esfera tradicional habría de florecer renovado en otra. Pero eso es una superstición.” Y, si lo es, el libro tradicional bien podría desaparecer. Para que eso suceda, es preciso también que languidezcan los propios lectores. Que ya lo hacen, o van camino de hacerlo, en cuanto se complete el correspondiente cambio generacional, es la tesis de los tecno pesimistas que ven en el empleo de las nuevas tecnologías, el riesgo de un deterioro cognitivo que terminaría por llevarse al libro por delante. En este sentido, la hiperconectividad individual a través de internet, reforzada hasta el delirio por los smartphones, modificaría nuestros hábitos de vida y, con ello, de lectura, privándonos de la concentración y continuidad necesarias para la lectura de los libros y discutiendo a estos, la pregnancia residual que, tras la generalización de la radio y la televisión, poseían como formas de entretenimiento. Al menos, eso es lo que afirman autores como Nicholas Carr o Andrew Keen, que llevan un tiempo subrayando que no solamente se lee menos, sino que se lee peor, o sea, más superficialmente. Esta tesis está contenida ya en el título del último libro de Carr: "Los Superficiales", y formula una intuición acaso compartida: Que la forma de leer en los dispositivos digitales, caracterizada por el vistazo rápido, la activación de hipervínculos y la multi tarea, está socavando la atención profunda y continuada que ha definido durante siglos, la tradicional cultura del libro. Y, si esta se encuentra en peligro, también lo estaría potencialmente la civilización, que ha florecido en torno suyo. El autor Ignacio Domingo Baguer, invoca en su reciente: "Para qué han servido los libros", que: “la importancia que la lectura y el libro han tenido en el desarrollo del concepto occidental de individualidad y racionalidad, de una cierta idea de lo que constituye nuestra condición de seres humanos, que está en la base de la cultura occidental, y que también podría ponerse en peligro por la pérdida de la cultura del libro”. Pero: ¿Es esto un riesgo cierto o solo una hipérbole producida por amantes de los libros y representantes de su cultura? ¿Estamos ante el enésimo ejemplo del conservadurismo automático que generan el paso del tiempo y los cambios sociales que este trae consigo? ¿O es una alarma justificada porque los bárbaros, esta vez, sí han comparecido? Antes de continuar, conviene preguntarse qué dicen los datos. Porque la facilidad con la que se afirma que se lee menos o se lee peor, tiene que encontrar ratificación empírica; de lo contrario, habrá que cambiar los argumentos. No perdamos de vista que quienes apenas leen rara vez lamentarán que no se lea: Este lamento proviene generalmente de quienes son consumados lectores y propenden por ello a la ilusión óptica acerca del descenso en el número de sus pares. Por desgracia, es difícil encontrar datos a la vez fiables y abarcadores sobre un importante asunto en el que, además, los encuestados mienten a menudo: Un par de encuestas divulgadas en Gran Bretaña con motivo de un reciente "Día del Libro", revelaba que un 61% de los entrevistados decía haber leído un libro que no había abierto, como "1984" de George Orwell o "Ulises" de James Joyce, para ocultar la lectura de la autora de "Harry Potter" J. K. Rowling o las novelas de juicios del autor John Grisham. De acuerdo con la misma encuesta, más de la mitad de los lectores quiere escribir un libro, e incluso un 11% ha terminado un manuscrito. ¡Ni un Sócrates sin su Platón! O no tanto: Ellas querrían escribir novelas de misterio, ellos de ciencia-ficción o fantasía. Más allá de estas simpáticas circunstancias, no obstante, nos topamos con una maraña de estudios demoscópicos, generalmente separados por países y dedicados a medir cosas distintas. Así, que una persona se declare lectora poco nos dice, si para ser lector basta con haber terminado cinco libros en un año, sin saber qué libros son, ni el grado de comprensión o aprovechamiento personal de los mismos y en Mexico, con el actual nivel de lectura y los lamentables errores ortograficos en la reciente publicacion de libros de primaria de texto gratuitos, mejor ya ni le sigo. A grandes rasgos, parece poder concluirse que no se lee menos que en el pasado, sino que más personas leen algo más, sin que eso suponga leer demasiado, salvo para las habituales minorías de los devotos del libro (entre los que se encuentra un servidor). Al mismo tiempo, la capacidad de comprensión lectora estaría disminuyendo, en lo que puede ser un efecto estadístico del aumento del número de lectores, o una consecuencia de la más superficial forma de lectura denunciada por los pesimistas. También parece sentado, que los niños leen más que los adolescentes y jóvenes, es decir, que los niños leen menos cuando dejan de ser niños, para dedicarse a otras cosas que antes les estaban, seguramente, vedadas. Por ejemplo, según un estudio de la Kaiser Family Foundation, los niños norteamericanos de entre los ocho y los dieciocho años de edad, dedicaban veintiún minutos a la lectura de libros en 1999, frente a veinticinco en 2010. También ha aumentado su pertenencia a clubes de lectura, mientras que nadie podrá acusar a los jóvenes de no leer libros largos: Las populares sagas de "Harry Potter" o "Crepúsculo", se prolongan durante miles de páginas; más dudoso es, que este lector dé luego el paso que lleva hasta Proust. De acuerdo con datos que cheque/investigue del 2012, un 37,9% de los norteamericanos, leyó libros como forma