EL COMANDANTE Y LA NIÑA. Por: Ivàn Juàrez Popoca. ESO DE QUE - TopicsExpress



          

EL COMANDANTE Y LA NIÑA. Por: Ivàn Juàrez Popoca. ESO DE QUE MATARON AL “COMANDANTE 45” ES PURO PEDO…Se los digo yo, que convivì con èl antes de que desapareciera. Resulta que soy albañil –de los buenos- y un cliente me recomendò con el señor para hacerle modificaciones a su casa; a una de sus propiedades, puesto que tenìa varias y continuamente se cambiaba de domicilio. La residencia era de regular tamaño, no muy ostentosa, pero tenìa un patio espacioso y estaba rodeada por una barda enorme que le dada un aspecto de guarida fortificada. Sabìa que el dueño era uno de los jefes del cartèl, pero mi ambición pudo màs que cualquier temor y aceptè; habìa mucho que hacer y, como me quedò prohibido el meter ayudantes, tendrìa una buena paga por unos seis meses. Afortunadamente, le caì bien al patròn; entre otras cosas porque –aunque ustedes no lo crean- ambos habìamos leìdo uno que otro libro y eso nos permitìa tener muchos temas de conversación. Ademàs, tanto èl como su servidor, habìamos andado de “mojados” y le gustaba hablar sobre sus tiempos de pobre y las experiencias en gringolandia. Luego luego me puso el apodo de “Niño”, dado que soy chaparrito: “¡Niño, ven!...Niño por acà…Niño por allà…¿no quieres una cheve, Niño?... El, por el contrario, era alto, blanco de piel y lucìa un bigote espeso que combinaba con sus brazos velludos; usaba una gruesa pulsera de oro, con sus iniciales, y al caminar me recordaba los movimientos de un gorila. Esto me divertìa y el burlarme mentalmente era mi silenciosa venganza por un sobrenombre que no me acababa de gustar. Me tomò tanta confianza que, seguido, me invitaba algo de beber y charlabamos, aunque nunca sobre algo que tuviera que ver con su trabajo. Parecìa tan normal que me parecìa estar con un contador o un ingeniero. Sin embargo, una mañana que andaba yo poniendo vitropiso en uno de los cuartos, alcancè a escuchar como ordenaba que le dieran mate a un cristiano y eso me hizo darme cuenta del terreno que pisaba. En otra ocasión me tocò escuchar los gritos de su ùnico hijo; un jòven al que se le ocurriò consumir drogas en una fiesta, ganàndose una paliza. Me pareciò extraño el castigo del padre, pero pronto me cayò el veinte: para que el negocio funcionara tenìan que ser otros los pendejos que se volvieran adictos. La esposa de don Ernesto (verdadero nombre del capo) decìa llamarse Marilyn y era una cabrona que se la pasaba gastando dinero a diestra y siniestra. Eso si, era muy guapa (dicen que la habìan sacado de un table-dance) y le encantaba irse de parranda con sus amigas, lo cual era motivo de frecuentes peleas con su marido. Èste, asì de grandote como era, no hacìa sino gritar cuando se enfrentaba con la leona, pero nunca le levantaba la mano. Un guardia , que se convirtió en mi cuate, me platicò que una noche el marido llegò borracho y se diò un agarròn con la señora; las cosas llegaron a tal grado que el hombre sacò la pistola a la cual debìa su nombre de batalla…ella ni se inmutò: le aplicò una bofetada antes de besarlo y acabò jalàndolo a la cama…hasta afuera se escuchaban los gritos de placer, producto de la dulce reconciliación. Varias veces me tocò estar laborando y que llegara la señora y, la verdad, me intimidaba con su trato altanero y las indirectas que me soltaba, expresando el disgusto que le causaba el hecho de que –por òrdenes del patròn- los vigilantes me permitìan entrar y salir de la casa con cierta libertad. Pero cuando de plano me sentì mal fue un dìa en que estaba preparando mezcla en el patio y arribaron varias camionetas de las que decendieron un montòn de “estacas”: pistoleros a las òrdenes de la compañìa. Unos usaban sombreros, otros unas gorras muy adornadas y todos portaban pistolas al cinto, aparte de las armas largas que guardaban en los vehìculos. Yo no querìa ni voltear a verlos, pero se me acercaron dos y me interrogaron; ¡traìan la muerte en la mirada! Me puse nervioso…y luego me sentì aliviado cuando apareciò don Ernesto y, rièndose de mi, les dijo que era “su niño” y que me dejaran en paz. Sin embargo, cuando se me subieron los huevos a la garganta fue una tarde en que estaba yo recogiendo mi herramienta y se escuchò el ruìdo de un helicòptero que se acercaba. Los hombres que custodiaban se metieron a la casa y me ordenaron hacer lo mismo. Se trataba de una nave del ejèrcito y El 45, radio en mano, mentaba madres, furioso porque no le habìan avisado. Nunca supe si hablaba con sus halcones o con la autoridad. No pasò a mayores, pero después de ese incidente, como que el narcotraficante empezò a escuchar pasos en la azotea y a mostrar algo de nerviosismo…la esposa sugirió que cambiaran de ubicación, pero –no entiendo por què- su esposo se negò. Una semana después y cuando todo parecìa normalizarse, sucediò un detalle que traerìa interesantes consecuencias: Hortensia, la