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EGO VS. ECO Existen numerosas razones teóricas para explicar el hecho de que los humanos nos hayamos alejado tanto de una relación simbiótica y benigna con el planeta y en vez hayamos tomado la apariencia, o incluso el comportamiento, de patógenos planetarios. Los seres humanos, como todos los seres vivos del planeta, estamos intrínsecamente interconectados con los elementos de la naturaleza. Somos hilos en el tapete de la vida. Constantemente estamos respirando la atmósfera que envuelve a nuestro planeta; tomamos de los líquidos que fluyen sobre la superficie del planeta; comemos de los organismos que crecen de la piel del planeta. Desde el momento en que un óvulo y un esperma se juntan para dar paso a nuestra existencia, cada uno de nosotros crece y se desarrolla a partir de los elementos que la Tierra y el sol nos proveen. En esencia, la tierra, el aire, el sol y el agua se combinan en el vientre materno para moldear otra criatura viva. Nueve meses después, otro ser humano nace. Esta persona es una entidad separada, con una conciencia de sí mismo como individuo, un ego. Esta persona también es totalmente parte, y completamente dependiente, del mundo natural que la rodea, el eco. Cuando el ego y el eco están balanceados, la persona vive en harmonía con el planeta. Dicho balance puede considerarse como el verdadero significado de la espiritualidad, porque el individuo es una parte consciente de un nivel más elevado del Ser, afinado y en harmonía con él. Cuando se pone demasiado énfasis en el yo, el ego, ocurre un desbalance y resultan problemas, especialmente cuando dicho desbalance es demostrado colectivamente por culturas enteras. El sugerir que estos problemas son sólo de carácter ambiental y por ende no tienen gran importancia, es incorrecto. Los problemas ambientales (daños al eco) afectan ultimadamente a todos los seres vivos, ya que la existencia, la subsistencia y el bienestar de todos los seres vivos se derivan del planeta. No podemos dañar un hilo en la red de la vida sin correr el riesgo de deshilachar todo el tejido. Cuando el ego crece fuera de proporción, nos salimos de balance en varias formas. Nuestras instituciones de educación nos enseñan a idolatrar el intelecto, a menudo a expensas de nuestro desarrollo moral, ético y espiritual. Nuestras instituciones económicas nos incitan a ser consumidores y aquellos que han ganado más riqueza material son glorificados. Nuestras instituciones religiosas a menudo no son más que sistemas de adoración antropocéntrica, donde la divinidad se personifica en forma humana y únicamente las obras humanas (como libros y construcciones) son considerados sagrados. No se debe considerar completa la discusión de un tema sin haber examinado sus aspectos morales, filosóficos y éticos, así como revisar la información intelectual y científica. Cuando ignoramos la ética detrás de un asunto en particular y nos enfocamos en vez en los logros intelectuales, resulta genial para nuestros egos. Podemos darnos palmadas en la espalda y decirnos a nosotros mismos lo inteligentes que somos. Lo que desinfla nuestros egos, por otro lado, es el darnos cuenta de que somos criaturas insignificantes en un punto de polvo en una esquina del universo y que somos solamente una de las millones de formas de vida en este punto, las cuales tenemos que vivir todas juntas. En décadas recientes, una generación entera de científicos de Occidente, una fuerza formidable de inteligencia, concentró muchos de sus esfuerzos en desarrollar nuevas formas de matar enormes cantidades de seres humanos de una sola vez. Ésta fue la carrera nuclear de los 1950’s la cual continua hasta nuestros días – una carrera que ha dejado desastres ambientales que aun deben limpiarse, una enorme cantidad de materiales naturales totalmente estropeados (con un valor de 5.5 billones de dólares)1, una cuota de muerte militar que consta de millones de personas inocentes y la amenaza de la aniquilación nuclear acechando a todas las personas amantes de la paz en el mundo, aun hoy. Esto es por seguro un ejemplo del ego colectivo enloquecido. Los movimientos religiosos que veneran a personas están centrados en el ego. Resulta irónico que una pequeña e insignificante forma de vida en un punto de polvo a la orilla de una galaxia perdida en algún lugar de una esquina del universo se atreva a declarar que el universo fue creado por uno de su propia clase. Esto sería motivo de risa de no ser tomado tan enserio por tantos miembros de nuestra cultura que insisten en que la fuente de toda la vida es un deidad creadora de semejanza humana llamado “Dios”. Muchos seres humanos han madurado lo suficiente para saber que esto es un simple mito. No podemos comprender completamente la naturaleza de nuestra existencia, así que inventamos una historia que funciona hasta que demos con algo mejor. Desafortunadamente, la adoración humana engendra un ego colectivo desbalanceado. Cuando realmente creemos en el mito, que dice que los humanos somos la consumación de la vida y que el universo entero fue creado por uno de nuestra especie, nos separamos demasiado de la verdad y deambulamos perdidos, sin ningún punto de referencia que nos lleve de regreso a la perspectiva espiritual balanceada que necesitamos para nuestra supervivencia a largo plazo en este planeta. Nos volvemos como una persona sumergida hasta las rodillas en su propio excremento, que no sabe como liberarse de su desafortunada posición, observando perplejo un mapa con una mirada de total incomprensión. En la actualidad, están emergiendo nuevas perspectivas acerca de la naturaleza de la existencia humana. Se está reconociendo a la Tierra misma como un ente vivo, un nivel del Ser inmensamente superior al nivel del ser humano. La galaxia y el universo se ven como niveles del Ser aun mayores, con multiversos (universos múltiples) teóricamente existiendo a niveles incluso más altos. Se piensa que todos estos niveles del Ser están impregnados con la energía de la vida, así como con una forma de consciencia que no podemos siquiera empezar a comprender. A medida que nosotros los humanos expandimos nuestro conocimiento de nosotros mismos y reconocemos nuestro verdadero lugar en el vasto diseño de las cosas, nuestros egos deberían diferir de la realidad. Debemos admitir nuestra dependencia absoluta del ecosistema que llamamos Tierra y tratar de balancear nuestros sentimientos egoístas de importancia personal con nuestra necesidad de vivir en armonía con el gran mundo que nos rodea. (The Humanure Handbook)
Posted on: Fri, 26 Jul 2013 07:09:33 +0000

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