de ocio en 2012, actividad que ocupa un honroso puesto en la lista de entretenimientos favoritos, tras la salida a cenar y el recibir a amigos en casa, superando por poco a la proverbial barbacoa. Significativamente, menos de un 25% de estadounidenses, estaba leyendo un libro en 1957, cuando se le preguntaba por ello; en el 2005, este porcentaje subió al 47%. Ha aumentado también el número de lectores en dispositivos digitales. En Europa, los españoles se encuentran en la cola de siempre, entre los países con menor número de lectores, junto a Portugal y Grecia, frente a la abundancia de ellos, en los países nórdicos y Gran Bretaña. La ocde matiza que la mejor comprensión lectora se encuentra en Finlandia, Canadá, Nueva Zelanda y Australia. Ok, vamos con nuestro país, de acuerdo con los sucesivos Barómetros de Hábitos de Lectura, se declara lectora en torno a la mitad de la población, sin que eso, como se ha señalado, diga mucho sobre qué clase de lector se sea. Realmente en Mexico si se lee, pero no de manera educativa o formativa, ya que las revistas por ejemplo, tienen mas penetracion en la gente, que prefieren ver y leer un texto con fotos o dibujos (comics), que una novela. En ese aspecto nuestra sociedad mexicana nesesita avanzar mas en la educacion, ya que se estan formando una actual generacion de niños y de jovenes que ya no van a la biblioteca, que todo lo encuentran por internet y su habito de lectura, solo es en aparatos electronicos. Finalmente, hay datos con los que uno no sabe qué hacer: El 68% de los españoles que leen libros electrónicos los ha pirateado, solo el 7% de los norteamericanos que leen libros, los elige gracias a una reseña crítica. Es inevitable que los datos sean poco concluyentes y muestren tendencias antes que certidumbres; estamos, realmente, en un momento de transición. Pero acaso convenga ordenar esta conversación, para saber, al menos, de qué estamos hablando. Más que un futuro discernible, el libro parece tener muchos futuros posibles, sin que pueda descartarse en absoluto que su porvenir termine siendo una combinación de las distintas posibilidades contenidas en el presente. Hay aspectos del mismo que pueden anticiparse con cierta seguridad: Los libros electrónicos ganarán lectores, los libros académicos y profesionales serán electrónicos, el libro de papel tardará mucho en desaparecer y quizá nunca lo haga. Pero hay otros muchos, que no pueden anticiparse, porque es pronto para ello y el comportamiento de los jóvenes socializados directamente en las nuevas tecnologías, sigue siendo un gran misterio para resolverse y despues analizarse. A decir verdad, la supervivencia del libro en un contexto crecientemente tecnologizado, tiene ya algo de incongruente; pero eso, bien mirado, dice mucho sobre su utilidad. También, si se quiere, sobre su capacidad de seducción: El mundo literario y cultural que gira en torno a los libros, sigue gozando de atractivo; por ejemplo, siempre habrá minorías fascinadas por Nabokov ("Lolita") y los cafés literarios. Es quizás una lástima que esas minorías no se conviertan en mayorías, pero el sueño ilustrado del refinamiento social, avanza a una velocidad bien discreta. Y la propia pluralidad de las sociedades liberales contiene una pluralidad de fascinaciones: De los existencialistas a la filatelia, pasando por el senderismo y el bricolaje. Se diría que el libro, seguirá ocupando un cierto lugar en esa amplia oferta, bien como instrumento auxiliar, bien como fin en sí mismo, ya sea en forma tradicional o electrónica. En cambio, el libro sí parece condenado a perder parte de su protagonismo en los debates públicos, sin que nunca lo haya tenido garantizado. Hay libros que han marcado una época, porque las ideas que contienen, han renovado la conversación pública directa o indirectamente: "El fin de la historia" de Fukuyama, "El choque de civilizaciones" de Huntington, "La tabla rasa" de Pinker, por citar algunos influyentes publicaciones. El libro sigue siendo el formato más adecuado para el desarrollo cuidadoso de argumentos y para su recepción lectora. Pero este es otro asunto de minorías, de aquellas que producen los libros y los leen, correspondiendo a los medios de comunicación la amplificación posterior de sus tesis. Es previsible que los libros sean, en cada vez mayor medida, un medio de comunicación más en una sociedad caracterizada por la sobreabundancia de medios, en formas y prácticas comunicativas. Es muy difícil dar más detalles sobre el futuro, sin incurrir en la fantasía o el dogmatismo. Cuando del porvenir del libro se trata, entran en conflicto dos fuerzas: La tentación del pesimismo y el consuelo del optimismo. Es posible que avancemos hacia otra sociedad, con sus propios estándares, ni mejor ni peor que la que tenemos, y que el papel del libro en esa sociedad sea marginal o inexistente. Pero también es posible, hasta probable, que esa sociedad venidera, no sea tan distinta como nuestros hábitos imaginativos gustan de representarla, y en ella el libro, sea cual sea su soporte tecnológico, conserve un cierto papel y una cierta importancia. Es imposible saberlo. El futuro del libro está en el futuro. Lic.ERNESTO LERMA. cinemaw@hotmail Titular del espacio radiofonico cinefilo: "BUTACA UNIVERSITARIA" (todos los domingos delas 12:00 a las 13:00). RADIO UAT (102.5 FM, Radio Universidad, 10,000 watts de potencia, Ciudad Victoria, Tamaulipas, MEXICO).
Posted on: Tue, 03 Sep 2013 17:44:44 +0000

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