encargada de la limpieza, llegò con su hija de dos años, aduciendo que no habìa conseguido quien la cuidara. La chiquilla le causò tal impresión al patròn que, no solamente no puso objeción, sino que le dijo a la mamà que podìa llevarla a diario. Creo que, a pesar de la moralina con su hijo- mi jefe se las tronaba, pùes me confiò que habìa visto una luz alrededor de la bebè…se me hace que aquèl dìa andaba mariguano o bien enpiedrado. A partir de entonces El 45 no desperdiciaba oportunidad para ver a la niña, quien era muy sociable y se ganaba a cualquiera con su sonrisita y sus monerìas. Ademàs, tenìa cabellos rizados y la piel muy blanca; de alguna manera le daba un parecido a don Ernesto y se me hace que eso influyò para que la apapachara tanto: empezò a llevarle juguetes y a pasar mucho tiempo con ella. Esto, lógicamente, no fue del agrado de la Marilyn e incluso llegò a echarle en cara que la niña era uno de sus “voladitos”. Y la cosa se hubiera puesto fea de no ser por una carcajada del acusado, tan convincente que puso punto final al asunto. Se regò el chisme respecto a la extraña conducta de don Ernesto y alguno de sus hombres se atreviò a hacer alguna broma, pero no faltò quien le callara el hocico. Quizà a la larga el comandante se hubiera aburrido de la niña o las circunstancias lo hubieran alejado de ella, pero Hortensia, que era de esas que son màs hembras que madres, se largò con un fulano y no tuvo empacho en abandonar a su hija en la casa de sus patrones. Se armò todo un lìo: Marilyn opinò que lo mejor era entregar al bodoquito en el DIF o en algún convento, pero el señor se opuso con tal fuerza que su esposa no tuvo màs remedio que obedecer. Asì pues, la niña fue adoptada sin tràmite alguno, le consiguieron una nana y el dueño de la casa estaba atento para que no le faltara nada. Luego hasta la esposa y su hijo se fueron mostrando amigables con la pequeña. “Es que es muy especial” , me decìa. La verdad, nunca vì nada especial en esa escuincla y estoy seguro de que el señor se drogaba o se le habìa aflojado un tornillo. Con decirles que una vez lo encontrè hincado en el césped frente a la niña y “hablando” con ella…¿de què puede uno platicar con un alguien de dos años? Y luego, el “dìa del niño” mandò que organizaran un festival en su pueblo natal y tuvo el atrevimiento de hacerse presente, junto con su familia (incluyendo la bebè) para repartir muchos regalos con una tarjeta que tenìa impreso: “La constancia es la base del èxito.” Desconozco si las excentricidades del amigo tuivieron algo que ver, pero lo cierto es que la situación empezò a ponerse muy mal: el ejèrcito aumentaba la presiòn en la ciudad y llegò información de que dos de sus secuaces, Gutierrez y “El Licenciado” estaban confabulando para quedarse con la plaza; formando grupo y ocultando ganancias. La ira del 45 no se hizo esperar: el tal Gutiérrez estaba jugando basket en una cancha pùblica (¡a quièn se le ocurre!) cuando llegò un comando y arremetiò contra èl y varios de sus compinches; el traidor quiso huir pero recibiò un proyectil en la espalda ; los demàs quedaron como coladeras. “El Licenciado” era muy cercano al jefe, asì que èste decidiò ir personalmente por èl; acompañado de su escolta irrumpiò en la casa de su ahora enemigo y lo encontrò tratando de escapar junto con esposa e hijos…acorralado, le rogò que lo matara unicamente a èl, que perdonara a la familia…El 45 lo encañonò…y entonces sucediò lo inexplicable: Bajò el arma y se concretò a correr del estado al tipo aquèl, con la amenaza de que sì volvìa a saber de èl, le cortarìa la cabeza. Aquella acciòn fuè un error fatal que le pondría en una posición de debilidad ante sus superiores. Pero después de haber hecho su tonterìa, regresò -como si nada- a casa y antes de acostarse fue a la habitación de la niña para darle un beso en la frente…estaba muy chisqueado. Al mes de aquellos acontecimientos saliò en el periòdico la noticia de la muerte del 45: lo habìan emboscado en una carretera y su cuerpo habìa sido calcinado dentro de su auto; siendo identificado gracias a la esclava de oro, una pistola con empuñadura de plata y otros estudios forenses. Sin embargo, dìas antes me habìa dado una buena cantidad de dinero y pedido que me fuera de vacaciones; notè el tono del que se està despidiendo, a punto de hacer un largo viaje. Po lo tanto, no me sorprendì demasiado al enterarme, por medio del guardia que me tenìa confianza, que el señor habìa mandado hacer identificaciones falsas. Por otrta parte, se me hace mucho misterio que la familia –incluyendo a la infante- se haya esfumado casi de inmediato… Que bueno que mi patròn, ¡mi amigo! puedo decir, haya encontrado una nueva vida. En el fondo era buena gente…tuvo que echarse a varios, pero era buena gente..y que chistoso que una mocosita se lo haya hecho saber.
Posted on: Sat, 17 Aug 2013 00:32:11 +0000

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